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TRASHUMANCIA EN EL MEDITERRÁNEO TRASHUMANCIA EN EL MEDITERRÁNEO Pablo Vidal González José Luis Castán Esteban (editores) © De los textos, sus autores © Para esta edición, Publicaciones de Rolde de Estudios Aragoneses, Universidad Católica de Valencia e Instituto de Estudios Turolenses Editan Publicaciones de Rolde de Estudios Aragoneses Centro de Estudios sobre la Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales c/ Moncasi, 4, enlo. izda. 50006 Zaragoza Tfno. y fax (+34) 976 372 250 info@ceddar.org www.ceddar.org Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir c/ Guillem de Castro, 94. 46003 Valencia www.ucv.es Instituto de Estudios Turolenses c/ Amantes, 15, 2º. 44001 Teruel www.ieturolenses.org Patrocinan Ibercaja. Obra Social y Cultural Generalitat Valenciana. Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Territorio y Urbanismo Colaboran Prensas Universitarias de Zaragoza Caja Rural de Teruel Museo de la Trashumancia Diseño y maquetación Estudio Versus Imprime Icomgraph I.S.B.N. 978-84-92582-13-6 Depósito Legal HU-164-2010 Esta obra ha sido publicada con la ayuda del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón ÍNDICE Introducción Pablo Vidal González y José Luis Castán Esteban . . 9 Sección I: Arqueología e Historia de la Trashumancia . . . . . . . Transhumance: An Ethnoarchaeological Perspective. Joan Seguí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Le village roumain. Entre l’autarcie et l’economie de marché. Corneliu Bucur. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La producción lanar en las tierras de Albarracín. (siglos xiv-xv). Repercusiones económicas y sociales. Juan Manuel Berges Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Corrales en la Sierra de Espadán de origen anterior a la expulsión de los moriscos (1609). Algunos datos documentales, arqueológicos y arquitectónicos. Lourdes Tamborero Capilla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Produzione della lana e amministrazione della transumanza nel regno di Napoli nel xvii secolo. Roberto Rossi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Sección II: Antropología de la Trashumancia . . . . . . . . . . . . . . Les bergers du voyage: pratiques et représentations des pasteurs transhumants en Méditerranée. Anne-Marie Brisebarre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Etnología de la trashumancia. Severino Pallaruelo . . . . . . . . . Las fiestas de la primavera: bienvenida a los pastores trashumantes. José Daniel López Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . Pastores trashumantes de Gúdar-Javalambre: la evolución de su sentido comunitario y trascendente. Concepción Bernácer Bonora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mujer y trashumancia en la sierra de Albarracín. Ángela Calero Valverde y Diego Téllez Rodríguez. . . . . . . . . . Sección III: Geografía de la Trashumancia . . . . . . . . . . . . . . . . Huella de la trashumancia en los paisajes mediterráneos. Joan F. Mateu Bellés. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 31 41 61 81 115 117 131 149 165 179 191 193 Las cuevas como hábitat trashumante: un tipo arquitectónico convertido en arquetipo. Javier Soriano Martí. . . . . . . . . . . Problemática ambiental y potencialidades didácticas de las vías pecuarias en los Montes de Toledo. Óscar Jerez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Des Trains de Moutons… Geohistoire de la Transhumance ferroviaire entre Provence et Alpes Francaises. Philippe Moustier et Laurent Rieutort. . . . . . . . . . . . . . . . . . La trashumancia en Abejuela. Antonio Moreno . . . . . . . . . . . Sección IV: Trashumancia y futuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Situación actual, problemática jurídica y futuro de la trashumancia. Turismo y trashumancia. José Luis Argudo Périz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 249 261 283 297 299 I N TR OD UCC IÓN P AB L O V IDAL G ON ZÁL E Z 1 J OS É L UIS C AS TÁN E S TE B AN 2 1. Director del Instituto Universitario de Etnología. Universidad Católica de Valencia. 2. Grupo de Investigación Consolidado Blancas. Universidad de Zaragoza. Director del Centro de Estudios de la Trashumancia. Desde hace ya unos años diversos investigadores veníamos destacando las interesantes coincidencias bibliográficas que encontrábamos entre los diversos fenómenos de la trashumancia que se producen en el entorno de los países mediterráneos. La mayor parte de los trabajos conocidos se centraban en la trashumancia castellana, la mesta, que ocupa un lugar primigenio en la investigación, por motivos del todo evidentes. Sin embargo, encontrábamos pocos trabajos que pusieran el acento en los estudios comparados con las otras trashumancias peninsulares, especialmente las que se producían en la antigua Corona de Aragón, que también gozaron de gran tradición e importancia, pero que han quedado, en muchos casos, abocadas a estudios comarcales o regionales. Algo parecido pasaba en la relación entre las trashumancias peninsulares y las del sur de Francia, que recogen una extraordinaria tradición investigadora, llamativa ante lo exiguo, en comparación con la española, de los movimientos trashumantes alpinos. Carecían esos estudios de análisis comparado con otras realidades mediterráneas. Podríamos hacer un recorrido regional por todo el Mediterráneo, pero en definitiva, encontramos, en Italia, en los Balcanes, en el Magreb, importantes estudios que se centraban exclusivamente en los propios fenómenos. Creíamos por tanto que era el momento de realizar un gran Congreso Internacional, que permitiera reunir a investigadores de diversos países, para abordar de manera común un fenómeno que se repite en todo el Mediterráneo y que presenta numerosos fenómenos coincidentes. Creemos que con la publicación de este libro quedan cumplidos la mayor parte de los objetivos que nos marcamos. Se ha conseguido aunar a especialistas de diversos países, aunque sigue faltando una mayor implicación, quizá muestra de la falta de investigación reciente sobre el tema, de algunos territorios mediterráneos, como los Balcanes o Rumanía. Trash umanc ia en el Medit erráneo 11 Cuando ha pasado un año desde la realización del mismo, creemos que los objetivos iniciales que nos marcamos han sido, afortunadamente, superados con creces. Se han creado redes internacionales, se han abordado proyectos trasnacionales en común, se han iniciado nuevas líneas de investigación y se ha contactado, quizá lo más importante, con nuevos equipos de investigación en otros países. El Congreso tuvo lugar del 23 al 26 de octubre de 2008 en la sede de la Universidad Católica de Valencia y en la del Museu Valencià d’Etnologia. Se estructuró en diversas áreas temáticas; Antropología de la Trashumancia, Geografía, Historia, Antropología de la Trashumancia en España, Antropología del Magreb y una última área sobre Perspectivas de futuro de la trashumancia. El Congreso se abrió con una conferencia sobre “Los pastores del viaje: prácticas y representaciones del pastoralismo trashumante en el Mediterráneo”, a cargo de Anne-Marie Brisebarre, del CNRS de Paris. La profesora Brisebarre es una reputada especialista en la trashumancia alpina y presentó en su ponencia no sólo el estado de la cuestión sobre el tema sino las tendencias y las perspectivas de futuro para este sector, augurando interesantes perspectivas de progreso, con nuevas formas de actividad productiva y de incorporación de nuevas generaciones, incluyendo una más que destacada nueva presencia femenina. Esa misma tarde se celebró la ponencia sobre la Geografía de la Trashumancia, que estuvo a cargo de Joan Mateu, de la Universitat de Valencia. El profesor Mateu hace un profundo recorrido por las trashumancias peninsulares, analizando las diferencias y similitudes, así como las huellas indelebles que esta secular actividad ganadera ha dejado en el paisaje español. Creemos que el trabajo de Joan Mateu se convertirá en una referencia ineludible para conocer la historiografía de los estudios geográficos en relación con esta actividad. El segundo día del Congreso se abrió con la ponencia sobre “La historia de la trashumancia en España”, a cargo de José Antonio Fernández Otal, quien realizó un exhaustivo recorrido por la rica historia, principalmente en los periodos medieval y moderno, de la trashumancia. A lo largo de ese mismo día, se sucedieron las ponencias sobre la Etnología de la Trashumancia, a cargo de Severino Pallaruelo, recordando el importante trabajo de campo que dio como resultado el libro Pastores del Pirineo, así 12 Pab lo Vidal G onz ál e z y José Lu is C ast án E st eb an como la ponencia de Mohamed Mahdi y Pablo Domínguez sobre “La visión antropológica de la trashumancia y la modernidad en Marruecos”. Este último trabajo presenta un particular interés pues analiza, con una profundidad poco conocida hasta ahora, las diferentes trashumancias que se realizan en torno al Atlas marroquí, centrando la atención sobre una interesantísima institución como es el Agdal, gestión comunitaria de los pastos de altura, gracias a los exhaustivos trabajos de campo realizados, principalmente, en las zonas de Yagour y Oukaïmeden. Este trabajo es ya un referente para entender la práctica trashumante en la vertiente sur del Mediterráneo y lanza interesantes perspectivas de estudio comparado con las prácticas de los países ribereños del norte, como España y Francia, entre otros. La tercera jornada del Congreso se inició con la ponencia de José Luis Argudo sobre “Situación actual, problemática jurídica y futuro de la trashumancia. Turismo y trashumancia”. El profesor Argudo presenta un exhaustivo trabajo sobre la legislación estatal y autonómica y lanza una sugerente propuesta de nuevos usos de las vías pecuarias. Tras ello, se realizó una mesa redonda que planteaba las expectativas de futuro de la trashumancia y en la que participaron, entre otros, Santiago Bayón, de la Asociación 90 Varas, de Salamanca, así como Gabriel Varea, técnico de vías pecuarias de la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda, de la Generalitat Valenciana. Además del programa científico, durante los días del Congreso tuvo lugar la exposición fotográfica sobre Pastores del Mediterráneo, con obras de José Daniel Jiménez, así como una visita de campo que se realizó durante el fin de semana a un territorio de gran contenido trashumante, como es el paisaje del Maestrazgo de Castellón y en concreto el término de Catí. Junto a la publicación de este libro, se ha presentado un número monográfico de la revista Ager, que, con el título “Antropología de la Trashumancia”, recoge algunos de los trabajos que, con este tema, se presentaron al Congreso. Por tanto, en este libro, presentamos un conjunto de trabajos, recogidos bajo el epígrafe Arqueología e Historia de la Trashumancia, que van desde los estudios etnoarqueológicos, los arqueológicos, con un interesante trabajo sobre la pervivencia de corrales históricos de Trash umanc ia en el Medit erráneo 13 tradición musulmana en una zona de la provincia de Castellón, o un trabajo sobre la producción y administración de la lana en el Reino de Nápoles en época histórica. Un segundo capítulo, titulado Antropología de la Trashumancia, se abre con los trabajos, ya mencionados, de Brisebarre y Pallaruelo, al que siguen otros sobre fiestas y tradiciones, así como una interesante, también por novedosa, perspectiva de género. El tercer capítulo, Geografía de la Trashumancia, viene encabezado por el mencionado trabajo de Mateu, al que siguen otros sobre las cuevas, los aprovechamientos didácticos, la trashumancia en tren, así como un breve estudio sobre un pequeño pueblo de la provincia de Teruel, especialmente meritorio al ser presentado por los miembros de la asociación cultural local. El cuarto y último trabajo, a modo de epílogo, incluye el ya mencionado trabajo de Argudo, con una ventana abierta hacia los nuevos usos de esta actividad. Estamos convencidos de que este trabajo será, a partir de ahora, una referencia obligada para los estudios que se sigan realizando sobre la práctica de la ganadería trashumante en el Mediterráneo, pues una de las cosas que ha demostrado este Congreso, junto con el interés sobre el tema, es la importancia de nuevos estudios que den luz sobre temas apenas estudiados en la actualidad. No quisiéramos terminar sin agradecer a los numerosos patrocinadores que han hecho posible la realización de este Congreso: las Consellerias de Educación y Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda, el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Museu Valencià d’Etnologia, el Instituto Francés de Valencia, así como BP. 14 Pab lo Vidal G onz ál e z y José Lu is C ast án E st eb an SECCIÓN I ARQUEOLOGÍA E HISTORIA DE LA TRASHUMANCIA TRANSHUMANCE: AN ETHNOARCHAEOLOGICAL PERSPECTIVE J O AN S EGUÍ 1 Ethnoarchaeology stands at the interference between traditional societies, and those long changes in human behaviour that concern archaeology. Nandris (1984: 13) 1. Introduction Ethnoarchaeology, a subdiscipline of archaeology, is the use of ethnographically recorded data for archaeological interpretation. Since the 1960’s it has been a useful tool for archaeologists to improve their comprehension of past societies. Used as an analytical tool to better understand many questions of historic and particularly prehistoric societies, ethnoarchaeological studies in the Mediterranean context and everywhere else, have primarily focused on clarifying a diversity of matters of prehistoric economic activity. The way ethnoarchaeologically recorded data is applied to archaeological reasoning varies. It has been generally accepted that ethnoarchaeologists work pointing out “analogies” from the ethnographic data they record, an analogy being described as the process of formulating hypothesis which archaeologists may later test against the archaeological record. The advantages and disadvantages as well as the boundaries of their use (of analogies) in archaeology were intensively discussed by several archaeologists (Chang, 1967; Peterson, 1971; Stiles, 1977; Binford, 1977). Binford (1967: 1-12) 1. Museu Valencià d'Etnologia Trash umanc ia en el Medit erráneo 17 stated that ethnographic data, when used by archaeologists, should be understood as a source of information from which to open new ways to infer the archaeological record, rather than be used in the interpretation of “archaeological observed phenomena”. When referring to pastoralism, ethnoarchaeological approaches are considered to have been born with Frank Hole’s study of the Baharvand, a nomadic tribe of Western Iran, published in 1978. Hole’s investigation was of great influence on later studies of the ethnoarchaeology of pastoralism and the first to begin to satisfy a need that archaeologists were starting to express: the desire for a better understanding of pastoral economies, and especially of the archaeological remains they generate. Since Hole’ pioneering work other studies have added further ethnoarchaeological information concerning shepherd’s activities. There have been two main foci to these studies. On the one hand are those concerning to the Near East, where pastoral economies have always been important and where there are still many peoples practicing a nomadic lifestyle or traditional pastoralism (see for instance Banning and Kölher-Rollefson, 1992). On the other hand there are those concerning the Mediterranean, where the imperative was to record the last vestiges of its traditional pastoralism, condemned to disappear within the modern economy, in other to advance on the understanding of pastoral economies in prehistoric and historical times. Although since the early eighties, ethnoarchaeological approaches to Mediterranean pastoralism adopted a diversified perspective, first links between ethnographic data concerning Mediterranean pastoralism and archaeological data, were inevitably related to transhumance activity. The study of local sheep and goat herding has allowed ethnoarchaeologists to develop important analogies on the archaeological remains potentially created by herding and the scope of archaeological information herding activities could let to: slaughtering patterns, site location factors, botanical exploitation of the territory. What the ethnoarchaeological study of transhumance activity adds to that perspective is: a) the territorial scale, a much wider territory is considered; b) the size of the flock managed, in the Mediterranean at least, transhumance flocks tend to be bigger that locally herded flocks; c) the socio-economic scale, transhumance means people and animals moving from one territory to another, such dynamic 18 Joan S egu í A transhumance flock. implies direct contact between communities and so the potential exchange of goods and knowledge. Throughout this paper, what I briefly develop is not the use of the ethnoarchaeological perspective to discus the origins and nature of transhumance (the question of “how” and “when” transhumance appeared as a pastoral strategy); the intention here is to give an overview of the potential use for archaeologists of the ethnoarchaeological reasoning when applied to transhumance. 2. Transhumance: the ethnoarchaeological approach Ethnoarchaeologists, along with geographers, historians or ethnographers have developed, particularly since the second half of the past century and beyond, a full range of investigations on the economic, cultural and social aspects related to transhumance. From the Pyrenees in Spain (Geddes, 1983) to the Cicoulano Mountains in Italy (Barker and Grant, 1991), or the Grevean region in Greece (Chang and Tourtellotte, Trash umanc ia en el Medit erráneo 19 1993) ethnoarchaeologists have recorded during the last decades an important amount of information related to this pastoral strategy. Two questions have arisen from the above: which are the main lines of analogies developed by ethnoarchaeologist from the ethnographic data they gather in relation to transhumance? To what extent have these analogies helped archaeologists in their understanding of past transhumance/ pastoral practices? Ethnoarchaeologists have developed three main types of analogies in relation to transhumance data: 2.1. THE FORM OF LANDSCAPE EXPLOITATION Exploitation of the landscape related to transhumance occurs in a wider geographic framework than when applied to local farming or herding. Thus in terms of landscape exploitation, transhumance flocks have to adapt to two main factors: movement through longer distances than locally managed herds; management of the herd over different landscapes (this is over territories that may offer a different botanical and cultural scenario). 1) Transhumance shepherds, as non-transhumance, exploit the botanical wealth of their environment for several purposes: gather fodder for their flocks; improve the quality of manure; construct or adapt penning sites. Ethnographic data shows how branches and fruits from diverse trees and bushes are used as fodder by these shepherds depending on the location of their flocks. For instance, in the mountain areas of Alcoi (province of Alicante, Spain) where local transhumance flocks had their homes, branches from olive trees and tender oak branches, as well as acorns and leafs from riverside species were used as fodder. The same flocks were fed with carob and orange fruits during their winter stay in near-by coastal areas. Remains of this fodder were incorporated into the dung deposits of the pastoral site, often stored and consumed indoors. Moreover, production of manure also implied bringing several kinds of bushes and plants into the pen area to reduce the acidity of animal droppings and, ultimately, to increase the volume of manure produced (Beavitt et al., 1995; Seguí, 1999). 20 Joan S egu í Digging in a pastoral site. Such data supports the potential of geoarchaeological and archaeobotanical analysis of transhumance pastoral sites to reconstruct past environments. These sites can be archaeologically approached as containers of botanical remains that may help to understand the surrounding environment and the way it was managed. In turn, patterns of botanical exploitation of the environment may shed light on key aspects in detecting patterns of seasonal use of a particular landscape (Brochier, 1991; Brochier et al. 1992). 2) On the other hand, mobility implies the need of tracks, the need of droveways, and when it comes to long distances it also implies the existence of a network of watering and sheltering points. These have been particularly used by ethnoarchaeologists and archaeologists (Chang and Koster, 1986) to suggest the presence of herding activity. When referring to penning features, ethnoarchaeological research in Greece (Chang, 1981, 1984) and Spain (Seguí, 1999) shows how pastoral penning sites were being used in a complex way for the management of the flocks. Detailed analysis of their dimension and morphology has been shown to be related Trash umanc ia en el Medit erráneo 21 Penning site. Poble nou de Benitatxell. to differences in the type of breed kept, and to have the potential to supply information about the size of the flock managed (Chang, 1984). Equally, scholars have wondered about the potential for archaeological interpretation of sheep routes related to long-distance transhumance movements. During the last decades of the past century, several known archaeologists such as Higgs (1976), Walker (1983), Vegas Aramburu (1991) argued about the spatial relationship between sheep droveways and some important archaeological features as dolmens, vault-burials or cave sites in the Iberian peninsula, the problem of the scale of correlation being a key one (Chapman, 1979) but more detailed, local studies, need to be undertaken. 2.2. CULTURAL CONTACT AND INTERACTION Transhumance, as well as nomadic lifestyles, represents two forms of flock management which imply mid to long distance movements. In fact it is the movement of shepherds and flocks that has mostly defined the image of transhumance. However, what is really central to transhumance, as a category of flock management, is not the movement itself but the dynamics of seasonality attached. It is throughout the seasonal use of a territory that transhumant shepherds become a line of cultural contact between highland and lowland communities. Such contact results in 22 Joan S egu í exchange of goods and other cultural indicators which may be recognisable in the archaeological record. Cultural contacts are described by Efstratiou (1999) in the Rodophi Mountains (northeast Greece) between groups of transhumance shepherds from different cultural backgrounds: Sarakatsans (Greek speaking and Christian orthodox); Pomacs (Muslims with a Slavic language), Yürüks (of Turkish language) and Vlacks (deeply Latinized and speaking a variety of Rumanian languages). Smerdel (1999) also quotes exchange of influences in clothing and language in the Slovenian region of Pivka between transhumance shepherds and other groups as the Ciči or the Istrians during the final part of the 19th century and the beginning of the 20th. More recent local ethnographic research in the area of Alto Mijares (inland Castellón, Spain) suggests that certain features such as sheep bells, manufactured by a particular shepherd and decorated using the same pattern, may well serve as key items in identifying through their distribution the practise of transhumance movements over a territory (unpublished research data by Morales and Seguí). 2.3. ZOOARCHAEOLOGICAL ANALYSIS The third issue comes from ethnographic information relating to flock management strategies recorded by ethnoarchaeologists. Herd management strategies include important aspects such as seasonality of lambing and slaughtering (birth and mortality profiles) as well as production goals. This information may be very useful in the zooarchaeological interpretation of animal bone deposits found in archaeological sites. The use of mortality profiles to infer herd management mechanisms is a crucial aspect of the archaeological study of bone assemblages. Archaeozoologists often use these profiles to reconstruct the production goals of animal management systems for particular sites, areas or periods of time. For example, if most of these animals are killed at a very young age (less than six months of age), then it may be assumed that the herd is managed for its milk in particular, because by killing lambs or kids at a very early age herders insure a reasonable period of milk production from the ewes. Equally, a kill-off pattern dominated by adults has been used to argue Trash umanc ia en el Medit erráneo 23 wool as the principal bi-product of a flock because the main wool production period in sheep is said to be from the second to the sixth year of age (Rackman, 1994: 49; Payne, 1973: 281). In a case study (Seguí, 1999) related to the effect of transhumance activity on the distribution of animal bone assemblages in a coastal area of Mediterranean Spain, ethnographic data was used to analyze the effect of transhumance in the potential formation of the animal bone assemblages´ link to a particular flock. An ethnographically recorded transhumance flock was approached from three main lines of inference: the study of the “life assemblage”, defined by Klein and Cruz-Uribe (1983: 3) as the community o live animals in their real proportions; the “death assemblage”, this is the kill-off patterns affecting the flock; and the “deposited assemblage”, this referring to the primary stages of the formation of archaeological animal bones assemblages. The comparative analysis of these three assemblages pointed to the importance of taking into consideration, while archaeologically analyzing bone assemblages, factors as the existence of market landscapes, because of their role in final the distribution of mortality profiles. These flock mortality profiles in a market economy, even a poorly organised one, are biased by the selling and buying of individuals from the transhumance flock and their slaughter and consumption in areas or places often many miles away from the home base of the flock. Etnoarchaeologically recorded data here provides valuable insights into potential disturbances of the original, complete, kill-off patterns generated from culling strategies. Such data confirms the need for archaeologists in general and archaeozoologists in particular, to expand their approach and begin to look at market landscapes as key factors in the zooarchaeological understanding of transhumance. 3. Discussion/conclusion As we saw earlier in this paper, the main aim is the development of ethnoarchaeological analogies to help archaeologists interpret their record. When questioning the particular way transhumance shepherds´ activity can be identified in the landscape, the development of analogies for a correct archaeological interpretation demands, first and foremost, the clarification of what it is exactly a “transhumance related feature” as opposed 24 Joan S egu í to features related to other types of activities (which may also include local herding)? Some positive developments have already been made, local approaches being necessary to find certain answers. Thus, for instance, the development of a comparison work on the basis of morphological and locational studies of pastoral features in areas of Greece, that have been exploited by transhumance shepherds as well as by other groups, such as local herders or farmers (Chang 1999), have already achieved some interesting results. Chang’s central point stands on the idea that analysis of contemporary transhumance locational factors would lead to good analogies as adaptation to topographic and environmental aspects within a regional scale (1999:135). In fact, through her research, differences in site morphology/architectural variability (no fodder storage areas were identified in the transhumance sites, for instance), site location (transhumance sites where found in more peripheral locations to the main village than those sites related to local, non-transhumance flocks) and site material composition (manure was not remove from transhumance sites) were enough to suggest analogies based on similar differences in types of pastoral strategies that could be identified in the archaeological record. Cultural contact, on the other hand, offers a different line of interpretation. Archaeologists such as Jacobsen (1984) related the distribution of specific ceramic types with the presence of transhumance activity; a similar hypothesis, this time referring to the presence of stone assemblages from the early Neolithic period in the Balkans area, was pointed out by Voytek (1991). According to Nandris (1991; 1999) transhumance activity acted as a line of connection and exchange of cultural items (from linguistic expressions to material culture) within the Latin world. This author has indicated that “latinity”, as geographically related to the areas formerly included in the Roman Empire, would find through this mobile pastoral strategy a way of cultural exchange and long-term survival. However, it is important to bear in mind that while referring to cultural contact, we are in fact directly referring to the social facies of transhumance. Such perspectives easily overcome the simple fact of the exchange —the movement— of goods. Some important aspects such as conflict or the establishment of social (marriage, friendships, etc.) and economic (exchange of products, work collaboration.) alliances, became central Trash umanc ia en el Medit erráneo 25 points. To what extent the archaeological record reflects the existence of such contact is thus a key issue. The ethnoarchaeological analysis of the mixed effect of the practise of transhumance and the dynamics of buying and consuming animals within the transhumance territory, warns zooarchaeologists about the difficulties of describing herd management dynamics from isolated archaeological kill-off patterns. While examining bones assemblages from an Early Saxon Village (West Stow) and Three Middle Saxon sites (two rural and one urban), Crabtree (1996) described differences between producers and consumers of animal products as a significant change between the early and Middle Saxon sites. Faunal assemblages for these later suggested the development of economic links between rural sites and the emporia. In the Neolithic/Bronze age, faunal samples from the Italian cave of Arene Candide on the Ligurian coast showed that sheep and goat remained a part of a larger pastoral system, probably operating locally. However, a better interpretation scenario will only be obtained when more complementary sites in Arene Candide are identified and excavated (RowleyConwy, 1991). Both examples, as well as many other published in last two decades, underline the validity of gathering ethnographic data on the management of herds (standing or transhumant). Such data become a useful tool for archaeologists in better understanding the initial possible patterns of fauna assemblage deposition (other than physical), and on the types of kill-off patterns such deposits may produce. Ehnoarchaeological approaches of transhumance activity have, thus far, provided archaeologists with a wide range of analogies for the identification, first, and interpretation, later, of transhumance activity in the archaeological record. However, such a valuable “interpretation quarry” seems to have been underexploited. It is true that some professionals such as zooarchaeologists have paid attention to ethnography, as have archaeobotanists, with valuable results (see particularly Brochier et al., 1992). However, little has been done on the issue of spatial and structutral analysis. Equally, much more could be done on the field of cultural contacts, a key issue for archaeologists. Thus, the development of ethnoarchaeological approaches remains important, along with the gathering of more ethnographic data concerning transhumance, but the “flux” between such 26 Joan S egu í approaches and the interpretation tools generally used by archaeologists clearly needs a greater degree of stimulation. Bibliography Banning, E. B. and Kölher-Rollefson, I. (1992), “Ethnographic Lessons for the Pastoral Past: Camp Locations and Material Remains near Beidha, Southern Jordan”, in Pastoralism in the Levant. Monographs in World Archaeology, 10. Madison, Prehistoric Press. Barker and Grant (eds.) 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ENTRE L’AUTARCIE ET L’ÉCONOMIE DE MARCHÉ C ORNEL IU B UCUR 1 L’histoire de la civilisation du village roumain, appelée de manière conventionnelle “traditionnelle”, continue d’utiliser, malgré les incontestables progrès des sciences historiques et socio-économiques du xxème siècle, des lieux communs, restant déficitaire au niveau des analyses systémiques, interdisciplinaires, au niveau des zones ethnographiques, régions historiques ou localisations géographiques, toutes les sciences dont elle est objet d’étude “contribuant” à cette situation. Bien que définie, dès le début de son apparition, comme science autonome correspondant à “l’histoire-même de la culture —Kulturgeschichte— comprise de manière évolutive”, l’ethnographie n’a atteint que de manière discontinue et isolée la profondeur scientifique de l’analyse des processus historiques des grandes transformations ethnoculturelles, fondatrices des valeurs de la civilisation traditionnelle. Avec ses compagnes “auxiliaires”, l’archéologie et la science de l’organisation des archives, l’histoire elle non plus n’a pas eu l’ambition, ou n’a pas réussi à distinguer ou à présenter, de manière systémique et comparative, la phénoménologie des processus historico-culturels, avec leur déterminant primordial, les technologies et les systèmes d’instruments et énergétiques, étapes de la civilisation historique intégrées dans une synthèse organique de la civilisation populaire roumaine: les civilisations dacique, daco-romaine, slave et roumaine ancienne —jusqu’à la formation et l’affirmation dans l’histoire, comme ethnie distincte, des Roumains. La civilisation des Roumains pendant la période des grandes migrations (jusqu’au xivème siècle) est restée en dehors de certaines clarifications scientifiques, y compris la conquête de la Transylvanie par le Royaume de Hongrie, la colonisation occidentale (Flamands et Saxons, réunis sous le nom générique de “SasJ”) 1. Astra National Museum. Romania. Trash umanc ia en el Medit erráneo 31 du xiième siècle, ainsi que l’infiltration des ordres monastiques, parmi lesquels les cisterciens (avec l’abbaye la plus orientale à Cârţa) allaient jouer, en Transylvanie comme dans toute l’Europe, le rôle important de diffuseurs des industries hydrauliques; la période de l’apparition des États médiévaux roumains, qui coïncide avec la diffusion de la révolution technique médiévale européenne aux xivème et xvème siècles, et celle de la récupération de la catachronie2 techno-culturelle et de l’intégration dans une euchronie3 culturelle du xvième au xixème siècle, connue aussi comme la période de la dispute pour la suprématie sur l’Europe centrale et de l’est, des grands pouvoirs: la Turquie, la Russie et l’Autriche; des événements qui ne sont pas restés sans traces dans la culture et la civilisation des régions historiques soumises de la manière la plus directe aux influences culturelles transmises à travers les relations directes avec, ou à travers, des vecteurs culturels venus des trois empires: turques, dans le sud de la Roumanie, russes, dans la partie orientale et autrichiennes, en Transylvanie. Enfin, dans la deuxième moitié du xixème siècle, il faut remarquer l’apparition des relations capitalistes, de nouveaux équipements énergétiques et mécaniques qui vont influencer lentement, mais de manière irréversible, la civilisation populaire, d’essence rurale, avec un regard spécial pour l’apparition des relations capitalistes de production (y compris les instruments), institutionnelles (l’apparition des structures capitalistes) et de marché (marchandises et finances). Sont restés sans identification ferme les “archétypes techniques et culturels” (définis par A. Varagnac4 comme les valeurs de l’archécivilisation et, par opposition avec ceux-ci, les facteurs radicaux du progrès technique (et aussi culturel), les attributs distinctifs de l’économie des villages (inféodés ou restés libres, intégrés aux propriétés royales “Fundus regius”), des fiefs —laïques et ecclésiastiques— ou ceux des bourgs roumains et des villes fondées par les colonistes. Dans ces conditions, la perspective comparative européenne s’avère la seule en mesure de clarifier l’étiologie de la production et les limites de l’expansion continentale des nombreux et compliqués processus 2. Catachronie = retardement historique apud Ilie Bădescu (1984). 3. Euchronie = développement dans la même unité valorique ou axiologique des certains processus dans des espaces différents apud Ilie Bădescu (1984). 4. Varagnac (1967). 32 C ornel iu Bu c u r socio-démographiques, techniques, économiques et culturels, ainsi que les implications ethno-culturelles qui définissent la spécificité de la civilisation roumaine et ses particularités historiques ou provinciales. Dans ces conditions, personne ne peut être surpris par la confusion générale et par les clichés paradigmatiques. Comme celui de l’autarcie généralisée du village roumain, qui ont culminé avec la célèbre découverte de P. H. Stahl5 concernant les survivances gentilices, comme celle de la possession en commun des terres dans les villages de Vrancea, au xxème siècle. À l’extrémité opposée apparaît la version idéaliste, pseudo-scientifique et folklorisante, du “génie technique du village roumain” —qui a donné naissance et a gardé toutes les inventions techniques— depuis la généralisation des industries hydrauliques, dès l’antiquité géto-dacique ou daco-romaine, jusqu’au protochronisme6 des inventions médiévales : le premier haut fourneau sidérurgique au tuyau de tirage de Ghelar au ixème siècle ou l’attestation des foulons et des bocards hydrauliques avant l’invention de ces installations performantes au niveau européen aux xième- xiième siècles. Il est tout à fait surprenant de constater l’omission complète des résultats des recherches dans le domaine de l’histoire de la civilisation, dans les derniers 25-30 ans, par les auteurs du traité de “L’Histoire des Roumains”, paru aux Éditions de l’Académie en neuf volumes7. La découverte de la vérité historique pour chaque cas séparément, avec son infinité de facettes, de particularités et de nuances, imposées par un développement différent des différentes régions géo-historiques (produit avec des “pas rapides” ou des “pas lents”, selon la théorie de F. Braudel8, renvoie à une “recherche concrète de chaque situation concrète”, circonscrite rigoureusement du point de vue de l’espace et du temps. Autrement dit, s’impose la continuation des analyses régionales, avant de réaliser la 5. Stahl (1980). 6. Protochronisme = priorité historique dans l’apparition d’un phénomène apud Ilie Bădescu (1984). 7. Istoria românilor (2001-2008). 8. Braudel (1985). Trash umanc ia en el Medit erráneo 33 synthèse nationale. Les risques d’une telle “aventure scientifique” (écrire la synthèse avant d’épuiser l’analyse) sont similaires à la tentative de mettre la coupole d’un édifice sans avoir terminé les structures de résistance et les murs de soutien. La seule solution logique est “le retour à l’analyse thématique, régionale, par époques et étapes historiques”! Personnellement, j’ai assumé une telle démarche il y a plus de 30 ans, à l’occasion de la préparation pour l’imprimerie de la monographie Mărginenii Sibiului (“Les habitants de Mărginimea Sibiuiui”), en élaborant le chapitre “La diachronie du mode de vie de la population du xième au xxème siècle”9, ainsi que la thèse de doctorat (soutenue en 1981, à l’Institut de l’Histoire de l’Art, à Bucarest) ayant pour thème “Introduction à l’histoire de la civilisation technique populaire roumaine”10. L’essence de nos découvertes peut être résumée par l’enregistrement de la “révolution technique médiévale” et la transition de l’économie du village transylvanien et, par extension, du village roumain, de “l’autarcie à l’économie de marché”, par l’intermédiaire de la transhumance pastorale. Sans ignorer la complexité des processus historiques à propos de ce thème, pour l’économie de l’espace et du temps, nous allons schématiser la présentation des processus et des événements historiques, des faits de civilisation qui ont conduit, dans le système pastoral roumain, du modèle archétypal de la stabulation (l’hivernage des troupeaux de moutons dans les étables, lat. “stabulum, i”), au modèle de la transhumance, définie comme l’élevage extensif des troupeaux par un mouvement pendulaire ample et régulier entre les pâturages d’été et ceux d’hiver (possible dans les conditions géographiques de la Roumanie par les migrations transcarpatiques), ayant pour but la production de laine pour les industries textiles hydrauliques de Transylvanie. En résumant, les principaux traits de l’apparition de la transhumance en tant que modèle de marché (production de la laine-marchandise pour les foulons hydrauliques des villes du sud de la Transylvanie) seraient les suivantes: 9. Bucur (1985). 10. Bucur (1981). 34 C ornel iu Bu c u r 1) Le cantonnement des villages roumains d’orientation principalement pastorale et l’hivernage d’un nombre d’animaux limité aux nécessités de la maison dans les étables (qui survivent dès l’antiquité géto-dacique et daco-romaine jusqu’au xxème siècle) dans les zones subalpines, avec un accès facile aux prairies de montagne où est pratiqué le pâturage d’été (“loco estivali”), ayant à la disposition l’alpage et le défilé pour passer de la Transylvanie en Valaquie, dans les conditions où les princes de la Valaquie possédaient des fiefs en Transylvanie (le Pays de Făgăraş et le duché de l’Amlas). 2) La conservation du statut de “villages libres de toute servitude féodale”, conformément aux privilèges accordés par la Maison Royale de l’État hongrois, après la conquête de la Transylvanie, aux communautés de la région de frontière du Royaume, par l’intégration de celles-ci dans les Terres du Roi (“Fundus Regius”), en échange de l’obligation de garder la frontière (“plăieşi”), d’où la liberté de mouvement de la population, fondamentale dans le cas de la transhumance. 3) La rapidité du développement économique et social de la société transylvaine aux xiiième - xivème siècles, dans les conditions des nouvelles politiques économiques de la dynastie angevine et des implantations, par l’Ordre des moines cisterciens, des industries hydrauliques, parmi lesquelles les foulons de drap allaient jouer le rôle d’une vraie hégémonie industrielle au xivème siècle. Le développement des manufactures de drap (les tissages pour la laine et les foulons hydrauliques) dans les villes du sud de la Transylvanie, au xivème siècle, la première attestation des nouvelles “fabriques de drap”, mises en marche par des roues hydrauliques et des systèmes mécaniques de grand rendement fonctionnant sur le principe de “l’arbre à cames”, date de 1342, à Olosig, sous la dénomination de “mollendinae pilatoriae” — “un nuovo ingenio”: celles-ci intègrent et mettent à leur service les processus et la technologie de l’archétype instrumental de l’épaississement des couches de laine, connu sous le nom de “ştează” (dacique), “vâltoare” (latin), “văiagă” (slav), ou “vanyolo” (maghiar), avec une attestation documentaire datant de 1186, à Sâniob, Oradea, sous la dénomination “abluentes”. 4) L’apparition, à la moitié du xivème siècle, des États féodaux roumains (la Valaquie et la Moldavie) qui, par leur organisation politique, sociale et militaire interne, assurent la sécurité du transit régulier des troupeaux d’animaux venus de Transylvanie, dans un procès de la Trash umanc ia en el Medit erráneo 35 transhumance pastorale copié comme modèle économique de marché sur l’exemple de la transhumance née dans les Pyrénées (Espagne) et dans les Alpes (France), dès les xiième - xiiième siècles. 5) L’émancipation de la société roumaine toute entière et la stratification sociale de plus en plus accentuée, l’apparition des institutions de l’État (armée, “police”, dignités, église etc.) stimulent et diversifient le “marché de drap” —l’un des produits commercialisés et importés le plus intensément aux xivème- xvième siècles, en Transylvanie et en Valaquie. 6) La dissolution des unions économiques agricoles primitives des villages roumains dans la région de Sibiu et Brasov et l’apparition de deux couches sociales: les propriétaires de troupeaux (“oierii”) et les bergers qui accompagnent les troupeaux (“ciobanii”), les premiers manifestant un esprit économique intrépide, un esprit commercial particulier, le courage d’engager une entreprise tellement vaste et un esprit d’investissement remarquable, la deuxième catégorie, un professionnalisme parfait qui les fait rechercher et apprécier à tous les niveaux de la société. 7) La pénétration dans la zone, dès le xivème siècle, et la suzeraineté imposée par l’Empire ottoman aux pays roumains, facteur qui allait stimuler l’élevage ovin à cause de l’intérêt d’alimenter la population et les armées de l’Empire avec de la viande de mouton admise par le Coran (tandis que la consommation de la viande de porc était interdite). 8) La conquête de la Transylvanie par l’Autriche et l’organisation du système d’impôts et douanier, dans la perspective des demandes du marché “moderne” du xviiième siècle, avec la protection et même l’encouragement du transit des animaux en transhumance, qui dépassent, à ce moment-là, 1,5 millions d’animaux enregistrés à la frontière, le chiffre réel étant beaucoup plus important compte-tenu de l’évasion douanière, devenue légendaire par le folklorique “Vama Cucului” (“Douane du coucou”). 9) La formation du marché de la laine (“les foires des flocons”) et des “routes de la laine” par lesquelles on transportait de Transylvanie en Valaquie la laine des troupeaux de moutons venus pour l’hivernage dans les zones du sud au climat méditerranéen et tondus au commencement du printemps. C’est la “cause des causes” de l’abandon de la stabulation en faveur de la transhumance et pas du tout le prétexte “naturel” invoqué par les 36 C ornel iu Bu c u r partisans de la thèse de la transhumance, vue comme réminiscence d’une économie pastorale nomade primitive (“la qualité supérieure de l’herbe sur le versant sud des Carpates méridionales”). Cette thèse, soutenue par certains linguistes (O. Densusianu11), par de nombreux historiens (C. C. Giurăscu12, P. P. Panaitescu13) et par certains ethnologues14, est évidemment caduque et ne peut pas être soutenue du point de vue scientifique. 10) L’extension des attributions des “ambassades diplomatiques”, dans le sens de la cultivation (du développement?) des intérêts économiques et commerciaux des “industriels” saxons de Transylvanie: en 1418, le prince de la Valaquie Mihail II —le fils de Mircea le Vieux— renforce un privilège plus ancien accordé par son père aux bergers roumains de Răşinari, concernant le pâturage (l’hivernage) dans les champs de la Valaquie, et cela à la suite de l’intervention des fabricants saxons de drap de Cisnădie (par l’intermédiaire d’un commerçant arménien). L’institution des privilèges de la chancellerie princière fonctionnera pendant plusieurs siècles, en faveur de l’exemption (ou de la diminution) des taxes de pâturage pour les troupeaux de moutons des domaines féodaux des princes de la Transylvanie (à partir de Gabriel Betlen), des citoyens de Sibiu et de Braşov, des corporations des villes saxonnes, attirés par le modèle de marché du pastoralisme transhumant, pour lequel étaient engagés à gages des bergers (“păcurari”) roumains des villages de montagne où ce métier faisait partie de la tradition. 11) La réalisation d’importantes accumulations de capital par la vente de la laine, des produits laitiers, des fourrures, des peaux et de la viande de mouton, qui servent à l’émancipation des localités (la promotion des nouveaux styles architectoniques, comme le style francon et, ensuite, baroque), à la formation des structures édilitaires modernes, avec des places commerciales, écoles (en 1616 il y avait à Sàliste une école laïque et à présent la localité est connue comme le “village aux 8 académiciens”), église, cimetière communal (la tradition des villages roumains anciens, répandus sur les 11. Densuşianu (1913). 12. Giurescu (1977). 13. Panaitescu (1969). 14. Irimie (1965) Dunăre (s.a) Vuia (1964). Trash umanc ia en el Medit erráneo 37 hauts plateaux des montagnes, était d’enterrer les membres de la famille dans leurs propres jardins), à la formation des “industries villageoises” (Sălişte, Răşinari, Sadu, Tilişca, Gura Râului parviennent à posséder des dizaines et même des centaines de “moulins à eau”: les moulins “à blé”, “à planches”, “à foulon”, “à huile”, “à écorce”, “à fer”, etc. s’inscrivent par leur nom générique dans le cadre d’un concept “révolutionnaire” du Moyen Âge européen, le terme de moulin étant équivalent à celui de “fabrique” au xviiième siècle, chacun des deux signifiant une étape distincte de la “révolution technique européenne”, celle médiévale et celle moderne). Les choses allaient évoluer de la même manière jusqu’à la fin du xixème siècle (1867-1873, années qui marquent le commencement de la dissolution de la transhumance), par l’investissement du capital des propriétaires des moutons dans les industries modernes de Transylvanie et des Principautés Roumaines dans les manufactures, commerce, banques et même dans la presse et la politique. La même accumulation de capital mènera à l’émancipation culturelle de la population de la zone, à l’apparition de monastères qui sont devenus des puissants foyers de culture et centres d’arts plastiques (écoles de peinture iconographique et miniatures), à l’apparition de l’intellectualité de facture européenne (loan Piuariu Molnar est devenu le plus important oculiste de l’Empire Autrichien). Un tel tableau économique est éloigné de ceux des régions qui n’ont pas bénéficié de l’ensemble des facteurs catalytiques de ces régions de la Transylvanie, de l’émulation des facteurs de progrès consistant dans le contexte général de l’intégration dans les systèmes culturaux occidentaux, dans la promotion par les cisterciens des inventions hydrauliques, dans l’adaptation rapide au marché et à la circulation monétaire (l’esprit commercial des habitants de ces régions étant à présent proverbial), le tout sur fond d’indépendance sociale de la population de la “terre impériale”. Nous sommes convaincus que nous n’avons pas du tout épuisé l’énumération des processus socio-culturels et historiques qui définissent l’ouverture vers l’économie de marché du village roumain, dans les conditions de la conservation, en beaucoup d’autres régions du pays, de vraies enclaves archaïques, historico-ethnographiques, témoignages d’une vie archaïque, autarcique et anachronique pour les xixème - xxème siècles. 38 C ornel iu Bu c u r Bibliografie AA.VV. (2001-2008), Istoria românilor, vol. I - IX, Bucarest, Editura Enciclopedică. Badescu (1984), Sincronism european şi critică românească (Contribuţii de sociologie istorică privind cultura modernă românească), Bucarest, Editura Ştiinţifică şi Enciclopedică. Braudel, F. (1985), Mediterana şi lumea mediterană în epoca lui Filip al II-lea, Bucarest, Editura Meridiane. Bucur, C. (1981), Introducere la istoria civilizaţiei tehnice populare româneşti. These résumé. Coordonateur scientifique prof. dr. Paul Petrescu, Bucarest. 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Este fenómeno discurre paralelo a la recuperación demográfica, lenta todavía, y a la libre disposición de amplias áreas de pastizal para los rebaños en los montes de Albarracín. De esta manera estas tierras se convierten en el escenario elegido por los comerciantes para 1. Este artículo es un resumen del capítulo núm. 7 “La lana y su comercialización” de mi tesis doctoral leída en la universidad de Zaragoza en julio de 2007 bajo el título Actividad y estructuras pecuarias en la Comunidad de Albarracín (1284-1516), publicada en CD por Prensas Universitarias de Zaragoza, ISBN: 978-84-7733-934-2, DL Z-3373-2007. Siglas: AHPT (Archivo Histórico Provincial de Teruel), A.M.Gea (Archivo Municipal de Gea de Albarracín), ARV (Archivo del Reino de Valencia). 2. Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín. 3. Sobre este territorio: Berges (2003). Trash umanc ia en el Medit erráneo 41 adquirir la lana producida por sus ganados. Su calidad y las favorables condiciones que presenta su medio físico para su desarrollo serán dos de las causas que favorecerán la atracción de los merchantes (Sesma, 2005), (Iradiel, 1986), (Igual, 2001). 2. Localización de las principales áreas de producción lanar Pablo Desportes Bielsa ha establecido tres grandes zonas productoras de lana para el reino aragonés: Comunidades de Teruel y Albarracín, Daroca y Calatayud y el entorno de Zaragoza (Desportes, 1999: 182183). No obstante la sierra de Albarracín también tenía definidas diferentes áreas de producción según se desprende de los documentos consultados4. El profesor F. Melis ya citó los centros laneros que abastecían el mercado italiano en el siglo xv: Albarracín, Bezas, Bronchales, Jabaloyas, Orihuela del Tremedal, Saldón, Terriente, Torres de Albarracín, Villar del Cobo (Melis, 1974: 241-252). De la misma manera Enrique Cruselles ha identificado los centros laneros que abastecían el mercado valenciano en la primera mitad del Cuatrocientos. Del área que nos ocupa incluye aldeas localizadas en el área nororiental de la Sierra de Albarracín, en concreto pertenecientes a las sesmas de Bronchales y Villar del Cobo: Pozondón, Ródenas, Bronchales, Orihuela, Tramacastilla y Villar del Cobo5. Otra vía importante de acceso de los compradores de lana penetraba por el Rincón de Ademuz para contratar los vellones que producía el sector occidental de la Sierra. Varios “traginers” valencianos contratados por el comerciante Andreu Ortis, citan las poblaciones de esta zona de la Sierra donde recogen la lana: “en la serra de Albarrazí e en Xea, ço es en los lochs de Terrente, de Frías, de la Vall de San Pedro, de Jaualoyas” (Guiral-Hadzhossif, 1989: 108, nota 123). 4. Una cuestión que ya la apuntó Asso (1798: 109). 5. Agradecemos a Enrique Cruselles su amabilidad al proporcionarnos el mapa lanero incorporado en su tesis: Cruselles (1996: 76-bis) de donde hemos extraído la información. 42 Juan Manu el B erges S ánc h e z Los comerciantes conocían, pues, con precisión en todo momento aquellas áreas donde pastaban las mejores ovejas merinas. Pedro Peniella de Albarracín y Mahomat El Calvo de Gea reconocen a Farón Barabón la deuda de 10 arrobas “como valga la lana de Frías y Villar”. Documento fechado el 12 de abril de 14566. Otros lugares que se toman como referencia: Gea, Jabaloyas, o incluso varios a la vez como se expresa en la venta que realizó Domingo Martínez de Terriente a Gonzalvo Ruiz de Teruel de 50 arrobas de lana el 6 de noviembre de 1422: al precio que venderán los vecinos de Bronchales, Monterde y Jabaloyas7. 3. La calidad de la lana Aunque los rebaños ovinos de la Celtiberia producían una lana basta y de color oscuro (Fernandez Otal, 2004: 42), la elevada cotización de los vellones de los rebaños de Albarracín ha sido pregonada desde antiguo (Asso, 1798: 108-109). La permanencia de la dominación musulmana sin duda contribuyó a esta mejora. La diferente calidad de la lana dependía del grado de impurezas que presentaba el vellón8. Cuanto más blanco y limpio fuese su aspecto, mejor precio podía alcanzar en el mercado. No obstante se hace una distinción entre lana sucia o lana por lavar, de la lana lavada. En general la entrega se hacía con lana sucia, aunque los documentos consultados son parcos en este sentido. Los contratos incorporan expresiones precisas en relación con la calidad del producto: “Lana buena, blanca, fina, mercadera…”9, “a como serán las lanas de barbarán”10. La lana preferida procedía de la oveja 6. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 6, ff. 37v-38. 7. AHPT, Sección 13/3, fols. 345-346. 8. Sobre los procedimientos de transformación: Riera (2005: 841-901) 9. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 6, ff. 55v y 70v. 10. 1457, noviembre, 11. Ibídem, Sección III-1, núm. 7, fol. 52v. Tal vez aludiendo a una región europea famosa por sus paños: Brabante. Cifr. Sesma y Líbano (1982: 105). Trash umanc ia en el Medit erráneo 43 merina porque tenía unos excelentes rendimientos11. Esta clase de ganado ha estado circunscrito prácticamente a la sierra de Albarracín tal vez porque estas tierras se volcaron con la producción lanar. Blasco Vilatela nos detalla las características de sus vellones (Blasco, 1962: 18-19). Tradicionalmente se ha considerado que el ganado merino de Albarracín recorría las cañadas que partían del sector occidental de la Sierra, mientras que los caminos cañariegos orientales eran transitados por ganado “raso” (Sánchez Belda y Sanchez Trujillano, 1987), (Sierra, 1987). No obstante, en general el ganado merino era trashumante mientras el estante era entrefino (Almagro, 2001: 241-242). Las primeras citas al ganado merino deben retrasarse al siglo xiv. Su implantación fue paulatina mediante el cruce con ovejas originarias del norte de África. Esta selección también se produjo en el ganado estante por lo que las aldeas mejoraron notablemente sus rebaños con destino a la comercialización de la lana (Sánchez Benito, 2001: 257-265). Tan solo hemos encontrado un documento que haga alusión expresa a la lana merina. Se trata de un contrato suscrito el 22 de enero de 1419 donde Sancho Fernández de Motos, vecino del Villar, se compromete a entregar a Domingo Fernández de Moscardón 6 arrobas de lana merina12. La importancia de este documento estriba en que hasta la fecha la palabra merino aparece en documentos aragoneses de mediados del siglo xv, por lo que se trataría de una de las referencias más antiguas que poseemos sobre la lana merina en tierras de Albarracín (Julián, 1996: 24-30). La lana se contabilizaba en arrobas del peso de la ciudad que equivale a 11,502 kgs. El 8 de marzo de 1468 fue enviado Juan de Sandalinas como mensajero del Común a las Cortes de Zaragoza quien aprovechó el viaje para adquirir una romana y doce pesas de hierro para pesar lanas por cuenta de la comunidad: ¿en este momento la institución de las aldeas gestiona ya la compraventa de lana de los vecinos del condominio? El documento así nos lo sugiere13. Basta recordar que el regidor Juan de 11. Sobre su introducción en tierras de Castilla, una breve recensión en Valdeón (1994: 60-61), López (1954: 3-11) y García Sanz (1988: 227-254). En relación con las tierras de Albarracín: Clemente (1985). 12. Ap. Documental. 13. Libro de Cuentas de la Comunidad, 1468, fol. 73v. 44 Juan Manu el B erges S ánc h e z Sandalinas pertenecía a la élite de los grandes propietarios de ganado ovino. Por este motivo se le descuentan diez días de salario por su dedicación al cuidado de su rebaño e incluso interviene en 1487 para prestar información ante el comisario del General para justificar la franquicia que se aplicaba a la lana de los ganados esquilados antes de arribar al reino de Aragón. A través de este documento podemos interpretar que estamos en los orígenes de la implantación del Monte de Las Lanas, una institución que creó la Comunidad posteriormente para comercializar la lana de todas las aldeas con el fin de conseguir unos precios más competitivos ante los compradores. Pero además este organismo desempeñó otro tipo de funciones sociales y financieras porque en ocasiones cuando la situación así lo requirió prestó dinero a sus miembros, por lo que algunos autores consideran el Monte de las Lanas como un antecedente del movimiento cooperativo. Una idea que ya abordamos en un estudio anterior (Berges, 1983: 128-129)14. 4. Implicación en el comercio lanar. Productores y comerciantes Del análisis de una cincuentena de contratos podemos deducir que algunos miembros de las familias más influyentes instaladas en Albarracín estaban inmersos en este tipo de negocio. Los señores de Santa Croche, y los linajes Catalán, Sandalinas, Rodilla y Arganza, son los más representativos de la sociedad cristiana. Los López de Heredia controlaban el comercio lanar limítrofe con Castilla15 así como el de las sierras altas de Segorbe (eran señores a su vez de Gaibiel). Un documento fechado en Teruel el 4 de enero de 1430 así lo manifiesta: Francesch Frayre, mercader de Segorbe, presenta una carta 14. Latorre (2001: 21-24). En página 24 reproduce la regulación de dicha institución en las Ordinaciones de la Comunidad de 1696. 15. Máximo Diago Hernando ha demostrado que los hijos de Mari Díaz de Molina, herederos del linaje Garcés de Marcilla, se encontraban entre los grandes propietarios de rebaños en tierras molinesas (Diago, 1992: 133, nota 17). Trash umanc ia en el Medit erráneo 45 de protesta a Lope Ximénez de Heredia, señor de Santa Croche y Gaybiel, por la demora en la recepción de la mercancía de lana estipulada en un contrato, a quien el monarca dio licencia para vender la lana confiscada a su suegro el Caballero de Molina, procedente de los centros de Alustante, Piqueras y Adobes, localidades castellanas situadas en la raya con Aragón cercanas a Orihuela del Tremedal y Ródenas. En total se confiscaron 5.000 arrobas fijadas a 11 ss.16. Tal vez derivado de las operaciones comerciales del producto de la lana cristalizó a fines del siglo xv el matrimonio de Isabel de Heredia, señora de Santa Croche, con Pedro Torrero, mercader zaragozano, porque los Torrero participaron de forma activa en el transporte lanar con destino a Génova a través de factores ubicados en Tortosa (Zulacia, 1997: 72). De esta manera los señores de Santa Croche afianzaron su posición comercial hegemónica en el sector lanero pues desde su solar controlaban los centros productores de la Sierra de Albarracín y territorios limítrofes, mientras la familia Torrero gestionaba su transporte a tierras italianas en la capital del Reino, aunque lamentablemente este proyecto fracasó porque no tuvieron descendencia. Los Catalán simultanearon las actividades de producción y distribución de la lana. Juan Catalán, mercader, vecino de Ródenas y ciudadano de Albarracín, vendió ciertas partidas de lana a Nicolás Contarín, de Venecia, ya fallecido, hijo de Pablo Contarín. Por convenio de 8 de agosto de 1422 se hizo cargo de esta deuda Marín Contarín, hermano del deudor fallecido17. De resta el referido Juan Catalán tenía 26 sacas de lana a su favor “e una romana en la qual se pueda pesar de nuef tro en X rouas” 18. Unos años después, el 19 de mayo de 1425, Antoni Guillen y Joan del Peral, pelaires de Segorbe, manifiestan la deuda de 200 arrobas al citado Juan Catalán (Aparici, 2001: 30). Es evidente que mantuvieron relaciones comerciales con los López de Heredia con quienes incluso emparentaron. En un documento fechado 16. AHPT, Sección 14/7, fols. 13-15. 17. Interviene como testigo Joan Steve, mercader florentín. (1422, agosto, 8). 18. AHPT, Sección 13/3, fols. 172-175. 46 Juan Manu el B erges S ánc h e z el 25 de junio de 1502 Gil Catalán, hidalgo, recibe albarán de pago de 150 sueldos como cumplimiento de una claúsula del testamento de Isabel de Palomar, su suegra. Firma como testigo Sancho de Angulo, mercader de Gerona, tal vez originario de uno de los centros textiles más importantes de Cataluña19. Algunos miembros de la familia Catalán residen en Valencia desde donde organizan el puente comercial de abastecimiento de lana entre ambas regiones. En tierras de Albarracín los Catalán tenían propiedades en la ciudad, valle Cabriel, Orihuela, Ródenas y Bronchales. La masía del Cebrero era su heredad más emblemática. Pero además tenían intereses en Monreal del Campo y en el Maestrazgo castellonense cerca de Morella y San Mateo (Anglisuela, La Mata de Morella, Albocaçar, Tudolella y Sariñena), lo que sin duda demuestra que su patrimonio estaba diversificado en las principales zonas productoras de lana. Otro documento que destacamos está fechado el 12 de noviembre de 1501 donde interviene Juan de Sandalinas, vecino de Terriente. Recibió 3.300 sueldos de Mateo Sánchez de Cutanda, arrendador del obispado, por resta de venta de lana20. La lana era uno de los productos más importantes que engrosaba las partidas de recaudación de las rentas decimales. Por ello algunos miembros del cabildo se introdujeron dentro del circuito del comercio lanar. Juan Pérez de Arganza, calonge (1456, 1501); en otras el propio arrendador de los diezmos del obispado, Mateo Sánchez de Cutanda (1501, 1502) y Pedro Valero de Ruesta (1506). Incluso advertimos la intervención de miembros del clero rural en dicha actividad21. Otras familias como los Rodilla (carniceros, barberos) participan en este tipo de negocio en la intersección de los siglos xv-xvi. Algunos de sus 19. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 12, fol. 10v. Vid. Sesma (1982: 47) 20. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 10, fol. 85. 21. Martín Hernández, clérigo de Noguera, redacta su testamento el 10 de abril de 1507. Entre varias donaciones a las ermitas de la aldea y a Santa María de Royuela, prescribe que se entregue a Juan Pérez Climent de Villar del Cobo un ducado de oro por la lana del diezmo y patrocina la construcción de un retablo dedicado a la virgen del Rosel (A.M.Gea, Sección III-1, 22, ff. 24-27v). Trash umanc ia en el Medit erráneo 47 integrantes residen en Daroca22 y en Valencia23 lo que nos puede dar idea de la amplitud de su red comercial. Otro colectivo importante lo forman todos aquellos miembros de los gremios vinculados a la transformación de la lana: pelaires, sastres, tintoreros... que intervienen en documentos con pequeñas partidas de materia prima destinada a abastecer sus centros de tratado: rara vez superan las 20 arrobas. Y por supuesto miembros de la comunidad mudéjar: Mahomat el Calvo de Gea, Alí Yuce, Famet de Ricla, son algunos de sus representantes (Berges, 2002: 17-18). El 3 de febrero de 1414 Francesc Mafomat compra a unos pastores de Albarracín, Martín Muñoz y Juan Jiménez, una mercancía de lana de 400 arrobas a través de Pere Maiques24. Como dato relevante destacamos la venta realizada el 6 de septiembre de 1415 por varios moros de Gea de 360 arrobas de lana a Ramona de Rodes, esposa de Sancho Pelegrín, escudero de Teruel, previa entrega de 200 ff. de oro de señal25. Tal vez estuviesen emparentados con los Roda, familia de destacados mercaderes (Sesma, 2005: 923 y nota 78). Dentro de la aljama judía destacan Farón Barabón, Mose Somer y Simuel Trobado de la Portella26. 22. Fray Martín de Rodilla ministro del monasterio de la Santa Trinidad de Daroca (1506, noviembre, 26). 23. Francisco Rodilla, pelaire de Valencia, vende a Gil Ximénez de Torres, menor, 12 arrobas de lana a 12 ss. a devolver en el plazo de un mes (1474, noviembre, 15. A.M.Gea, Sección III-2, 62, f. 6v). 24. ARV, Protocolo núm. 2415, V. Saera. Ap. Documental Cruselles (1996) 25. Braem Ferrero, Mahomat de Vera, Famet el Dalia, Mahomat de Ricle, Braem y Mahomat Caçun, Alí padre Yuce, Famet Ricle, Hayet de Liria, Cahat Cahet. 26. Comerciantes compraventa lana de Albarracín: Juan Catalán, 1422, Lope Ximénez de Heredia, 1430, Juan de Sandalinas, 1501, Mateo Sánchez de Cutanda, 1501, Juan de Rodilla, 1506. Miembros de la judería de Albarracín en contrataciones de lana: Mose Somer, 1456, Culema de La Portiella, 1456, Farón Barabón, 1456, 1459, Simuel Trobado de La Portiella, 1456, Pastor de La Portiella, 1457. De procedencia de tierras turolenses: Madona Remona de Rodas, esposa de Sancho Pelegrín, escudero, 1415, Gonzalo Ruiz, escudero, 1456, Juan Martínez de Santángel, 1492, Juan Martínez de 48 Juan Manu el B erges S ánc h e z La cercanía con tierras de Castilla permitó la llegada de comerciantes de las zonas limítrofes. Martín de Salinas interviene a mediados del siglo xv con partidas importantes dentro del muestreo que hemos localizado: mercancías de 100, 152 y 46 arrobas de lana. Realizaba las operaciones financieras a través de Diego de Villarreal su representante comercial (fazedero) en tierras de Albarracín. Por otra parte Pedro Alfonso de Castiel era representante comercial de Pedro Balaguer27 de Valencia en el área SW turolense pues interviene en la collida de El Cuervo y la Hoya las Carrasca a mediados del siglo xv. De la vecina Teruel destacan la ya citada Ramona de Rodes, muy activa a su vez en el comercio de paños, Juan Martínez de Santángel28, Juan Martínez de Marcilla y Juan de Puigmija, tendero. Hay que tener en cuenta que la ciudad de Teruel se había convertido por entonces en un consolidado centro productor textil (Falcón, 1993: 229-249), (Navarro y Aparici, 2005: 75-100). Uno de los contratos con mayor capital invertido está fechado en 1501: Luch Gregorio, mercader de Teruel, vendió a vecinos de Huélamo una partida de lana por importe de 12.000 sueldos29. Sus relaciones comerciales las tenía fijadas en tierras conquenses. Martín Hernández del Horno, vecino de Valdemeca, contrató una partida de lana a Luch Gregorio de Teruel valorada en 1.000 ss. Lo interesante del documento es la fianza que se fijó en la compraventa, entre otras... “unas prendas de panyo e lienco, a saber es, una saya de Brujas trayda…”30. Sorprende, pues, la cita de una prenda originaria de uno de los centros Marcilla, escudero, 1492, Luch Gregorio, 1501, Pedro García, 1506. Otras procedencias: Alvaro Bezeril, mercader de Cuenca, 1501, Pedro Serra, Barcelona, 1370. 27. Enrique Cruselles lo resalta entre los operadores valencianos. 28. Los Santángel representados por Luis de Santángel fue uno de los linajes de mayor proyección del comercio aragonés de la época (Sesma, 2005: 923 y 925), (Villanueva, 2005: 193). Identificamos en 1475 a su procurador Farón Matot en tierras de Albarracín (Libro de Cuentas de la Comunidad, 1475, fol. 256). 29. 1501, abril, 28. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 10, fols. 37-38 y 59-59v. 30. Teruel, 1502, agosto, 29. Ibidem, núm. 13, fol. 75. Trash umanc ia en el Medit erráneo 49 textiles europeos más importantes del momento. Este comerciante era propietario de la actual masía de Los Alamanes conocida a principios del siglo xiv como Casa de Las Enzebras, situada dentro del término de Rubiales limítrofe con Albarracín. Esta información nos induce a pensar que a través de este puesto estratégico, la masía de Lucas Gregorio, Las Encebras o de Los Alamanes, este comerciante controlaba el comercio de lana ya que estaba situado en un punto equidistante a mitad de camino de Teruel, su residencia habitual, Albarracín y las tierras limítrofes de Cuenca donde observamos que realiza operaciones en la frontera de Castilla. La participación de judíos en la comercialización de lana es un hecho a destacar tal y como ocurre en otros ámbitos (Diago,1989: 44). Sin duda, el linaje Ruiz, familia de conversos descendientes de los Najaríes de Albarracín, debieron controlar durante el siglo xv un volumen importante del tráfico comercial, la lana entre otras materias, a pesar de la escasez de documentos que manejamos. Tenían contactos comerciales con Luis de Santángel, vecino de Daroca31. Uno de los puntos de destino de sus mercancías era Zaragoza32. El eje formado por el judío Farón Barabón en Albarracín, tal vez representante comercial de Gonzalvo Ruiz, escudero de Teruel, Luis de Santángel en Daroca y los señores de Santa Croche, emparentados con los Torrero y Catalán, controlorán una parte importante del comercio de la lana en el sur de Aragón con destino al mercado de Valencia y el Ebro33. Los herederos de Martín Ruiz tenían contactos comerciales estrechos con la empresa Ambrogio Ruffini radicada en Milán y con los Médici de Florencia por lo cual operaban en ciudades como Zaragoza, Valencia, Sevilla y Barcelona y plazas extranjeras tan importantes como Brujas, Londres, Roma y Bolonia. Por este motivo han llegado a ser considerados los comerciantes judeoconversos más importantes emigrados a Italia 31. AHPT, Sección 13/3, fol. 283. Enrique Cruselles los destaca entre la élite de los comerciantes. Vid. Cruselles (1996: 112) 32. A.M.Gea, Sección III-2, núm. 62, fol. 4. 33. Algunas familias conversas representan durante el siglo XV a lo más granado del capitalismo del Reino: Climent, Cavallería, Santángel, Santa María, Bardaxí... (Sesma,1982: 17 y 35). 50 Juan Manu el B erges S ánc h e z (Navarro, 2002: 113-114). Se han identificado algunas operaciones comerciales de este importante mercader de paños y lana en el eje Teruel, Valbona, Sarrión a través de la collida de Barracas con destino a tierras valencianas (Villanueva, 2005: 193-194). Otro descendiente de esta familia interviene en el comercio de la lana y en la cría de ganado en la segunda mitad del siglo xv. Leonart Ruiz, vecino de Teruel, logra la intervención de Juan II el 29 de marzo de 1461 para recuperar nueve sacas de lana que le habían robado unos judíos (Lleal, 1997: 126-127). A este personaje lo vemos intervenir en tierras de Albarracín. El concejo de Jabaloyas le arrendó los pastos de la dehesa de Las dos Suertes del Medio de la Umbría el 6 de marzo de 1457 por el precio de 220 sueldos34. No cabe duda que existió una relación comercial estrecha con las tierras valencianas. La presencia de pelaires y mercaderes procedentes de la capital del Turia y del área limítrofe con Teruel en las aldeas de la Tierra así lo confirma35. Aunque no hemos encontrado ningún contrato o referencia donde intervengan los Servent, importante familia de comerciantes zaragozanos de lana (Sesma, 2005: 923 y 926), (Sauco, 2005: 12491268), hemos identificado a Pedro Servent entre la lista nominal de los simpatizantes de los bandos que protagonizan la sentencia de Arnal de Eril de 1395, en este caso relacionado con los Monterde y Toyuela. El mismo formaliza como notario en 1397 la venta de la casa, dehesas y labor de la propiedad del Puerto a la ciudad de Albarracín36. 34. A.M.Gea, Sección III-1, 7, ff. 35-35v. 35. De procedencia de tierras de Valencia: Francho Serraver —1410—, Jaime Giner —1415—, Antoni Guillen y Joan del Peral de Segorbe —1425—, Francés Frayre de Segorbe —1430—, Antón Fontana de Liria —1447—, Binem de Villarreal —1447—, Diego de Villarreal —1445—, Pedro Balaguer —1447,1448—, Andreu Albert —1447—, Francisco Rodilla, pelaire, —1474—, Jaime Morell —1477—, Fernando de Villarreal —1477, 1478—, Lope Rodríguez —1492—, Andreu Ortis —1499, 1501—, Pere Andreu Ferrández, pelaire de Segorbe, procurador de Catalina Ramo, su esposa, —1501—, Luis y Gaspar Morell a través de su procurador Miguel Sivrano —1505—. 36. Pere Servent aparece citado entre los grandes comerciantes de lana zaragozanos de mitad del siglo xv por Lozano (2005: 123, nota 10) Trash umanc ia en el Medit erráneo 51 No solo comerciantes zaragozanos sino venecianos (los hermanos Nicolás y Marín Contarín, 1422), florentinos (Joan Esteve, 1422) y catalanes adquirían los finos vellones de los ganados de Albarracín. El linaje de los Contarini patrocinaron el flete de algunos navíos que surcaban las rutas marítimas que partían desde Venecia37. Por otra parte, el catalán Francisco Bordils, pelaire de Bisbal, adquirió en 1518 una partida de 400 arrobas (Desportes, 1999: 66-67). No debemos olvidar que la situación fronteriza de las tierras de Albarracín con los reinos de Castilla y Valencia fue un factor que propició el contrabando en todo el corredor territorial limítrofe. Una situación que tal vez se reprodujese de igual forma en tierras de Albarracín al hilo de ciertas declaraciones de los cullidores de mediados del siglo xv con respecto a los señores de Santa Croche (Lozano, 2005: 132-133,139 y 141). 5. Fórmulas de contratación de la lana. Precios Las ferias eran el foro idóneo para establecer contactos comerciales. No solo las más cercanas de Albarracín y Teruel, sino incluso las de Daroca. Estas últimas, a mitad de camino de la capital del reino, sirven de enlace para suscribir contratos con comerciantes zaragozanos38. Estas transacciones eran comprometidas a través de factores comerciales como los Amigó y juristas como el notario Martín Pérez de Santacruz que tuvo una actividad destacada en el tránsito de los siglos xv-xvi39. Los contratos de lana procedente de Albarracín son similares a los concertados en Castilla por cuanto suelen tratarse partidas de apenas 2 o 3 centenares de arrobas de vellones. Mientras en Teruel los cargamentos 37. Antonio Contarini (1476), Pietro Contarini, capitán de galera (1481, 1497), Troyo Contarini (1486): (Igual, 1998: 197). Enrique Cruselles (1996: 108) identifica a Mario Conterini (1414). 38. Martín de Torres, Juan Pérez de la Morena y Ferrán Jiménez, pelaires de Albarracín, realizan contactos comerciales en 1511 con los corredores Pedro San Juan y Martín García, aunque en este caso se trata de suministrar paños (Desportes, 1999: 266, nota 21). 39. Desconocemos la posible relación de los Santa Cruz asentados en Albarracín con sus homólogos de Soria dedicados a la exportación de lanas (Diago, 2000: 486). 52 Juan Manu el B erges S ánc h e z superan las 600-800 arrobas (Cruselles, 1996: 78). En general se realiza un pago previo como señal o refrendo de la contratación que en ocasiones suponía un 60% del precio acordado (Desportes, 1999: 187). Se trata, pues, de una comanda, una venta anticipada, donde el comprador entrega a cuenta parte o la totalidad del precio de la mercancía, mientras el vendedor se compromete a entregar la cantidad de lana especificada en las condiciones, fecha y lugar prefijados. La fecha de pago coincidía con fechas del santoral una vez finalizadas las tareas del esquileo: San Juan: en general 8 o 15 días antes y después de San Juan, o bien se retrasa coincidiendo con la celebración de las ferias. Bajo esta fórmula de contrato de obligación de pago aplazado los comerciantes anticipaban parte del valor de la mercancía en el otoño o en la primavera a un precio inferior de mercado, pero a cambio los ganaderos podían utilizar este capital para realizar las inversiones más perentorias. Los ganaderos más pudientes podían esperar al año siguiente y vender sus vellones a precio de mercado. Mientras aquellos recurrían al anticipo para poder afrontar el coste de las provisiones del invierno a costa de renunciar a una posible alza de los precios (Sesma 1995: 241-245), (Cruselles,1996: 87). Una situación que se reproduce en tierras sorianas (Diago, 1989: 36 y 40). Los precios de la lana oscilaron en función del mercado y producción. Tras el despegue de la segunda mitad del siglo xiv se observa un descenso sustancial entre las últimas décadas de la centuria y las primeras del siglo xv. En 1389 la lana de Albarracín se cotizaba en Barracas el Real a 17 sueldos 5 dineros, mientras entre 1420-1425 osciló entre los 14 y 16 sueldos. Será a partir de 1420 cuando se observe un incremento del precio de la lana (entre 19-25 sueldos para el período 1434-1440) alcanzando su cénit en la década siguiente (Cruselles, 1996: 87 y 95) donde se observa el ritmo ascendente de sus precios a lo largo de los siglos xv y xvi. Según Desportes (1999: 182) una arroba de lana originaria de Albarracín osciló entre los 30-35 sueldos a lo largo del siglo xvi. Los documentos en general no precisan la calidad ni el tipo de lana, ni siquiera distinguen si está lavada o no, por lo tanto, las series no nos ofrecen una información precisa para poder realizar un estudio más profundo sobre la evolución de los precios de este producto en el período que tratamos. Trash umanc ia en el Medit erráneo 53 6. Conclusiones A pesar de la diferente calidad de los vellones, la comercialización de la lana producida por el ganado que pastaba en la sierra durante todo el año supuso un valor añadido para la modesta economía de los aldeanos. El anticipo de capital previo a la venta dinamizó las inversiones a escala local y sin duda fue uno de los factores que propició un posterior incremento demográfico y desarrollo ganadero cuando la demanda de los mercados externos así lo exigió. Por otra parte, observamos cómo los aldeanos suscriben contratos de entrega de unas pocas arrobas de lana fina lo que nos sugiere que estos pastoreaban en las aldeas pequeños rebaños de apenas unas unidades o en el mejor de los casos decenas de cabezas de rebaño ovino. De esta manera se demuestra como los distritos rurales se especializaron en la cría de ganado estante destinado a la producción de lana de calidad que dio a sus propietarios un valor añadido a sus modestas haciendas a través de la comercialización de la lana. Ello se tradujo en la creación de pequeños telares basados en el sistema verlangen que atrajo mano de obra femenina, sin duda, pero que también absorbió a aquellos aldeanos, no propietarios, que dependían de trabajos eventuales (tareas agrícolas, guarda del ganado, explotación forestal...), lo que favoreció una mayor estabilidad económica a las familias y en definitiva una mayor capacidad de ahorro que se vio reflejada en el dinamismo de las transacciones comerciales. La fabricación de los famosos cordellates en pequeños centros de transformación ubicados en el medio rural así como la identificación de numerosos pelaires, tejedores, sastres, cardadores… en las aldeas son elementos suficientes para intuir la importancia que tuvieron en el siglo xv las actividades económicas ligadas a la transformación de la lana. Sin duda los pactos del concejo de la ciudad de Albarracín con la Comunidad de aldeas plasmados en sucesivas sentencias arbitrales y ordinaciones negociadas con la monarquía coadyuvaron a que el territorio se articulase en torno al negocio pastoril para atender la demanda de los mercados periféricos. Las instituciones pastoriles, en particular la Mesta de Albarracín, serán las depositarias de la gestión de la actividad ganadera 54 Juan Manu el B erges S ánc h e z cuando los ganaderos disputen las instancias de poder a las élites dominantes (Berges, 2004: 263-363). Apéndice Documental 22/01/1419 Sancho Fernández de Motos, vecino del Villar, se compromete a entregar a Domingo Fernández de Moscardón, pelaire, 6 arrobas de lana a pagar 15 días antes o después de San Juan. Recibe de señal 3 sueldos, otros tres los recibirá para el Carnaval y el resto a la entrega de la mercancía en el Villar. A.M.Gea, Sección III-1, núm. 2, fol. 1 Día lunes a XXII de genero. Como yo Sancho Ferrandez de Motos, vezino del Villar, atorgo que devo dar e pagar a vos Domingo Fernandez de Moscardon, perayre, vezino de la dita ciudat, present, seys rovas de lana, buena, fina, merina e mercadera de la pesa e rova de la dita ciudat, las quales yo vos he vendido e vos de mi comprado a precio de onze sueldos seys dineros por rova e recibo luego de present de senyal e pago tres sueldos e que me dedes otros tres a Carnestultas primeras vinientes e la resta al recebir de la lana etc. Et prometo vos la dar e rendir en el Villar a la tisera en buen dia claro fasta el dia de Sant Juan primero, quinze días antes o quinze apres, en manera que vos seades contento e pagado etc. Et obligo a mi e a mis bienes, mandola fer bastant e el dito Domingo Ferrandez prometio de complir la paga segunt dito es. Testes Alfonso yerno d´Aparicio Martinez de las Heras del Villar e Domingo Martin d´Alcorroches. Bibliografía Almagro-Gorbea, M. (2001), “La Serranía de Albarracín. 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Debo agradecer a los catedráticos Carmen Gracia Beneyto y Miguel Del Rey Aynat su labor de dirección de mi tesis doctoral en preparación, desarrollada a través de una beca FPI de la Generalitat Valenciana en la Universitat de València, y de cuyo contenido se extraen estas líneas, y al profesor Pablo Vidal González la sugerencia del tema para el congreso y sus oportunas indicaciones, así como a la Fundació Serra Espadà y al Parque Natural de la Sierra de Espadán su apoyo logístico. 1. El área de estudio. La Sierra de Espadán. Trashumancia en la Sierra La Sierra de Espadán es una alineación montañosa de dirección NW-SE, en las estribaciones del Sistema Ibérico, que se localiza al sur de la provincia de Castellón, ubicada entre los ríos Mijares y Palancia, y que 1.. Universitat de València. Trash umanc ia en el Medit erráneo 61 Situación del Parque Natural de la Sierra de Espadán (Castellón). ¿ ? Mapa esquemático de Villamalur, Torralba, Ayódar y Fuentes de Ayódar, en el área norte de la Sierra. 62 Lou rdes Tam b orero C ap il l a posee una longitud de unos 50 km y una anchura media de 20 km. Su eje anticlinorio está constituido fundamentalmente por materiales triásicos de facies germánica: arcillas y areniscas del Buntsandstein, predominantemente de color rojizo, ceñidas por calizas dolomíticas y arcillas margosas del Muschelkalk. Su orografía se caracteriza por el desarrollo de abruptas crestas que se combinan con otros relieves en cuestas y lomas más suaves y redondeadas. Las cotas más altas se sitúan alrededor de los 1.100 m: Rápita (1.106 m), Espadán (1.099 m) y Pinar. En la actualidad, 19 municipios de la Sierra de Espadán forman parte, total o parcialmente, del Parque Natural del mismo nombre, con más de 31.000 hectáreas protegidas. El poblamiento en este territorio se intensifica durante época islámica, entre el siglo ix y el xii, y tras la conquista cristiana y la creación del Reino de Valencia en el segundo tercio del siglo xiii la Sierra de Espadán constituyó un destacado enclave en tierras valencianas de permanencia de población musulmana hasta la expulsión de los moriscos en 16092, aunque algunos núcleos presentaron habitantes cristianos, como es el caso, por ejemplo, de Pavías, o de Villamalur y Torralba. En tierras castellonenses, la actividad ganadera trashumante se encuentra ampliamente documentada en los textos de archivo durante la Edad Media y la Edad Moderna, y existe una abundante bibliografía sobre el tema3. Respecto a la trashumancia denominada “descendente”, las zonas de procedencia de los ganados que pasaban las temporadas invernales en la actual provincia de Castellón han sido fundamentalmente las sierras de Gúdar, Javalambre y Albarracín4, y otras áreas turolenses. Asimismo, los habitantes de Segorbe poseyeron el privilegio, dado en 6 de agosto de 1256, de poder apacentar sus ganados en las tierras de poblaciones próximas, entre las que se encontraban algunas de la Sierra de 2. Se denomina mudéjar a la población musulmana bajo el dominio feudal cristiano y morisca a esta misma población tras su conversión forzosa al cristianismo en 1525-26. A los pobladores se les llama mudéjares y moriscos respectivamente. 3. Consúltense, entre otros, Castán (2002), Vidal y Burgos (eds., 2006), Tamborero (2007) y la bibliografía incluida en estas publicaciones. 4. Véanse Castán (2002) y Piqueras y Sanchis (1991). Trash umanc ia en el Medit erráneo 63 Espadán, como Almedíjar, Azuébar, Chóvar y las del dominio del valle de Almonacid (García Edo, 1987: 57 y 92). En la Sierra, además, se han recibido tradicionalmente otros rebaños de localidades castellonenses con una notable actividad ganadera, como El Toro, Pina y Barracas, y en ocasiones también de la zona de Els Ports-Maestrat. 2. El alojamiento de los rebaños. Corrales en la Sierra de Espadán de origen anterior a la expulsión de los moriscos La práctica tanto de la trashumancia como de la ganadería local necesita de una serie de infraestructuras para su desarrollo, entre las que se encuentran los alojamientos para los rebaños en aquellas zonas en las que, como la que nos ocupa, se acostumbraba a guardar los animales durante determinados momentos del día o durante la noche en recintos cerrados y de construcción permanente. Sobre estos se posee muy poca información anterior a los siglos xviii y xix, de cuando data el aspecto actual de la mayoría de las estructuras para uso agropecuario en la Sierra de Espadán5. Los corrales con estas cronologías se caracterizan por contar con una zona cubierta y otra descubierta, conectadas mediante arcadas o, menos frecuentemente, mediante pórticos adintelados, que sustentan el cubrimiento y permiten el paso de los animales entre las diferentes estancias, y generalmente suelen estar construidos en mampostería ordinaria en ocasiones reforzada por bloques, sillares o sillarejos en las esquinas. El estudio de los restos arquitectónicos anteriores se hace bastante complicado debido, por un lado, a su propio estado de conservación y, por otro, al estado actual de la montaña en estos términos municipales, en los que la vegetación muchas veces ha colonizado completamente tanto el acceso como el interior y exterior de estas estructuras. Además, los restos más antiguos incorporados en corrales reconstruidos en los siglos xviii y xix suelen ubicarse en la base de estos edificios, donde es mayor el 5. 64 Sobre alojamientos de ganado en la Sierra de Espadán, véanse Tamborero (2002 y 2007) y Soriano (2006), así como la bibliografía incluida en estas publicaciones. Lou rdes Tam b orero C ap il l a Corral de Navarro en Algimia de Almonacid. Coordenadas UTM: 722017X 4421898Y. Huso 30. ocultamiento de las fábricas constructivas por la vegetación. En la actualidad, estamos desarrollando, en colaboración con el Parque Natural de la Sierra de Espadán, un desbroce selectivo en algunos corrales, con seguimiento arqueológico y estudio de paramentos mediante técnicas de estratigrafía muraria, para discriminar sus diferentes fases de construcción y las técnicas usadas en cada una de ellas. El trabajo de campo arqueológico por sí solo puede indicar un origen anterior a los inicios del siglo xvii para algunas estructuras si se identifican en ellas técnicas constructivas usadas en la Edad Media y primeras fases de la Edad Moderna6, pero sin el apoyo de los textos documentales se corre el riesgo de interpretar como estructura para el alojamiento del ganado los restos de otros tipos de construcciones, como, por ejemplo, viviendas, reutilizados posteriormente en las edificaciones para uso agropecuario7. También puede ocurrir el caso contrario: que en el trabajo de campo no se detecten técnicas constructivas 6. Como las estudiadas por Torró e Ivars (1990) en asentamientos mudéjaresmoriscos de la provincia de Alicante y que en la Sierra de Espadán también se documentan profusamente en diferentes yacimientos (véanse, por ejemplo, Butzer et al., 1985 y 1986). 7. La utilización de antiguos núcleos de población mudéjares-moriscos para asentar sobre ellos conjuntos de corrales que aprovechan parte de las estructuras arquitectónicas anteriores es un fenómeno corriente documentado en toda el área valenciana. Véanse, por ejemplo, Bazzana (1980: 317-319), Torró e Ivars (1990), Butzer et al. (1986) y Tamborero (2007). Trash umanc ia en el Medit erráneo 65 anteriores a los siglos xvii o xviii en una estructura para la guarda del ganado, pero que esta ocupe el lugar de otra anterior completamente reconstruida o que estas técnicas no sean visibles en el estado actual del terreno. Por tanto, a nuestro entender, si deseamos aproximarnos a la reconstrucción del paisaje cultural, aunque sea de un modo bastante parcial, que encontraron los repobladores de la Sierra de Espadán a principios del siglo xvii, se debe combinar el estudio de la documentación de archivo, a veces el único testimonio de la existencia de construcciones hoy ocultas, desaparecidas o completamente reconstruidas, con los datos obtenidos a través del trabajo de campo. Las fuentes documentales que estamos analizando para la investigación de las estructuras de uso agropecuario son muy diversas: cartas pueblas, informes, cabreves, libros de la peita, procesos judiciales... e igualmente variados son los datos contenidos en ellas. Para la zona centro y este de la Sierra, una importante fuente de información la constituyen los cabreves del reparto en régimen enfitéutico de 1612-1614 a los nuevos pobladores de las tierras e inmuebles que habían pertenecido a los habitantes moriscos expulsos de los señoríos del Duque de Segorbe, que contienen probablemente la relación más completa (aun cuando pudieron existir inmuebles que no se establecieran en enfiteusis, y que, por tanto, no aparezcan en estos cabreves, y otros que no se establecieran por su desuso o mal estado en las fechas del reparto y que, por ello, tampoco se mencionen en los cabreves) de las construcciones destinadas a uso agropecuario existentes en el momento de la expulsión8. En la zona norte de la Sierra, las localidades pertenecientes a un mismo señor feudal de Ayódar, Fuentes de Ayódar, Villamalur y Torralba, las dos primeras de población morisca, y las dos últimas de población 8. 66 Archivo Ducal de Medinaceli —en adelante ADM—, Sección Segorbe, Legajo 12, n.º 14 y n.º 15, y Legajo 73. Estos documentos han sido estudiados, desde el punto de vista del análisis de la estructura social y económica interna de las comunidades rurales, por Grau Escrihuela (1994a, 1994b), a través de cuyas publicaciones hemos tenido acceso a las referencias de los cabreves. Debido al distinto tipo de información buscada, para nuestro estudio nos hemos basado nuevamente en la documentación original completa. Lou rdes Tam b orero C ap il l a mayoritariamente de cristianos viejos desde al menos el siglo xv, poseían una mancomunidad de pastos en la llamada partida del Realengo, donde también pastaban rebaños trashumantes durante la temporada invernal, cuyas primeras noticias escritas las hallamos en el siglo xvi. Por la posesión y uso de los pastos de esta gran partida, así como por su delimitación y amojonamiento, se originaron diversos pleitos entre los siglos xvi y xix9. En estos documentos se realizan copias certificadas de otros anteriores en los que, junto con la Concordia de 1634 entre Villamalur y Torralba10, y otras delimitaciones de la redonda o alcabala de Ayódar11, lindante por el sur con el Realengo, se realizan citas a corrales de ganado situados por esta zona. Actualmente se está prospectando esta área para intentar localizar y estudiar los restos que perduren de estas estructuras, trabajo complicado por las propias descripciones confusas de los textos de archivo, por la pérdida de una parte de los topónimos citados, tanto de los corrales como de las partidas (topónimos que, por otro lado, aún eran utilizados en 1814, así como los corrales), y por el estado actual de la montaña. El resto del territorio de estos cuatro pueblos, en su aspecto ganadero, presenta un vacío documental debido a que sus pastos no suscitaron procesos judiciales (y es justamente en este tipo de fuentes en las que por el momento hemos hallado las menciones más numerosas a los alojamientos para el ganado en esta zona), salvo por lo que se refiere al territorio de la masía 9. El primero de ellos se inició en 1574 entre los lugares de Villamalur y Torralba, de una parte, y el señor feudal, de otra, por el arrendamiento de los pastos de esta partida a los ganaderos trashumantes (Archivo Municipal de Villamalur —en adelante, AMVM—, sig. 1, 22ff, y Archivo del Reino de Valencia —en adelante, ARV—, Real Justicia, lib. n.º 807, año 1766, f. 224 y ss.). Otros dos procesos posteriores relacionados con esta partida se dieron entre los lugares de Villamalur y Torralba, de una parte, y el lugar de Ayódar, de otra (ARV, Escribanías de Cámara, año 1776, exp. 80, y Escribanías de Cámara, año 1814, exp. 119). 10. AMVM, sig. 3. 1634, noviembre, 26. Escritura de Concordia y de permuta de partidas entre los lugares de Villamalur y Torralba, que ratifica la de 16 de diciembre de 1537. 11. ARV, Real Justicia, lib. n.º 807, f. 598r. Delimitación de la alcabala de Ayódar en la Carta Puebla de 17 de septiembre de 1611, copiada en el año 1768; AMVM, sig. 4b. 1659, noviembre, 6. Ayódar. Apeo, demarcación y amojonamiento de la alcabala o redonda de Ayódar. Copia del año 1777. Trash umanc ia en el Medit erráneo 67 de Macasta, en torno a la cual se originó en 1761 otro litigio relacionado con sus pastos entre la localidad de Torralba, en cuyo término se ubica la masía, y los frailes dominicos de Ayódar, antiguos propietarios de esta desde el año 1577, en el que se copiaron documentos del siglo xvi12. Las prospecciones efectuadas hasta el momento en todo el territorio del Parque Natural de la Sierra de Espadán han permitido, al menos a nivel de hipótesis, la localización de algunos de los corrales citados en la documentación de archivo o del lugar que estos ocupaban. Es el caso, por ejemplo, del denominado actualmente corral de Saulim o Saulín en Eslida13, situado en un collado, y que se halla reconstruido, probablemente en la segunda mitad del siglo xix, como una estructura de “pilar central” con los tejados reparados en los años 60/70 del siglo xx. El corral posee un aljibe abovedado de planta rectangular contiguo, también reparado en el siglo xx, cuya presencia podría constituir una herencia del antiguo corral. Frecuentemente, en los corrales localizados hasta el momento se observa, sobre todo en las bases de los muros de cerramiento, la utilización de fábricas más cuidadas que en las reconstrucciones de los siglos xviii y xix, con una colocación más esmerada de los materiales pétreos y una tendencia acusada a la formación de hiladas horizontales con los mampuestos y bloques de piedra empleados, y con una superficie de los paramentos más lisa y uniforme. Algunas de las técnicas constructivas podrían asimilarse a las denominadas mampostería a hiladas horizontales y tapial de mampostería regular a hiladas horizontales por Torró e Ivars (1990), documentadas en despoblados mudéjares y moriscos de la provincia de Alicante y que en la Sierra de Espadán también se detectan profusamente en asentamientos de la misma época. Asimismo, los mampuestos y bloques utilizados en los muros de estos corrales más antiguos parecen haber seguido un minucioso proceso de selección dirigido a obtener una 12. ARV, Escribanías de Cámara, año 1761, exp. 193. 13. La partida de Saulim o Saulín, por la similitud del topónimo, podría ocupar el territorio de la alquería de Silim (también Selim, Çilin o Çilins), documenta por Butzer et al. (1986: 406) en registros de 1412, 1415 y 1427, y que en 1451 aparece como deshabitada. 68 Lou rdes Tam b orero C ap il l a Corral de la Hoya el Cantal en Torralba del Pinar. Coordenadas UTM: 720061X 4430133Y. Huso 30. Trash umanc ia en el Medit erráneo 69 cierta uniformidad en sus dimensiones, y se observa un empleo de mejores materiales, que irían destinados al refuerzo de determinados puntos, como sillares y sillarejos, descolocados de sus lugares originales en posteriores reconstrucciones. Para estructuras cuya existencia se constata en textos algo posteriores, como el corral de Navarro en Algimia de Almonacid (documentado en 1670-168014), situado en un collado, o el corral de la Hoya el Cantal en Torralba del Pinar (registrado en un cabreve de 1649 extraído de un padrón más antiguo15), ubicado igualmente en un collado y sobre una hoya cultivada, la presencia de estas fábricas, similares a las detectadas en las estructuras citadas en el siglo xvi e inicios del siglo xvii, podría indicar un origen constructivo anterior a la expulsión de los moriscos. 3. Conclusiones preliminares Aun cuando nuestro estudio sigue en curso, en base a los datos documentales analizados y al inicial trabajo de campo desarrollado, se pueden adelantar algunas conclusiones que podrían ser modificadas, corregidas o matizadas a la luz de nuevos avances en la investigación. En la segunda mitad del siglo xvi e inicios del xvii, por lo que se desprende de la lectura de los textos documentales, encontramos plenamente configurada en la Sierra de Espadán una red de estructuras para el alojamiento del ganado, pertenecientes tanto a la población morisca (mayoritaria) como cristiana, y de la que poseemos, por el momento, escasas noticias anteriores debido a la falta de documentación de archivo o por no haber localizado esta todavía. Una buena parte de estas estructuras se mantiene por los nuevos pobladores establecidos tras la expulsión 14. Archivo Municipal de Algimia de Almonacid, sig. 7b, f. 17v. Tasación y salario de los veedores del lugar de Algimia que acompaña a las Ordenaciones del lugar de Algimia de Almonacid, documento fechado sobre 1670-80, con interrogantes, por Guerrero (1986: 222). 15. ARV, Escribanías de Cámara, año 1776, exp. 80, 4ª mano, f. 592r. Entre las propiedades copiadas del Libro capatrón de las casas y heredades de este lugar de Torralva, sacado del patrón viejo en quince de enero de 1649. 70 Lou rdes Tam b orero C ap il l a Corral en la línea de partición de los términos de Ayódar y Fanzara. Coordenadas UTM: 726718X 4429680Y. Huso 30. Corral de Vilambuch en Eslida. Coordenadas UTM: 732878X 4419993Y. Huso 30. Trash umanc ia en el Medit erráneo 71 de los moriscos, en muchos casos con una larga permanencia en el tiempo, lo que origina diversas fases de reparaciones, remodelaciones o reconstrucciones totales o parciales, como puede ocurrir en las viviendas de los cascos urbanos. De cualquier forma, sería factible en muchos casos un mantenimiento aproximado de los solares originarios, dado que estos inmuebles se suelen establecer a los nuevos pobladores como bienes enfitéuticos con unos límites y lindes estrictamente fijados. A lo largo de los siglos posteriores se producen nuevos establecimientos para la construcción de corrales, que vendrían a sumarse a las estructuras que aún permanecieran en uso de la red anterior. Una buena parte de los corrales documentados en el siglo xvi e inicios del siglo xvii aparecen claramente vinculados a tierras de cultivo, cuyos propietarios poseen el corral o “parte” en el corral. Se trata fundamentalmente de tierras de secano, en su mayoría de tierra campa y en ocasiones también de tierra viña, higueral o garroferal. Otros lindes frecuentes de los corrales son “la montaña” y “montes blancos”, de tal manera que el corral parece establecer la separación entre las tierras a las que va dirigida la producción de estiércol y el terreno destinado a los pastos de los animales. Incluso en extensas áreas dedicadas preferentemente a pastos, como la partida del Realengo en Ayódar, Villamalur, Torralba y Fuentes de Ayódar, se verifica la coexistencia de heredades cultivadas a las que se asocian los corrales como necesarios espacios de generación del estiércol empleado en la fertilización de las tierras. Asimismo, los corrales lindan o se sitúan en la vecindad de pasos, azagadores y caminos. Entre los caminos citados en las cercanías de los corrales, destacan los caminos reales y caminos vecinales, como los que unían entre sí las poblaciones de Ayódar, Villamalur, Torralba y Villahaleva (alquería en término de Torralba, ya deshabitada en el momento de constatar documentalmente la zona común de pastos del Realengo). Los corrales documentados se asientan tanto en las mismas poblaciones, especialmente en las zonas más externas, como en agrupaciones periurbanas o próximas al núcleo urbano (por ejemplo, la de la partida de Maxaraca en Eslida, probablemente la actual partida de Los Corrales, en el 72 Lou rdes Tam b orero C ap il l a antiguo territorio de la alquería de Almaxaraca16, donde en 1612-14 se registran tres corrales), y diseminados por el término municipal, bien aislados o en concentraciones de, como máximo, tres o cuatro corrales, aunque normalmente no contiguos, sino separados por pasos o tierras. Algunas veces los corrales aparecen asociados a eras de pan trillar, tanto en las zonas periurbanas como en la montaña, y en estos casos sería posible una utilización de parte del corral como pajar, aunque en ocasiones se citan también pajares autónomos. Entre los corrales identificados en los términos municipales, y sin menoscabo de otros tipos de ubicaciones, es recurrente el emplazamiento en las proximidades de un collado o paso entre montañas y sobre hoyas cultivadas. Esta característica espacial abre nuevas vías a la prospección de estructuras que presenten esta ubicación, aunque no se hallen noticias sobre ellas en los textos de archivo. Asimismo, es habitual la vinculación de estos alojamientos con puntos de suministro de agua para los rebaños, como aljibes, cisternas, fuentes y abrevaderos, a veces lindantes con el mismo corral, constatado tanto en las fuentes documentales como en el trabajo de campo, característica igualmente sugerente para la localización de corrales no registrados en los textos de archivo. Respecto a las características arquitectónicas de los corrales, los documentos de archivo consultados hasta el momento prácticamente no ofrecen datos, salvo para la propiedad señorial, luego eclesiástica, de la masía de Macasta, que en 1577 poseía “dos corrals grans de nou archs per al ganado” (si la transcripción del escribano de 1763 es correcta). Los estudios de estratigrafía muraria sobre los corrales localizados aportan detalles acerca de las técnicas constructivas empleadas, tal como hemos expuesto en el apartado precedente, aunque por el momento, y debido fundamentalmente a la ocultación de una buena parte de las estructuras por la vegetación actual, no hemos podido restituir gráficamente ninguna planta de estos corrales de origen anterior a la expulsión de los moriscos, algo que se pretende intentar con el seguimiento arqueológico de desbroces selectivos a realizar en estas construcciones. Por otro lado, alguna técnica como la mampostería en piedra en seco, en el caso de haber sido 16. Alquería documentada por Butzer et al. (1986: 404). Trash umanc ia en el Medit erráneo 73 utilizada, sería difícil de registrar, ya que, debido a sus cualidades constructivas, desaparece fácilmente, especialmente en este tipo de edificaciones que normalmente se asientan sobre la roca del terreno. Sería de esperar, igualmente, un probable uso de cuevas y abrigos rocosos como rediles o al menos como refugios circunstanciales para los rebaños, aunque en la documentación de archivo estas cavidades naturales se citan generalmente como “cuevas” o “covachos”, sin hacer referencia a su uso. Apéndice documental 1. Archivo Ducal de Medinaceli, Sección Segorbe, legajo 73. Cabreve de 1614 de las casas y tierras pertenecientes a los moriscos expulsos establecidas en enfiteusis a los nuevos pobladores de Eslida, Aín, Alcudia de Veo, Veo, Alfondeguilla y Castro, lugares de la Vall de Suera (Sauden y Villa Suleime)... Resúmenes de las citas a corrales en Eslida y la Vall de Suera. Eslida (F. 432r-466v). - Corrales en la villa: •฀Varios฀corrales฀enfrente,฀delante฀o฀contiguos฀a฀las฀casas,฀que฀no฀se฀especifica฀si฀son฀ corrales destinados al ganado o patios. •฀“Corral฀de฀ganado”฀que฀linda฀con฀“simenterio฀de฀los฀moros”฀y฀con฀otra฀casa. •฀Al฀menos฀otros฀dos฀“corrales”฀aislados,฀uno฀de฀ellos฀linda฀con฀el฀camino฀de฀Castro฀y฀ otras propiedades, y el segundo con casas de otro vecino y la montaña. - Partida de Maxaraca/Majaraca. 3 corrales, dos de ellos asociados a eras: •฀Corral฀con฀una฀era.฀La฀era฀linda฀con฀senda฀que฀baja฀a฀la฀huerta,฀y฀el฀corral฀con฀la฀era฀ y corral de otro, camino en medio. •฀Corral฀y฀era฀que฀lindan฀con฀el฀corral฀anterior.฀ •฀Corral,฀sin฀lindes฀especificados.฀ - Partida de Saulín o Saulim. 4 corrales: •฀ “Corral฀ de฀ ganado”฀ situado฀ en฀ la฀ montaña,฀ linda฀ con฀ tierras฀ de฀ otro,฀ barranco฀ en฀ medio. •฀Corral฀en฀la฀montaña,฀camino฀de฀Saulín,฀linda฀con฀10฀hanegadas฀de฀tierra฀campa฀del฀ mismo propietario que el corral y con 6 hanegadas de tierra campa de otro. 74 Lou rdes Tam b orero C ap il l a •฀“Corral฀de฀ganado฀con฀6฀hanegadas฀de฀tierra฀campa”,฀linda฀con฀otros฀dos฀propietarios฀ diferentes, que son al mismo tiempo los propietarios de los dos corrales anteriores y de tierras en dicha partida. •฀Corral฀que฀linda฀con฀tierras฀del฀mismo฀propietario:฀9฀hanegadas฀de฀tierra฀campa฀en฀ la huerta de dicha partida y con viña, garroferal e higueral. - Partida de Miralbuig/Benialbug (actual partida de Vilambuch). 1 ó 2 corrales. Solo son nombrados como lindes de tierras: •฀“Corral฀de฀Benialbug”.฀Linda฀con฀4฀hanegadas฀de฀tierra฀campa฀y฀con฀7฀hanegadas฀de฀ tierra campa. •฀“Corral฀de฀Miralbug”.฀Linda฀con฀tierra฀campa฀y฀barranco.฀ - Partida del Corral de Garivo. 1 ó 2 corrales. No queda claro en el documento si el llamado corral de Garivo es el corral que se establece o es otro corral que no se establece. •฀“Corral฀de฀ganado฀con฀algunas฀garroferas”,฀que฀linda฀con฀camino฀del฀corral฀de฀Garivo฀ y con 12 hanegadas de tierra campa de otro propietario. •฀“Corral฀de฀Garivo”,฀que฀linda฀con฀tierra฀campa.฀Aparece฀citado฀en฀establecimientos฀ de tierras. - Partida de Tenaya. 1 corral asociado a una era: •฀“Era฀y฀corral฀de฀ganado”,฀que฀linda฀con฀tierras฀del฀mismo฀propietario. - Partida indeterminada. 1 corral asociado a una era: •฀“Una฀era฀con฀un฀corral฀de฀ganado฀en฀la฀montaña”,฀linda฀con฀tierras฀de฀propietario฀no฀ especificado y con la montaña. Vall de Suera. Lugares de Sauden y Villa Suleime (F. 645r-667v). - Corrales en los mismos lugares : Varios corrales enfrente, delante o contiguos a las casas, que no se especifica si con corrales destinados al ganado o patios. •฀Un฀corral฀y฀media฀era฀que฀lindan฀con฀camino฀de฀Onda,฀era฀de฀los฀Rubios฀y฀casa฀del฀ mismo propietario. •฀Corral฀aislado฀“descubierto”฀en฀Sauden,฀que฀linda฀con฀camino฀a฀Villa฀Suleime฀y฀con฀ bancales de tierra campa de otro propietario. •฀Una฀casa฀y฀corral฀“descubierto”฀en฀Villa฀Suleime.฀ - Partida de Castro. 3 corrales agrupados, separados por pasos, ubicados “encima” de Castro: Trash umanc ia en el Medit erráneo 75 •฀El฀“segundo฀corral฀de฀Castro”,฀que฀linda฀con฀corral฀de฀otro฀propietario,฀con฀montes฀ y ampríos. •฀“Medio฀jornal฀de฀viña฀y฀un฀corral฀encima฀de฀Castro”.฀La฀viña฀linda฀con฀otra฀viña฀y฀ con el camino de Pedralva. El corral linda con el mismo corral que linda el anterior, con pasos y ampríos enmedio, y con montes blancos. •฀Del฀corral฀situado฀entre฀los฀anteriores฀no฀se฀ha฀encontrado฀el฀establecimiento.฀ - Partida de Benalises. 4 corrales, 3 de ellos agrupados, separados por pasos: •฀“El฀corral฀más฀alto”฀de฀Benahalises,฀que฀linda฀con฀el฀segundo฀corral฀de฀Benalises฀y฀ con montes blancos por todas partes. •฀ “El฀ segundo฀ corral฀ de฀ Benahalises”,฀ que฀ linda฀ con฀ el฀ “corral฀ más฀ alto”,฀ pasos฀ en฀ medio, y con “el tercer corral”, pasos en medio, de Benalises, y con azagadores y ampríos. •฀“El฀tercer฀corral฀de฀Benahalises”,฀que฀linda฀con฀el฀“segundo฀corral”,฀pasos฀y฀ampríos.฀ •฀Un฀jornal฀de฀tierra฀campa฀y฀un฀corral฀en฀la฀partida฀de฀Benahalises,฀que฀linda฀con฀el฀ camino real de Ayódar, monte y Morrón Alto y vertientes y montes que caen al barranco de la Fuente. - Partida de Pedralva. Uno o dos corrales, no queda claro. Uno de ellos se denomina “el corral de Pedralva”, que linda con tierra campa, montes blancos y vertientes. - Partida del camino de Ayódar. Un corral: “3 jornales de tierra campa con un corral nuevo descubierto”, que linda con el camino Real de Ayódar, vertientes y barranco por todas partes. 2. Archivo del Reino de Valencia, Escribanías de Cámara, año 1776, exp. 80, 4ª mano. Proceso entre los lugares de Villamalur y Torralba, de una parte, y Ayódar, de otra, sobre los límites de la partida del Realengo y la pertenencia de determinados territorios a esta. Extracto-resumen de algunas copias de documentos en los que aparecen tierras y propiedades en la partida de Realengo: - Mas de Albayne, en el Libro Capatró de pechas y tierras de Villamalur, 1568, agosto, 1. F. 13v y ss. “El mas de Albayne, vulgarmente llamado de antiguo y en este tiempo (1776) intitulado Corral de Font”. F. 336r. 76 Lou rdes Tam b orero C ap il l a - Una “foia” de tierra campa secano, término de Ayódar, “con un corral en la misma foia per al bestiar, segons que afronta ab terres de la universitat y ab la muntaña”, de los establecimientos de tierras en 18 de septiembre de 1611 (un día después de la Carta Puebla). F. 45v. - Partida del corral de Ayud (llamado Ayu, Ayub y Ayup en otras partes del documento) y corral de Caet. Libro jurídico de 1607 en el archivo de Torralba. F. 586r. - Del “libro capatrón” de las casas y heredades de Torralba, sacado del patrón viejo en quince de enero de 1649”: Heredad en la partida de la Hoya del Gamellón que afronta con el corral de Nade. Otra heredad en la misma partida con un corral en ella. Dos heredades en la partida del Jupillo y Bialeva, con su parte de corral. Una heredad y corral en Bialeva. Una hoya en el Cantal, que linda con otros dos propietarios, más parte en el corral. F. 587r-592r. 3. Archivo Municipal de Villamalur, sig. n.º 3. 1634, noviembre, 26. Escritura de Concordia y de permuta de partidas entre los lugares de Villamalur y Torralba, que ratifica la de 16 de diciembre de 1537. Copiada en el año 1763. Extracto. “Fue tratado entre dichas partes que los de Villamalur no puedan herbajar del corral de Ambrán adelante al varranco a la fuente de Benafer y varranco arriva a la pieza de Ambrán al colladico arriva al corral de Ajub y que dicho corral sea contienda la majada para los dos lugares// al cerro arriva a la Oya de Hizquierdo a labajo del Pinar la vertiente adelante al puntal de encima el corral de Aguilar y al dicho corral al camino de Segorbe (...)”. F. 2v-3r. 4. Archivo del Reino de Valencia, Escribanías de Cámara, Año 1761, Exp. 193. Proceso entre el lugar de Torralba y el convento de san Vicente Ferrer de Ayódar. Extracto. “Libro de Pechas del lugar de Torralva del año 1519. Al folio ocho de dicho libro se encuentra el título del tenor siguiente: Título del señor: Primo, por una masada de Macasta, confrenta con el barranco de Trash umanc ia en el Medit erráneo 77 Zailes, con la fuente de Macasta (...). Item. Por una pieza (...) delante el corral de Macasta (...)”. F. 85r. Copia de la escritura de concordia entre D. Rodrigo Funes Muñoz, señor de Ayódar, y el convento de Santo Domingo de la ciudad de Valencia para la fundación del convento de San Vicente Ferrer de Ayódar. 1577, agosto, 7. Valencia. Rodrigo Funes Muñoz dona al prior y frailes del nuevo convento “una heretat vulgarment dita Macasta, ab totes les terres y terme axí cultes com incultes, ab una casa, ab son forn e dos corrals grans de nou archs per al ganado, y en paller gran de calicanto nou y un colmenar y una font ab un entany per a regar la ortalisa, situada e posada en lo terme del lloch de Torralva, afronta ab terres del mas de Badenes y ab lo terme del dit lloch de Fuentes y ab lo terme del lloch// de Cirat” (F. 131r-131v). 5. Archivo General de Simancas, Sección Estado, legajo 329. Informe titulado Relatione della Montagna o Serra di Espadan, atribuido al ingeniero Giovanni Battista Antonelli y datado en 1561, transcrito por Ferrando (1988). Sobre una cisterna y recinto para ganado dentro del término bien de Alcudia de Veo bien de Algimia de Almonacid: “Nel ‘collar de Par en Par’ nel camino real vi è una cisterna non molto grande com un coral fatto per il bestiane” (Ferrando, 1988: 156). 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(2006), Trashumancia de los pastores turolenses a la Sierra de Espadán, Castellón, Madrid, Universidad Católica de Valencia y Universidad Complutense de Madrid. 80 Lou rdes Tam b orero C ap il l a PRODUZIONE DELLA LANA E AMMINISTRAZIONE DELLA TRANSUMANZA NEL REGNO DI NAPOLI NEL XVII SECOLO R OBERT O R OS S I 1 1. L’origine Della Dogana delle pecore di Puglia2 Volendo fornire una schematizzazione dell’economia europea durante l’età moderna, adottando un modello di semplificazione per l’intero continente, possiamo descrivere le economie dei paesi europei sostanzialmente basate su di un sistema agricolo-commerciale. Con ciò si vuole intendere, evidentemente che il modello economico prevalente in Europa era largamente basato sullo sfruttamento del settore primario e sulla commercializzazione dei suoi prodotti. Nell’ambito di un tale sistema produttivo, la lana, tra la fine del medioevo e l’età moderna, ha costituito uno degli elementi principali, un autentico volano per lo sviluppo. In particolare, la produzione della lana greggia e, soprattutto la sua trasformazione in prodotto lavorato, caratterizzarono lo sviluppo economico dell’Inghilterra e dell’Olanda tra il xvi ed il xvii secolo, permettendo quel salto nell’economia capitalista; mentre, già in età medievale, la produzione di panni-lana aveva permesso ai liberi comuni italiani —in particolare toscani e lombardi— la creazione di vasti e consolidati networks commerciali e finanziari, frutto di un’accumulazione di capitale prodotta proprio dalla manifattura laniera. 1. Dipartimento di Scienze Economiche e Statistiche. Università degli Studi di Salerno (Italia). 2. Nel testo sono state utilizzate le seguenti unità di misura: (peso della lana) 1 rubbio = 26 libbre = 8,91 Kg; (superficie) 1 tomolo = 20 passi quadrati = 0,4089 ettari; (moneta) 1 ducato = 10 carlini. Trash umanc ia en el Medit erráneo 81 Come noto, l’utilizzo della lana per usi di abbigliamento e protezione ha origini antichissime, il suo sfruttamento è ampiamente documentato dall’Africa fino al Baltico. Tale diffusione, dovuta alle alte potenzialità di autoconsumo e autoproduzione di questa fibra, ha, altresì, comportato un’ampia distribuzione del know-how manifatturiero sul quale si sono successivamente innestate le manifatture artigianali e protoindustriali. D’altro canto, la trasformazione della produzione laniera in un settore ad alto valore aggiunto si è avuta con la diffusione delle corporazioni dei lanaioli nell’Italia comunale alle quali va il merito di aver trasformato il panno-lana in un prodotto di qualità, rispondente alle richieste della moda. Con l’affermazione dei produttori italiani di panni-lana si manifestò, in Europa, la differenziazione tra produttori di materia prima e produttori di prodotto finito. Di fatto, l’autoconsumo fu relegato alle sole produzioni rurali ed a prodotti di qualità inferiore, mentre sul mercato europeo iniziarono a circolare tessuti di pregio. In tal modo si operò una netta distinzione tra coloro che producevano lana grezza e coloro che producevano tessuti finiti, verificandosi una chiara separazione dei circuiti commerciali che fino ad allora erano rimasti sostanzialmente sovrapposti. In particolare, almeno per la prima età moderna, si delineraono tre grandi produttori di lana grezza, la Spagna, l’Inghilterra ed il Regno di Napoli, che soddisfacevano la quasi totalità del fabbisogno europeo di lana. Tale situazione rimase sostanzialmente immutata nel corso del medioevo e della prima età moderna, con una forte differenziazione qualitativa tra lane spagnole (castigliane) di pregio e lane inglesi e napoletane di qualità inferiore. Con la fine del xvi secolo si evidenziò sempre di più la trasformazione dell’Inghilterra da paese produttore di materia prima a produttore di prodotto finito, grazie allo sfruttamento di allevamenti ovini stabulari —che comportarono un deciso miglioramento nella qualità del prodotto— ed all’introduzione delle New Draperies. Questo metodo di produzione, imitando le lussuose manifatture toscane, permetteva la realizzazione di tessuti di lana di discreta qualità a costi notevolmente inferiori rispetto ai tessuti italiani, assicurandosi in tal modo un mercato molto più vasto non più limitato soltanto ai ceti nobiliari e mercantili. Il caso inglese costituisce, però, un’eccezione nel panorama europeo, la Spagna ed il Regno di Napoli, infatti, continuarono ad essere dei paesi eminentemente produtori di lana grezza da esportazione. 82 Rob erto Rossi La produzione laniera napoletana assume, in questo frangente, caratteristiche del tutto peculiari3. Il Regno di Napoli si era distinto quale importante produttore europeo di lana grezza sin dalla sua definizione territoriale sotto la dinastia normanna. Ma in realtà, già da epoche più antiche, la vasta pianura costituita dal Tavoliere di Puglia era stata teatro di un consistente fenomeno di nomadismo pastorale. La transumanza, da secoli, consentiva alle mandrie di pecore provenienti dall’Abbruzzo di spostarsi durante la stagione fredda verso i fecondi pascoli pugliesi, tutto ciò aveva contribuito alla creazione di un rilevantissimo patrimonio zootecnico e di una vivace “economia pastorale”4. Il fenomeno assunse proporzioni di tale rilevanza da permettere all’amministrazione imperiale romana prima, e a quella bizantina poi, di sottoporre i pastori provenienti dagli appennini abbruzzesi ad una imposizione fiscale per l’utilizzo dei pascoli pugliesi5. Dopo i secoli dell’alto medioevo ed un sostanziale regresso amministrativo ed economico dell’Italia meridionale, con la proclamazione del regno normanno, l’intero fenomeno della transumanza fu riorganizzato su basi legislative certe che riflettevano l’importanza economica dello stesso. Proprio al periodo normanno risalgono, infatti, le prime discipline relative alla pastorizia nomade, secondo le quali i pastori abbruzzesi, per svernare in 3. Sulla produzione laniera nel Regno di Napoli nel Seicento, mi permetto di rinviare Rossi (2007). 4. Si veda in proposito il fondamentale lavoro di Marino (1992). 5. In base ad alcuni ritrovamenti archeologici, già riportati nei testi sull’istituzione doganale foggiana pubblicati nel xvii e xviii secolo, risulta chiaro come durante l’Impero Romano, le greggi fossero assoggettate ad uno ius herbagiorum, riscosso dai pubblicani, per usufruire dei pascoli pubblici. Coda (1666: 2-sgg). In particolare, i documenti relativi alla vista compiuta presso l’amministrazione doganale da D.Gaspar de Quiroga, riportano il ritrovamento, in tenimento di Sepino in Contado di Molise, di una lapide romana sulla quale era riportata la seguente incisione: Bascus Ruffus et Macrinus Vindex Magistratibus Sepinatum. Salutem. Exemplume Epistole scripte nobis a Cosimo Augusti Liberto a rationibus cum hijs que subscripta erat. Subrierimus et admonemus, Caveatis ab injurijs faciendis conductoribus gregum oviaricorum cum magna fisci iniuria, ne necesserit recognosci de hoc, et infactum si ita res fuerit vendicari. Archivo General de Simancas (d’ora in poi AGS), Visitas de Italia, legajo 23-3, Duana de las pecoras de Pulla, c.41. Trash umanc ia en el Medit erráneo 83 Puglia ed utilizzare i vasti pascoli demaniali erano obbligati al pagamento di un’imposta al sovrano, calcolata sul numero di animali posseduti6. In tal modo, i re normanni realizzavano due obiettivi: assicurarsi un cospicuo gettito fiscale e un maggiore controllo del territorio, attraverso la concessione dei pascoli demaniali ai proprietari di bestiame. I sovrani svevi, eredi della monarchia normanna, e i successori angioini, mantennero l’originaria impostazione sostanzialmente nomade della pastorizia nel Regno di Napoli, aggiornando gli strumenti legislativi alla mutata struttura sociale e, soprattutto ai mutati interessi politici del Regno. Furono soprattutto i re angioini ad incrementare e organizzare il già vasto patrimonio demaniale in Puglia e in Calabria, consolidando un’istituzione gia delineata dal precedente governo svevo, la Dogana delle Pecore, una speciale magistratura, ossia un organo amministrativo-fiscale, alle dirette dipendenze della Corona, che avrebbe sovrinteso alla gestione dei pascoli demaniali e alla riscossione delle imposte dovute per l’utilizzo degli erbaggi. Fu soprattutto la gestione dei pascoli pugliesi a caratterizzare la strategia amministrativa degli angioini. La Corona interevenne direttamente nello sfruttamento del Tavoliere pugliese mediante la creazione di una serie di aziende agricolo-armentizie, denominate masserie regie (Licinio, 1998: 81 et s.). Inoltre, fu rafforzato l’uso degli ampi pascoli demaniali da parte dei proprietari di pecore e sancita la possibilità, in caso di necessità, di affittare terreni pascolativi privati. Questa importante innovazione ci viene confermata da una lettera della regina Giovanna II d’Angioù del 18 settembre 1429, nella quale la sovrana ordinava ai principes, duces, magnates, proceres, comites, barones, terrarum domini [di] facere in dictis partibus [Puglia], pascuis et territoriis conductas seu menas ovium, castratorum, bestiarum et animalium 6. 84 Le più antiche disposizioni regolamentari relative al funzionamento della transumanza pugliese sono contenute in due leggi normanne: la Pervenit ad aures nostri culminis e la Cum per partes Apuliae. Queste due disposizioni, incertamente attribuite a Guglielmo I o Guglielmo II, stabiliscono il pagamento di una tassa in misura fissa in base al numero di pecore condotte a pascolare in Puglia nonchè l’immunità e la protezione per i pastori transumanti. Di Stefano (1731: 30) e Caruso (1952: 205-206). Rob erto Rossi grossorum et minutorum seu illa in eorum terris receptare vel extra Regnum mictere sine nostri speciali licentia eis licteratorie concedenda (Di Stefano, 1731: 33). In sostanza, i privati necessitavano di una speciale autorizzazione regia per affittare i propri pascoli ai pastori transumanti; in questo modo, la corona, mediante la regolamentazione degli affitti delle terre, avrebbe controllato i prezzi degli erbaggi, per fare in modo che non lievitassero eccessivamente a danno dei pastori. La misura risultava vieppiù necessaria in una fase di crescita demografica, quando l’aumento della popolazione avrebbe comportato l’aumento della richiesta di derrate agricole e, di conseguenza l’aumento degli affitti agrari a scapito del pascolo. Gli Angioù attuarono, altresì, una decisa politica di sviluppo della produzione e della manifattura della lana seguendo il modello delle esperienze già maturate in Provenza (Licinio, 1998: 81 et s.). Furono concessi numerosi privilegi reali che assicuravano ampie libertà economiche e personali, oltre che franchigie fiscali a quegli artigiani, soprattutto fiorentini, che avessero installato nel Regno opifici per la lavorazione della lana7. Privilegi simili furono concessi ai grandi proprietari armentizi nobili ed ecclesiastici. Il regno angioino di Napoli (1266-1443) coincise con il periodo di maggiore sviluppo delle manifatture laniere fiorentine che, utilizzando materia prima soprattutto napoletana, ma anche spagnola e inglese raggiunsero con i loro prodotti di alta qualità i mercati europei. Il successo economico degli artigiani toscani fu supportato dalla rete commerciale genovese e veneziana. Infatti, i mercanti delle due repubbliche marinare, grazie alle consolidate posizioni commerciali nel Mediterraneo e ai molteplici privilegi ricevuti dai monarchi angioini, istituirono un circuito commerciale che prevedeva l’acquisto della lana a Lucera in Puglia, a Lanciano in Abruzzo e a Salerno in Campania, dove si svolgevano tre importantissime fiere. La maggior parte della lana veniva imbarcata nel porto di Manfredonia e da li trasportata a Pisa, Livorno e Venezia (Grohmann, 7. La concessione di privilegi concessi dai sovrani angioini sono da attribuirsi alla mancanza di capitale circolante ed umano nel Regno, oltre che alle ragioni di realpolitik che la casa d’Angioù manifestava nello scacchiere italiano. In proposito si veda Leonard (1967: 104). Trash umanc ia en el Medit erráneo 85 1969: 127 et s.). I porti toscani erano il punto di partenza della lana grezza per le manifatture localizzate a Firenze, nella lucchesia, a Siena e nella Terraferma veneta. Anche le nascenti manifatture inglesi, durante gli ultimi secoli del medioevo, utilizzarono lana proveniente dal Regno di Napoli -importata dai mercanti veneti che la commercializzavano nelle fiere dell’Europa centrale— congiuntamente a quella acquistata direttamente dalla Spagna attraverso il porto di Bilbao8. Dopo la conquista del Regno di Napoli, Alfonso V d’Aragona, procedette ad una riorganizzazione della pastorizia transumante, dando una struttura definitiva alla Dogana delle Pecore di Puglia, quella magistratura, presieduta dal Doganiere, deputata all’amministrazione della pastorizia transumante9. Con una nota lettera regia, più volte pubblicata in studi precedenti, indirizzata al catalano Francisco Montluber, familiarius del re Alfonso V, non solo il sovrano nominava un suo fedele alla guida di una delle più delicate amministrazioni del regno ma, per la prima volta, in maniera organica, mediante Istruzioni, disciplinava i compiti del doganiere ed i privilegi assegnati ai proprietari di pecore —denominati locati— pur non descrivendo ancora un’organizzazione burocratica che si sarebbe formata solo nel secolo seguente10. La nuova amministrazione catalana della Dogana confermò la totale esenzione per i locati dal pagamento di 8. Si afferma un sistema economico che caratterizzerà l’Italia tra il medioevo e la prima età moderna, costituito da una complementarietà dell’area settentrionale —trasformatrice di prodotti— a quella meridionale fornitrice di materie prime quali lana, grano e seta. Abulafia (1991: 77 et s.). 9. Appena salito sul trono napoletano, Alfonso d’Aragona nominò doganieri gli abbruzzesi Restanuccio Capograsso di Sulmona e Bartolomeo della Torre dell’Aquila. Gentile (n.s: 22). Nel gennaio del 1443, invece, fu nominato doganiere, per un periodo di cinque anni, l’aquilano Matheucio Vacaro che, di fatto, non assunse mai l’incarico. Archivo de la Corona de Aragon (d’ora in poi ACA), Privilegiorum Cancilleria Napoles, reg. 2902, c. 156. 10. In origine, la Dogana era costituita dal Doganiere che era un Commisarius, Dohanerius, procuratores et nuntius del re, da un credenziere, una sorta di ufficiale rogante e da alcuni famigli, servitori di livello inferiore che completavano l’organico dell’ufficio doganale. Marino (1992: 52- et s.) 86 Rob erto Rossi qualsivoglia imposta o tassa, e la garanzia dell’utilizzo dei pascoli demaniali, dietro il versamento di un’unica imposta denominata fida. Questo sistema riprendeva il modello castigliano della Mesta che, formalizzato nel 1273, regolava la pastorizia nomade in Castiglia e Aragona11. Con tale sistema, Alfonso V, forte dell’esperienza fatta dai suoi amministratori aragonesi assicurava alla corona il controllo delle aree interessate dalla transumanza, ed al contempo garantiva alla regia corte il pagamento di un cespite fiscale costante e sostanzioso costituito dalla fida. In realtà, la riorganizzazione operata da Alfonso V non aveva solo scopi fiscali, l’azione voleva incidere profondamente sui meccanismi di equilibrio dell’intera economia pastorale del Regno. In particolare, le Istruzioni di Alfonso prevedevano l’utilizzo nel Tavoliere pugliese di pascoli privati accanto a quelli demaniali, per tale ragione era di fondamentale importanza controllare il prezzo delle terre private adibite a pascolo. Il controllo delle terre private passava necessariamente attraverso la limitazione delle tensioni fra produttori di lana ed agricoltori per l’utilizzo dei pascoli. In un’economia agricola, il solo fattore produttivo terra era indispensabile ai due fondamentali processi produttivi dell’economia del Tavoliere, la cerealicoltura e la pastorizia, e quindi le due produzioni dovevano accaparrarsene quanta più possibile. Per tale motivo, il Tavoliere pugliese fu caratterizzato, fino a tutto il xvi secolo da un acceso e continuo conflitto tra pastorizia ed agricoltura. I sovrani che si succedettero sul trono di Napoli furono pertanto obbligati a disciplinare minuziosamente il rapporto tra pascoli e terre destinate alla cerealicoltura, essendo il grano, come noto, l’indispensabile risorsa alimementare primaria12. Attraverso il meccanismo di ripartizione della terra tra pascolo e coltura, denominato dispensazione, l’amministrazione doganale sanciva il proprio ruolo di istituzione mediatrice tra interessi contrastanti (i produttori di lana e i cerealicoltori) oltre che di tutela degli specifici interessi fiscali della corona. In conseguenza di ciò la Dogana delle Pecore poteva disciplinare l’accesso degli animali ai pascoli pugliesi e, così facendo regolava indirettamente la produzione della lana. Infatti, la dispensazione degli erbaggi disponeva su 11. Sulla Mesta si veda il classico studio di J. Klein (1920), oltre i più recenti: Ruiz Martin y A. Garcia Sanz (1998); García Martín (1998). 12. Si veda, in proposito, Rossi (2004). Trash umanc ia en el Medit erráneo 87 basi ecologiche, il numero di ovini che potevano accedere ai pascoli del Tavoliere. In buona sostanza si trattava di controllare il fattore produttivo lana al fine di controllare l’offerta di materia prima, permettendo, di conseguenza, di fronte ad una domanda sostanzialmente certa, un prezzo stabile. D’altro canto, la concessione di maggiore o minore terra alla produzione di cereali avrebbe regolato gli approvvigionamenti alimentari sulla base delle necessità demografiche del Regno. Ecco che il mercato laniero napoletano si caratterizza quale mercato regolamentato, in cui l’intero processo di produzione risulta mediato dall’amministrazione doganale. Secondo le Istruzioni di Alfonso V, i pascoli demaniali pugliesi vennero divisi in 43 locazioni, di cui 23 generali e 20 particolari, frazionate ulteriormente in particelle di dimensioni minori definite poste13. A loro volta, le locazioni potevano essere interamente adibite al pascolo oppure contenere terreni pascolativi e terreni per coltura (Palumbo, 1923: 2). I territori compresi in dette locazioni erano di differenti tipologie, determinate sulla base delle loro caratteristiche ecologiche; vi erano le terre salde ossia “terre di prime sorti cioè vergini, giammai coltivate, per il solo pascolo delle pecore”14. Le quali erano le più pregiate per l’agricoltura, in quanto non avevano subito alcuno sfruttamento ed assicuravano la migliore resa tra seminativo e prodotto. Seguivano poi le terre annechiariche, non vergini ma lasciate a riposo per oltre un anno, e le terre restoppie, adibite alla sola coltura del grano15. In sostanza, il governo del Tavoliere era strutturato in modo tale da garantire un rapporto costante 13. Le locazioni generali erano riservate ai locati più poveri, mentre quelle particolari erano riservate al pascolo degli animali dei grandi e ricchi proprietari. L’ampia letteratura “classica” riporta con dovizia di particolari la creazione delle locazioni e la loro denominazione. A tal proposito si vedano: Coda, (1666) Di Stefano, (1731) Grana, (1770) De Dominicis (1781) Vivenzio (1796) Faraglia (1903), ma anche i più recenti Ivone (1998); e il fondamentale Marino, (1992) 14. Biblioteca de la Real Academia de la Historia (d’ora in poi BRAH), Ms. 9-21. 15. Ibidem. 88 Rob erto Rossi tra terre adibite al pascolo e terre adibite alla coltura dei cereali16. Tale rapporto, che oscillava, grosso modo in una divisione media del territorio data da una percentuale oscillante tra il 52-56% a favore della pastorizia e tra il 48-44% a favore della cerealicoltura (Marino, 1992: 94-97), risentiva degli indirizzi politici governativi e quindi, sostanzialmente, del rapporto di forza tra locati e produttori cerealicoli, e di come questi due gruppi riuscivano a fare pressione sul governo vicereale e, ancor di più, su quello di Madrid17. Per comprendere meglio il funzionamento dell’amministrazione doganale foggiana, bisogna riportarla nell’alveo della politica di Alfonso d’Aragona e di suo figlio Ferrante I, intesa a dare un assetto centralizzato allo stato napoletano. L’esigenza di centralizzazione, d’altro canto, nasceva dalla necessità di mantenere un controllo saldo di tutte le leve del potere politico, amministrativo, finanziario e militare, in un paese scosso da forti tensioni sociali, e dal serpeggiare di intense correnti filoangioine fra la potente e riottosa nobiltà napoletana; soprattutto fra quella nobiltà di vecchio lignaggio di ascendenza angioina o, addirittura normanno-sveva. 2. La qualitá della lana L’analisi della produzione laniera nel Regno di Napoli, soprattutto per comprenderne i caratteri qualitativi, trae origine dalle risultanze dei registri dei pesatori di lana per il xvii secolo18. In questi registri, in occasione 16. I terreni pugliesi erano riservati, durante i mesi invernali al pascolo transumante e definiti pascoli vernotici, mentre durante i mesi estivi, le terre private tornavano nella disponibilità dei proprietri che le adibivano a semina o a pascolo degli animali da lavoro, Nardella (1989). 17. E’ importante sottolineare che la destinazione dei territori pugliesi a coltura, per quanto riguarda le terre salde e le annechiariche, era possibile solo dietro autorizzazione concessa dal Vicerè con parere favorevole del Consiglio Collaterale e della Regia Camera della Sommaria. BRAH, Ms. 9-21-1. 18. La serie dei Registri dei Pesatori di Lana, divisi in quattro paranze, rappresentate dai più importanti luoghi di origine dei proprietari di pecore: Sul- Trash umanc ia en el Medit erráneo 89 dell’annuale fiera privilegiata, istituita da Carlo V nel febbraio del 1536, che ogni primavera si teneva a Foggia (Grohmann, 1968: 127 et s.), sede dell’amministrazione doganale, venivano riportati il nome e l’origine sociale del produttore, nonché la sua provenienza geografica, inoltre erano indicate la quantità di lana infondacata —ossia depositata nei magazzini (fondaci) della città di Foggia per la vendita— e la qualità della stessa. Le misurazioni erano effettuate da pubblici ufficiali, i pesatori, nominati dalla Generalità dei Locati —l’associazione dei proprietari di pecore— nel momento in cui la lana veniva portata nei magazzini di Foggia per la vendita. Sullo stesso registro, venivano riportati anche gli acquirenti, la loro origine, la qualità e la quantità di lana acquistata ed il prezzo pagato19. Questo genere di documentazione ci permette, quindi, di ottenere un quadro abbastanza dettagliato del mercato laniero napoletano in età moderna, partendo, innanzitutto dalle qualità di prodotto. Verso la fine del Cinquecento si stabilizza la qualità della lana trattata durante la fiera di Foggia, divisa in bianca e carfagna e, in seguito in maiorina (o maggiorina) e agostina in base al periodo in cui veniva tosata, appunto maggio e agosto (Di Stefano, 1731: 383). Con il xvii secolo, scompare la denominazione agostina, per quanto riguarda le lane bianche, dai registri dei pesatori limitandosi le contrattazioni alla sola maggiorina. Francesco Nicola De Dominicis —per un decennio uditore della Dogana delle Pecore— tra gli anni ’60 e ’70 del xviii secolo —e autore di una fondamentale opera sulla storia ed il funzionamento dell’Amministrazione Doganale foggiana— descrive con chiarezza le qualità di lana vendute durante la fiera di Foggia mona, Castel di Sangro, L’Aquila e L’Aquila (lana nera) sono conservati presso l’Archivio di Stato di Foggia, nella serie V del fondo Dogana delle Pecore. Tali registri, probabilmente in uso sin da tempi remoti e, sicuramente, dal momento della formalizzazione dell’istituzione doganale e della Fiera di Foggia hanno una consistenza ridotta al periodo 1623-1806 per la paranza di Sulmona e 1675-1806 per le altre paranze, a causa delle distruzioni e dispersioni che il patrimonio dell’Archivio del Tavoliere ha subito nel corso dei secoli. In proposito si veda Musto (1964: 3-ss). 19. Sulle caratteristiche ed il ruolo della Generalità dei Locati, si veda Marino (1992). 90 Rob erto Rossi (…) dopo i principi della Primavera tutte le pecore, che sono concorse nel Real Tavoliere di Puglia, tornano nelle montagne delle varie provincie del Regno, dove per istimolarle all’uso delle limpide acque, vengono da’ Pastori avvezzate al consumo del sale. Danno in quel tempo un fecondo frutto di lana, dopo l’intervallo di circa due mesi e mezzo; ma il più abbondante è quello, che si raccoglie nel principio della Primavera, quando tutte le pecore sono tosate, con ogni diligenza, lavandosi prima attentamente ne’ fiumi; e perché la lana sia perfetta, e polita, si separa da quella degli agnelli, e dall’altra prodotta dalla estermità di tutte le pecore, chiamata volgarmente col nome di sbroglia. Gli animali infecondi non sono tosati nel tempo estivo; perciò questa lana si tiene anche separata e si distingue col nome di matricina (De Dominicis, 1781: 11). Accanto a queste tipologie di lane, si diffusero, sul finire del xvi secolo, lane aenine o agnelline e matricine. Le prime erano lane tosate dagli agnelli, di buona qualità e molto richieste dai mercanti esteri, le seconde, invece, erano lane prodotte da pecore infeconde, tosate in autunno e, in genere, conservate a parte (Di Cicco,1971: 7). Le ultime qualità di lana registrata sono la castratina e la nera; la castratina era tosata da animali castrati, di qualità media e quasi per intero appannaggio di mercanti regnicoli; l’ultima qualità di lana, la nera, era al contrario di scarsa qualità, utilizzata per la confezione di abiti per i religiosi e per le divise militari, era tosata da animali indigeni di pelo corto e compatto. Quest’ultimo tipo di lana era, inoltre, oggetto di elemosina da parte dei produttori agli enti ecclesiatici per confezionare paramenti sacri e tessuti grossolani, in genere destinati agli ordini religiosi o ai militari. Per questo motivo, la lana nera non è mai stato oggetto di esportazioni verso l’estero, muovendosi in un mercato quasi esclusivamente nazionale. Inoltre, Filippo IV aveva ribadito l’uso di concedere, da parte dei locati, porzioni di lana nera infondacata, in elemosina a favore degli enti ecclesiastici per confezionare abiti da lavoro, saii e tonache, relegando, definitivamente, questo prodotto ad un circuito commerciale davvero molto limitato20. 20. Già Carlo V, fra le sue grazie, aveva ricompreso la possibilità per i locati più poveri di scomputare dal calcolo dovuto per fida alla Regia Corte, la lana data in elemosina agli ordini dei frati minori. Filippo IV, escludendo tale Trash umanc ia en el Medit erráneo 91 I libri dei pesatori di lana relativi al xvii secolo, redatti in occasione della consueta fiera autunnale da tenersi in Foggia, riportano 4 tipologie di prodotto: la lana maggiorina, aenina o agnellina, castratina e nera; spesso nei registri si incontra anche lana indicata quale scarto ma, più che di una qualità di lana, si tratta del residuo invenduto dell’anno precedente. 3. Il prezzo della lana Fino all’introduzione, nel 1667, del “prezzo alla voce”, il prezzo della lana prodotta nel Regno di Napoli e venduta in occasione della fiera privilegiata di Foggia era determinato da un assisa composta dal Doganiere, dai rappresentanti della Generalità dei Locati —definiti sindaci— e dai rappresentanti dei mercanti, tenendo conto della qualità della lana e della quantità complessivamente prodotta. Essendo il mercato della lana nel Regno di Napoli un mercato regolamentato, l’azione del Doganiere, nella difficile mediazione tra le istanze dei produttori e quelle dei mercanti risultava essenziale per l’esercizio del controllo sul prezzo. D’altro canto, la determinazione di un prezzo —per così dire— concordato, permetteva di ridurre le fluttuazioni del mercato, mantenendolo stabile, assicurando al contempo ai produttori una remunerazione costante del loro investimento in pecore ed ai mercanti un giusto profitto; salvaguardando sempre gli interessi fiscali dello stato. Con il 1667, l’amministrazione della Dogana delle Pecore stabilì l’applicazione del “prezzo alla voce” —già in possibilità, ribadì, invece la possibilità di concedere a “a frati mendicanti delle varie riforme di S. Francesco” considerevoli quantità di lane bianche e nere. Dal momento in cui cui si accorse che i frati rivendevano, poi, le stesse lane sul mercato foggiano, si provvide a limitare l’elemosina alle sole lane nere con l’obbligo di trascrizione della quantità concessa e del beneficiario nel libro dei pesatori di lana. De Dominicis (1781:121-122). Nel 1670, con dispaccio del 6 luglio, Carlo II rinnovò l’ordine —evidentemente inapplicato— ai funzionari della Regia Dogana delle Pecore di Foggia di non richiedere alcun compenso per la trascrizione di partite di lana nera devolute in elemosina ai frati francescani. Archivio di Stato di Napoli (d’ora in poi ASN), Camera della Sommaria, Carte Reali, vol. 8, fol. 332. 92 Rob erto Rossi uso per i prodotti annonari della città di Napoli e per numerose altre mercanzie— anche alla lana21. Il grafico evidenzia la graduale tendenza di espansione del mercato nel periodo 1623-1635, avvalorato dalla contestuale crescita del prezzo, passato da 18,78 a 33,53 carlini per rubbio ed il successivo assestamento verso il basso dopo il 1660, quando si può notare un’inversione di tendenza. Per avere un’idea delle oscillazioni del prezzo della lana rispetto a quello di altri generi di consumo, si tenga presente che nel 1587 il prezzo del grano era di 11 carlini il tomolo, salito a 15 carlini nel 1600 e circa 8 carlini e ½ nel 1614 (Faraglia, 1878: 138 et s.)22 Già nel 1621, il prezzo del grano, a causa della carestia e di una decisa svalutazione della moneta napoletana, era salito fino a 14 carlini il tomolo, toccando una punta di 20 carlini nel 1624 per assestarsi di nuovo sui 14 carlini il tomolo nel 163523. 21. In termini generali, “la voce fissa il prezzo ai generi da consegnarsi da Massari a Negozianti, per i contratti antecedentemente fatti, e per i quali i Massari anticipatamente si son serviti del denaro dei Negozianti, e non già, come si crede, serve per stabilire il prezzo ai generi da vendersi al pubblico”. In realtà, quindi, la voce, più che un prezzo finale, costituisce un indice del rapporto tra domanda e offerta nel primo stadio della commercializzazione, un punto di equilibrio tra produttori e acquirenti (Macry, 1974: 15- et s.). Se in termini generali il contratto alla voce funzionava per prodotti soggetti all’annona napoletana come il caso del grano descritto da Macry, discorso analogo lo si può fare per prodotti quali la seta, anch’essa soggetta a contrattazioni a termine secondo la voce. All’atto della stipula del contratto di compravendita, il produttore riceveva dall’acquirente una somma in denaro o l’equivalente in merci che, a seconda degli accordi poteva consistere nell’intero importo per la fornitura, o un acconto su di essa. In questa fattispecie non si stabiliva a priori un prezzo di transazione per la seta, ma ci si rimetteva al prezzo che sarebbe stato deciso su di una determinata piazza commerciale dalle autorità locali. (Ciccolella, 2003: 288-289). 22. Da una relazione inviata al Re Filippo III, si può notare come, nel 1607, la Corte acquistasse, per le necessità della città di Napoli, grano di provenienza nazionale ad un prezzo medio di 21 carlini e grano di provenienza estera (Stato Pontificio, Repubblica di Venezia e Fiandre) ad un prezzo medio di 26-28 carlini. AGS, Estado — Napoles, Legajo 1104, f. 12. 23. Ibidem, p. 212. Secondo una relazione sui prezzi correnti dei generi alimentari a Napoli, inviata dal Vicerè alla corte di Madrid, datata 8 set- Trash umanc ia en el Medit erráneo 93 Grafico 1: Andamento del prezzo medio della lana bianca foggiana (1623-1705), in carlini. calini per rubbio prezzo anno Fonte: Rossi (2007). Il mercato della lana foggiana ebbe una nuova fase di decremento, durata circa 15 anni, confermata da una diminuzione del prezzo per rubbio, passato dai 33,53 carlini del 1660 ai 21 del 1670, ed infine, a 24 carlini per rubbio nel 1675. Nello stesso periodo, il prezzo del grano passò da 13 carlini il tomolo nel 1660, fino a scendere a 10 carlini e ½ nel 1665, per risalire di nuovo a 13 carlini nel 1675 (Faraglia,1878: 296). L’ultimo quarto del secolo si caratterizza, invece, per un picco di rapida crescita, culminato con l’autentico boom del 1700, testimoniato da uno spettacolare aumento del prezzo per rubbio della lana foggiana, passato da 22,25 carlini nel 1680 tembre 1607, si rileva che, per una libbra di carne di vacca si esigevano 6 grani, per un rotolo di carne di vitello 10 grani, per un rotolo di salsiccia 18 grani, per un rotolo di soppressata 16 grani, per un rotolo di cacio di pecora 14 grani, 1 rotolo di cacio di capra 8 grani, per un rotolo di cacio di Maiorca 18 grani, per un rotolo di provolone 20 grani, per un rotolo di caciocavallo 13 grani e per un cantaro di olio di oliva (pari a 10 rotoli) 14 carlini. AGS, Estado - Napoles, Legajo 1104, ff. 10, 11. 94 Rob erto Rossi a ben 54 carlini nel 170024. Solo cinque anni dopo si manifesteranno i sintomi di una crisi congiunturale, che vedrà il termine intorno al 1710, ponendo fine a questo ciclo del mercato della lana e aprendone uno nuovo che terminerà con lo smantellamento del sistema della transumanza nel 1806. 4. Le origini sociali e geografiche dei produttori lanieri Nel corso del xvii secolo la geografia dei produttori di lana venne delineandosi in modo decisamente differente rispetto al secolo precedente. Si ebbe un’affermazione della grande proprietà ecclesiastica e nobiliare che si consolidò nel corso del secolo, anche grazie ad una riduzione delle rendite agrarie. Da tali registrazioni, si rileva il dato di una proprietà armentizia concentrata e sempre più capitalizzata, frutto degli investimenti iniziati in coincidenza del decremento delle rendite agrarie. Il primo dato che possiamo ricavare dalla tabella 1 riguarda la paranza di Sulmona, che assumiamo quale campione rappresentativo del trend delle altre paranze nel periodo di mancanza della documentazione. I dati di questa paranza ci segnalano un evidente fenomeno di accentramento produttivo, dovuto alla riduzione del numero dei produttori, in netta controtendenza rispetto alle paranze di L’Aquila e Castel di Sangro. Il fenomeno di accentramento produttivo si rileva, altresì, dal comportamento tenuto dai produttori durante tutta la fase di espansione della produzione ascrivibile alla paranza di Sulmona dove, anche in fase di crescita, il numero degli infondacatori tende a diminuire. Di contro, assistiamo ad un fenomeno opposto per le paranze di Castel di Sangro e dell’Aquila dove —per il dato in nostro possesso— si può verificare l’aumento del numero degli infondacatori e, fattispecie molto interessante, non solo dei 24. In questo caso, la lana è beneficiaria di un vero e proprio boom produttivo, alimentato dalla crescita delle manifatture nazionali, e dal rinnovato interesse dei mercanti veneti per il prodotto foggiano il che assicurò una sostenuta espansione del mercato. Nello stesso periodo considerato, il grano non subì alcun aumento, mantenendo il medesimo prezzo di 10 carlini sia nella rilevazione del 1680 che 20 anni dopo (Faraglia, 1878: 296). Trash umanc ia en el Medit erráneo 95 Tabella 1. Numero degli infondacatori divisi per categoria sociale e per paranza (1623 - 1695) Paranza/ Anno 1623 1630 1635 1645 1650 1660 1665 1675 1680 1691 1695 1700 Sulmona Ecclesiastici 14 14 19 20 22 25 26 34 30 32 33 19 Nobili 9 13 16 6 5 5 6 4 5 12 11 11 Borghesi 10 9 13 7 5 4 0 2 3 2 4 4 Particolari 561 202 355 257 233 214 200 122 106 116 137 117 Totali 594 238 403 290 265 248 226 162 144 160 185 151 Ecclesiastici 9 8 9 11 16 Nobili 6 4 3 8 16 Borghesi 1 0 5 5 4 Particolari 60 59 62 100 122 76 71 79 124 158 Aquila Totali Aquila (lana nera) Ecclesiastici 12 9 12 8 12 12 Nobili 0 1 1 0 2 3 Borghesi 1 4 2 3 7 5 Particolari 194 187 212 178 181 189 207 201 227 189 202 209 Ecclesiastici 29 22 22 30 Nobili 7 9 8 12 Borghesi 1 0 9 7 Particolari 102 105 71 102 Totali 139 136 110 151 Totali Castel di Sangro Fonte: Rossi (2007: 89). propietari particolari, bensì anche dei nobili e degli enti ecclesiastici. Questo dato può essere inteso come una sostanziale stabilizzazione della produzione per ciò che riguarda Sulmona, con il raggiungimento di un effettivo equilibrio economico; mentre, per quanto concerne le paranza di Castel di Sangro e dell’Aquila, si potrebbe pensare ad una fase espansiva del mercato —forse le paranze ancora non avevano raggiunto, intorno al 96 Rob erto Rossi 1675 la piena capacità produttiva— verificatasi in seguito con il picco di crescita della produzione registrato dalle suddette paranze fra il 1680 ed il 1700 (Rossi, 2007: 88). Se andiamo ad analizzare l’origine sociale dei produttori, possiamo riscontrare come questa abbia assunto una fisionomia stabile nel corso del xvii secolo. Le 27.624 libbre complessive prodotte dagli enti ecclesiastici abruzzesi registrati nella paranza di Sulmona nel 1623, mettono chiaramente in evidenza l’interesse per l’investimento pastorale, totalizzando quasi l’8% rispetto alla produzione totale registrata dalla paranza in quell’anno, pari a 351.238 libbre25. Un’analisi analoga si può condurre per i locati nobili. Le registrazioni di Sulmona per l’anno 1623 riportano i nomi di 8 titolati, di cui 3 appartenenti alle famiglie dei Capece Galeota, Caracciolo di Brienza e Guevara, nobiltà di alto ed antico lignaggio che, evidentemente, non disprezzava l’investimento nel settore zootecnico26. Nel xvii secolo, con l’affacciarsi in Europa di una drammatica crisi economica, che ridusse i margini di profitto delle terre —usualmente il bene utilizzato per il consolidamento della rendita— ci fu, da parte di nobili e possidenti, un’accorta politica di differenziazione degli investimenti27. Inoltre, la pastorizia era, sicuramente, un’attività meno labour intensive rispetto all’agricoltura e, pertanto, permetteva a quei nobili che volessero differenziare i propri impieghi, una consistente riduzione dei costi dovuti alla forza lavoro (Marino, 1981: 315). Le risultanze del registro dei pesatori di lana della paranza di Sulmona mettono in luce come la schiera dei nobili che mantenevano interessi nella produzione laniera è completata da nomi di recente nobiltà, con buona probabilità piccoli feudatari subentrati ai grandi nomi della nobiltà della Capitale a seguito di perdita o vendita di porzioni degli 25. Archivio di Stato di Foggia, (d’ora in poi ASFg), Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 1999. 26. Ibidem. 27. La gravità della crisi subita dall’economia agraria, con conseguente drastica riduzione della rendita, fu tale da portare addirittura all’abbandono di numerosi terreni —in specie margianli— aumentando la quota di incolto (Sella, 2000: 30-et s.) (Malvolti- Pinto, 2003). Trash umanc ia en el Medit erráneo 97 “stati” feudali. Come noto, questo fu un processo che —facilmente spiegabile in un periodo di profonda crisi economica— interessò il Regno di Napoli tra la metà del xvii secolo ed il xviii, con l’affacciarsi di una nuova nobiltà di “toga” e di “censo” proveniente dalle fila delle “professioni liberali”, notai, dottori e avvocati, dell’amministrazione dello stato e della finanza28. Le registrazioni relative ai produttori di lana ecclesiastici mettono in risalto quelli che saranno i capisaldi della presenza di istituzioni religiose nel mercato della lana. Accanto alla presenza di numerose parrocchie e chiese, ubicate nei luoghi di origine dei locati, quali i centri abbruzzesi di Pescopignataro, Caramanico, Roccaraso e Pacentro, si differenzia per volume di produzione la Casa Santa dell’Annunziata di Sulmona che riesce, nel 1635, a produrre ben 14.661 libbre di lana, di gran lunga il maggior produttore fra gli ecclesiastici con una quota del 29,34% sull’intera produzione realizzata dagli enti ecclesiastici e di circa il 3% sull’intera produzione della paranza di Sulmona per quell’anno29. Anche le registrazioni relative ai locati titolati confermano l’andamento rilevato dai campioni precedenti, la piccola nobiltà provinciale continua ad incrementare le proprie “masserie armentizie”—così, nei documenti dell’epoca veniva definito l’insieme delle mandrie di ovini e del personale addetto— e ad infondacare lana nei magazzini foggiani per venderla in occasione della fiera primaverile. In quest’ultimo campione si rileva anche la presenza di nobili napoletani, a significare che il mercato laniero stimolava l’interesse anche della nobiltà della capitale, desiderosa di impiegare la rendita agraria accumulata30. 28. Sull’ascesa della borghesia professionale del Regno di Napoli, si veda Rovito (1981). 29. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2011 30. Dopo la breve fase di passaggio all’investimento in rendita pubblica, almeno fino alla metà del 1600, la nobiltà napoletana torna alla rendita terriera, tentando di ottenere quanto più possibile dall’esazione dei diritti feudali e da miglioramento dei contratti agrari, riversandone l’onere, naturalmente sui contadini e sui braccianti. In tale ambito si colloca anche la “trasformazione” dell’azienda feudale che, nel secolo successivo approderà ad azienda di tipo borghese (Muto, 1992: 153-155). 98 Rob erto Rossi Le 29.025 libbre di lana prodotte dai locati “borghesi” per l’anno 1635 rappresentano un aumento di ben 55,7 punti percentuali rispetto alla prima registrazione del 162331; indice, questo, di una crescita cospicua, frutto, molto probabilmente, di un peso specifico sempre maggiore della “borghesia rurale” —meglio definita come ceto civile, costituita da medici, avvocati e notai— nell’economia del Regno di Napoli32. D’altro canto, però, bisogna sottolineare come la produzione complessiva di lana, registrata per il 1635 dalla paranza di Sulmona sia aumentata, rispetto al campione di cinque anni prima, solo dello 0,39%. Con buona probabilità, il fenomeno si può spiegare con una stabilizzazione produttiva ad una quota, per così dire, “fisiologica” di investimento. Appare verosimile che quei “borghesi” in grado di disporre di capitale circolante operassero una razionale differenziazione dell’investimento, principale tecnica per immunizzarsi da eventuali crisi in singoli settori. E’ per tale ragione che, in assenza di fenomeni speculativi, la produzione laniera ascrivibile a locati appartenenti al cosiddetto ceto civile si attesti sulle 20.000—30.000 libbre per anno (Rossi, 2007:102). Le risultanze del 1645 presentano una differenza negativa di ben 101.418 libbre —pari ad una riduzione di circa il 25%— nella produzione di lana, rispetto alla produzione registrata dieci anni prima, rappresentando uno fra i peggiori anni attraversati dal mercato laniero napoletano33. E’ questo il risultato dell’acuirsi della crisi economica che caratterizzò l’intera Europa per quasi tutto il xvii secolo. Inoltre, il Regno ed in special modo la sua Capitale, stremati dalla politica fiscale spagnola —tutta volta ad assicurare risorse finanziarie sufficienti al mantenimento degli eserciti impegnati in Europa nella dispendiosissima guerra dei 31. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2011 32. Il ceto borghese, cosiddeto “civile” che assumerà connotazione più precisa e definitiva a seguito dei moti masanielliani, risulta composto prevalentemente da dottori e la classe forense ne occupa la posizione centrale. La ricchezza conserva tutto il suo prestigio e la sua influenza, consentendo, inoltre, la permanenza all’interno del ceto borghese. Galasso (1994: 283 e 286-et s.) 33. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2021. Trash umanc ia en el Medit erráneo 99 Trent’anni— sono percorsi da insofferenze antispagnole e antifiscali che sfoceranno da lì a due anni nella sanguinosa rivolta di Masaniello34. Bisogna poi tenere presente che, a partire dal 1615, era in funzione presso la Dogana delle Pecore di Puglia, il sistema della transazione. In sostanza, essendo venuta a diminuire la concorrenza tra grano e lana, che aveva caratterizzato la seconda metà del xvi secolo —a causa della riduzione demografica verificatasi nel Regno di Napoli— la Regia Corte si trovò nell’impossibilità di sostenere il meccanismo delle “pecore in aerea”, ossia la professazione (dichiarazione ai fini fiscali) di un numero considerevolmente maggiore di animali, da parte dei locati per accaparrarsi i pascoli e sottrarli alla cerealicoltura. Per tale motivo, il reggente della Regia Camera della Sommaria, Berardino Ramirez de Montalvo, marchese di San Giuliano su incarico del vicerè Pedro Fernández di Castro, conte di Lemos, procedette ad una transazione — ossia un accordo economico — con i locati (Marino, 1992: 70-71)35. Così facendo, i proprietari di pecore si sottraevano alla dichiarazione del numero di animali da far svernare nei pascoli pugliesi, versando alla Regia Corte una somma annua fissa concordata in 182.000 ducati oltre un donativo di 10.000 ducati (Musto, 1964: 44-46). Questa soluzione, introdotta per i suoi effetti anticiclici, ben accettata dai locati in una fase di lenta ripresa della produzione dei prodotti pastorali, cominciò a divenire onerosa nel momento in cui si verificò un ristagno del mercato, e una graduale espulsione dallo stesso dei piccoli proprietari non più in grado di competere (Marino, 1981: 315-316). Non bisogna poi dimenticare che tutto il settore primario del Regno di Napoli patì una profonda crisi economica durante il xvii secolo, dovuta ad una sostanziale incapacità di trasformare in senso capitalistico l’agricoltura, soprattutto cerealicola, che aveva, invece, assicurato ampi profitti durante il secolo precedente; ciò a causa del persistere dei numerosi vincoli feudali36. 34. I disordini che scoppieranno, violentissimi anche a Foggia, e avranno come centro la sede della Dogana sono ampiamente documentati da Marino (1992:57-ss). Sulla rivolta di Masaniello si veda: Musi (1989). 35. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, libro 1658. 36. Numerosi sono gli studi sulla crisi economica del Regno di Napoli nel xvii secolo, fra i tanti si segnalano Romano, (1962) (1976); De Rosa (1987) (1999). 100 Rob erto Rossi Inoltre, si comincia a manifestare in maniera sempre più preoccupante il fenomeno della “proprietà assenteista”, maggiormente interessata alla mera percezione di rendite fondiarie e, sempre meno all’investimento di tali rendite nel sistema produttivo37. A questa già drammatica situazione, va poi aggiunta la sensibile diminuzione del prezzo medio della lana che dai 33,5 carlini del 1635 era passato, secondo i dati forniti da John Marino, ai 21,5-27 carlini in media al rubbio, scoraggiando nuovi investimenti nel settore, soprattutto a seguito di un ridimensionamento della domanda di materia prima da parte del mercato italiano (Marino, 1992: 68-69)38. Del resto, il crescere della pressione fiscale del governo di Madrid, funzionale alla ormai inutile politica di potenza di Filippo IV, aveva esacerbato gli animi di una popolazione ridotta quasi alla sussistenza e, congiuntamente ad una fase di trend negativo per l’intera economia europea, aveva sensibilmente ridotto il livello dei consumi nel Regno di Napoli39. In tal senso, sono esemplificativi i risultati delle registrazioni 37. Dopo la rapida crescita sperimentata nel secolo xvi, l’agricoltura meridionale, soprattutto la cerealicoltura che si era notevolmente accresciuta per sostenere i bisogni di una popolazione in rapido aumento ed una crescente domanda internazionale, avvertì drasticamente la riduzione demografica del secolo xvii e, con essa, la mutata politica granaria della monarchia spagnola. Con l’aprirsi della crisi seicentesca, difatti, la corte di Madrid preferì indirizzare la produzione granaria al mercato interno, soprattutto napoletano, con il fine di assicurare la sussistenza alla popolazione nell’ottica del “buon governo” (De Rosa, 1999: 47- et s.). 38. A metà del Seicento tutto il complesso meccanismo della dogana era pressoché in sfacelo: e non fu estranea a questa crisi, insieme al forte aumento della fida, alle vaste usurpazioni di territori del Tavoliere ed alle difficoltà del mercato della lana, anche l’insistente pressione baronale (Villari, 1967: 10-11). 39. La situazione economica del Regno fu aggravata dal peggiorare dei tassi di cambio del ducato napoletano nei confronti delle monete di riferimento sui mercati internazionali, soprattutto delle materie prime come la lana, e se nel 1620 per 168 ducati napoletani si ottenevano 100 scudi, nel 1645, 2.666 scudi venivano cambiati contro 4.533 ducati napoletani (Faraglia, 1878: 162-163). A Foggia, sede doganale e dell’unico mercato laniero di rilievo internazionale sul territorio del Regno, i moti masanielliani non Trash umanc ia en el Medit erráneo 101 relative agli enti ecclesiastici nel 1645, che subiscono un rallentamento, con 41.870 libbre di lana prodotta, il 16,20% in meno rispetto a dieci anni prima; ma ancora più rilevante è la riduzione registrata dai nobili passati dalle 82.047 libbre del 1635 alle 33.214 del 1645, ben il 59,5% in meno40. Anche in tale situazione di crisi si può verificare, comunque, la presenza di investitori “forti”, quali la Casa Santa dell’Annunziata che infondaca 10.469 libbre di lana e il Principe di San Severo —appartenente alla famiglia dei di Sangro, già Doganieri di Foggia— con ben 12.687 libbre infondacate41. L’ultima notazione per l’anno 1645 riguarda i locati “borghesi”, anche la produzione loro ascrivibile è diminuita dalle 29.025 libbre del 1635 alle 21.826 di dieci anni dopo, ma si rileva la persistenza di alcuni proprietari che, probabilmente, tendono a specializzarsi nell’investimento in lana, mantenendo il proprio livello produttivo intorno alle 3.000 libbre annue42. Il decennio intercorso tra il 1665 ed il 1675 è un periodo di floridezza e di profonda ristrutturazione dell’amministrazione doganale foggiana. Le pecore registrate nel 1667 ai fini dell’assegnazione dei pascoli demaniali ammontarono a ben 1.115.890 capi, un numero rilevante per furono meno virulenti che nella Capitale. In tal senso è sintomatico l’assalto della popolazione —soprattutto carrettieri, terrazzieri e poveri locati, è pertanto assolutamente assente la classe media— al palazzo della Dogana delle Pecore, con il fine di distruggere le scritture contabili sulle quali erano annotati i debiti con l’erario dei locati stessi, e gli atti giudiziari, di maniera da cancellare eventuali “pendenze” con la giurisdizione doganale (Marino,1992: 70 et s.). 40. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2021. 41. La parabola ascendente della famiglia di Sangro è emblematica per descrivere l’intreccio di interessi esistenti tra grande nobiltà terriera napoletana, esercizio di funzioni pubbliche e attività commerciali (Marino, 1992: 61). Naturalmente, i di Sangro avevano ben capito la valenza economica generata dal meccanismo doganale e seppero trarre ampio profitto anche dall’affitto degli erbaggi ordinari alla Regia Corte, tant’è che da una registrazione del 16 maggio 1638, risultano pagati al Principe di San Severo ben 1.508 ducati per “affitto di erba”. ASN, Camera della Sommaria, Partium Menepecudum, fasc. 2307, f. 451. 42. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2021. 102 Rob erto Rossi il xvii secolo, seppure neanche lontanamente comparabile al secolo precedente, quando la Dogana delle Pecore arrivò, nel 1578, a dispensare erbaggi per 2.923.691 pecore43, ma sicuramente ben al di sopra della terribile crisi che aveva colpito l’industria della pastorizia regnicola nella prima metà del Seicento44. Per l’anno 1665, essendo disponibile la serie completa delle registrazioni relative alle paranze dell’Aquila (lana bianca e nera) e Castel di Sangro, il nostro resoconto si avvale anche dei dati relativi alla produzione di quella particolare qualità di lana, la nera, appunto, non particolarmente pregiata, ma ampiamente richiesta dagli enti ecclesiastici. Le 258.596 libbre complessive di lana nera infondacata ci permettono di rilevare come l’apporto degli enti ecclesiastici risulti inferiore al 10% della produzione totale e la distribuzione dei produttori sia a tutto vantaggio dei locati “particolari”. Questi esempi sono il chiaro indice di una proprietà diffusa in cui ancora non si è manifestato il fenomeno di accentramento produttivo dovuto all’“offensiva feudale” ed alla presenza —così come si è cominciato a vedere nel caso della lane di migliore qualità quali la maggiorina e l’aenina— di nobili e grandi enti religiosi45. Il fenomeno della “rifeudalizzazione”, inteso come un inasprimento del peso della feudalità, nel Regno di Napoli si manifestò più palesemente 43. Biblioteca Nacional de Madrid (d’ora in poi BNM), Ms. 1093 Discurso en raçon de la aduana de las pecoras de la Pulla en Reyno de Napoles tocante al patrimimonio Real de España traducido de lengua Ytaliana por el licenciado Balthasar Porreno y dedicado al Rey don Philippe Tercero. In una relazione inviata al connestabile di Milano, il Presidente del Sacro Regio Consiglio Vincenzo de Franchis, annotò la presenza di 4.286.380 pecore nei pascoli demaniali del Tavoliere nel 1598, il massimo mai raggiunto. BNM, Ms. 2659, Relacion general de las cosas del Reyno de Napoles embiada del presidente Vicencio de Franchis al Condestable a Milan, diziembre 1599. 44. Già nell’inverno del 1611-1612, la produzione laniera napoletana aveva patito una drastica riduzione del patrimonio ovino a causa delle rigidissime condizioni atmosferiche. Da una relazione di G.B. della Chiesa al Re Filippo IV, risultano essere stati dispensati, nel 1638, erbaggi necessari a sole 610.000 pecore. BRAH, Ms. 9-5-2 (n° K 94). 45. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2073. Trash umanc ia en el Medit erráneo 103 a seguito dei moti masanielliani e, soprattutto, della pestilenza del 165646. In realtà un fenomeno simile aveva colpito l’intera Europa, vittima di un calo demografico, dovuto appunto al morbo che, in quel secolo imperversò ampiamente. La riduzione delle attività manifatturiere e della produzione agricola, di certo, influì sul livello della rendita feudale percepita dai baroni; in assenza di una politica economica nazionale, volta a favorire la ripresa —agendo, magari, sulla leva fiscale e su quella monetaria— la feudalità meridionale, ampiamente parassitaria e assenteista, non trovò altra soluzione per stabilizzare le proprie rendite, se non aumentare la pressione sui produttori diretti, braccianti, salariati e piccoli artigiani sottoposti al controllo feudale (Marx,1970: 514 et s.). Le registrazioni tratte dalla paranza di Sulmona per il 1675, offrono un campione di quella “offensiva feudale” appena descritta. Dei quattro nobili registrati, per un totale di 17.662 libbre di lana nera, solo il Marchese del Vasto, appartenente alla potentissima famiglia dei d’Avalos, può mettersi in concorrenza con l’altro grande produttore registrato a Sulmona, Liberatore Camillo di Roccaraso —non nobile— che infondaca ben 11.997 libbre complessive di lana47. Sempre ridotto risulta, in termini quantitativi e numerici, l’apporto dei produttori di origine “borghese”. Le 8.788 libbre di lana registrate dalla paranza di Sulmona nel 1675 sono frutto di due sole infondacature ad opera di Don Franco Pitassi di Pescocostanzo —famiglia già attiva nel mercato laniero negli anni precedenti— e Gio. Tommaso Manzi, sempre di Pescocostanzo e proveniente, anch’egli, da una famiglia di “borghesi” con interessi consolidati nel mercato della lana foggiana48. L’analisi sulla produzione laniera nel Regno di Napoli, per il 1675, può avvalersi anche dei rilevamenti tratti dal libro dei pesatori di lana della paranza dell’Aquila e di Castel di 46. Sugli effetti della pestilenza si veda De Renzi (1866). 47. Il Camillo registrò 10.107 libbre di lana maggiorina e 1.890 di aenina. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2074. 48. Don Franco Pitassi infondacò 2.600 libbre di lana maggiorina e 258 di aenina, mentre il suo conterraneo Manzi ne infondacò 5.276 di maggiorina e 654 di aenina. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2074. 104 Rob erto Rossi Sangro che, affiancando Sulmona, ci permettono di delineare un quadro più preciso dei produttori. Risulta di particolare interesse la presenza tra le fila degli enti ecclesiastici dell’Abbazia di San Leonardo di Manfredonia, che si colloca fra i maggiori produttori lanieri; tant’è che le 25.270 libbre infondacate sono pari al 41,3% della produzione degli enti ecclesiastici presenti nella sola paranza dell’Aquila e all’8% della lana ascrivibile al totale delle istituzioni religiose nel 1675, pari a 312.538 libbre. Appare evidente, infine, come la suddetta abbazia sia, in termini assoluti, il secondo produttore laniero del Regno, preceduto dal solo duca d’Andria (Rossi, 2007:126). Per il 1695, le registrazioni delle infondacature dei nobili presso la paranza dell’Aquila ci permettono di capire che il registro del capoluogo marsicano è la fonte migliore per conoscere la partecipazione della grande nobiltà al mercato laniero. Di fatti, le presenze di titolati quali il già menzionato Duca d’Andria con 26.039 libbre, il Barone Francesco del Giudice con 13.666 libbre, la Principessa di Torella con 11.170 libbre, ma anche i baroni Troiano Marulli e Marco Quarto —esponenti della nobiltà terriera della provincia di Terra di Bari— fanno ben comprendere l’interesse esercitato sul Primo Stato dalla produzione laniera. Il dottor Giuseppe Anielli di Santo Stefano risulta essere l’unico produttore di origine non nobile registrato nella paranza dell’Aquila con 10.469 libbre di lana, a significare la presenza di uno “zoccolo duro” di proprietà eminentemente ecclesiastica da un lato e, dall’altro, una diffusione della proprietà delle greggi fra “poveri locati”49. L’ultimo dato per l’anno in questione riguarda la paranza di Castel di Sangro dove, su un totale di 346.704 49. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2075. La distinzione fra poveri locati e ricchi proprietari, soprattutto agricoli, è una costante dell’intero mondo pastorale. A dispetto delle evidenze, fornite dai dati doganali analizzati in questo lavoro, i proprietari di pecore continuarono a proporre— nelle controversie e davanti al potere costituito— un’immagine di povertà bucolica e di profondo radicamento alla terra. Ciò in netto contrasto con l’immagine dei proprietari terrieri e dei mercanti, dediti al solo profitto. In tal modo si darà vita ad un conflitto strutturale, dato il particolare sistema della transumanza, che non manca di divenire particolarmente acuto in alcune fasi della lunga età moderna. Russo (op. cit., pp. 29 e s.). Trash umanc ia en el Medit erráneo 105 libbre, ben 102.544, il 29,5%, sono prodotte da proprietari ecclesiastici, con esempi davvero ragguardevoli, quali le Cappelle del SS. Sacramento di Pescasseroli, di Vastogirardi e di Castel di Sangro, al pari della Cappella della Madonna Santissima di Loreto di Caparacotta e con un livello produttivo che si aggira, in media, sulle 3.536 libbre (Rossi, 2007: 128). A differenza della paranza dell’Aquila, la proprietà in mano nobiliare, registrata nella paranza di Castel di Sangro, per il medesimo 1695, risulta composta per la quasi totalità da nobiltà di provincia che, con l’eccezione del Principe di Melfi, sembra impiegare i propri capitali nella produzione laniera come investimento residuale, rispetto a quello principale della proprietà terriera50. Le registrazioni della paranza di Sulmona relative all’anno 1695 rafforzano il ruolo della grande proprietà nobiliare ed ecclesiastica, ed in tal senso sono da inquadrare le 137.281 libbre prodotte dagli enti religiosi, pari al 23% dell’intera produzione registrata dalla paranza. Con una produzione media di 4.160 libbre e le presenze, ormai consolidate, della SS. Annunziata di Sulmona e del SS. Sacramento di Frattura che, con 18.858 e 14.088 libbre di lana prodotta rispettivamente, sono la migliore conferma del fenomeno di accentramento della produzione di lana maggiorina nelle mani di un’oligarchia di produttori medio-grandi (Rossi, 2007: 151). Di segno completamente opposto è l’andamento, per il campione relativo al 1695 della sola paranza di Sulmona, della produzione laniera ascrivibile a proprietari nobili che registrano un volume di 103.146 libbre, rappresentano oltre il 17% dell’intera produzione registrata dalla paranza. Inoltre, la produzione media si attesta sulle 9.000 libbre, con l’esempio notevole del Principe di San Severo che diventa il principale produttore laniero, con le sue 21.652 libbre di lana prodotta, del Marchese del Vasto con circa 18.000 libbre e del Duca di Casoli con 15.664 libbre51. 50. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2076. 51. Ibidem, p. 154. 106 Rob erto Rossi Anche per ciò che riguarda i produttori “borghesi”, la tendenza è similare rispetto a quanto descritto per i nobili. A confronto del misero risultato registrato per tale categoria nel 1690, la paranza di Castel di Sangro annota, per il 1695, ben 40.816 libbre di lana prodotte da locati “borghesi”. Si tratta di appartamenti al ceto borghese di origine locale, profondamente radicato sul territorio e, probabilmente, con interessi diversificati tra l’esercizio di professioni liberali, la proprietà terriera, l’acquisto di rendite pubbliche e la produzione laniera52. Il campione relativo all’anno 1695 si chiude con le registrazioni della paranza aquilana relative alla lana bianca e a quella nera. L’aumento di circa 10.000 libbre nella produzione laniera registrate nel libro dell’Aquila, sottolinea la tendenza alla crescita del mercato a partire dalla metà del secolo xvii e lo scostamento definitivo rispetto alla crisi economica che aveva caratterizzato gran parte del secolo. L’aumento maggiore del livello produttivo della paranza dell’Aquila lo registrano, piuttosto, i produttori nobili che, nel 1695, si attestano sulle 81.193 il 17% dell’intera produzione della paranza. Anche i produttori borghesi segnano un interessante aumento della produzione laniera a loro ascrivibile a circa 43.000 libbre (Rossi, 2007: 158-162). Le risultanze dei libri dei pesatori di lana delle quattro paranze per il 1700, registrano la considerevole cifra di 2.235.613 libbre complessive di lana prodotta e ci permettono di avere un dato conclusivo dell’andamento secolare. La produzione laniera della Dogana delle Pecore di Foggia, in mancanza di dati certi, sembra avvicinarsi a quelle che dovevano essere le performances produttive del xvi secolo, quando i mercanti fiorentini e veneti si contendevano sul mercato foggiano la lana prodotta dagli armenti provenienti dall’Abruzzo. In tale solco si colloca il risultato totalizzato dagli enti ecclesiastici registrati nella paranza di Castel di Sangro per il 1700 che produssero ben 136.888 libbre fra lana maggiorina e aenina. L’incremento rispetto al 1695 è notevole, 52.894 libbre, pari al 63%, con una produzione media di 4.562 libbre, il 20% in più rispetto al dato medio del 1695 (Rossi, 2007: 163). Un aumento notevole è registrato 52. ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2147. Trash umanc ia en el Medit erráneo 107 anche dai produttori di origine nobile che infondacano lana nella paranza di Castel di Sangro. Il risultato record per il 1700 è di ben 197.594 libbre, con esempi quali don Giovanni d’Avalos Principe di Troia, che infondaca 75.340 libbre di lana (il 38% dell’intera produzione ascrivibile ai locati nobili di Castel di Sangro e l’11% del prodotto dell’intera paranza), confermando, così, il proprio primato di maggior produttore. Su posizioni inferiori, anche se di tutto rispetto, si collocano il Principe di Santobono ed il Principe della Torella, entrambi appartenenti a rami differenti della famiglia Caracciolo. Sostanzialmente stabile la quantità di lana infondacata da produttori non nobili 44.956 libbre, ma con una media di circa 6.000 libbre, che ci conferma una crescita del livello produttivo e del consolidamento sul mercato53. I risultati che ci fornisce, invece, la paranza di Sulmona per il 1700 sono in controtendenza rispetto alle altre tre paranze; infatti, la produzione complessiva di lana è passata dalle 613.373 libbre del 1695 alle 544.222 del 1700, con una riduzione del 12%. Questa riduzione è riscontrabile innanzitutto nel totale prodotto dagli enti ecclesiastici, che sono passati dalle 137.281 libbre del 1695 alle 68.332 del 1700, con una perdita netta del 50%. Del resto, i produttori sono passati da 33 a 19 con una media di lana prodotta di circa 3.500 libbre. Anche i nobili hanno ridotto la quantità di lana infondacata nei magazzini foggiani in occasione della fiera primaverile del 1700; infatti, sono passati da 103.146 libbre prodotte nel 1695 a 91.512, seppure resistono le posizioni del Principe di San Severo, del Marchese del Vasto e del Duca di Casoli. La paranza di Sulmona, da caso esemplare per la verifica del processo di rifeudalizzazione nell’economia del Regno di Napoli, sembra aver lasciato i maggiori spazi di manovra sul mercato laniero ai produttori “particolari” che con quasi 400.000 libbre di lana, rappresentano ormai il 70% della lana registrata nei fondaci foggiani (Rossi, 2007: 167-170). 53. 108 ASFg, Dogana delle Pecore, serie V, fasc. 2169. Rob erto Rossi Tabella 2. Dimensione dei produttori per categoria di grandezza. paranza di Sulmona (1632-1695). Quantità espresse in libbre. Categoria/Anno 1623 1635 In libbre quantità % sul totale Numero produttori % sul totale quantità % sul totale Numero produttori % sul totale Fino a 1.000 1.000 - 5.000 5.000 - 10.000 10.000 - 20.000 Oltre 20.000 TOTALE 113.537 170.954 62.538 12.295 0 359.324 31,5% 47,5% 17,5% 3,5% 0 100% 498 84 11 1 0 594 83,8% 14,2% 1,9% 0,1% 0 100% 89.817 243.747 127.248 14.661 20.554 496.027 18,1% 49,2% 25,6% 2,9% 4.2% 100% 268 113 20 1 1 403 66,5% 28,1% 5,0% 0,2% 0,2% 100% In libbre quantità % sul totale Numero produttori % sul totale quantità % sul totale Numero produttori % sul totale Fino a 1.000 1.000 - 5.000 5.000 - 10.000 10.000 - 20.000 Oltre 20.000 TOTALE 71.358 196.727 77.044 31.989 24.329 401.447 17,7% 49,0% 19,2% 8,1% 6,0% 100% 163 87 11 3 1 265 61,6% 32,8% 4,1% 1,1% 0,4% 100% 57.953 201.364 90.331 96.978 0 446.626 13,0% 45,0% 20,2% 21,8% 0 100% 122 87 14 7 0 230 54,1% 37,4% 5,8% 2,7% 0 100% In libbre quantità % sul totale Numero produttori % sul totale quantità % sul totale Numero produttori % sul totale Fino a 1.000 1.000 - 5.000 5.000 - 10.000 10.000 - 20.000 Oltre 20.000 TOTALE 37.213 207.867 116.240 58.177 0 211.630 8,8% 49,6% 27,8% 13,8% 0 100% 61 80 17 4 0 162 37,6% 49,4% 10,5% 2,5% 0 100% 27.523 179.796 90.737 93.816 35.967 427.839 6,4% 42,0% 21,2% 22,0% 8,4% 100% 49 74 14 6 1 144 34,0% 52,0% 10,0% 3,3% 0,7% 100% quantità % sul totale Numero produttori % sul totale quantità % sul totale Numero produttori % sul totale 22.561 287.421 150.356 131.383 21.652 613.373 3,6% 47,0% 24,5% 21,4% 3,5% 100% 34 117 22 9 1 183 18,5% 64,2% 11,9% 4,9% 0,5% 100% 14.000 238.158 145.745 103.642 41.677 543.222 2,6% 43,8% 26,8% 19,1% 7,7% 100% Categoria/Anno 1650 Categoria/Anno 1675 Categoria/Anno Fino a 1.000 1.000 - 5.000 5.000 - 10.000 10.000 - 20.000 Oltre 20.000 TOTALE 1665 1680 1695 1700 23 98 21 8 1 151 15,2% 65,0% 14,0% 5,2% 0,6% 100% Fonte: Rossi (2007) Il processo di accentramento dei produttori di lana, manifestatosi durante il Seicento e che con alcune esemplificazioni abbiamo provato a tracciare può essere sintetizzato nella tabella precedente. Nella stessa i produttori Trash umanc ia en el Medit erráneo 109 registrati presso la paranza di Sulmona sono stati divisi in 5 classi dimensionali in base alle quantità medie di lana prodotte, verificando la quantità prodotta per ciascuna categoria in percentuale sulla produzione totale e in base al numero di produttori appartenenti alla categoria in percentuale sul totale dei produttori registrati. Ben visibili sono i segnali di consolidamento del mercato, dovuto al progressivo “compattamento” dei produttori che si rileva, dalla riduzione del peso specifico dei produttori rientranti nella prima categoria (fino a 1.000 libbre) ridottisi dal 31,5% del 1623, come quantità prodotta, al 2,6% del 1700. In termini numerici i piccoli produttori sono diminuiti dall’83,8% del totale del primo campione al 15,2% del 1700. Molto più stabile e compatto risulta il gruppo dei produttori medio-piccoli che si mantiene, per tutto il secolo intorno al 43-45% a sostegno della tesi dell’esistenza di una base di produttori, costituito da proprietari “particolari” —gruppo che numericamente si rafforzò sempre di più nel corso del xvii secolo— che, di fatto, riuscì a controllare quasi la metà della produzione della paranza di Sulmona. L’espansione della categoria di produttori medio grandi (5.000-10.000 libbre) ci fà presumere un’immissione di capitale nella produzione di lana che, superata la crisi ecologica del 1611-1612, cresce fino agli avvenimenti del decennio 1647-1656. Solo con il ristabilirsi della tranquillità, gli investimenti produttivi nel settore laniero tornano ad espandersi. Le ultime categorie di produttori esaminate hanno caratteristiche differenti rispetto alle altre. Ci troviamo, infatti, di fronte ai grandi proprietari di masserie armentizie, nobili ed ecclesiastici. Sono gli autori della cennata “feudalizzazione” del mercato laniero. Stando all’esempio fornitoci dalla paranza di Sulmona, questo processo di accentramento produttivo, in capo a pochi e forti produttori, ha il suo picco, come si può vedere dalla tabella 2, durante il punto di minimo produttivo raggiunto dalla paranza in occasione della rivolta di Masaniello nel 1647 e della successiva pestilenza del 1656. Almeno per ciò che riguarda Sulmona, il processo di “feudalizzazione” e di sostanziale trasformazione del mercato, tenderà a stabilizzarsi nell’ultimo quarto del secolo quando, probabilmente, i grandi produttori si troveranno con il capitale fisso immobilizzato in un settore poco flessibile —e che quindi non permetteva rapidi disinvestimenti— ma in una fase di espansione del mercato. 110 Rob erto Rossi Bibliografia Abulafia, D. (1991), Le due Italie. Relazioni economiche fra il regno normanno di Sicilia e i comuni settentrionali, Napoli. Caruso, A. 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Depuis des siècles, ils affrontent les caprices du temps dans leur quête perpétuelle de l’herbe qui nourrira leurs bêtes. Dans son ouvrage La vie pastorale dans les Alpes françaises, le géographe Philippe Arbos soulignait que “les troupeaux transhumants ne circulent que sous la conduite de bergers, ce qui justifie bien le nom de transhumance appliqué à leurs migrations” (1922: 563). Dans les années 80, un berger cévenol que j’ai longuement accompagné lors de ses montées 1. Directrice de recherche au CNRS, Laboratoire d’anthropologie sociale, Paris. 2. J’avais donné ce titre en 1980 à un livre pour enfants racontant une saison de transhumance estivale. Trash umanc ia en el Medit erráneo 117 en estive, un de mes “informateurs privilégiés”, l’exprimait à sa façon au moment où il se voyait contraint d’arrêter un métier qui était toute sa vie: “c’est la fin des bergers, des moutons il y en aura toujours, mais sans les bergers il n’y aura plus de transhumance”. Heureusement, la transhumance n’est pas encore devenue “une relique du passé”; dans le Bassin méditerranéen, espace par excellence de cette forme d’élevage, elle est même en passe de devenir “une pratique d’avenir” face à de nouvelles contraintes3. Si la transhumance méditerranéenne est, selon le géographe Raoul Blanchard4, “fille de la montagne”, le berger de transhumance a souvent été lui-même un montagnard venu chercher de l’embauche auprès des “capitalistes” de la plaine, c’est-à-dire de ceux qui possèdent un important “capital” fait de nombreuses têtes de “cheptel”5. Ces bergers montagnards, parfois venus d’ailleurs comme les Piémontais loués dans la Crau provençale (Lebaudy, 2000), possèdent un véritable savoir de l’”estive” et n’ont pas besoin d’apprivoiser cet espace à part, ses dangers mais aussi ses richesses, les pâturages qui s’étendent à perte de vue, l’or vert de la montagne. 1. Bergers et éleveurs Sur mon premier terrain d’enquête, en Cévennes, tous ceux qui s’occupaient des moutons se disaient bergers, qu’ils soient propriétaires des bêtes ou gardiens salariés de troupeaux, qu’ils aient quelques dizaines ou plusieurs centaines de brebis. Beaucoup étaient pluriactifs, associant des activités agricoles à un petit élevage de moutons, parfois de chèvres. Ils se définissaient aussi comme transhumants, se mettant à la place des 3. Je reprends ici à dessein le titre interrogatif du colloque publié par la Maison de la Transhumance de St Martin-de-Crau en 2002, “Transhumance. Relique du passé ou pratique d’avenir ?” dont le sous-titre est “Etat des lieux d’un savoir-faire méditerranéen en devenir”. 4. On lui doit une œuvre monumentale sur Les Alpes occidentales (19381956). 5. Cette correspondance entre capital et cheptel, entre pecu (le bétail) et pecunia (l’argent), est montrée dans Benveniste (1969, tome 1: 60). 118 Anne-Marie B riseb arre brebis qu’ils confiaient pour l’été à un entrepreneur de transhumance, un troupelier spécialiste de l’estivage des moutons. De l’aide berger au maître-berger, aussi appelé majoral ou baile en Provence, une véritable hiérarchie organise la société pastorale transhumante. A sa tête, l’entrepreneur passe contrat avec les éleveurs d’une région, choisissant de prendre en charge les bêtes d’un propriétaire en fonction de la race des moutons, de leur état sanitaire et du système d’élevage, en particulier de la période choisie pour l’agnelage. Il s’occupe de la location des pâturages et de l’engagement des bergers salariés. Chaque jour, il décide avec eux du “plan de pâturage” des différents troupeaux. Il doit aussi faire face à tous les incidents ou accidents qui guettent les bêtes et les hommes durant le voyage et le séjour. Parmi ces spécialistes, on appelle “grands transhumants” quelques éleveurs qui sont “dans le mouton” depuis des générations. Ils ne sont pas forcément propriétaires de très gros troupeaux et ne parcourent pas obligatoirement un long chemin pour gagner leurs pâturages. Mais leur expérience et leur savoir pastoral sont reconnus par tous. Les éleveurs d’un village ou d’une vallée engagent parfois collectivement un berger pour s’occuper à l’année du troupeau rassemblant leurs brebis. Certains de ces bergers communs sont eux-mêmes propriétaires de moutons ; d’autres n’ont jamais possédé de bêtes, se contentant de garder celles des autres. Autrefois, ils étaient souvent célibataires et étaient logés et nourris à tour de rôle, en dehors de la période de transhumance, par les propriétaires des moutons qu’ils gardaient (Brisebarre, 1978; BrunhesDelamarre, 1970). Dans les Alpes du Sud, il arrivait que le troupeau collectif soit gardé à l’estive successivement par les différents éleveurs, ou même qu’il soit laissé sans gardien sur un alpage escarpé, ce qui est devenu impossible depuis que les loups sont revenu dans la région il y a une quinzaine d’années (Mauz, 2005). 2. Les réseaux pastoraux L’organisation de la transhumance est le plus souvent une affaire collective. Ces regroupements de troupeaux s’appuient depuis des générations Trash umanc ia en el Medit erráneo 119 sur des corporations ou des communautés dont le rôle a longtemps été de réglementer l’usage des parcours en fixant la date de départ en transhumance, la circulation sur les chemins —l’ordre de passage des troupeaux et les étapes pour éviter les mélanges— ou la date d’entrée sur les pâturages mis en défens. L’accès à l’eau d’abreuvement, lorsqu’elle était rare, pouvait aussi faire l’objet d’une réglementation. Pour protéger les bêtes et les gens pendant le voyage, en particulier lors de la traversée d’espaces sauvages habités par les esprits, des rituels (bénédictions, pèlerinages, fêtes votives) étaient organisés, ces moments de rassemblement étant aussi souvent l’occasion de tenir des foires, mêlant ainsi intimement religion et économie (Durand-Tullou, 1981). Certains réseaux informels d’entraide s’appuient sur différentes formes de proximité: proximité familiale (les parents proches ou éloignés), proximité de résidence (les voisins, ceux du même village ou de la même vallée), proximité de système d’élevage (les éleveurs ayant des troupeaux composés d’animaux de même race, agnelant à la même période…). Ces réseaux d’entraide sont précieux lorsqu’il faut administrer un traitement aux animaux en cas d’épizooties, les vacciner, les baigner pour les déparasiter, les tondre, manipulations nécessitant un renfort de bras (Brisebarre, 1986). C’est aussi au sein de ces réseaux qu’on se regroupe préférentiellement pour la transhumance, car le mélange des troupeaux risque de transmettre des maladies en cas de mauvais état sanitaire d’un troupeau (Brisebarre, 1994). Aujourd’hui des groupements pastoraux institutionnels se sont développés, en particulier dans le cadre des Parcs nationaux et régionaux sur lesquels se trouve une grande partie des terrains d’estivage (Rieutort, 2006). Ils permettent d’obtenir des baux de location des pâturages, d’y faire des travaux d’amélioration, d’aménager les cabanes de transhumance pour les rendre un peu plus confortables (constructions en pierre remplaçant les cabanes en bois, panneaux solaires permettant de disposer d’eau chaude…), et même de transporter par hélicoptère jusque sur les alpages d’altitude le matériel pastoral et le sel nécessaire aux bêtes ou les clôtures électrifiées pour mettre la nuit le troupeau à l’abri des loups ou des ours. 120 Anne-Marie B riseb arre 3. Le berger transhumant, médiateur culturel Dans les grands massifs montagneux, les transhumants ont toujours été des passeurs de frontières, se jouant des limites établies par les Etats et de leurs gardiens, les douaniers. Circulant d’un pays à l’autre à la recherche de grands espaces, ces transhumances internationales se sont produites durant des siècles. Certaines ont encore lieu, dans les Alpes entre le sud de la France et le nord de l’Italie, mais aussi dans la chaîne pyrénéenne entre les vallées françaises, andorranes et espagnoles. Du fait de cette mobilité, ces bergers jouent le rôle d’intermédiaires entre les différentes régions qu’ils traversent et où ils vivent pendant quelques mois chaque année. Ils participent à la circulation des savoirs et des savoir-faire, à la transmission de plantes et de leur utilisation d’une zone écologique à une autre. Ils sont aussi vecteurs de la diffusion des cultures locales, de leurs traditions, de la littérature orale et des parlers. De plus, de nombreuses croyances nées de leur fréquentation des lieux inhabités ont fait d’eux des hommes dont on craignait les pouvoirs hors du commun: berger sorcier, brèish, domptant les forces de la nature, berger armièr communiquant avec les âmes des morts, berger guérisseur, endevinaire, et rebouteux des bêtes mais aussi des gens (Piniès, 1983: 45 et s., 153 et s., 241 et s.). Mais le berger est d’abord une figure biblique, reliée aux débuts de l’histoire de l’humanité, et reprise dans les trois Religions du Livre au travers d’Abel, le premier pasteur fondateur du sacrifice, et d’Abraham et du sacrifice inaccompli de son fils, Isaac pour les juifs et les chrétiens, Ismaël pour les musulmans. Dans les deux cas, c’est un mouton qui sera substitué à l’enfant, victime désignée pour le sacrifice (Brisebarre, 1998). 4. Savoirs et savoir-faire des bergers Fondé sur l’observation du comportement des bêtes et la connaissance du pâturage, le métier de berger transhumant nécessite de maîtriser de multiples savoirs et savoir-faire. Contrairement à l’image que les touristes en ont, ce n’est pas un métier de routine car il s’exerce sur des animaux vivants dans un espace de nature soumis aux caprices du temps: chaque Trash umanc ia en el Medit erráneo 121 jour est donc différent et le berger doit réagir rapidement à des situations inattendues ou à des évènements soudains mettant en péril la santé ou même la vie des moutons. L’apprentissage des jeunes s’est longtemps fait uniquement au sein des familles, par imitation du père ou du grand-père: à celui des enfants qui était nascut ambe un moton dins lo ventre, “né avec un mouton dans le ventre”, préférant passer son temps au milieu des bêtes plutôt qu’à jouer, à celui aussi que les moutons reconnaissaient comme un futur berger à cause de ses gestes précis et mesurés et de sa voix calme, revenait le troupeau familial. Car un vrai berger comprend ses moutons et communique avec eux; il les conduit en respectant leurs besoins et en les contraignant le moins possible, car c’est ainsi qu’ils “profitent” le mieux. Pratiquement sans outil, mettant en œuvre tous les sens, le métier de berger est d’abord un métier de “soignant”. Isolé sur l’estive, le berger transhumant ne peut compter que sur lui-même. Aussi, depuis des générations se transmettent des recettes pour soigner les bêtes, plantes médicinales mais aussi techniques de petite chirurgie. De longue date, ces vétérinaires empiriques ont découvert par l’observation certains principes utilisés en médecine humaine. Et s’ils ne savent pas qu’en serrant avec une tresse de laine la queue du mouton qui a une infection pulmonaire, ou en mettant un morceau de racine d’Ellébore fétide ou un lacet de cuir dans l’oreille de la brebis dont l’œil est infecté, ils appliquent le “principe de dérivation”, ils connaissent l’efficacité de ces méthodes traditionnelles. Certains sont des spécialistes, maîtrisant parfaitement une technique ou possédant un don de guérissage “au secret” comme celui de “conjurer” les bêtes mordues par les vipères ou les agneaux atteints par le muguet (Brisebarre, 2006). Observateurs de la nature, les bergers connaissent aussi les vents, les nuages et les étoiles ; ils savent décrypter les signes annonçant les changements météorologiques en regardant les plantes, les animaux sauvages, ou même le comportement des animaux du troupeau (Landais et Desfontaines, 1988; Landais, 1991). Infatigables arpenteurs des pâturages, les bergers transhumants connaissent parfaitement leur territoire de parcours et sont chez eux en bas comme en haut, la draille servant de trait d’union entre leurs deux espaces 122 Anne-Marie B riseb arre de vie et de travail6. Les brebis ont également la mémoire de leurs lieux de pâturage, elles en connaissent les bons coins, les herbes goûteuses, et il faut toute l’autorité du berger pour leur faire “manger” les portions les moins savoureuses. Elles sont d’ailleurs capables de prendre seules la draille, sans attendre le berger, ou de décider de quitter la montagne prématurément pour redescendre dans les plaines si le froid s’installe. En Corse, les éleveurs utilisaient cette compétence des brebis, qu’ils renforçaient en sélectionnant des lignées de brebis grégaires, pour laisser “errer” leurs troupeaux sans berger une partie de l’année (Ravis-Giordani, 2001: 260). 5. Des bergers sélectionneurs Les zootechniciens disent que les éleveurs pratiquent une “sélection empirique” de leurs moutons. Connaissant chaque bête de leur troupeau, ils sont capables d’y repérer des lignées maternelles et même parfois le géniteur mâle qui a engendré un agneau. Ils ont ainsi amélioré leurs races ovines sans en diminuer la rusticité (aptitude à marcher et à grimper, à résister aux aléas climatiques, à se nourrir sur des parcours inégaux en qualité et en quantité, en bas comme en haut), condition nécessaire au maintien du genre de vie transhumant. Leurs critères de choix sont bien sûr techniques, économiques mais aussi esthétiques: ils sont à la recherche du meilleur mouton, mais aussi du plus beau, comparant avec ceux des éleveurs des régions voisines dont ils cherchent à se distinguer. Ayant hérité de leurs ancêtres une population ou une race de “pays”, c’est à partir de celle-là qu’ils “travaillent”. Ainsi, sur les 55 races ovines élevées en France, 17 sont des races transhumantes méridionales. Cette diversité des races fait partie de l’agribiodiversité, un patrimoine génétique né du savoir et du travail des éleveurs, une richesse à préserver. Pourtant 10 de ces races transhumantes sont aujourd’hui classées “en conservation”, c’est-à-dire qu’elles ne comptent plus que quelques 6. Dans de nombreuses régions, les bergers ont cherché à laisser une trace de leur présence répétée en gravant leur nom, leurs dates de passage, leur provenance, la succession des générations de bergers sur le même territoire (Ballet, 2005; Lebaudy, 2001; Magnardi, 2005; Martel, 1994). Trash umanc ia en el Medit erráneo 123 centaines ou milliers de bêtes inscrites en race pure et que l’abandon de quelques éleveurs âgés peut mettre en péril leur existence. Ainsi dans l’arrière-pays niçois, il n’y a plus que 500 brebis laitières brigasques, tandis qu’en Languedoc la race caussenarde des garrigues et son rameau montagnard raïole7 ne rassemblent plus respectivement que 2.500 et 2.000 brebis inscrites en race pure (Brisebarre, 2007). Pour améliorer la rentabilité de leurs troupeaux, les bergers les ont parfois croisés avec des brebis “étrangères” qui ont laissé durablement leur empreinte. En reconstituant l’histoire de ces races, on retrace des pans entiers de l’évolution de l’élevage dans une région. C’est le cas de la recherche que Guillaume Lebaudy a menée sur les “transhumances méditerranéennes” (2003), le transport par bateau de troupeaux entiers provenant d’Afrique du Nord pendant le xixème siècle et jusqu’au début des années 1960. Débarqués dans les ports de Marseille ou de Sète, ces moutons étaient envoyés en montagne pour y être engraissés avant d’être conduits à l’abattoir, leur viande approvisionnant les villes du Midi. Parmi ces troupeaux, il y avait des races “rouges” comme la barbarine tunisienne, brebis à queue grasse, dernier témoin de l’ancienne influence ottomane, ou la beni guil, brebis nomade de l’Oriental marocain. Mélangées sur l’estive aux brebis locales, ces races ont laissé des traces de leur passage à l’orée des Pyrénées chez la rouge du Roussillon, pendant longtemps surnommée barbarine, et dans les Alpes du Sud chez la mourérous, la “tête rouge”, métis de la population alpine commune et de la beni guil. L’activité pastorale a aussi suscité la création de races de chiens, auxiliaires du berger : grands chiens de défense contre les loups ou les ours, comme les patous pyrénéens qui retrouvent actuellement leur rôle de protecteurs des troupeaux contre les loups dans les Alpes (Bobbé, 2000), petits chiens de conduite, chaque région ayant eu les siens jusqu’à ce que le border colley écossais s’impose dans les trente dernières années. Chiens de conduite et moutons meneurs apprivoisés sont à la fois des outils indispensables pour le berger, des intermédiaires avec le troupeau, mais aussi des compagnons dans sa solitude en estive. Il y a une 7. 124 Ce qui veut dire “montagnard”. Les bergers cévenols se désignent euxmêmes comme raïoles. Anne-Marie B riseb arre cinquantaine d’années, lors des foires d’embauche pour la transhumance dans la garrigue languedocienne, des bergers se présentaient à leur futur patron accompagnés de leur chien et de leur mouton meneur (Clément, 1999). Ils démontraient leurs compétences en faisant manœuvrer chien et meneur par des sifflements et des claquements de leur fouet dont ils avaient sculpté le manche pendant la garde des bêtes8. 6. Berger transhumant, un métier d’avenir? Le xxème siècle a vu une accélération des contraintes mettant en péril l’élevage transhumant. Ainsi, nombreux sont les chemins de transhumance qui ont été transformés en route. Quant aux terrains de parcours, en bas ils sont grignotés par l’urbanisation tandis que beaucoup de ceux d’en haut ont changé de destination (reboisement, passage à l’élevage bovin) ou ont été abandonnés à cause de leur difficulté d’accès. Sur les deux rives de la Méditerranée, il y a aujourd’hui plus de transhumances en camion qu’à pied. Paradoxalement, alors que les bergers sont de moins en moins nombreux, c’est sur la rive nord que l’on prend conscience de l’intérêt “écologique” de cette forme d’élevage pendant longtemps considérée comme archaïque donc méprisée. Si, au Sud du Bassin méditerranéen, le berger reste un pourvoyeur de laine, de lait et surtout de viande, approvisionnant les marchés urbains, au Nord, dans un contexte de sensibilisation à l’écologie, le transhumant change d’image, passant de celle de marginal vivant hors de la modernité à celle de citoyen dont l’activité pastorale extensive participe au développement durable. Ce système d’élevage est peu consommateur de carburant et d’intrants, surtout quand le voyage se fait encore à pied. Il est également producteur de biodiversité animale et végétale, le pacage du troupeau conservant la richesse floristique du parcours et permettant même le développement d’une flore rare et la nidification de nombreux oiseaux dont la reproduction nécessite des milieux ouverts. Le berger est 8. Les bergers sont aussi des artisans, parfois même des artistes. Le travail du bois fait partie de leurs occupations: certains fabriquent et sculptent encore les colliers portant les sonnailles qui accompagnent la marche du troupeau transhumant ou permettent de repérer les bêtes sur le pâturage. Trash umanc ia en el Medit erráneo 125 alors considéré comme le “jardinier” d’un paysage culturel que ses ancêtres pasteurs ont contribué à créer9. Les troupeaux conduits luttent contre l’embroussaillement, constituant des coupes-feux qui limitent les incendies. Sur les alpages entretenus par le pacage et qui servent de pistes de ski l’hiver, les départs d’avalanche sont moins nombreux (Bordessoule, 2006). Le berger se voit aussi attribuer un rôle d’”animateur socio-culturel” pour des urbains en mal de nature et d’authenticité, parfois à son corps défendant (Pégaz-Fiornet, 2005). Des randonnées pédestres ou équestres, certaines organisées par des syndicats d’initiative ou par des voyagistes, accompagnent les transhumants sur les drailles. Des fêtes de la transhumance, comprenant des marchés de pays promotionnant les produits locaux, des concours de tonte, des démonstrations de chiens de berger, des jeux en relation avec le pastoralisme, sont organisés sur leur parcours (Garnier, 2004; Labouesse, 1998; Laurence, 2002). Cependant, il ne faut pas se leurrer, si le tourisme est un atout dans certaines circonstances, il peut aussi se trouver en concurrence avec l’activité pastorale. C’est ainsi que, pendant l’été 2008, des maires de communes alpines ont pris des arrêtés interdisant la présence sur les estives des patous considérés comme dangereux pour les randonneurs. Ils faisaient ainsi le choix de favoriser l’activité touristique, mais aussi par ricochet la prédation sur les troupeaux par les loups. Un conflit à propos de l’utilisation de l’espace pastoral a lieu actuellement entre les protecteurs d’un loup patrimonialisé et les éleveurs montagnards (Larrère, 1999). Pourtant, dans les Alpes et les Pyrénées, on constate depuis quelques années l’émergence d’une nouvelle génération de bergers d’estive dont peu sont issus de familles pastorales. Ce sont souvent des néo-ruraux attirés par une vie dans la nature et qui acquièrent leur formation dans des écoles de bergers, certaines étant spécialisées dans la transhumance (Bachelard, 2002; Moneyron, 2003). De plus la profession se féminise: pendant 9. 126 Pour preuve de cette nouvelle fonction, l’actuel dossier —auquel je participe— sur “les paysages culturels de l’agropastoralisme méditerranéen”, qui sera déposé dans quelques mois à l’UNESCO dans le but d’obtenir le classement de la région Causses et Cévennes au Patrimoine de l’Humanité. Si la réponse est positive, d’autres régions pastorales méditerranéennes du nord et du sud seront proposées. Anne-Marie B riseb arre l’été 2008, sur les estives des Alpes françaises, 50% des gardiens de troupeaux transhumants étaient des bergères. Bibliografie Arbos, Ph. (1922), La vie pastorale dans les Alpes françaises, Paris, Armand Colin. Bachelard, D. (2002), Berger transhumant en formation: pour une tradition d’avenir, Paris, L’Harmattan. Ballet, F. (2005), “Des milliers de signes sur les roches”, L’Alpe, 31. Benveniste, E. (1969), Le vocabulaire des institutions indo-européennes, Paris, Les éditions de Minuit, vol.1 (économie, parenté, société). 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Introducción A veces una simple palabra modifica el curso de los acontecimientos y es capaz, por sí sola, de ordenar el trabajo durante un espacio de tiempo dilatado. Así sucedió para mí con el término aborral en el año 1982. Me encontraba por entonces examinando una extensa documentación de carácter ganadero referente a un valle del Pirineo aragonés. Los documentos, correspondientes al siglo xix y a los primeros años del xx, estaban escritos en un castellano correcto que solo quebraba su fidelidad al diccionario de la Real Academia cuando se adentraba en conceptos para los que la lengua española no dispone de vocabulario o exige el uso de perífrasis capaces de expresar la definición correcta. En esos casos el autor había empleado las palabras aragonesas que, por haber nacido entre el paisaje y las actividades que pretendían describir, resultaban perfectamente ajustadas. No encontré dificultades para comprender la mayoría de los términos aragoneses, pero fui incapaz de averiguar qué significaba aborral utilizando las fuentes bibliográficas de las que disponía o las consultas personales a los colegas más próximos. Marché a los montes en busca de pastores que pudieran explicarme qué era un aborral. Los encontré pronto y hallé el significado del extraño término en la primera entrevista que mantuve con el pastor que guardaba un rebaño de ovejas al pie de los escarpes de la sierra de San Juan de la Peña. Pero ya metidos en conversación decidí preguntarle otras muchas cosas. La tarde otoñal discurrió plácidamente. Cuando lo acompañé hasta el corral, caminando tras el rebaño, ya estaba decidido a continuar visitando a otros pastores para llevar adelante Trash umanc ia en el Medit erráneo 131 una investigación. Acababa de concebir el proyecto del libro Pastores del Pirineo, que el Ministerio de Cultura editaría cinco años más tarde tras haberle otorgado el Premio Nacional Marqués de Lozoya. 2. Una documentación excepcional Aborral es el nombre con el que los pastores trashumantes de los valles occidentales del Pirineo aragonés designaban el pastizal de otoño que encontraban en los montes situados al sur de los valles de los que procedían, en las vertientes del entorno de la sierra de San Juan de la Peña y de la peña Oroel, laderas ásperas por las que se repartían las pardinas —viviendas aisladas entre pinos y bojes— que colonizaban enormes extensiones desoladas donde los lobos señoreaban un paisaje casi despoblado. Los pastores de los valles de Ansó, de Hecho y de Aragüés abandonaban los altos puertos cuando las primeras nieves hacían inevitable la partida en los últimos días de octubre o en los primeros de noviembre. Entonces, empujados por la climatología, marchaban hacia la ribera —en los Monegros, en el valle bajo del Gállego o en el valle del Ebro— donde pasarían el invierno y casi toda la primavera. Pero en lugar de realizar el viaje trashumante en varias jornadas continuadas, cuando llevaban dos o tres días caminando, se detenían en el aborral y permanecían allí hasta finales de diciembre. En los días de Navidad, cuando estaban a punto de comenzar los partos de las ovejas, reemprendían la marcha, para, tras tres o cuatro días de camino, alcanzar los pastos de invernada cuando comenzaban a nacer los corderos. Aborral viene del término aragonés agüerro o abuerro, que significa otoño. En los libros donde Mariano Rocatallada y Verges anotaba todas las incidencias relacionadas con su rebaño aparece cada año consignada la fecha de la partida hacia el aborral, la fecha de la llegada, los días de permanencia, el número de ovejas que devoraba el lobo y los gastos correspondientes tanto al arrendamiento de los pastos como a la manutención de los pastores. Así mismo consignaba detalladamente cualquier gasto o cualquier incidente que afectara al rebaño, a los guardadores del ganado o a los jumentos que los acompañaban: dejaba constancia de la cebada que 132 S everino Pal l aru elo consumían los mastines, del calzado o de las zamarras que entregaba a cada pastor, de las enfermedades de las yeguas y de cuántos potros parían, de las medicinas que proporcionaba a un rabadán o de las esquilas que desaparecían. Mariano Rocatallada era un poderoso ganadero de la villa de Aragüés de Puerto. Poseía un rebaño de unas 1.500 ovejas y un centenar de cabras con las que realizaba los traslados trashumantes habituales: verano en los puertos pirenaicos del valle donde tenía su casa, otoño en las pardinas, invierno y primavera en los pastos de la ribera. No se ocupaba personalmente de la conducción del ganado. Para esa función contaba con un grupo de pastores —siete u ocho— dirigidos por el mayoral, el hombre de confianza que había alcanzado el cargo tras muchos años de servir como pastor subordinado. Hasta aquí nada hace destacar de modo especial la figura del ganadero de Aragüés: en otros valles pirenaicos podían encontrarse poderosos propietarios de rebaños que practicaban una trashumancia similar. Casi todos estaban obligados a realizar ciertas anotaciones contables relacionadas con los salarios de los pastores y con los gastos del arrendamiento de los pastos. Pero las anotaciones del ganadero de Aragüés son especiales por muchos motivos. En primer lugar por su extraordinaria continuidad: comenzó a escribir en sus cuadernos en el año 1845 y siguió haciéndolo hasta que murió en 1907. A lo largo de 62 años hizo cientos de miles de anotaciones en numerosos papeles de tamaño folio, en otros en cuarta y en otros en octava, todos cosidos en tomos encuadernados en pergamino. En segundo lugar destaca la meticulosidad y la claridad de las anotaciones, siempre precisas, siempre perfectamente ordenadas. En tercer lugar destacan la racionalidad y el espíritu ilustrado que inspiran al autor cuando anota los resultados de las experiencias que emprende modificando las épocas de la venta del queso u otras cuestiones que le suscitaban dudas y deseos de renovación. Por último hay que destacar la importancia de la época que le tocó vivir: fueron los tiempos del nacimiento del Estado liberal, el final de toda una era que llevaba asociada una manera de vivir en las montañas y un modo de establecer las relaciones sociales. Vivió intensamente los cambios y participó en los mismos tratando de salvaguardar una forma de entender la ganadería trashumante que, aunque vigorosa, ya comenzaba a mostrar ciertos signos de decadencia. Trash umanc ia en el Medit erráneo 133 La documentación de don Mariano Rocatallada y Verges ofrece un retrato que es imposible obtener en los archivos de la Administración. Los papeles oficiales permiten seguir los pasos de la ruina del viejo sistema y de la implantación de las nuevas formas: la pérdida de la autonomía de los valles en el control de sus recursos, las dificultades crecientes para encontrar pastos de invernada, los problemas de las vías pecuarias y otros muchos aspectos del cambio pueden rastrearse en la documentación oficial, pero la vida del rebaño y la de los pastores no. En la documentación del ganadero está todo: conocemos cuánto vino bebían los esquiladores o sabemos con qué dificultades se encontraron los veterinarios para ir introduciendo las vacunas, descubrimos la existencia de cazadores profesionales de osos en los valles pirenaicos o podemos averiguar con toda exactitud en qué gastaba su corto salario cada pastor. Sabemos también sus enfermedades y las de su familia, cuánto cereal consumían o cuántos días invertían en arar sus campos, qué comían o cuántos pares de abarcas usaban cada año, cuánta leche proporcionaban las ovejas y cuánto queso se podía producir. La descripción de todos estos aspectos no resultaba posible hace 25 años recurriendo solo a las encuestas etnográficas porque habían cambiado muchas cosas en un siglo: incluso en un grupo social tan conservador como el de los ganaderos se olvida lo que va desapareciendo. Es arriesgado escribir la historia de la vida cotidiana partiendo de testimonios orales cuando se hace referencia a actividades que, como el pastoreo, se supone que cambiaron muy poco a lo largo de los siglos. Ninguno de los pastores entrevistados imaginaba que un siglo antes no existían en los Pirineos de Aragón los perros pastores —perros de chira o de aturar— que sirven para conducir el ganado. Entonces esa tarea la realizaban los niños aprendices de pastor, en tanto que los perros —los mastines— servían para proteger el rebaño frente a los lobos y los osos. Si no fuera por las notas de Rocatallada no sabríamos que la alimentación de los grandes mastines se componía principalmente de cebada y tampoco que resultaba tan cara como la de los pastores. También resultaría muy difícil reconstruir el complejo entramado social que se tejía en los pueblos de la montaña en torno al pastoreo, con relaciones clientelares que ligaban a las casas más humildes con la poderosa casa del ganadero que proporcionaba empleo a los pastores. El ganadero prestaba las yuntas para labrar la tierra de quienes guardaban su ganado, entregaba algún dinero a los 134 S everino Pal l aru elo familiares que quedaban en el pueblo durante el invierno y les cedía en préstamo el cereal que necesitaban en mayo cuando agotaban las existencias de la cosecha anterior. Ese tipo de relaciones se manifiesta —y se cuantifica— con claridad en los cuadernos de Rocatallada. Pero la documentación de un ganadero, por completa que resulte, no permite acceder al conocimiento cabal de las sociedades de los altos valles que tenían en la ganadería su base principal de sustento. El mismo término valle está con frecuencia más ligado en su significado a un concepto de organización administrativa para el aprovechamiento pastoril de los puertos que a una simple configuración orográfica. Los documentos en los que se plasmaban los antiguos privilegios de cada valle —de carácter fundamentalmente ganadero— heredados de los reyes medievales, los conflictos, los acuerdos, las normas nacidas para regular el pastoreo y las formas colectivas de afrontar el cuidado de los pastos y la vigilancia del ganado aportan una información muy útil que es necesario rastrear en pequeños archivos locales casi olvidados. En la investigación de la que he hablado manejé los papeles de La Casa del Valle de Broto y los de Tella. Los primeros corresponden a un valle poderoso que extiende sus derechos, garantizados por los viejos tratados de facería, a los pastos del lado francés de la cordillera. Los segundos ofrecen detalles del pastoreo en los puertos de un lugar pequeño, pobre y sumamente escarpado. La comprensión de numerosas informaciones ofrecidas por la documentación hacía necesario consultar a los pastores que recorrían con sus rebaños los montes citados en los papeles, del mismo modo que para analizar correctamente el contenido de los documentos resultó muy útil visitar los puertos y andar por las vías pecuarias que aparecían en los viejos textos. Conocer el paisaje ayudaba a entender la información escrita, pero el contenido de la misma también ayudaba a comprender el paisaje: solo examinando las cifras que muestran la saturación de la carga ganadera siglo tras siglo y el rigor de la normativa desarrollada para racionalizar el aprovechamiento preservando la sostenibilidad se puede comprender el modelado de ciertos paisajes de los puertos. De este modo, la investigación progresaba enlazando metodologías propias de la historia con otras de carácter geográfico y con otras —las etnográficas— que se basaban en las entrevistas. Las fichas elaboradas a partir de los documentos de los archivos se iban completando con las aportaciones orales de los pastores y Trash umanc ia en el Medit erráneo 135 con las observaciones directas, tanto de la actividad pastoril como del territorio. Partiendo de estas fuentes fueron apareciendo pronto algunas conclusiones que podían generalizarse en torno al manejo del ganado o al ciclo reproductor tradicional; también se observaron trabajos artesanales, motivos decorativos o creencias que se extendían por áreas muy extensas. Pero junto a estas constantes aparecieron particularismos muy arraigados que mostraban una capacidad asombrosa de la ganadería trashumante para adaptarse a las condiciones de cada localidad, de cada montaña e —incluso— de cada propietario. La trashumancia que practicaba Rocatallada representaba un modelo muy generalizado en los valles occidentales del Pirineo aragonés, completo y de largo recorrido, pero había muchos otros de los que se venía hablando menos o permanecían inéditos porque parecían más desdibujados al afectar a valles pobres o a pastores de aldeas olvidadas, o por implicar recorridos cortos de rebaños pequeños. 3. Las entrevistas Acompañé a los pastores muchas veces en sus desplazamientos trashumantes. En una ocasión caminaba junto a un gran rebaño de tres mil ovejas que descendía desde los altos pastos estivales del puerto de Góriz hasta las tierras llanas del entorno de Lérida donde pasarían el invierno. Habían iniciado el recorrido en una fecha inusualmente temprana: eran los días centrales del mes de septiembre, cuando todavía el otoño no había comenzado. Aquel año no fueron las nieves quienes expulsaron a los ganaderos de los altos puertos sino la sequía. El verano había sido particularmente árido y el ganado apenas encontraba ya agua para abrevar. Solo dos pastores, ayudados por numerosos perros, conducían el gran rebaño que en ocasiones, cuando la cabañera —la vía pecuaria— era muy estrecha se alargaba como un hilo interminable al ascender por las sierras. Mientras atravesábamos la de San Benito, en los límites meridionales del Pirineo, observé una oveja que comenzaba a parir sin dejar de caminar. Al concluir el parto el animal recién nacido quedó abandonado en la senda. La madre continuó avanzando junto a las otras ovejas sin prestarle la menor atención. El ganado, ajeno en medio de una nube de polvo a lo que había en el suelo, pisaba el corderito convertido en una mancha sucia de lana, sangre y tierra. Lo 136 S everino Pal l aru elo recogí y llamé a uno de los pastores. Se acercó, levantó el animalillo tomándolo por las patas traseras y observó que era una hembra y que estaba viva. Sin dudarlo un momento sacó la navaja que llevaba en el bolsillo, la abrió y arrodillado en el suelo, con la corderita delante, le hizo en las orejas las señales indicadoras de a quién pertenecía. “Esta —dijo— no irá al matadero, esta se queda para madre”. Le pregunté por qué había tomado la decisión con tanta rapidez. “Estos animales que se salvan así, por casualidad, que viven como por milagro, han de quedarse en casa porque traen suerte para todo el rebaño. Mi padre me lo dijo muchas veces y yo hago lo que me decía”. Cuando observé al pastor haciendo la señal de su casa en las orejas de la corderita y, sobre todo, cuando escuché su explicación tuve la sensación de vivir un rito ancestral: el que los hombres han llevado a cabo desde la prehistoria para apropiarse del poder extraordinario de todo lo que en la naturaleza es extraño, raro, poco frecuente o contrario a lo habitual. El poder que concede facultades especiales —buenas o malas— a los animales de un color raro, a los hermanos gemelos, a los números insólitos, a las formas extrañas, a los comportamientos inesperados y a los acontecimientos únicos. En mis entrevistas con los pastores había detectado muchas creencias y muchos ritos de este tipo. Sabía que ponían en el lomo del ganado enfermo la ropa de la mujer que tenía una hermana gemela o que guardaban especial afecto por los animales que nacían completamente negros porque los consideraban protectores del rebaño. Desde el principio introduje en las entrevistas preguntas destinadas a conocer estas creencias. Pero ningún pastor me había hablado de los poderes benéficos de los animales salvados en el último momento. Seguramente si no hubiera observado la escena descrita nunca habría aparecido este tema en las conversaciones. Los entrevistados responden a lo que se les pregunta y el que pregunta solo puede hacerlo acerca de lo que ya conoce: he aquí la principal limitación de la encuesta. Al controlar la conversación el encuestador se dirige hacia terrenos que ya conoce. El encuestador pretende enriquecer su información confirmando o rechazando hipótesis previas, tarea imprescindible en cualquier trabajo de investigación bien planificado, pero limitada si se desea abordar aspectos totalmente desconocidos. Trash umanc ia en el Medit erráneo 137 Poco después de comenzar las visitas a los pastores redacté una encuesta con la pretensión de usarla como guión en las conversaciones que manteníamos caminando por los montes junto al rebaño o sentados al pie de los muros de las majadas. La encuesta era muy ambiciosa y cubría todos los aspectos del pastoreo: el manejo del ganado, el ciclo trashumante, la propiedad del rebaño, las creencias, el ajuar, las construcciones… Los resultados siempre eran satisfactorios porque las preguntas se movían en un terreno en el que sabía que iba a obtener respuestas adecuadas. Es más: pasado un tiempo ya conocía las respuestas que iba a obtener. Por ejemplo: preguntaba si conocían algún remedio para determinadas enfermedades de las ovejas y sabía que me hablarían de la ruda para los males relacionados con los partos, de las piedras agujeradas para evitar que se volvieran modorras o de la piedra de Ordovés —si el pastor era de determinada comarca— como antídoto frente a venenos y mordeduras ponzoñosas. La tentación de confirmar informaciones ya conocidas me conducía a realizar preguntas muy concretas: “¿Cuándo corta las colas de las ovejas que se quedan para madres? ¿Lo hace el día de Viernes Santo y el día de Todos los Santos?” El pastor respondía afirmativamente o decía que él no guardaba la tradición de hacerlo en esos días pero que conocía a otros que la respetaban. Ese tipo de preguntas contribuía a reafirmar el ambiente de confianza con los pastores, pero pasado cierto tiempo ya no aportaban informaciones nuevas. Entonces observé que era mejor no preguntar nada o preguntar muy pocas cosas. Escuchaba con atención lo que querían contarme y observaba lo que veía. Las informaciones espontáneas y las observaciones contribuían a ampliar el campo de las hipótesis. Las hipótesis necesitaban confirmación y generaban preguntas para otros pastores. Después de observar cómo el pastor guardaba para madre la corderita que casi murió nada más nacer pregunté a otros pastores y supe que la costumbre tenía más seguidores. De este modo, cuando la investigación avanzó, las hipótesis nacían de informaciones no solicitadas y de observaciones. La encuesta cerrada mostró muy pronto sus limitaciones. Como herramienta inicial desempeñó una función importante, pero pronto cedió el protagonismo a la conversación espontánea y a la observación, las fuentes más importantes de 138 S everino Pal l aru elo información cuando opté por darles el protagonismo y las combiné con algunas —pocas— preguntas. En la mentalidad de los pastores pirenaicos de hace tres décadas sobrevivían mitos y ritos de origen muy antiguo. Dedicados a tareas que habían evolucionado poco a lo largo de los siglos y sometidos a los ciclos inmutables de las estaciones, los pastores conservaban un acervo cultural de valor extraordinario para recomponer el mapa mental de nuestros antepasados más remotos. Sus creencias aparecían dispersas y descontextualizadas del mundo mental en el que nacieron. Eran como los fósiles marinos que al aparecer en la cumbre de una montaña nos permiten conocer las características del mar en cuyo fondo se formaron los sedimentos que dieron origen a las rocas. Así, a través de las creencias de los pastores era posible recomponer una parte importante de la cartografía mental de los pobladores antiguos de la cordillera. Todos los grandes apartados en los que los autores clásicos de la historia de las religiones dividen el estudio de la mentalidad de los pueblos primitivos podían ilustrarse con ejemplos tomados de las creencias de los pastores trashumantes pirenaicos. Sin embargo, el verdadero peso de la mentalidad mítica y de los comportamientos derivados de un sistema de pensamiento anterior y diferente al razonamiento lógico no resultaba fácil de detectar en toda su amplitud y en la riqueza de sus matices si se buscaba solo usando la encuesta como herramienta. Los pastores eran conscientes de que su mundo se extinguía y sabían que algo había en su forma de juzgar ciertas cosas que chocaba con la cultura preponderante. Adaptando sus respuestas a esta certeza enmascaraban ciertos mecanismos íntimos del pensamiento que sin embargo brotaban en la conversación espontánea y en la actuación ordinaria cuando desaparecía la presión de sentirse analizados minuciosamente en sus manifestaciones. Todo esto requería tiempo: lo perdería quien se acercara con prisa a lo que deseaba conocer. 4. El entorno Acompañando a los pastores en un viaje trashumante llegamos un día a unos campos de alfalfa. Era mediodía y paramos a comer. Nos sentamos Trash umanc ia en el Medit erráneo 139 al borde del camino. En aquel tramo la vía pecuaria, que legalmente debía tener setenta metros de anchura, estaba reducida a una estrecha senda de un par de metros. El propietario de los campos vecinos había ido comiendo espacio a la cañada hasta ocuparla casi en su totalidad con los cultivos. Los pastores dejaron que las ovejas se extendieran por los campos para pastar. Mientras comíamos vimos en la lejanía un tractor que se acercaba. Los perros ladraron y los pastores se pusieron en guardia: se notaba en sus caras, pero no dijeron nada ni iniciaron acción alguna para sacar el ganado del alfalfar. Llegó el tractor al lugar donde estábamos sentados y descendió el conductor, que era el propietario de los campos donde pastaban las ovejas. Se levantó el pastor más viejo, un tipo enjuto muy comedido habitualmente en las palabras y en los gestos, el típico hombre pirenaico grave casi siempre en el ademán y enemigo de la gesticulación y de la palabrería. Al dirigirse al labrador se transformó: usando el tono histriónico de la teatralidad extrema comenzó a relatar las supuestas penalidades del viaje trashumante. Descompuso su rostro con el rictus doloroso de una talla barroca para hablar de la esterilidad de los montes, de la falta de pastos, de las ovejas que estaban a punto de morir de hambre, del sufrimiento de los pastores, de las jornadas agotadoras de marcha y de la dureza de un oficio en el que solo se mantenían los pobres. Yo lo miraba asombrado y escuchaba su alegato como si estuviera asistiendo a una representación teatral inesperada. El viejo pastor estaba representando una escena que parecía perfectamente ensayada. Al concluirla el labrador respondió como si las palabras del anciano hubieran alcanzado el efecto esperado: reconoció que la vida de los pastores trashumantes era muy dura y consintió que el ganado comiera en su alfalfar. Solo puso como condición que se respetaran los frutales. El pastor, en actitud servil, agradeció al labrador su buena disposición. Se despidieron y el tractor partió. Continuamos la comida como si no hubiera pasado nada reseñable. Esta escena, que nunca me habrían contado los pastores, me proporcionó muchas claves acerca de las relaciones entre los labradores de los pueblos por donde pasaban las vías pecuarias y los ganaderos que las recorrían con sus ganados. Hubiera sido difícil encontrar en los documentos o en las respuestas de las encuestas la verdadera naturaleza de esas relaciones que con frecuencia a lo largo de la historia acabaron ante los tribunales. Sin embargo, 140 S everino Pal l aru elo aunque existe documentación donde constan los pleitos, estos no fueron demasiado numerosos teniendo en cuenta el potencial conflictivo de la actividad trashumante: personas y rebaños enormes, que necesitaban alimentarse mientras avanzaban, recorrieron durante siglos, año tras año, comarcas ajenas a la actividad de los pastores de las montañas. Los ganaderos podían haber exigido que se respetara la anchura establecida para las cabañeras denunciando a los labradores que usurpaban las cañadas con sus cultivos. Pero lo hicieron en pocas ocasiones. Los labradores podían haber llevado ante la justicia a los propietarios de los ganados que invadían sus fincas. Pero casi siempre evitaron ese recurso. En las dos partes existía la conciencia de mantener cuentas con la ley: los labradores se apropiaban de los terrenos de las vías pecuarias, los pastores no respetaban los cultivos y apacentaban su ganado en los campos. Todo parecía desarrollarse dentro de ciertos límites establecidos por una tradición no escrita. El viejo pastor al que me he referido podría haber exigido el derecho a una vía pecuaria de setenta metros, pero estaba dispuesto a olvidar sus derechos si el usurpador no expulsaba las ovejas del alfalfar. El equilibrio se mantenía asentado en pilares sutiles, en sobreentendidos y en súplicas de cierta teatralidad. No hubiera logrado entender las peculiaridades de ese tipo de relaciones si no hubiera visto la escena que tuvo al viejo pastor y al labrador como protagonistas. Fue muy útil visitar siempre a los pastores en el entorno donde desarrollaban su actividad, en los puertos altos de las montañas, en los caminos de la trashumancia, en los lugares de invernada, en las majadas, en los corrales, en las viviendas, a lo largo de todos los meses del año, de día y de noche, cuando esquilaban o cuando ordeñaban, cuando marcaban el ganado o cuando repartían la sal, cuando parían las ovejas o cuando escodaban las que iban a guardar para madres. Hay que conocer las majadas de los puertos y probar el salón para hacerse cargo de la dura monotonía estival y de la soledad de quienes pasaban cuatro o cinco meses cada año alejados de cualquier pueblo y de cualquier compañía. Las entrevistas y los documentos aportaban una información esencial pero era necesario el conocimiento del entorno para comprender muchas cosas. Ni los papeles ni los pastores me explicaron nada acerca de la fuerza plástica de ciertas imágenes como la del gran rebaño trashumante avanzando al pie de los montes en medio de una nube de polvo sobre la que volaban bandadas de Trash umanc ia en el Medit erráneo 141 aves de varias clases atraídas por los insectos que se alzaban al paso del ganado, tampoco las palabras me transmitieron la honda melancolía del ocaso invernal cuando el pastor cubierto de pieles seguía cabizbajo al rebaño que se retiraba al aprisco, ni la aceleración progresiva en el ritmo de los cencerros y de los balidos cuando las ovejas comenzaban a escuchar a los corderitos que las aguardaban en el corral. Había que estar allí. 5. Contra la rigidez de los esquemas Los trabajos de investigación en el terreno de las ciencias sociales cuentan entre sus fines, además de otros, el de alcanzar conclusiones que partiendo del estudio de casos particulares desemboquen en leyes o explicaciones generales. En el estudio de la ganadería pirenaica la explicación global del ciclo anual se ha venido uniendo siempre al concepto de trashumancia descendente larga. Los ganaderos tenían su residencia cerca de los pastos de verano donde pasaban cuatro o cinco meses al año. Dejaban estos pastos a mediados de otoño para alcanzar, tras un recorrido de seis u ocho días, los pastos de invernada en las tierras bajas del valle de Ebro o en sus cercanías. Permanecían allí unos siete meses hasta que, a finales de primavera y tras el esquileo, regresaban de nuevo a las montañas. Lo esencial de este modelo ya se ha explicado al tratar acerca de la documentación del antiguo ganadero de Aragüés del Puerto que dio origen a la investigación. También se ha citado la peculiaridad del ciclo trashumante de los valles occidentales que introducía una etapa de dos meses de permanencia en los pastos otoñales de las sierras situadas entre el eje pirenaico y la depresión del Ebro. Al describirla se ha hablado de la capacidad de adaptación del sistema trashumante, que modela los recorridos y las etapas del ciclo según sean las posibilidades del territorio y las tradiciones. Quizá convenga insistir en este apartado. No conviene generalizar a un territorio extenso las conclusiones que solo se han demostrado para un territorio particular, del mismo modo que no parece correcto extender a una época histórica larga las conclusiones obtenidas en el estudio dedicado a un periodo de tiempo concreto. No se acierta dando por supuesto algo para explicar la trashumancia ganadera en un valle porque sucede de ese modo en el valle vecino. En el Pirineo aragonés pude comprobar que los ganaderos de los altos valles 142 S everino Pal l aru elo venían manteniendo desde al menos el siglo xiv modelos de trashumancia muy parecidos, con pocas diferencias entre unos valles y otros. Estas diferencias se vinculaban casi siempre a las semanas inmediatamente anteriores y posteriores a la estancia en los puertos. Los pastos de junio y de julio, así como los de noviembre y diciembre establecían etapas diferentes en la trashumancia de algunos valles. Sin embargo en las montañas que se extienden más al sur, en las extensas comarcas de la llamada Depresión Interior y en las Sierras Exteriores la trashumancia presentaba un número de variantes muy elevado relacionadas con la propiedad del ganado y de los pastos, con el manejo de los rebaños y con las etapas del ciclo trashumante. Al pie de la peña Montañesa o sierra Ferrera encontré ganaderos que en una sola jornada de marcha efectuaban el traslado desde los pastos de invernada hasta los estivales situados entre los 1.500 y los 2.000 metros de altitud. Ascendían en junio y estaban en el puerto hasta que la nieve los expulsaba en noviembre. Al bajar se quedaban en sus aldeas permaneciendo en ellas hasta el verano siguiente. Al igual que casi todos los ganaderos de estas comarcas situadas al sur de los altos valles eliminaban del ciclo trashumante la estancia invernal en la Ribera o Tierra Baja porque disponían de pastos en el entorno de sus aldeas. Pero salvo en esta característica común diferían en todo lo demás. Unos disponían de pastos estivales propios en las cercanías, otros los arrendaban en montes más o menos lejanos, unos iniciaban la estivada a principios de junio y otros un mes después, unos formaban dulas comunales y otros mantenían la guarda particular del hato de cada propietario… Todo esto dibujaba un mapa trashumante muy parcelado cuya cartografía exhaustiva y exacta hubiera exigido una investigación más larga. La que llevé a cabo fue suficiente para generalizar algunas conclusiones pero, también, para huir del rigor de ciertos esquemas explicativos. A veces la generalización excesiva esconde errores de bulto y siempre, al eludir los matices y las particularidades, resta riqueza al conocimiento. 6. Las colecciones de los museos Cuando en la primera parte de la década de 1980 trabajé estudiando a los pastores del Pirineo aragonés ya existían en la zona varios museos etnográficos que contaban con importantes colecciones de objetos relacionados Trash umanc ia en el Medit erráneo 143 con el mundo de los pastores. Tanto el museo de Sabiñánigo como los de Ansó y San Juan de Plan disponían de extensos ajuares pastoriles donde podían contemplarse ropas, calderos, cencerros, hierros para marcar el ganado con pez, amuletos protectores, objetos de madera y de asta labrados por los pastores, recipientes para la leche, moldes para el queso, collares de madera y de cuero para colgar las esquilas, palos, zamarras y otras muchas cosas. Estos materiales, expuestos junto a las explicaciones necesarias para comprender su uso, resultaban útiles a los visitantes pero ofrecían pocas aportaciones para la investigación porque aparecían —como no podía ser de otro modo— descontextualizados. Las colecciones de fotografías ofrecieron información interesante. En aquellas fechas no existía todavía la magnífica fototeca de la Diputación Provincial de Huesca que actualmente reúne un material sumamente útil para los estudios etnográficos. Si ahora comenzara un estudio como el que realicé hace casi tres décadas me dirigiría en primer lugar a la fototeca. A los pocos minutos de solicitar información acerca de los pastores dispondría de un listado con más de un centenar de fotografías antiguas sobre el tema. Entonces tuve que rastrear en las colecciones particulares. La más interesante era la de Ricardo Compairé, fotógrafo oscense que trabajó principalmente entre 1920 y 1950. Tenía un vínculo familiar lejano con el ganadero Rocatallada con cuyos cuadernos había iniciado la investigación. Los extensos grupos pastoriles —ya desaparecidos en el último cuarto del siglo xx— similares a los que se documentaban en los cuadernos, aparecían en los retratos de Compairé. Eran pastores de los valles de Ansó, de Hecho, de Aragüés, de Canfranc y de Tena retratados en las majadas de los puertos mientras hacían queso, en las jornadas trashumantes, en los días del esquileo o en cualquier otra circunstancia. El fotógrafo, que se interesó por tantos temas, dedicó una atención especial a los pastores. En sus retratos están los viejos mayorales, los pastores jóvenes y los niños. Hay muchos niños pastores, alguno que quizá no había cumplido todavía los seis años. A veces, en los puertos, aparecen pastores vestidos con zahones y zamarras de piel de cabra y de borrego. Algunos, sobre todo los ansotanos y los chesos, visten los viejos trajes de calzón tradicionales en sus valles. Pero otros, cuando emprenden la marcha trashumante que ha de conducirlos a los pastos de invernada, aparecen luciendo trajes con americana: no sabemos si la elegancia se debe relacionar 144 S everino Pal l aru elo con la presencia del fotógrafo o era algo habitual entre quienes deseaban mostrar su mejor aspecto cuando llegaran ante la gente de los lugares donde iban a pasar varios meses. Son retratos entrañables. Los rostros y los gestos hablan tanto como los documentos: los complementan. Cuando Compairé tomó las fotos la trashumancia ya había perdido parte del vigor que tenía en los años en que su pariente Rocatallada escribía en sus cuadernos el diario de los pastores y del rebaño. Pero todavía no había entrado en la agonía: aún se juntaban grupos numerosos de pastores, con todos los grados de la antigua jerarquía pastoril, para conducir los grandes rebaños trashumantes por las cabañeras. En la primera mitad de la década de 1980 todavía me encontré guardando los rebaños con viejos pastores que habían descendido a los pastos de invernada más de treinta veces. Pero muy pocos seguían haciéndolo. La mayoría hablaban de aquellos tiempos como de una época pasada que recordaban con una mezcla de alivio y nostalgia mientras guardaban el rebaño sin alejarse mucho de su aldea durante el invierno. Lo mismo sucedía con otros grupos de gente ligada profesionalmente al pastoreo como los esquiladores. En los cuadernos de Rocatallada se citan cada año los grupos de diez o doce esquiladores que en mayo, antes de ascender a la montaña, esquilaban las ovejas: gente ambulante que ofrecía sus servicios a los grandes ganaderos y que después, al concluir el esquileo, se alquilaban como segadores. En 1984, antes de que el oficio acabara en manos de grupos llegados del este de Europa con máquinas eléctricas, aún tuve ocasión de tratar con uno de los últimos grupos de esquiladores sorianos que llegaban en mayo al Pirineo con sus maletas de madera y sus viejas tijeras. Allí también había jerarquías: el más viejo ya no esquilaba, solo afilaba. Conservo muy viva la imagen de aquel anciano menudo que llevaba gruesas polainas de cuero. Parece que aún lo veo pasando una y otra vez la hoja de la tijera por la piedra. Recuerdo la melancolía que me produjo ver, entre los esquiladores que se afanaba en el aprisco con una oveja cada uno entre las piernas, a un muchacho joven: el último aprendiz de unas técnicas ya condenadas a la extinción. Trash umanc ia en el Medit erráneo 145 7. Investigación, ciencias sociales y literatura A lo largo de los años dedicados al trabajo de investigación acerca de los pastores del Pirineo los métodos y las fuentes se fueron diversificando y mezclando. El estudio tuvo su origen en las fuentes históricas, pero comenzó a tomar verdadera forma cuando incorporó los métodos de trabajo propios de los etnógrafos. Posteriormente los materiales que suelen emplear para sus trabajos los geógrafos desempeñaron un papel importante, al igual que ciertas técnicas y fuentes propias de la sociología. Conforme el trabajo crecía y se diversificaba, las fronteras epistemológicas se diluían. Todo eso se iba reflejando en la redacción de los diferentes capítulos. Hay algunos —como los que hacen referencia al marco normativo y a la circulación del dinero en la ganadería trashumante tradicional— para los que se empleó casi exclusivamente información obtenida en fuentes históricas. Para otros —como las construcciones pastoriles— resultó fundamental la observación sobre el terreno. Alguno —como el dedicado a los mitos y a los ritos— se redactó partiendo casi exclusivamente de informaciones orales. En varios —como el del ciclo anual o el dedicado a la organización social— se mezclaron informaciones provenientes de fuentes muy diversas. Finalmente tuve la impresión de que ignorando las fronteras epistemológicas me encontraba transitando por un terreno que se parecía más al de la literatura que al de cada una de las ciencias sociales que adscriben con celo sus métodos y sus fuentes a lo que sus epistemologías correspondientes consideran apropiado. Sigo viendo así las cosas. Creo que todas las ciencias sociales pueden contemplarse bajo diferentes puntos de vista. Desde uno de ellos es posible calificarlas como subgéneros literarios. Es el que más me atrae. En aquellos años lejanos, cuando después de pasar uno o varios días con los pastores regresaba a casa para escribir lo que había visto y escuchado o para revelar los rollos de fotografías, tenía la sensación de moverme en un mundo que se extinguía. No estoy seguro de que al ordenar las informaciones y al darles forma me estuviera moviendo el interés científico. O al menos no era solo científico. Las tardes en los montes —junto a los viejos pastores envueltos en pieles, a los perros y a los rebaños— y particularmente los ocasos invernales, breves y cortantes como cuchillos de hielo, ejercían sobre mí una fascinación particular. Lo 146 S everino Pal l aru elo mismo sucedía con los papeles antiguos. Recuerdo las tardes en el archivo de La Casa del Valle de Broto. Los papeles estaban en la antigua torre fortificada que protegía el puente sobre el río Ara. El sol de los últimos días del invierno iba derritiendo la nieve de los tejados. El ruido de los goterones que caían desde los aleros se mezclaba con el del agua del río mientras pasaban por mis manos los papeles que hablaban de los privilegios concedidos a los ganaderos del valle por lejanos reyes medievales, de antiguas disputas con los ganaderos franceses del otro lado que habían secuestrado pastores y degollado reses, de conflictos con los valles vecinos, de acuerdos… Nadie parecía acordarse de todo aquello. Más tarde iba a los montes y veía la majada por la que se había disputado o recorría los caminos y los pastos descritos por el ganadero de Aragüés. Lo encontraba todo abandonado y desierto: los aborrales de las pardinas, las cabañeras, las antiguas piedras de la sal, los corrales rupestres. Todo aparecía cargado de evocaciones. Sin esa carga literaria quizá nunca hubiera concluido el trabajo. Lo pienso también ahora, cuando —para acabar— me dispongo a alabar la idea de quienes han decidido organizar un congreso que enlaza los términos trashumancia y Mediterráneo. Me parece una decisión acertada. Creo que es un marco geográfico muy adecuado para estudiar la trashumancia. Pienso que en los pueblos que rodean el mar Mediterráneo y en sus islas se mantiene viva —o se ha mantenido hasta hace pocos años— una ganadería trashumante que encierra tesoros para los estudiosos. La riqueza de los ambientes geográficos —con paisajes muy variados de alta montaña y grandes llanuras aluviales o de otro tipo— unida a la diversidad cultural ofrece enormes posibilidades de descripción, de análisis y de comparación. Pero debo confesar que cuando, hace años, planeé alguna vez recorrer las islas y las costas orientales del Mediterráneo en busca de los pastores lo hice pensando, sobre todo, en hallar a los últimos descendientes de aquel Polifemo que guardaba su ganado en la gruta o a los nietos del mayoral de los porqueros de Ulises, el mismo que el héroe encuentra, en uno de los fragmentos más emocionantes de la Odisea, velando por los intereses de un amo que nadie sabe si regresará. Estoy seguro de que si algo queda vivo todavía de aquel mundo se encuentra en las cabañas de los pastores. Trash umanc ia en el Medit erráneo 147 LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA: BIENVENIDA A LOS PASTORES TRASHUMANTES J OS É D A NIEL L ÓP EZ J IM ÉNEZ 1 1. Introducción El equinoccio vernal o de primavera, ese momento del año en que la duración del día es igual a la duración de la noche, no marca solo el cambio de estación. En el mundo rural, alejado de las grandes ciudades, marcaba el inicio de la nueva temporada. Ya los romanos situaban el principio del año cercano a esta fecha, en el mes de marzo, hasta la reforma de Julio César en el 45 AC. y denominaban a las fiestas celebradas al comienzo de la primavera ludis floradis en honor de Flora, divinidad de las flores. El inicio de la primavera está repleto de ritos, tradiciones y fiestas que reflejan la unión entre hombre y naturaleza. El mes de mayo se tiene como expresión de juventud, belleza, salud y la mayoría de las fiestas que se celebran en este periodo expresan fecundidad, prosperidad, asegurar que la vida y su renovación cíclica lleguen a su plenitud. En esta estación, el hombre del mundo rural estaba obligado a reconocer los méritos que la naturaleza merece, ya que en ninguna otra como en esta se ven cambios visuales tan espectaculares. Los sentidos se desbordan; sonidos, colores, olores que lo inundan todo para demostrarnos que la vida se abre paso. En este contexto, el hombre rural dependiente al 1. Universidad Católica de Valencia. Instituto Universitario de Etnología. Trash umanc ia en el Medit erráneo 149 100% de la tierra y lo que genera, se envuelve de un halo de rituales para agradecer y pedir esos frutos de los que tanto depende. Estas conductas formales (ritos) prescritas en ocasiones no dominadas por la rutina tecnológica y relacionadas con la creencia en seres o fuerzas místicas (Turner, 1999: 21), se incluyen dentro de fiestas, entendidas estas como una serie de acciones y significados de un grupo, expresadas por medio de costumbres, tradiciones, ritos y ceremonias como parte no cotidiana de la interacción, especialmente a nivel interpersonal y cara a cara, caracterizadas por un alto nivel de participación e interrelaciones sociales y en las que se trasmiten significados de diversos tipos, que le dan un carácter único o variado y en las que la práctica alegre, festiva, de goce, diversión e incluso orgía, se entremezclan con la práctica religiosa e incluso con la magia, cumpliendo determinadas finalidades culturales básicas para el grupo (cohesión, solidaridad, etc.) y con carácter extraordinario, realizado dentro de un periodo temporal (Velasco, 1982: 102103). Según esto, podemos entender la fiesta como el acontecimiento comunicativo por excelencia, conceptualizando la comunicación como el proceso mediante el cual establecemos una relación con los demás miembros de nuestra comunidad para intercambiar información, aprender, darnos a conocer y conocer a los otros. Es también la forma que poseemos para identificarnos tanto a nosotros como a los demás y por ende, demostrar nuestra identidad y confirmarla (López, 2007). Queda clara la importancia social y antropológica de la fiesta. Como se explicaba arriba, estas tienen lugar en un periodo temporal, las sociedades rurales se rigen por un tiempo cíclico, cuyas etapas se repiten año tras año, siguiendo las estaciones de la naturaleza y el desarrollo de las tareas agrícolas. Nuestro calendario de fiestas cristianas se encuentra fundado sobre las fechas que señalan el comienzo y el final de estas olvidadas etapas, y las celebraciones religiosas están impregnadas todavía de los viejos ritos propiciatorios de la marcha normal del ciclo agrario (Pallaruelo, 1988: 65). Y es en el inicio de la primavera y más concretamente en el mes de mayo cuando se produce una exaltación de manera generalizada y planetaria del componente vegetal como fruto de “La Madre Tierra”. Los pueblos 150 José Daniel Lópe z Jim éne z y las gentes que los habitan se empiezan a despertar, abandonan su letargo invernal y salpican el mapa centenares de fiestas de la primavera, que aunque sacralizadas, en el trasfondo esconden su carácter propiciatorio de la tierra con el fin de proteger sus cosechas y salvaguardar los campos que son su sustento. De esta manera se levantan mayos, cruces, se confeccionan enramadas, se cantan Marzas y Mayas, se bendicen campos, se hacen rogativos y decenas de ritos simbólicos que ponen de manifiesto la relación: Hombre > Tierra > Cosecha < Climatología < Divinidad (Temiño, 1975: 34-37). Pero en determinadas zonas, estas fiestas coincidían con otro acontecimiento también ligado a la climatología y a los cambios de estación, me refiero a la vuelta de los pastores trashumantes de las dehesas de invierno a las de verano. Esto propiciaba que en las fiestas de la primavera se produjera, además de los rituales de fecundidad y prosperidad, un estado de reunión, de encuentro, de comunicación social y de interacción entre las partes que habían estado separadas y que nuevamente formaban un todo. Tan relacionadas están las actividades ganaderas y las fiestas de primavera que, por ejemplo, en algunos pueblos de la Sierra de Espadán, la mayoría de las ordenanzas estipulaban que el periodo de los pastos terminaba el día de las cruces de mayo el 3, conmemoración de la invención de la Santa Cruz. A este respecto, Santiago, pastor de los mases de San Agustín cuyos ascendentes fueron todos trashumantes, me comentaba que, su padre, hermanos y abuelo, bajaban a Alcublas y a Casinos, decía: Bajaban en noviembre, cuando Javalambre se volvía a blanquear, cogían camino y cada uno iba donde tenía su cuarto… y para la Santa Cruz, para Pradas ya todos para arriba. Otro ejemplo que nos relaciona fiestas de primavera con trashumancia es el hecho de que en algunos pueblos como Ain, en los propios contratos de arrendamiento figuraba que al final de la estancia invernal se regalara por parte del pastor que había aprovechado los pastos, un cordero a La Hermandad para celebrar las fiestas de las Cruces de Mayo (Vidal, 2007: 40). Trash umanc ia en el Medit erráneo 151 El regreso a casa recién estrenada la primavera suponía un acontecimiento de enorme alegría para la comunidad mermada durante el frío invierno, ya que no solo regresaban los pastores, sino que traían consigo las ganancias de las ventas y/o el aumento del rebaño. Decía Josef Pieper que la fiesta es una fenómeno de la riqueza, ya en el siglo xv el pago a los pastores era sustancial, además de la cantidad pactada previamente, comprendía la décima parte de los corderos, la octava de los quesos, la décima de la lana de las ovejas estériles y de los carneros, así como la octava parte de la leche de las cabras y la décima de los cabritos. Todo esto, el reencuentro de los pastores con sus familias y vecinos y las ganancias, era motivo evidente de celebración, hasta tal punto que, en la mayoría de los pueblos origen de la trashumancia, se hacía coincidir las fiestas patronales con este periodo de transición entre el invierno y el verano. Esta estrategia social ayudaba a superar el aislamiento y la desconexión entre los habitantes del pueblo (trashumantes y no trashumantes) potenciando el sentimiento de pertenencia a la comunidad. Recordemos, que el hecho de estar separados de sus familias y vecinos durante seis meses al año, creaba una cosmovisión propia al colectivo trashumante, destacando algunas características como los estrechos lazos de sociabilidad alcanzados entre sus compañeros o el individualismo como idiosincrasia del pastor (Castán, 1998: 19-43). En consecuencia, como decía Saussure, la fiesta funciona como un lenguaje, al corresponder a una forma definida de conducta cultural, que tiene sus límites temporales, espaciales e incluso referenciales (sobre los que se puede hacer o hablar) y situacionales (sobre los papeles que se pueden asumir; sobre los juegos que se pueden jugar, etc.) (Velasco, 1982). Es esta vertiente de comunicación, de encuentro junto con la expresión de prosperidad, de buenos deseos para el futuro y de alegría por lo que se ha obtenido con el duro trabajo de todo el año, lo que une a las fiestas de la primavera con la trashumancia. No olvidemos que la actividad trashumante mantenida durante siete siglos, conectaba a pueblos y masadas serranas con el levante español enriqueciendo y modelando la propia configuración social de las gentes que quedaban durante el invierno (Lozano, 2004: 115). 152 José Daniel Lópe z Jim éne z La ruta trashumante que entraba en el antiguo Reino de Valencia por el pueblo castellonense de Barracas, era la elegida por la mayoría de pastores pertenecientes a la actual comarca de Gúdar-Javalambre. Uno de esos pueblos que veía mermada su población durante los meses de invierno era San Agustín, muy cercano a la divisoria territorial entre la Comunidad Valenciana y Aragón. 2. La Virgen de Pradas: Etnografía de una fiesta de primavera En San Agustín, se celebra una fiesta que la podemos clasificar como fiesta de la primavera. Tiene lugar el último domingo de mayo y es en honor a la Virgen de Pradas. Con el estudio de esta fiesta y de los rituales que la componen, podemos analizar y entender un espectro amplio del comportamiento social existente dentro del contexto rural que nos ocupa (pueblos y gentes de tradición agro-ganadera vinculada a la trashumancia), así como visualizar los elementos básicos de una fiesta de primavera. Estudiar estos rituales es básico, ya que garantizan el entendimiento de la constitución de las sociedades humanas. En palabras de Wilson “I see in the study of rituals the key to an understanding of the essential constitution of human societies” (Turner, 1969). La fiesta, según Velasco (1982), se puede analizar a varios niveles: - Como sistema de signos y significados. - Como acontecimiento comunicativo. - Como un fenómeno decisivo de comprensión de la comunidad. - Como una forma de comunicación. De esta fiesta hemos analizado y descrito, por una parte los signos y significado de sus ritos, teniendo presente que cada sociedad solo ritualiza aquello que considera fundamental para su reproducción social, y por otra, la componente de comunicación social ya que es parte de las funciones de la fiesta, tanto de las tradicionales (promover la cohesión y vida grupal o comunicativa) como de las societarias (vincular a los subgrupos locales emigrados a los subgrupos residentes) (Temiño, 1975: 34-37). Trash umanc ia en el Medit erráneo 153 El análisis de la fiesta se lleva a cabo teniendo en cuenta a esta como un acontecimiento objetivo, a través de la observación de sus elementos, funcionamiento, uso y procesos, pero también teniendo en cuenta las acciones y respuestas subjetivas de los participantes y la mía propia ya que, como dice Tëlles (2002: 11), “uno no va nunca emocionalmente por libre sobre el terreno”. El trabajo de campo que se realizó tuvo varias fases, en primer lugar, la búsqueda de contactos que me pudieran introducir en el pueblo y en los grupos que organizan la fiesta, después me desplacé al pueblo para una primera toma de contacto y un reconocimiento ocular de la zona así como de los lugares donde se celebra la fiesta. Posteriormente tuvo lugar el trabajo de campo propiamente dicho. Duró un fin de semana (17 y 18 de mayo de 2008) y otras salidas posteriores, para hablar con pastores y habitantes del pueblo, en las cuales actué como observador-participante, recopilando información en mi cuaderno de campo obtenida por las múltiples conversaciones con los actores de la fiesta, así como fotografías y grabaciones en video. La última fase sería el análisis de toda la documentación obtenida y la confección de las conclusiones alcanzadas en la que incluyo mi propia experiencia personal, lo sentido y lo vivido junto con los datos objetivos (fechas, lugares, nombres, etc.) así como la experiencia personal que me relatan los propios actores y protagonistas de la fiesta. La ermita de La Virgen de Pradas está situada a unos dos kilómetros de la población, en lo alto de una loma la cual es bordeada por un río y desde donde se divisa todo el plano, flanqueado por montes pertenecientes a las Sierras de Gúdar-Javalambre. Es una construcción gótica del siglo xiv con un porche añadido en el xvii utilizando para su construcción columnas góticas traídas del porche de la antigua iglesia del pueblo dedicada a San Francisco. Justo en frente existe otro techado levantado para resguardad a las personas que acuden a las celebraciones religiosas ya que estas se realizan a la intemperie debido a las reducidas dimensiones de la ermita y que fue construido en el siglo xix. La fiesta presenta unos comportamientos, ritos y ceremonias que pueden explicarse por separado y que nos dan la visión de que a un acontecimiento originado por un motivo determinado, (cesión de la ermita 154 José Daniel Lópe z Jim éne z por el Barón de Escriches al pueblo de San Agustín), se le suman otros con otro origen anterior o posterior y coincidentes temporalmente (bendición y repartición de panes, añadas, enramadas, etc.). Las diferentes partes de la fiesta son, la verbena, momentos previos a la celebración religiosa, celebración religiosa, procesión, enramada, música, bendición de los rollos de pan, la feria y la comida en el río. LA VERBENA Tiene su origen en la tradición de la amasada que se realizaba dos noches antes del día de Pradas y en el que las mozas elegidas para realizarla y los caridaderos festejaban el acontecimiento desde ese momento hasta que terminaba Pradas. Alejandro Peña, uno de mis informantes me contó como algunos ancianos recordaban que las mozas iban a despertarlos a sus propias casas la noche que comenzaba la fiesta gastándoles bromas como mancharles con harina. Esto tenía lugar la madrugada del jueves al viernes y la fiesta continuaba hasta el domingo. En la actualidad se limita al sábado por la noche, víspera de Pradas. MOMENTOS PREVIOS A LA CELEBRACIÓN RELIGIOSA La gente empieza a llegar sobre las 11 de la mañana a la ermita de Pradas. Durante el periodo previo a que empiecen todos los actos, los devotos de esta Virgen le hacen ofrendas y peticiones, encendiendo velas que compran en la misma ermita. La devoción es tal hacia esta Virgen, que colgadas de las paredes de la ermita hay cientos de exvotos, réplicas en cera de miembros o partes del cuerpo de enfermos que quieren curar. CELEBRACIÓN RELIGIOSA: EUCARISTÍA Su origen es la contraprestación por la cesión de la ermita al pueblo de San Agustín por parte del Barón de Escriche. En un principio se celebraba dentro de la ermita, pero la afluencia de gente hizo que hace unos 15 años se comenzara a realizar fuera del recinto. Es el sacerdote de San Agustín el encargado de celebrar, acompañado Trash umanc ia en el Medit erráneo 155 normalmente por algún representante del obispado. Presiden el altar las imágenes de Santa Bárbara, Santa Quiteria y la Virgen de Pradas. Aunque ninguno de mis informantes supo decirme por qué estaban las tres imágenes, se puede asociar la presencia de Santa Bárbara al fenómeno pastoril, ya que las tormentas y en especial los rayos eran muy temidos por este colectivo. Unas famosas oraciones de los pastores aragoneses para protegerse de las tormentas son (Pallaruelo, 1988): Bárbara me llamo, de buen padecer, tormenta que viene la hago volver. Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita. Jesucristo está enclavado en el árbol de la cruz Paternóster amén Jesús. PROCESIÓN Después de la eucaristía se realiza una pequeña procesión en la que se sacan dos pasos, uno con la Virgen de Pradas y otro con Santa Bárbara. Este es el primer ritual que podemos observar que, aunque sacralizado a través de la procesión, guarda una relación directa con antiguos cultos a la tierra, ya que el fin de la procesión es bendecir los campos de cultivo para garantizar una buena cosecha en la temporada siguiente. Este ritual, se realiza alternativamente cada año a un lado de la ermita, desplazándose la procesión hacia la izquierda y bendiciendo estas tierras si es un año par, mientras si es un año impar la procesión se dirige a las tierras situadas a la derecha de la ermita. El motivo de esto es respetar el barbecho, que en estas tierras se conoce con el nombre de añadas. Destaquemos la importancia de Santa Bárbara y su relación con los pastores, es una fiesta en honor a la Virgen de Pradas y la procesión se realiza para bendecir los campos, pero Santa Bárbara también es protagonista debido a la importancia ganadera de la zona. LA ENRAMADA El día de la fiesta de Pradas se decora el porche que da entrada a la ermita con una enramada. Las enramadas son los ornamentos vegetales hechos de flores y ramas que embellecen las iglesias, las calles y las plazas 156 José Daniel Lópe z Jim éne z Ermita de la Virgen de Pradas. con ocasión de alguna festividad (Pallaruelo, 1988), en el caso que nos ocupa, se confecciona con flores silvestres y ramas de chopo cortadas el día anterior. Esta tradición es reciente, desde hace unos quince años coincidiendo con la celebración de la eucaristía fuera de la ermita por la afluencia de gente, corriendo la construcción de la enramada por parte de los dueños de los mases. Aunque en este caso la elaboración es muy reciente y con la única función de decorar y hacer más agradable la fiesta de Pradas, en otras localidades la construcción y decoración con enramadas posee un carácter más arraigado y profundo siendo el centro de la fiesta, como es el caso de las enramadas de Arbucias cuyo origen está relacionada con el día del Corpus y con la necesidad de apertura de la iglesia con toda manifestación que pudiera impresionar al pueblo (Bover, 1987: 40-45). LA MÚSICA Nos dice Pieper (1974): “apenas puede imaginarse una fiesta sin canto, música, danza, sin ceremonia, con contextura visible, sin signos Trash umanc ia en el Medit erráneo 157 Virgen de Pradas. externos y plásticos”. Es múltiple la insospechada relación que vincula las artes a la fiesta. En la fiesta que nos ocupa, la eucaristía está acompañada por un grupo de músicos procedentes de Jérica, pueblo cercano, ubicado dentro del término de Castellón y que tocan temas religiosos pero con un aire de jota aragonesa. Me describieron la misa como una misa baturra. Los instrumentos musicales que utilizan son la guitarra, la bandurria, el laúd y guitarro. Su participación en la fiesta coincide en el tiempo con la elaboración de la enramada, es decir unos quince años. LA BENDICIÓN DE LOS ROLLOS Otro momento importante del día es la bendición de los rollos y su posterior reparto entre los asistentes. Pedro, el panadero encargado de preparar los panes, me contó la tradición y el origen del reparto de panes o caridad, el origen se remonta 158 José Daniel Lópe z Jim éne z Rollos. a los llamados caridaderos. Los hijos del pueblo que en el año en curso se iban a casar o se habían casado se convertían en caridaderos y eran los encargados de recoger la caridad entre las casas del pueblo y los mases. Este ritual lo podemos clasificar como de transición, siguiendo a Turner (1999: 7-8), marcando el paso de una fase de la vida a otra, de un status social a otro. Esta caridad consistía en lo que la gente podía dar de lo obtenido en la última cosecha. Normalmente era una o dos cuartillas de trigo (una cuartilla equivale a unos cuatro kilos). Con todo el trigo recogido, iban al molino donde lo trasformaban en harina, Pedro, el panadero, en su juventud fue molinero y aún vivió de primera mano esta tradición. Esta harina era amasada por mozas, cada caridadero reunía a un número de mozas que iba al horno a hacer la amasada ya que esta función (amasar) era exclusiva de las mujeres. Después, en el mismo horno que se cocía el pan, se hacía también carne y se celebraba una fiesta, todo a cargo Trash umanc ia en el Medit erráneo 159 de los caridaderos. Todo esto tenía lugar dos días antes de las fiestas de Pradas. Los panes obtenidos eran repartidos entre los pobres y necesitados. En la actualidad se encargan a un horno de Teruel y se paga su coste, este dinero lo suele poner en su totalidad algún devoto de la Virgen que lo hace a modo de ofrenda. Este es el momento más caótico de la fiesta y el que a nivel visual más impregna la mente del visitante y del etnógrafo. Los asistentes se abalanzan contra los hombres que reparten el pan (mis informantes Simeón y Pedro) como si se fuera a acabar. Empujones, riñas, gritos es habitual en los pocos minutos que dura el reparto. Originariamente daban un pan, en la actualidad dan dos o más. Este año, me comentaba Pedro, se repartieron 5.000 panes entre el millar de personas que asistimos al acto, y otros que no podían asistir como enfermos o ancianos del pueblo. LA FERIA El origen de lo que hoy es un mercado venido a menos es que gracias a la reunión de las personas del lugar, la estación de la primavera y la vuelta del ganado trashumante, se conseguía conjugar los elementos necesarios para crear una feria agro-ganadera. Se compraban y vendía animales, semillas y otros productos agrícolas y artesanos, como herramientas. Ramón Minguet, padre de uno de mis contactos en San Agustín, subía todos lo años a San Agustín a comprar carne para su carnicería de Valencia y aunque por su negocio buscaba materia prima en diferentes localidades, sí que recuerda que era antes de verano, “antes de la época de esquila de las ovejas” cuando iba a San Agustín a por ganado ovino. Esto tenía lugar en primavera, finales de mayo y principios de junio, cuando los pastores trashumantes ya estaban en sus pueblos y mases. COMIDA EN EL RÍO Después de repartir los rollos y de haber celebrados los demás ritos que conforman la fiesta de la Virgen de Pradas, las peñas de amigos se 160 José Daniel Lópe z Jim éne z Reparto de rollos. reúnen para terminar la jornada haciendo una comida en el río, a la sombra de los chopos que lo bordean. Un elemento a destacar del lugar donde se celebran estas comidas es el puente medieval recientemente restaurado y que posee una peculiar forma de embudo más ancho en un extremo que en el otro, probablemente sirviera de contadero para el ganado trashumante que lo cruzaba dirección a los pastos de invierno. 3. Conclusión Del estudio de la fiesta de la Virgen de Pradas y su relación con la trashumancia extraemos las siguientes conclusiones: Esta fiesta se cataloga dentro de lo que se denominan fiestas de primavera, esto hace que exista una exaltación del elemento vegetal, alegoría de la fecundidad y la abundancia, sentido de renovación y protección. Esto se materializa en la bendición de los campos respetando el barbecho, a través de la procesión con Trash umanc ia en el Medit erráneo 161 los pasos de la Virgen de Pradas y Santa Bárbara y la enramada que se elabora para decorar la ermita con flores silvestres y ramas de chopo. Otro aspecto peculiar es el rito de paso que llevan a cabo los “Caridaderos”, la recogida de caridad en el pueblo por parte de los recién casados o los que se van a casar ese año para darla a los necesitados. Esto, también nos habla de fiesta de primavera y de una determinada estación, ya que es después de la cosecha, en tiempo de abundancia, cuando se puede pedir para los demás. Toda fiesta se caracteriza por su función de unión y comunicación, en el caso que nos ocupa, esto sucede a dos niveles, por una parte unión y comunicación social entre los habitantes del pueblo y los habitantes de los mases que por ser autosuficientes no necesitaban desplazarse con frecuencia al pueblo, y por otra, comunicación y rencuentro entre los pastores trashumantes y sus familias y vecinos después de pasar la temporada invernal lejos de sus hogares. A pesar de ser una fiesta en honor a la Virgen de Pradas y ser el componente vegetal el que en un principio predomina, también queda patente la importancia ganadera y la influencia de la trashumancia, sobre todo en la presencia de Santa Bárbara a un nivel igual al de la Virgen de Pradas, recordemos que esta santa es la protectora de los pastores y les ayuda en lo más temido, las tormentas. También queda patente la influencia pastoril en la celebración hasta no hace mucho, de la feria de ganado y utensilios ganaderos y agrícolas. Uno de los informantes subía hasta Pradas para comprar carne para su carnicería de Valencia, lo que muestra la importancia que tenía, no solo en los alrededores sino hasta en las capitales de provincia. Por último destacar que aunque hoy en día la trashumancia ha desaparecido en la zona, y la agricultura es testimonial, se sigue utilizando la fiesta como estrategia social para potenciar la comunicación y la relación entre los habitantes, la gran mayoría emigrados a grandes ciudades, como muestra la elaboración de publicidad anunciando la fiesta en los lugares de emigración, debido a un cambio en las fechas de celebración. 162 José Daniel Lópe z Jim éne z Bibliografía Abad, J. M. (2005), “Introducción al estudio de la trashumancia en la comunidad de aldeas de Teruel (s. xii-xv)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 80-81, pp. 9-67. Bover, A. y Rueda Torres, J. (1987), “La fiesta de ‘Les Enramades’ de Argucias”, Narria: Estudios de Artes y Costumbres Populares, 47-48, pp. 40-45. Caixa (1983), Les festes de la primavera: Recull de tradiccions i costums de l’equinoci de primavera, Barcelona, Caixa de Barcelona, Obra Social. Castán, J. L. 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Trash umanc ia en el Medit erráneo 163 PASTORES TRASHUMANTES DE GÚDAR- JAVALAMBRE: LA EVOLUCIÓN DE SU SENTIDO COMUNITARIO Y TRASCENDENTE C ONCEP CIÓN B ERNÁ CER B ONORA 1 La comarca turolense Gúdar-Javalambre presenta unas características bio-climáticas que han conformado hasta bien entrado el siglo xx el tipo de sociedad tradicional, basada en la economía agropecuaria y el aprovechamiento de los recursos naturales para la supervivencia de su economía (búsqueda y mantenimiento de pastos, pequeñas huertas, explotación forestal, industrias pequeñas como serrerías, secaderos de jamones, queserías; poblamiento disperso: masías; y explotaciones ganaderas extensivas de carácter trashumante). El frío y las primeras heladas aparecen sobre el 10 de septiembre, dejando sin pastos las zonas hasta bien entrado el mes de mayo. Este periodo de tiempo, superior a nueve meses es el que marca el inicio y el final de la trashumancia hacia tierras más cálidas. Ir a extremar significa vivir nueve meses separado de la familia, la casa, el pueblo; apañárselas solo rodeado de duras condiciones de supervivencia: el frío, nieve, lluvia; siempre pendientes del ganado. Es un oficio sin días de fiesta (las ovejas no entienden de vacaciones). 1. Universidad Católica de Valencia. Instituto Universitario de Etnología. Trash umanc ia en el Medit erráneo 165 Esta forma de vida ha generado que al pastor se le vea como un hombre rudo, basto, sin cultura…como lo demuestran las coplillas populares: Los pastores no son hombres, Que son brutos y animales: comen sopas en caldero Y oyen misa en los tozales. (Violant i Simorra, 1986: 388) Pastora, pastora, no te cases con un pastor que te llamarán pastora.. Cásate con el doctor, Y te llamarán señora (Dña. Teodora Gil Lázaro, informante de Linares de Mora) Desde San Miguel a Todos los Santos son las fechas establecidas por la costumbre para bajar a extremar. Pueblos y aldeas quedan vacíos de hombres hasta el mes de mayo (Santa Cruz-San Pedro); todo queda a cargo de las mujeres y ancianos, agravando así la dureza de este sistema económico de vida. Se ayudaban para organizar bodas, bautizos, nacimientos de nuevos miembros familiares y vecinales; para reconstruir una casa o un corral tras una catástrofe; a desparasitar o esquilar ovejas; a pastorear y asistir a las ovejas parideras; a buscar ovejas extraviadas; a los menesteres de la casa como hacer colchones, sembrar, trillar, cosechar, arreglar muros, etc. Como dicen ellos, “hoy por ti y mañana por mí”, sin miramientos de ningún tipo, bajo una honradez pura y humilde ligada a la tradición cultural y a la forma peculiar de su concepción del mundo y del sentido trascendente; plasmada en rituales, ceremonias y símbolos que fortalecían la unión fraternal y la cohesión social y, les constituía como una comunitas frente al “drama social”. 166 C onc ep c ión B ernác er B onora Un drama social: las catástrofes y desdichas, que se veían superados gracias a la religiosidad popular tan extendida y arraigada en estas tierras hasta hace pocos decenios en su sentido inicial de protección y acción de gracias al ser supremo, al que —pese a que no se cumplan las gracias demandadas— siempre se le ha venerado porque “Dios así lo ha querido”, “por algo será, que ha sido así”. Como afirma Turner (1988: 22, 23), a menudo el ritual aparece asociado a una crisis social, a un conflicto; como una especie de compromiso social u obligación de venerar a los ancestros, al ser supremo, para recordarle y darle gracias por paliar la desgracia o enfermedad… El grupo sigue existiendo gracias a ese ser supremo y a los antepasados que han perpetuado la tradición. Todo grupo social se presenta como un sistema estructurado, jerárquico, con posiciones político-jurídico-económicas que separan a sus componentes en términos de “más” o “menos” (Turner, 1988: 103). Pero esa diferenciación jerárquico-social y económica desaparece cuando el grupo, la comunidad, se une como una piña para hacer frente al drama social y dar gracias por el buen desenlace. Es entonces cuando el grupo social, la comunidad, o —como lo denomina Turner— la comunitas, se presenta sin estructurar, indiferenciada, compuesta por individuos iguales que se someten a la autoridad genérica de la tradición que controla el ritual. Desaparece el orgullo de quienes ocupan un estatus superior y el grupo se llena de humildad, de hermandad, de comunión. En todo ritual se ponen de manifiesto los valores del grupo, lo que sienten, lo que piensan, acerca del entorno natural y social en el que interactúan; y como no, acerca de sus creencias religiosas. A través del ritual el grupo preserva su identidad, protege su forma de vida de las amenazas, renueva la voluntad de mantener las normas de conducta necesarias para su vida social. En esta comarca, naturaleza y cultura se funden, y con ellas el modo de vivir la tradición religiosa unida al ciclo anual agropecuario, llena de gestos, palabras, ritos, creencias, devoción, sacrificio y ofrenda. Una tradición fundamentada en unas creencias, en un hecho religioso, en una experiencia religiosa, que tiene como elemento esencial e Trash umanc ia en el Medit erráneo 167 Cruces hechas con ramas. integral la fe, que se alimenta de la relación específica con el ser supremo y que da sentido a la propia vida, a la vida social y a la vida histórica. El modo en como es vivida la religión por los individuos y la comunidad, deja de manifiesto el polo antropológico de la religión, es decir, todo lo que se dice o hace como respuesta a la irrupción de lo divino en la vida, y que se encuentra manifestado en la experiencia-actitud religiosa, las expresiones de la actitud religiosa y en los actos religiosos concretos. La experiencia-actitud religiosa es la dimensión personal y subjetiva de la religión, que se hace visible en la manifestación de la fe, a través de su conducta alimentada por la experiencia. Como por ejemplo el simbolismo protector que tenían y aún tienen (según mis informantes) las cruces hechas con ramas de ruda bendecida el Domingo de Ramos durante la celebración de San Pedro Mártir: “A las 10 tienen que estar puestas”. “Yo creo que sí, es lo único verídico… cuando se pierde una oveja… no te la tocan, no se preocupe que no…”. “Mi padre siempre hacía una cruz así, que se la ponía en el collar de las ovejas”. Cuando se encomiendan a alguien lo hacen a Dios Padre o a la Madre, o si no “cada uno se apañaba como podía”. Otros piensan que “ya 168 C onc ep c ión B ernác er B onora Virgen de la Vega. son santos, están tocados por los Santos”, porque las apariciones han sido a pastores que han sanado de su mal: “se le apareció a un pastor porque era tonto”. La mujer del pastor es más religiosa y pone más empeño en que los hijos sigan esa tradición religiosa: “Y a lo mejor tenían faena pero decían: ‘mira, iros a misa pero luego volveros que tenemos faena.’¡Y a lo mejor ha sido por eso el que se ha aparecido!”. “Si no ibas a misa parecía que vas al infierno”. Pero, como comentaba D. Joaquín Benajes de Puertomingalvo, el ir a misa para el pastor suponía un esfuerzo, ya que en la mayoría de los casos tenían que desplazarse varios kilómetros. De las tres vías de institucionalización de los patronos: apariciones, imágenes regaladas, e invocadas; en esta comarca la forma más extendida es la de la aparición a un pastor o labrador, seguida de la invocada para prevenir males. Los relatos de las apariciones siguen un patrón común: el pastor a quien se le aparece la imagen corre al pueblo o masada a contar lo sucedido. Transportan la imagen hasta el pueblo en procesión. Pero la imagen Trash umanc ia en el Medit erráneo 169 desparece repentinamente y vuelve al lugar primitivo donde fue hallada, manifestando así su deseo sagrado de residir en ese espacio. El lugar de la aparición suele ser estratégico, privilegiado, preferido por la divinidad. La imagen encontrada constituye algo real, portadora de una eficacia simbólica manifestada en los milagros realizados en aquellos que la reconocen y la invocan. Comienza así una relación, una experiencia religiosa que se traduce en actos religiosos concretos, como las romerías, las procesiones y las rogativas. La Virgen de la Vega se apareció a un pastor encima de un espino hacia el año 1175. La primera localidad en realizar la rogativa es Linares de Mora, a los ocho días acude Valdelinares, pasados otros ocho días acude Gúdar, y por último acude Alcalá de la Selva, pertenecientes todos ellos a la Hermandad de la Virgen. La Virgen de la Estrella se le apareció a un pastor, que vio un resplandor en unas ramas que no se quemaban. La romería a la Virgen de la Estrella en Mosqueruela, se celebra el último domingo del mes de mayo. La Virgen de Pradas fue encontrada por un labrador que araba sus tierras con los bueyes. El domingo más próximo al 20 de mayo se celebra la rogativa a la ermita de la Virgen de Pradas en San Agustin. Por tanto, “el patrón no es solo símbolo y emblema, sino también la fuerza dinámica constructora de identidad” (Ariño Villarroya, 1988: 67). En el ritual devocional, en la fiesta, se validan y se consagran los derechos, límites, espacios, posesiones, de resonancia local a través del santo, símbolo de la comunidad, que actúa como paradigma de la ética y la moral invitando a sobrepasar el egocentrismo y organizando el comportamiento comunitario. La fiesta hace que los individuos se piensen y celebren a sí mismos como solidarios internamente y al mismo tiempo diferentes a otras comunidades. “Sin santo no hay fiesta y sin fiesta no hay comunidad. La aldea que no celebre su fiesta ha muerto…Pero lo fascinante de la fiesta es que da al cuerpo lo que es del cuerpo y al espíritu lo que le pertenece” (Lisón Tolosana, 1983: 60, 61, 82). En todas las celebraciones se realiza una comida comunitaria y el reparto del rollo de la caridad, y acuden todos los vecinos que lo desean, reinando un ambiente cordial y fraternal. Pero la fiesta no tendría sentido 170 C onc ep c ión B ernác er B onora Reparto de rollo en la fiesta de la Vega. si no existiera el mito, que habla de los orígenes, de cómo algo empezó a ser, que habla de la realidad de lo sagrado, que se manifiesta a través de las expresiones de fe, expresiones devocionales que resumen y sintetizan la fe de una comunidad religiosa, como los gozos e himnos a la Virgen y a los Santos, en los que podemos apreciar: 1) La exclusividad de a quien se aparece. Se aparece a un pastor, miembro marginal de la sociedad. Himno a la Virgen de la Vega Dulce Virgen de la Vega, a Ti su plegaria eleva el pueblo que te dignaste a un pastor aparecer. Agradecido te adora, con fe tus gracias implora, tu amor bendice y aclama y te da su parabien. Según Turner (1988: 131) este tipo de fenómenos se caracteriza por darse a personas o principios que caen dentro de los intersticios de las Trash umanc ia en el Medit erráneo 171 estructuras sociales, se encuentran en sus márgenes, y ocupan sus últimos peldaños. 2) El agradecimiento de las gentes ante su protección contra las calamidades, contra el drama social; transgrede o elimina las normas y relaciones institucionalizadas porque es una experiencia de una fuerza inimaginable que llena de humanidad a las personas que lo viven. 3) El traspaso de fronteras respecto al poder de actuación. No hay estructura social puesto que la comunitas es un nosotros que surge de manera espontánea, concreta e inmediata; tiene un aspecto existencial, y las relaciones entre sus miembros son generadoras de símbolos, metáforas y comparaciones cuyo producto es el arte y la religión (Turner 1988: 133). 4) la relación-obligación de ser honrado con el voto o promesa realiza el afianzamiento de las normas sociales y religiosas; ya que a través de esa experiencia se liberan las facultades intrínsecas del hombre entre las que se encuentran la racionalidad, la volición y la memoria que se desarrollan con la experiencia de la vida en sociedad (Turner 1988: 134). Determinadas formas de expresión religiosa adquieren una notable eficacia simbólica en tanto en cuanto son capaces de significar la esencia e identidad de una comunidad. La continuidad de una comunidad configura el sentido de identidad comunitaria que depende de la memoria, y —como afirma Turner (1988: 138)— rara vez puede mantenerse durante largo tiempo, ya que la propia comunitas pronto desarrolla una estructura en la que las relaciones libres entre los individuos acaban por convertirse en relaciones regidas por la norma; todo ello fruto de la necesidad de movilizar y organizar los recursos y el imperativo de ejercer un control social entre los miembros del grupo para asegurar la consecución de los fines propuestos. La plena significación del pasado solo puede renacer cuando la comunidad reflexiona sobre sus recuerdos. La pérdida o alejamiento de los dispositivos simbólicos que constituyen parte del patrimonio de una localidad desemboca en el decrecimiento de su potencialidad. El fenómeno religioso es una realidad dinámica que se modifica conforme lo hacen otras organizaciones sociales conformadoras de la cultura 172 C onc ep c ión B ernác er B onora Imagen 4. Gozos de la Virgen de la Vega. de una comunitas. La comunitas es una experiencia única y de carácter socialmente pasajero, que surge en cualquier momento y de manera imprevista entre los seres humanos protegidos y estimulados por el ritual. En palabras de Daniel Bell (2004:163,164), en este sentido, la religión es la conciencia de un momento de trascendencia, la transición del pasado, del cual venimos (y al cual estamos atados), a una nueva concepción del yo como agente moral que acepta libremente el pasado… y vuelve a la tradición a fin de mantener la continuidad de los significados morales. Para la mayoría de los habitantes del pueblo la asistencia a este tipo de actos es el único contacto con la religión católica (a excepción de los entierros), aunque no es percibido como tal, porque cuando el Santo o la Virgen salen de la iglesia y recorren calles y caminos hasta llegar a su ermita, presenciando y bendiciendo los campos sembrados y acogiendo las plegarias de su pueblo, el rito se seculariza y se hace popular y sentido, incluso para la gente que se manifiesta en contra de las prácticas oficiales, pero sin embargo se reconoce religiosa. Festejan un acto que para todos es común, la conmemoración de un hecho simbólico, religioso, al que todos ponen su simpatía y alegría en Trash umanc ia en el Medit erráneo 173 disfrutar con muchos propósitos, dando más vida al tiempo y al lugar en el que crecieron. Así pues, hemos podido comprobar como creencias y actos, conforman un sistema de representaciones ampliamente compartido por la comunitas, lo que no significa que todos los individuos participen por igual de ellos ni que compartan de igual manera los dogmas o ideas recibidos; pero si constituyen un elemento de identificación y diferenciación comunitaria. En palabras de Lisón Tolosana (1983: 124), es el Ego transcendente, intersubjetivo en su actividad práctica y constituyente el que genera, crea y asigna significado y, por tanto, realidad; las cosas, los sucesos y hasta las personas son correlatos de ese Sujeto intencional que desde la experiencia vital imparte lo que de él dimana: significado; las cosas son antropológicamente en tanto en cuanto son predicadas, expresadas en una predicación; la realidad fundamental es para nosotros un momento de nuestra concepción. El recinto espacial de la ermita, santuario, la palabra turolense…son moldes o andamiajes que sostienen creencias, actitudes y valores, formulaciones de la identidad; son el sostén que proporciona forma corpórea a lo inmaterial. En esos elementos es donde se descubre todo un mundo relacional y mental. El Ego, en su carácter thético-predicativo, otorga graciosamente cargas de significado a las agencias más heterogéneas y arbitrarias: una piedra, un rollo de pan, la cruz en las cenizas, una palabra, una fiesta… unos segundos o todo un ciclo pueden convertirse en magníficas epifanías de potente significado cultural. La sociedad cambia, y la cultura también, y como no la religión. Y esto es lo que puede que esté pasando a nivel de religiosidad popular. Las personas de esta comarca y en concreto las que se han dedicado a tareas agropecuarias —me refiero a personas ya jubiladas—, mantienen su religiosidad como si la sociedad y la cultura no hubiesen cambiado, siguen manteniendo viva esa fe en la tradición religiosa vivida. Ahora bien, las siguientes generaciones han vivido esa “modernidad y progreso delirante” que permitía transgredirlo todo y vivir a tope: el carpe diem; pero llegado el momento de pensar en su existencia, en su idiosincrasia como seres humanos y como personas con un pasado, un presente y un futuro, quizás se han encontrado “vacíos de contenido, de sentido”, quizás se han sentido 174 C onc ep c ión B ernác er B onora como “un número más de la seguridad social”, y han comenzado a rememorar y vivir el pasado, la tradición de sus precedentes para sentir la pertenencia a una comunidad. Por ejemplo, para el Ligallo General de Pastores, la celebración de su patrón no es solamente la reunión de los pastores trashumantes, es una forma de divulgar la trashumancia, las razas autóctonas, y el rico patrimonio natural y cultural vinculado a ellas. Es sobretodo una forma de fortalecer y de asegurar el futuro de esta actividad económica y de fortalecer el sentido identitario. Adaptarse al mercado es uno de los requisitos que tendrá que cumplir el sector ganadero si quiere mantenerse. El pastor del futuro es un empresario que analiza el mercado y toma las decisiones en función de él. La calidad y la innovación son dos pilares básicos para el futuro del sector, que también debe apoyarse en el asociacionismo o cooperativismo. Pero el asociacionismo puede desembocar en individualismo al surgir la competitividad, generándose una fisura en la tradición cultural que conlleva a la pérdida del sentido trascendente y del simbolismo ritual original. Este tipo de ganadería y su asociacionismo produce beneficios de cara a evitar el deterioro del patrimonio cultural vinculado al sector; ya que recoge el patrimonio cultural, material e inmaterial, de tradición pastoril; apoya y fortalece a los ganaderos que hay en activo dándoles proyección de futuro; y actúa en el plano cultural y económico con el objetivo de fortalecer a la comunidad, revalorizar el oficio entre la sociedad y mejorar el concepto que tienen de él las propias personas que lo realizan. Pero uno de los principales problemas que hay en las zonas donde opera el pastor es la falta de relevo generacional por eso se apuesta por las escuelas de pastores, como la de Fortanete. En palabras de Turner, lo más sabio es encontrar en todo momento la relación apropiada entre estructura y comunitas bajo las circunstancias dadas de tiempo y lugar, aceptar cada modalidad cuando es superior sin que ello signifique rechazar la otra, y no aferrarse a ninguna una vez que haya perdido el impulso espontáneo..... la comunitas espontánea es una fase, un momento, y no una condición permanente….Ésta no se reduce simplemente a la serie de cadenas que atan a los hombre en cualquier Trash umanc ia en el Medit erráneo 175 lugar, sino que incluye los mismos medios culturales que preservan la dignidad y libertad, así como la existencia corporal de hombres, mujeres y niños. Pueden existir múltiples imperfecciones en los medios estructurales empleados y en la forma en que se utilizan, pero desde los comienzos mismos de la prehistoria, la evidencia sugiere que son tales medios los que hacen que el hombre sea más genuinamente hombre. Esto no significa que la comunitas espontánea sea mera’naturaleza’; la comunitas espontánea es la naturaleza en diálogo con la estructura, unida a ella como una mujer se une a un hombre. Juntas formas una corriente de vida: un afluente suministra energía, el otro, fertilidad aluvial (1988:145). Bibliografía Abad Asensio J. M. (1988), “Introducción al estudio de la trashumancia en la comunidad de aldeas de Teruel (siglos XIII-XV)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 80-81. Antón Burgos, F. J. (2004), “La trashumancia en España, hoy”, en J.L. Castán, y C. Serrano (coords.), La trashumancia en la España mediterránea. Historia, antropología, medio natural, desarrollo rural, Zaragoza, CEDDAR, pp. 483-493. Ariño Villarroya, A. (1988), “Festes, Rituals i Creences”, en J. F. Mira (dir), Temes d’Etnografía Valenciana (IV), Colecció Politécnica/32, Valencia, Alfons el Magnànim, Institució Valenciana d’Estudis i Investigació. Bell, D. 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Trash umanc ia en el Medit erráneo 177 MUJER Y TRASHUMANCIA EN LA SIERRA DE ALBARRACÍN Á NGEL A C A L ERO V A LV ERDE 1 D IEGO T ÉL L EZ R ODRÍGUEZ 2 En la sierra de Albarracín, desde tiempo inmemorial, la actividad ganadera ha sido la predominante, constituyendo el principal recurso económico para muchas familias de la zona. Este hecho ha influido de forma considerable en los usos y costumbres propios de sus habitantes, haciendo de la trashumancia y de sus implicaciones sociales y económicas un modo de vida particular. Durante seis meses la vida se hace fuera de casa, en un territorio ajeno. Separados de sus familias, los pastores, prisioneros de la geografía y de su rebaño, establecen entre sí y hacia afuera unas peculiares relaciones económicas, sociales y culturales. Los pueblos de la Sierra de Albarracín no utilizaban las dehesas manchegas o extremeñas, sino que sus extremos eran las tierras cálidas de Andalucía y Valencia. El desplazamiento desde la sierra hacia tierras valencianas, fenómeno en el que se centra nuestro trabajo de campo, tiene lugar a principios de noviembre y es lo que popularmente se conoce como “bajar al Reino” (Castán, 1998). Se trata de unos desplazamientos de corto alcance desde las montañas a las planicies, que configuraron desde la Baja Edad Media un peculiar sistema económico. Bajar al Reino, a pesar de que suponía dejar atrás a la familia durante seis meses, era menos duro que desplazarse hacia tierras andaluzas. El recorrido duraba aproximadamente ocho días y las tierras de Valencia entrañaban menos peligros y dificultades. No obstante, el pastor debía 1 y 2. Universidad Católica de Valencia. Instituto Universitario de Etnología. Trash umanc ia en el Medit erráneo 179 habituarse a un nuevo hábitat lejano a lo conocido y, como es bien sabido, esto siempre resulta una ardua tarea. Esta condición no deja de moldear el carácter del pastor y de imprimir en él una personalidad especial. Tal y como señala Mahdi (1999: 154), “los pastores pasan su vida en la montaña, por oposición a la vida de los pueblos, lo que les predispone al aislamiento, al repliegue y a la meditación”. Tradicionalmente se ha estudiado el modo en que la trashumancia ha afectado a la vida del pastor, poniendo de manifiesto las penurias y dificultades que este debía sobrellevar tanto en el camino como en su estancia fuera del hogar. Asimismo, la mayoría de los estudios, y también de los relatos populares, ponen el acento en la masculinidad que envuelve a todos y cada uno de los actos que constituyen esta labor. En nuestro imaginario colectivo reside la figura del pastor como un hombre solitario y errante, misterioso. Y es que, como apunta Castán, “el mundo pastoril posee unas características muy definidas y no es la menor de ellas la personalidad del ganadero. Un carácter que no es fruto de una elección personal, sino que viene marcado por la dureza de su medio de vida” (1998: 19). Existen numerosos y buenos trabajos que estudian la trashumancia desde diferentes puntos de vista y que sin duda han incrementado enormemente el conocimiento que hoy en día poseemos sobre lo que supone la profesión trashumante. No obstante, quizá es momento ahora de desviar el foco de atención hacia la otra parte interesada en la cuestión y estudiar de forma detenida el papel que juega la mujer dentro de esta ocupación. En este sentido, es necesario hacer referencia a dos roles diferenciados que la mujer ha adoptado dentro del universo trashumante. En el primer caso hablamos del papel tradicional y más conocido, el de la mujer que espera en casa la llegada del marido al tiempo que se ocupa del mantenimiento del hogar. Los roles masculino y femenino venían definidos básicamente por el trabajo que unos y otros realizaban, siendo ocupación de la mujer las labores del cuidado de la huerta y de la casa. Esto hacía que, a su vez, se le asignaran una serie de valores apropiados a su personalidad, como ser una “mujer de su casa”, ser discreta, ahorradora, trabajadora, etc. Era ella la encargada de la educación de los menores, así como la responsable de que todo en la casa siguiera funcionando a pesar de la ausencia de su marido. Estos roles se adquirían desde bien 180 Ángel a C al ero Valverde y D iego T él l e z Rodríge z temprano a través de la institución familiar, adoptando los niños el papel que observaban en sus padres y siendo educadas las niñas para desempeñar las mismas funciones que tenía la madre. Así lo señala Bandinu en su obra Pastoralismo in Sardegna: Apenas terminada la escuela elemental, el niño va al corral. Hay una preparación. Se va al sastre para coger las medidas de la ropa, al zapatero para los zapatos, a la tienda para la barretina. Es una especie de rito de iniciación. El chico, vestido de hombre, está preparado para el viaje desde la casa de la madre al corral del padre” (2006: 46). En esta cita podemos observar la importancia que tenía para la vida de un muchacho su incorporación al grupo de trabajo. No solo se trata de un cambio radical en cuanto a modo de vida, sino que implica un verdadero cambio ontológico rodeado de significados simbólicos. Es el paso de niño a hombre. Por otro lado, es interesante recoger que no solo se atribuyen valores a las personas en función del género, sino que además cada espacio físico alberga todo un conjunto de significados dependiendo de las tareas que se realizan en él y, sobretodo, dependiendo de si forma parte del universo masculino o femenino. También nos es posible visualizar esto a través de una cita de Bandinu: “Cuando el niño deja la casa de la madre y va al corral del padre, se dice que ha terminado el tiempo de los juegos en su componente de ligereza lúdica. En el corral el juego es serio” (2006: 49). La vida de las mujeres que desempeñan este papel tradicional puede ser analizada a través de la consideración de tres factores que resultan claves en el modus vivendi de los pueblos de la sierra durante el periodo de invernada. Se trata de la soledad, la responsabilidad y la cohesión social. La soledad es una constante en la vida del pastor y en la de aquellos con quienes la comparte, pudiendo este sentimiento ser analizado desde dos ángulos. Por un lado, hay que hacer referencia a la separación que se da dentro del núcleo familiar, del matrimonio e incluso de las relaciones de noviazgo. Mientras que el pastor se enfrenta a seis meses de duro e intenso trabajo en tierras lejanas, la que espera tiene por delante largas noches en vela pensando en los seres queridos que han marchado, puesto que podía tratarse tanto de sus esposos, como de sus hermanos o hijos Trash umanc ia en el Medit erráneo 181 Mapa de veredas y recorridos trashumantes entre la Sierra de Albarracín y el Reino de Valencia (Castán, 2008). 182 Ángel a C al ero Valverde y D iego T él l e z Rodríge z varones en edad de trashumar. Así nos lo recuerdan algunos fragmentos de un poema de Vicente Sáiz de Huerta de Arriba (Burgos) recogido por Elías (2003: 125) Casi pasé yo diez años cuando a mi casa volvía. Salió mi madre a esperarme y apenas me conocía. Cuando me abrazó mi madre entre sollozos me dijo si eres ya un mozo cuánto has crecido si ya casi no te conozco. Por su parte, el pastor experimenta una mayor soledad si cabe, puesto que no solo se aleja de sus seres queridos sino también de todo lo conocido, de todo lo que le resulta familiar (Elías, 2003: 132). Cuántas noches acostado en la cama con mi mujer por la puerta trasera tuve que saltar a la calle y al monte echarme a correr. Desde otro punto de vista, es posible observar la soledad que se vivía en los pueblos durante el invierno. Habiéndose marchado prácticamente toda la población masculina en edad de trabajar, solo quedaban en él las mujeres, los niños y los ancianos. En este sentido, es apropiado recordar un fragmento de Fernández (1996: 158) en el que se ve reflejada la soledad que conlleva la vida del pastor y la de aquellos que le acompañan. Cuando ya se marchan todos y abandonan la terruca queda triste la montaña, triste, en silencio y oscura pues se marchó la alegría camino de Extremadura. Por eso el pueblo que ve desfilar a los pastores llorando quiere cantar la ausencia de sus amores. Ya se van los pastores, ya se van marchando, más de cuatro zagalas quedan llorando. Ya se van los pastores a la Extremadura Trash umanc ia en el Medit erráneo 183 ya se queda la Sierra triste y oscura. Marchó el padre, se fue el hijo, con el novio o el hermano, queda llorosa la esposa soñando con el verano. El segundo factor que podemos resaltar es la responsabilidad. Durante el invierno, eran las mujeres las que debían encargarse tanto de la alimentación y cuidado de sus hijos como de su educación, lo que las convertía en las principales trasmisoras de los valores esenciales de la cultura y forma de vida. Esto suponía para ellas una importante labor que, como antes mencionábamos, debían sufrir en soledad. Por otro lado, también recaía sobre ellas todo el trabajo doméstico, agrícola y ganadero, necesario para sacar adelante a la familia durante los duros inviernos. Esto era sin duda una carga pesada que la mujer debía asumir en ausencia de su marido. Un ejemplo de ello nos lo proporciona la industria del queso asociada a la cría y cuidado de ganado ovino. “La fabricación del queso tiene un carecer doméstico y se realiza diariamente [...] Toda esta labor se hace en casa del ganadero por parte de las mujeres durante toda la noche o bien de madrugada, colaborando de esta manera en los trabajos de la economía ganadera” (Fontavella, 1951: 802). Por último, debido a que tradicionalmente se ha considerado que el lugar que ocupaba predominantemente la mujer era el hogar, correspondía al esposo el mantenimiento de las relaciones sociales con sus convecinos. El caso de la trashumancia modificaba un poco estos parámetros, al quedar el pueblo en manos de las mujeres. Eran ellas la que debían entonces “hacer pueblo” y mantener, a través de sus relaciones sociales, las tradiciones y festividades propias de cada municipio. El hecho de encontrase muchas de ellas en la misma situación hacía que aumentara la cohesión social, siendo de vital importancia en estos pueblos el sentimiento comunitario. Entraba entonces en juego la solidaridad, que actuaba como un mecanismo de supervivencia entre las mujeres del municipio, quienes se ayudaban y acompañaban mutuamente en los largos inviernos de ausencias familiares. En cuanto al otro papel de la mujer al que nos referíamos anteriormente, resulta novedoso haber descubierto a mujeres de referencia asumiendo el papel masculino del pastor trashumante hacia las dehesas del verano. Este hecho nos proporciona nuevas líneas de profundización sobre la 184 Ángel a C al ero Valverde y D iego T él l e z Rodríge z trashumancia, así como posibilidades de abordar el tema de investigación desde un nuevo prisma, en el que la mujer parece jugar un papel diferente e interesante. Una primera aproximación a este nuevo rol femenino, la encontramos en el pueblo turolense de Frías de Albarracín. El caso de las mujeres de este municipio supone un paso intermedio entre el papel tradicional de la mujer que acabamos de analizar y el de la mujer como pastora trashumante. Cuando los pastores se encontraban trashumando, en muchos casos dejaban en el pueblo a los machos o a los corderos recién nacidos, siendo labor de las mujeres pastar con estas cabezas de ganado durante el día por los límites del término municipal. Las mujeres que ejercían esta labor tenían una doble carga de trabajo, puesto que además, debían hacerse cargo del resto de las labores domésticas. Debe entenderse que esta situación podía repetirse en distintos municipios, pero durante nuestra estancia en la comarca solo tuvimos noticia de este caso. Analizamos ahora el novedoso papel que la mujer de Albarracín adquirió en menor medida y más tardíamente. Se trata de la mujer como pastora, la mujer como protagonista de la trashumancia y no como esposa o familiar del pastor. Si bien es cierto que este fenómeno no constituye una constante en la tradición ganadera de la zona, es posible localizar en algunos municipios de la sierra a mujeres que han desempeñado la profesión de pastoras. En la mayoría de los casos se sigue tratando de mujeres o familiares de pastores, pero se puede observar en su trayectoria vital una serie de experiencias que difieren mucho de las vividas por sus convecinas. Las circunstancias familiares y la situación económica hacían, en muchos casos, que fuera necesaria la participación activa de la mujer en las labores propiamente pastoriles, teniendo que acompañar a sus esposos, padres o hermanos, en el camino hacia a las dehesas de verano. Puesto que la mayoría de las informaciones y posteriores conclusiones presentes en este trabajo están directamente extraídas de las experiencias vitales de sus protagonistas, consideramos oportuno exponer este punto a partir de dos casos paradigmáticos que encontramos en la sierra. Tras muchos kilómetros recorridos y varias horas de conversación con los lugareños de la Sierra de Albarracín, nos informaron de la existencia de algunas mujeres, ya retiradas, que se habían dedicado a la ganadería y que Trash umanc ia en el Medit erráneo 185 habían realizado la trashumancia en varias ocasiones, ya fuera hacia el Reino de Valencia o hacia tierras andaluzas. De entre los casos que nos fue posible conocer, presentamos ahora dos de los que, por motivos que se exponen a continuación, resultan más relevantes para nuestro estudio. Se trata de Teodora, vecina de Calomarde, y de Carmen, residente en Jabaloyas. Ambas mujeres comparten el hecho de haber realizado, en compañía de sus maridos, la trashumancia hacia tierras valencianas. En ambos casos esta fue una actividad que, a pesar de que vino propiciada por la circunstancias del momento, para ellas constituyó, y así lo reconocen en la actualidad, su profesión. El caso de Teodora resulta muy simpático, puesto que es una mujer muy conocida en todos los pueblos de alrededor por su fuerza vital y por su capacidad de trabajo. Además, todos coinciden en señalarla como la primera mujer de la comarca en realizar la trashumancia. Sus labores durante el período invernal, tanto en el desplazamiento como en la estancia en los pastos, eran exactamente las mismas que las que desarrollaba su marido, con el que también tuvimos la ocasión de conversar. Resulta curioso cómo los hombres de la zona alaban su buen hacer y su destreza, a pesar, puntualizan, de tratarse de una mujer. En cuanto a Carmen, cabe señalar que su actividad diaria difería de la de Teodora. Realizaba el desplazamiento a pie al igual que su marido, guiando al rebaño por la veredas y pernoctando al aire libre en las cerradas noches de invierno, pero al llegar a tierras valencianas dejaba a un lado las labores relacionadas con el pasto, de las que se encargaba su marido, para ocuparse de las domésticas. Lo más llamativo que encontramos en su narración es el fuerte sentido ritual que todavía hoy mantiene en relación con la actividad, recordando todavía oraciones y cánticos que utilizaban para prevenirse de los peligros que entrañaba la montaña. Cabe señalar que la actividad ritual o religiosa asociada al mundo pastoril siempre ha constituido un rasgo esencialmente masculino. Por ello, resulta especialmente interesante la figura de Carmen, quien adoptó de algún modo las pautas “culturalmente masculinas” para adaptarlas a sus propias experiencias vitales. Asimismo, se encargó de trasmitir toda esta carga cultural a sus hijos, labor que, como se ha mencionado anteriormente, ha sido tradicionalmente, responsabilidad del hombre. 186 Ángel a C al ero Valverde y D iego T él l e z Rodríge z Fotografía tomada en casa de Carmen, en Jabaloyas, en agosto de 2008. En definitiva, se trata de dos mujeres que fueron pioneras en la zona, dos mujeres que cambiaron su papel en la trashumancia para participar de una forma más activa en lo que esta profesión conlleva. Y al hacerlo, no dejaron de imprimir en su actividad un marcado carácter femenino. Como se ha apuntado anteriormente, tradicionalmente en muchas culturas la mujer es considerada como la encargada de trasmitir la cultura y las tradiciones a los hijos. En el caso de la mujer como esposa del pastor, queda bien reflejado cómo eran ellas las encargadas de criar a los niños durante las ausencias de los padres, que eran muy prolongadas. Pero en el caso de la mujer trashumante este carácter trasmisor adquiere nuevas connotaciones. Es conocida la religiosidad y el sentido ritual que de antiguo se ha atribuido a la vida pastoril y, en el transcurrir de las entrevistas realizadas, hemos observado cómo es la mujer la que da un mayor significado a todos los aspectos culturales y religiosos de su labor. Por otro lado, algunos de los atributos propiamente femeninos, como el sentimiento maternal, también dejan una fuerte impronta en la actividad ganadera. Una vez analizada de forma breve la actividad pastoril en la Sierra de Albarracín y, de forma más detallada, la situación de la mujer con respecto Trash umanc ia en el Medit erráneo 187 a la trashumancia, es necesario concluir este trabajo haciendo referencia al marcado carácter antropológico que pretende tener el mismo. A pesar de que existen numerosos y buenos trabajos que estudian la trashumancia en esta zona, apenas encontramos referencia alguna a la relación que existe entre este fenómeno y el género. Además, pensamos que el uso de técnicas propias de la etnografía, como la entrevista en profundidad y las historias orales de vida, pueden aportar una nueva visión al conjunto de conocimientos. Esta nueva perspectiva nace de las propias experiencias vitales narradas en primera persona por aquellos que han vivido la trashumancia, tanto los propios pastores como sus esposas y familiares. Además, hemos de tener en cuenta que en casos como este el tiempo corre en nuestra contra, por lo que se hace urgente y necesario centrar nuestros esfuerzos por recoger el testimonio, todavía vivo, de lo que la trashumancia ha significado y significa en nuestra sociedad. Bibliografía Almagro Gorbea, M. (2001), “La Serranía de Albarracín: Análisis etnoarqueológico de la ganadería en la Celtiberia meridional”, en J. 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Los paisajes mediterráneos son artefactos de naturaleza y cultura, modelados por la transformación colectiva del territorio. Siglos de historia, de trabajo y de pensamiento han hecho del medio natural un paisaje de cultura, donde los ecosistemas potenciales se hallan mediatizados, consciente o inconscientemente, por las actividades productivas. Por ello, en los actuales paisajes mediterráneos hay un legado patrimonial de fragmentos superpuestos e interestratificados heredados del pasado. La interpretación de tales huellas, marcas y tramas remite a unos modos de vida —ahora desaparecidos o muy residuales— que participaron en el modelado de los actuales mosaicos paisajísticos, incluso con valores socialmente otorgados (Mateu, 2007). En la actualidad, la ganadería extensiva es una actividad económica menor en los países mediterráneos (Baticle, 1974), pero históricamente jugó un papel relevante en la construcción de muchos paisajes rurales. “Ninguna manifestación de la vida económica española tiene en su historia el arraigo que la ganadería” (Carande, 1943). Esta ponencia pretende revisar cómo la geografía ha analizado la huella territorial 1. Universitat de València. Trash umanc ia en el Medit erráneo 193 de la trashumancia en el paisaje, con especial atención a la Península Ibérica. En concreto analizaré la cuestión de las vías pecuarias y el impacto de la trashumancia en el manejo del territorio. La trashumancia —un fenómeno complejo, ahora residual en muchas regiones mediterráneas— fue una antiquísima práctica pastoril, en cuya base se entrecruzan factores ambientales, disposiciones jurídicas y decisiones históricas. El desplazamiento de pastores y ganados —entre extremos ambientales y economías distintas— es una estrategia de manejo, explotación y aprovechamiento de recursos que permite sortear las limitaciones de alimentar cabañas importantes sobre los mismos predios todo el año y usar pastos lejanos que, de otra manera, estarían inactivos e infrautilizados cuando en la partida escasean o no existen (Cabo, 1998). En este sentido, la trashumancia es una adaptación pastoril a la variabilidad ecológica anual de los pisos bioclimáticos mediterráneos. En palabras de Braudel (1976: 109), el trasiego de pastores y ganados por cañadas y veredas constituye “una de las características del mundo mediterráneo”. Este secular modo de vida no pasó desapercibido a los discípulos de Vidal de la Blache, ni a los historiadores de la escuela de los Annales, ni a reconocidos investigadores sociales como Julius Klein (Bishko, 1982). Desde principios del siglo xx, muchos de ellos fueron profundizado en sus dimensiones económica y comercial y, más recientemente, en aspectos ambientales y patrimoniales. Poco a poco, el cuadro interpretativo ha ido integrando las relaciones sociales (decisiones políticas y económicas) con territorios ecológicamente complementarios (Cazzola, 1998: 373). En síntesis, una mezcla que sitúa la trashumancia entre los modelos de sostenibilidad. La trashumancia abarca un amplio abanico de cuestiones, a algunas de las cuales la investigación geográfica ha dedicado larga atención (Anton, 1992), comenzando por Fribourg (1910), Dantín Cereceda (1936, 1940, 1942) y el impulso de varios congresos. Así en las actas del Congreso Internacional de Geografía, celebrado en Lisboa (1949), hay numerosas comunicaciones sobre el conjunto de Portugal (Jorge Dias, 1951; Ribeiro y Placido Santos, 1951), las montañas del Minho (Soeiro, 1951), la dedicada a la trashumancia invernal en la mitad oriental de los Pirineos franceses (Chevalier, 1951), alguna sobre los Apeninos (Scotti, 1951; Nice, 1951) y varias sobre la trashumancia en España (Casas, 1951; Llobet y 194 Joan F. Mat eu B el l és Vilà, 1951; Terán, 1951). En conjunto, las aportaciones al Congreso de Lisboa documentaron la progresiva decadencia de esta práctica pastoral (aunque las circunstancias posbélicas habían abortado transitoriamente la hemorragia demográfica de las montañas mediterráneas). Las décadas centrales del siglo xx fueron fecundas en la investigación geográfica de la trashumancia en España, especialmente dentro de las denominadas tesis regionales. En dichas monografías abundan apartados sobre la evolución reciente de la trashumancia. En los años setenta, se publicaron monografías destacadas (Torres Luna, 1971; Ortega, 1974; Zulueta, 1977; Palacios, 1977; García Fernández, 1974; etc.). En las últimas décadas ha habido un menor interés sobre la trashumancia, salvo relevantes excepciones (Cabo, 1998, Martín Galindo, 1986; Bertrand, 1984; Butzer, 1988, etc.) que contrasta con la pujanza investigadora mantenida por otros colectivos académicos (García Martín y Sánchez Benito, 1986 ; García Martín 1988; García Martín et al. 1992; Anes y García Sanz, 1994; Pérez Romero, 1995; Ruiz Martín y García Sanz, 1998; Melón Jiménez et al., 1999, etc.). 1. Las trashumancias mediterráneas A principios del siglo xx, las escuelas geográficas francesa y alemana distinguieron tres modalidades en los desplazamientos de hombres y ganados: nomadismo en las estepas subdesérticas, trashumancia de alcance mediterráneo y la vida pastoril alpina. Dentro de la demarcación mediterránea, pronto advirtieron que por entonces la trashumancia española mostraba estadios de transición entre el nomadismo o la trashumancia aguda del Asia Menor y la trashumancia restringida, modernizada o agonizante de Francia e Italia (Fribourg, 1910). Como este mismo autor indicaba, la Península Ibérica presentaba ejemplos de trashumancia con recorridos africanos (en la Meseta) y restringidos como en Francia (en Guipúzcoa). A medida que se conocían más casos regionales, se iba manifestando la complejidad de la trashumancia. En este contexto, la trashumancia era el traslado anual de ganado entre dos zonas de pasto, separadas por espacios intermedios dedicados a aprovechamientos diferentes. En función del sentido del desplazamiento, se establecieron tres tipos básicos de trashumancia. La denominada directa en que propietarios y pastores son gentes de llanura, viven en ella y solo se desplazan en verano a la Trash umanc ia en el Medit erráneo 195 montaña durante la estación seca en los pastos de las tierras bajas. Por su parte, la trashumancia inversa la practican los montañeses que dejan la montaña al llegar los rigurosos inviernos y se dirigen a los pisos mediterráneos inferiores. Por último, en la trashumancia mixta, completa o doble, el punto de partida se encuentra en medianías, entre los pastos de invierno y de verano. Este sencillo esquema permitió a Braudel (1949) mostrar la complejidad de los “desplazamientos regulares de hombres y ganados, que son una de las características del mundo mediterráneo”. Poco a poco, los estudios regionales fueron matizando las distancias de los recorridos y otras variables. A partir de tales trabajos, realizaré un bosquejo de los tipos de los desplazamientos trashumantes. En primer lugar, caracterizaré la trashumancia corta mediterránea (practicada entre la montaña media y sus piedemontes y llanuras próximas, esto es, entre los pisos oromediterráneo y termomediterráneo), después comentaré la gran trashumancia de la Mesta y, por último, la pequeña trashumancia riberiega. 1.1. LA TRASHUMANCIA CORTA El Mediterráneo es un mar entre montañas dispuestas en vastos sistemas estructurales. Por ello, además del valle o la llanura, existe otro país alto y macizo, “ese mundo erguido, erizado de murallones, sus extrañas viviendas y sus caseríos, con sus nortes cortados a pico” (Braudel, 1949). En la montaña media y alta, nada recuerda al cercano Mediterráneo, clásico y risueño, alrededor del cual florece el naranjo. El ascenso desde el mar a las tierras altas es una gradación de sucesivos escalones estructurales y una secuencia de pisos climáticos y biogeográficos. Para los habitantes de la montaña media, el invierno es frío y desolador y aún lo fue más en las pulsaciones de la Pequeña Edad del Hielo. Históricamente la montaña mediterránea fue algo más que “una fábrica de hombres para uso ajeno” o “un anticiclón demográfico, exportador de mano de obra” a causa de los desequilibrios entre población y agricultura. En realidad, el modelo económico de la montaña mediterránea preindustrial —más que en el aislamiento y en la subsistencia— se basaba en la complementariedad interactiva del mercado y en la práctica de la trashumancia, capaz de aprovechar las potencialidades económicas 196 Joan F. Mat eu B el l és muy por encima de los límites de los recursos naturales. En general, los pobladores optaron por una especialización ganadera y por las manufacturas a domicilio en detrimento de unos problemáticos aprovechamientos agrarios. La trashumancia —casi siempre concentrada en pocas manos— ordenó la montaña media mediterránea, favoreciendo más la reserva de pastos para el ovino que las roturaciones y el desarrollo de la ganadería estante. En síntesis, la economía de la montaña mediterránea —muy dinámica y mercantilizada— se componía de una agricultura pobre, de una ganadería trashumante potente y de actividades de transformación y de transporte. A veces, también había aprovechamientos forestales significativos. En todo caso, eran partes de una economía compleja y pluriactiva identificable en numerosas montañas de la orla mediterránea, en muchas localidades y también en el seno de la mayor parte de las familias (Moreno, 1999). Este modelo económico de montaña media mediterránea fue alterado —con ritmos distintos— por el proceso de industrialización y urbanización, por la quiebra del régimen comunal a fines del Antiguo Régimen y por la revolución de los transportes. A partir de entonces la montaña media mediterránea se convirtió en un “anticiclón demográfico, exportador de mano de obra” y en “una fábrica de hombres para uso ajeno” por el colapso de las manufacturas textiles a domicilio, la quiebra de los antiguos canales de comercialización y por la paulatina extinción de la trashumancia. Desde avanzado el siglo xix, la montaña media mediterránea asistió a una deserción poblacional —más o menos acelerada— y a la crisis de unas formas de vida estructuradas alrededor de la trashumancia. Numerosos estudios de geografía regional documentaron este proceso —más o menos rápido— de desaparición de la trashumancia en numerosas montañas mediterráneas. En realidad hoy son documentos de alto valor etnológico y antropológico porque captaron la fase de decadencia de seculares prácticas ganaderas y algunos intentos de modernización. A principios del siglo xx, se estaba esbozando una evolución curiosa en la trashumancia española. La construcción de ciertas vías férreas, la puesta en servicio de un material apropiado y, sobre todo, el establecimiento de tarifas especiales transformaron las antiguas prácticas. Trash umanc ia en el Medit erráneo 197 El 5 de noviembre de 1899, la compañía de ferrocarriles MadridZaragoza-Alicante inauguraba, en un cierto número de líneas, una tarifa especial “para el transporte de ovinos o caprinos ambulantes”. El 20 de noviembre de 1901, la compañía Madrid-Cáceres-Portugal la imitaba. Desde entonces, en las regiones servidas por estas líneas, las rutas que los rebaños seguían ya cada vez menos, quedaron desiertas… …La antigua trashumancia es así modificada de lleno. Las vías pastoriles acaban de desaparecer; no son seguidas más que para atender a la estación próxima, y a menudo se las abandona para la ruta. Los ovinos ganan sus pastos en vagones enrejados; los perros, las mulas, les acompañan en un furgón que se engancha a la cola del tren especial que les conduce; los pastores viajan en tercera clase, con un permiso que se les concede gratuitamente. Las antiguas direcciones seguidas durante siglos han sido modificadas: al lado de marchar del Norte al Sur, también se va del Este al Oeste; se gana indiferentemente tal o cual pastizal, según las tarifas del ferrocarril o del precio del invernaje y del agostaje. Nada ha sido cambiado en el Nordeste de la península; por otra parte, todo ha sido transformado. La trashumancia es modernizada, se adapta a los medios actuales de transporte. El ferrocarril ha resuelto este problema… (Fribourg, 1910). Sin embargo, esta positiva valoración de Fribourg acerca del potencial modernizador del ferrocarril para la práctica de la trashumancia no incluía la profunda crisis que se estaba cerniendo sobre la montaña mediterránea. Tampoco otros captaron la magnitud de los cambios, aunque pronto se convirtieron en testigos del gran abandono demográfico de la montaña mediterránea y de la desaparición de la trashumancia. Un buen ejemplo de la metodología de estos trabajos es la tesis de Maurice Le Lannou (1941) sobre Cerdeña, un país de montañas donde todavía la ganadería constituía la principal actividad productiva y era la marca paisajística de la isla. “Los ganados, siempre en movimiento, están por todas partes” (p. 4). La trashumancia era inversa, esto es, los ganados de los macizos centrales de Cerdeña se trasladaban a invernar a los prados litorales (p. 176). En este escenario, Le Lannou —a pesar de las restricciones estadísticas y cartográficas por parte de las autoridades en la década de los años treinta por posible espionaje— elaboró un magistral estudio sobre la relevancia de la vida pastoril en la isla en vísperas de la II Guerra Mundial, 198 Joan F. Mat eu B el l és interpretando tanto las condiciones naturales (climáticas, edáficas y biogeográficas) como históricas (pastos comunales regidos por el derecho consuetudinario, contraste entre el poblamiento del interior y los desiertos demográficos de las llanuras costeras, proceso de cercado de tierras o tancas, etc.). A través de la tesis de Le Lannou, se advierte la relevancia de la trashumancia en un modelo económico y social muy representativo de la montaña mediterránea. La Gallura —una comarca aislada dentro del aislamiento general de Cerdeña— era una buena muestra de cómo la ganadería había estructurado la economía rural y las mentalidades colectivas (Mele, 1994). La trashumancia también se practicaba entre los Apeninos centroseptentrionales y los pastos litorales pisanos y, sobre todo, la Maremma toscana que, de septiembre a mayo, albergaba centenares de miles de cabezas de ganado. El sistema aduanero toscano lo estableció la República de Siena en 1353 para superar el impacto de la peste negra: a cambio de un cánon, arrendaba los pastos y garantizaba seguridad y algún servicio a los trashumantes durante su estancia invernal en la marisma. En 1419 se reguló la Aduana de Pastos del Común de Siena que administraba las hierbas de las llanuras pantanosas del Ombrone y adyacentes, más una amplia franja de colinas inmediatas que abarcaba más de cien mil hectáreas. El estatuto de la Aduana de Siena —sin cambios sustanciales hasta finales del siglo xviii— regulaba también los usos de los pastos para evitar la sobreexplotación (Cazzola, 1998). Por su parte, las comunidades pastoriles de los Apeninos centro-meridionales sorteaban los rigores invernales con la trashumancia hacia las provincias romanas del Patrimonio de San Pedro, Marittima y Campagna. Desde tiempos medievales hasta la primera mitad del siglo xix, también el Estado de la Iglesia desarrolló el sistema pontificio de pastos de tipo aduanero, con notorios paralelismos a la Aduana del reino de Nápoles. A su vez, las tierras áridas, prácticamente deshabitadas, pantanosas de la ribera costera del Tavoliere de Apulia —la segunda llanura italiana por su extensión— fueron destino invernal de los ganados y pastores trashumantes procedentes de los altos macizos de los Abruzzos y del Molise. De hecho, Apulia fue la Extremadura del reino de Nápoles, que proporcionó —mediante una fiscalidad de pastos en la Aduana de Foggia, regulada en 1447 por Alfonso el Magnánimo— un importantísimo volumen de ingresos a la corona. A cambio, Trash umanc ia en el Medit erráneo 199 la Aduana garantizaba a los trashumantes seguridad en el desplazamiento, exención de tributos ilegales y pasto para el ganado (Cazzola, 1998). A principios del siglo xx, Fribourg (1910) definía el norte de África como el país de la trashumancia, con destino o inicio del trasiego en el Tell. Por entonces, la ocupación francesa estaba propiciando el abandono del nomadismo y el establecimiento de la trashumancia en Argelia, mientras crecía la hostilidad entre pastores y agricultores. Este mismo autor constataba que la trashumancia en Francia —en proceso de decadencia— se practicaba en los Alpes, Languedoc y la región pirenaica. He aquí, como ejemplo, su breve comentario sobre esta última área. Si el oeste de la cadena, Labourd, Navara, el valle del Soule, los valles de Aspe, de Barétons, de Josbaig envían en invierno los animales que no pueden sostener hasta las landas de Gascuña, Bazadais, Bordelais, los trayectos de los animales de los Pirineos centrales y orientales son infinitamente más restringidos. Esta trashumancia francesa es idéntica a aquella que hemos observado en Guipúzcoa: las ovejas de los valles inferiores suben hacia las alturas a mediados de junio y descienden al fín del otoño; los desplazamientos de rebaños de Consérans ofrece un excelente ejemplo de trayectos restringidos; las ovejas de los valles del Salat y de sus afluentes son menos trashumantes que riveriegas (Fribourg, 1910). A mitad del siglo xx, M. Chevalier (1951), en la mitad oriental de los Pirineos franceses, constataba que la trashumancia de verano (hacia los pastos alpinos) había registrado una decadencia muy rápida y apenas resistía en algunos núcleos aislados de los altos valles de la zona axial. Por el contrario, se mantenía la trashumancia inversa hacia los piedemontes mediterráneos y de Aquitania, desde fines de octubre hasta abril-mayo, con trasiegos medios entre 40-50 Km. y 200-250 Km. (mediante ferrocarril o carretera). Esta persistencia de la trashumancia invernal era una expresión de la estrecha relación de la montaña con la vida agrícola de las llanuras inferiores. En la Península Ibérica, el traslado estacional de ganados y pastores estuvo muy generalizado “en unas condiciones tales que no se encuentran en ninguna parte de Europa. Del norte al sur, del este al oeste, inmensos rebaños se desplazaban aún ayer; desde los Pirineos al Ebro, de Galicia y 200 Joan F. Mat eu B el l és las montañas cantábricas a la Mancha, de Andalucía a Valencia, era como un flujo y reflujo de la lana, una oscilación rítmica de los rebaños” (Fribourg, 1910). El trasiego ha existido incluso en las regiones de clima atlántico, traspasando los puertos de las montañas galaico-leonesas y cantábricas, los hatos procedentes de invernaderos extremeños o manchegos y los vaqueiros de alzada (Cabo, 1988). Esta profusión de cortos desplazamientos desde las llanuras a los puertos o desde la montaña media a sus piedemontes ha quedado eclipsada en España por la potencia institucional y la dimensión del fenómeno mesteño. Para soslayarlo, ahora señalaré casos de trashumancia corta y posteriormente (en el apartado 1.2) trataré la gran trashumancia de la Mesta. En las décadas centrales del siglo xx, la trashumancia de los Pirineos fue argumento de investigaciones geográficas y etnográficas (Violant, 1948 y 1949) que confirmaron los intensos intercambios entre los pastos pirenaicos y las riberas del Ebro. El trasiego estacional, siguiendo las cabañeras o carrerades, era uno de los actos más importantes de la vida pastoral. Los trashumantes que realizaban sus desplazamientos desde las montañas del Roncal hasta las Bardenas y viceversa, en una marcha de cinco días, subían al norte por San Marcos y bajaban hacia el Ebro después de San Miguel. Los de Ansó iban a la Ribera de Huesca, mientras los del valle de Tena llegaban hasta la parte baja de Zaragoza. Los demás valles aragoneses bajaban a los somontanos o a la ribera del Ebro (Violant, 1949). En Cataluña, la trashumancia se establecía entre los pastos del Pirineo y los de las depresiones central y litorales. Generalmente los pastores pirenaicos desarrollaban una trashumancia completa o doble (hacia las tierras bajas en invierno y hacia los pastos comunales de los puertos en verano). Llobet y Vilà (1951) documentaron minuciosamente la práctica de la trashumancia a mitad del siglo xx, las zonas de pasto, los caminos, etc. en un momento de decadencia de la secular forma de vida pastoral. Vilà (1950) aún tuvo la oportunidad de caracterizar su modo de vida, los aprovechamientos económicos, las ferias de ganado, las relaciones con la agricultura, las formas del poblamiento, los aspectos jurídicos y religiosos, el proceso de decadencia de la trashumancia y las nuevas formas de explotación en un momento de gran incertidumbre del Pirineo, ante “una Cataluña industrial y urbana, con amplios sectores dedicados a una agricultura Trash umanc ia en el Medit erráneo 201 y ganadería intensivas”. En síntesis, ambos geógrafos observaron las actividades trashumantes y su huella en el paisaje a mitad del siglo xx. También las cumbres de Sierra Nevada eran destino de trashumancias cortas que Simón de Rojas Clemente (Gil Albarracín, 2002) documentó, entre 1804 y 1809, en sus recorridos por el reino de Granada. Él mismo hizo noche con pastores trashumantes en el Campo de Dalías, los mismos que había encontrado anteriormente en las dehesas de Sierra Nevada (p. 420). En su dietario, anota “pues que tanto debo a los pastores de Sierra Nevada razón será que los describamos” (p. 207). Son robustos y bien formados, desembarazados, curiosos, no muy habladores y bastante laboriosos, generosos y crédulos, supersticiosos, casi todos saben leer y algunos escriben y tañen y uno hizo de sabina real un excelente violín. Todos cuidan de ganados ajenos y todos tienen con las de su amo reses propias, interés que les hace amable su ejercicio, pues el amo les da cuento más 40 reales mensuales, ni éste los consiente agregar a su ganado más de 30 ó 40 cabezas. El Mayoral, que visita rara vez las manadas, es el Jefe Supremo de todas las manadas de su amo; el Manadero dirige su manada sin apartarse de ella, el Hatero cuida del hato y gana tanto como el Navadero y los Pastores; estos todavía tienen a su órdenes a los zagales o muchachos que ganan 15 a 30 reales, el Mayoral suele ganar 60 mensuales. El número medio de cabezas de una manada es de 1000, el de Pastores ordinario 4 ó 5 para cada manada con el Manadero… Suelen los pastores y aún más los hateros ejercitarse en hacer cucharas de boj, que traen de las Sierras a la costa de Almuñecar, y más comúnmente de ácer que abunda muchísimo en la Sierra… Los Pastores de Sierra Nevada son casi todos de Dalías… (pp. 207-208). También recoge información sobre las grandes dehesas de la vertiente septentrional de Sierra Nevada (Dúrcal, Dilar, Monachil, San Jerónimo, barranco de San Juan, Calvario o Bacares, Hoyas del Genil y Camarate) que acogían unas 14.000 cabezas de cabrío, 23.000 de lanar y 4.300 de ganado mayor (pp. 932-933). 202 Joan F. Mat eu B el l és Cien mil o más cabezas apastarán en la parte septentrional de Sierra Nevada, sin contar la jurisdicción de Guadíx, ó solo en la de Granada… El Campo de Dalías apasta en invierno más de cien mil cabezas de lanar y cabrío y vacadas de las Alpujarras. El lanar que va es casi todo de las Alpujarras. El lanar de la parte de Sierra Nevada que toca a Granada va a invernar en la costa que corre desde Motril a Nerja, excepto San Agustín y Santo Domingo, que las envían al Campo de Dalías. El cabrío de la misma parte de la Sierra va todo a la parte dicha de la costa entre Motríl y Nerja. Desde el día de San Juan hasta el día de Todos Santos están los ganados en las dehesas. En los realengos de la misma Sierra subsiste más tiempo el ganado (p. 934). Tampoco olvida el trasiego de colmenas que, en palabras de Rojas, era “una de las excelencias de Sierra Nevada”. En Ugíjar llevan las colmenas en otoño (en septiembre a los últimos regularmente) hacia las Fuentes o Baños de Marbella, distantes tres leguas de Pueblo, y los suben a los alrededores del Pueblo desde fines de Marzo hasta mediados de Mayo y en lo que queda de este hasta el 13 de junio los suben a Sierra Nevada hasta dos leguas y ½ de distancia, es decir, a Bayárcal lo más lejos; otros años las dejan más tiempo bajo y las suben de un golpe a la Sierra. Las flores que aquí toman las abejas son alcaparra, ajedrea, alguna alhucema y romero y el tomillo salsero, ninguna abundante, pues el monte escasea en esta matas, y la bolina, albaida, aulaga y tárraga, quebraollas que llaman también juagarzo, en que suelen abundar, da más bien que miel y cera hámago… Arriba toman las abejas aulaga, gayomba, cantueso, marrubio, almoradux, salsero (tomillo), arlo, piorno, castaño, zarzal, encina, matagallo real, hopo de loba… (pp. 712-713) Como final de este sucinto repaso, citaré el trasiego en tierras valencianas. Las zonas de invernada se localizaban básicamente en las llanuras y sierras litorales, tanto en prados y marjales costeros deshabitados y casi abandonados, como en los secanos inmediatos (barbechos, olivos y viñedos) Trash umanc ia en el Medit erráneo 203 y garrigas próximas. Las principales áreas fueron el Prat de CabanesTorreblanca y el Pla de l’Arc en el norte; el Pla de Quart y la Ribera en el centro. En menor medida también invernaban ganados en los valles de Albaida, alto y medio Vinalopó y la meseta de Requena. Por su parte, los pastos de verano se extendían por las tierras altas del interior y se extendían hacia las sierras de Gúdar y Javalambre o, incluso, hacia las de Alcatraz y Segura (Piqueras-Sanchis, 1992, pp. 115-118). A grandes rasgos, durante los últimos siglos, en el territorio valenciano predominó la trashumancia directa de pastores y ganados de las tierras altas interiores —incluso de Aragón y Castilla— hacia las llanuras litorales. No obstante, todo parece indicar que en tiempos medievales y modernos hubo también trashumancia inversa basada en pactos y convenios que facilitaban la reciprocidad entre Teruel y sus aldeas con las villas de la Plana (Obiol, 1989; Sánchez Adell, 2004). Avanzado el siglo xx, esta trashumancia procedente de las sierras ibéricas y prebéticas también conoció una rápida decadencia (Fontavella, 1951). Esta muestra de trashumancias mediterráneas de corto recorrido ha permitido mostrar cómo la geografía regional ha analizado una estrategia de desplazamiento estacional dirigida a superar las drásticas limitaciones de los pisos bioclimáticos mediterráneos mediante el aprovechamiento complementario y alternante de pastos de verano e invierno. Numerosas monografías documentan unas prácticas pastoriles de origen montañés y un modo de vida ampliamente extendido, con acusados componentes locales. 1.2. LA GRAN TRASHUMANCIA: LA MESTA Además de los trasiegos de recorrido corto, hay un caso paradigmático de gran trashumancia, la Mesta, que explotaba los pastos de las cuatro sierras nevadas castellanas (Del Río, 1828) y de los extremos del Mediodía, separados entre si por otras unidades territoriales. En realidad, la creación del Honrado Concejo de la Mesta en 1273 culminó la solución ganadera, adoptada por Castilla en pleno proceso de conquista y repoblación, en relación a los pastizales situados al sur del Tajo. Mediante privilegios de paso-pasto, la Mesta aseguraría el trasiego de rebaños serranos de las cuatro grandes ciudades del norte (León, Segovia, Soria y Cuenca) hacia las amplias llanuras de Extremadura, la Mancha y Andalucía que permitían 204 Joan F. Mat eu B el l és una expansión ilimitada (Braudel, 1949). En el período bajo medieval la Mesta conoció el éxito de la lana de la raza merina de gran aceptación en el mercado internacional. Julius Klein (1920) mostró cómo la Mesta contó con el soporte de la Corona y poderosos grupos de presión, con el favor de ciudades y mercados y con la implicación de transportistas y suministradores de servicios. El gremio fue objeto de protección real con vistas a la comercialización de la lana. Posteriormente la corporación ganadera fue beneficiada por los Reyes Católicos con la ley de posesión de 1501, que privilegiaba los ganados sobre la labranza. Con los primeros Austrias, se produjo una mutación social del gremio en beneficio de los riberiegos que desplazaron en la dirección de la Mesta a los serranos o transeúntes de primera hora. En este contexto, se produjo “la mayor época de esplendor en el siglo xvi, con un proceso de concentración de riqueza ganadera en manos de grandes propietarios que reestructuraron sus explotaciones trashumantes” (García Martín, 1988). La cabaña real gozaba de tres privilegios esenciales: derecho de pasto y abrevadero (sin dañar los trigos, las viñas, los huertos, los prados reservados para la siega o destinados al pasto de bueyes de labor), derecho de uso de las vías pecuarias y exención de ciertos impuestos (Fribourg, 1910). La Mesta era capaz de dirimir conflictos, agilizar el desplazamiento de millones de ovejas ambulantes hacia agostaderos e invernaderos y mantener el derecho de posesión sobre los pastos de los extremos. Durante el siglo xvi, la alta cotización de la lana merina castellana supeditó la vida pastoril a los mercados internacionales, estableciéndose un gran monopolio supervisado por la Corona. Alrededor de la trashumancia mesteña había intereses económicos muy fuertes que afectaban a amplias capas de la población, hasta el punto de subordinar la agricultura y la artesanía a la producción y exportación de vellones merinos. La economía castellana era muy dependiente del exterior y cuando en el siglo xvii la coyuntura se mostró adversa, la depresión se sintió profundamente. Klein señaló la paulatina “decadencia mesteña” a partir del siglo xvii hasta su desaparición en la quiebra del Antiguo Régimen. Esta tesis ha sido revisada por reconocidos investigadores y actualmente se habla de un “segundo auge” de la Mesta en el siglo xviii, que precedió al definitivo declive decimonónico (García Martín, 1988). En la segunda mitad del siglo xviii estaban asociados al Honrado Concejo 46.201 ganaderos, de los cuales 8.247 Trash umanc ia en el Medit erráneo 205 (17’85%) ostentaban la condición de trashumantes y 37.954 (82’15%) la de estantes. La mayor parte de los primeros pertenecían a los partidos de Soria (35’70%) y Segovia (35’33%), seguidos a distancia por los de León (14’35%) y Cuenca (14’43%), en tanto que la totalidad de ganaderos trashumantes de Madrid, Tierras Llanas y comunidades eclesiásticas (0’16%) poseía el 16’90% de la Cabaña Real. Por otra parte, de las 2.384.976 cabezas que emigraban estacionalmente, el 34’32% se encontraba en manos de 78 ganaderos gruesos que controlaban el aparato administrativo mesteño, mientras el 65’68% del ganado trashumante restante pertenecía a 46.123 pequeños ganaderos afiliados a las cuadrillas locales. En pocas palabras, una minoría de grandes ganaderos avecindados en la Corte, vinculados a la Iglesia o residentes en poblaciones de la Meseta Sur, la Mancha y Extremadura poseían las mayores explotaciones de merinas de toda la Corona, en tanto que un elevado número de pequeños propietarios apenas contaban con un pequeño hato (García Martín, 1988: 267291). A medida que avanzaba el siglo xviii, sierras y extremos presentaban realidades sociales más diferenciadas, como han puesto de manifiesto García Sanz (1998), García Martín (1988), Pérez Romero (1998, 1999), Pereira Iglesias (1998), Moreno Fernández (1996, 1999), Vicente (2003), etc. La creciente presión demografía en los extremos estaba demandando la roturación y reparto de pastizales (Zulueta, 1977) usufructuados por los invasores trashumantes. Además en este período de “segundo auge” de la Mesta, la ideología mayoritaria de los ilustrados —de matriz fisiócrata y proclives al fomento de la agricultura, el comercio y la industria frente a los arcaicos privilegios de la Mesta— era contraria al derecho de posesión. Entre los antimesteños más destacados, estuvieron Campomanes, Olavide, Jovellanos (Galindo, 1971). En las últimas décadas del siglo xviii el encarecimiento de las hierbas y las crecientes dificultades para los serranos trashumantes fueron quebrando las antiguas relaciones con los extremos. Se estaba asistiendo a un desencuentro entre extremeños y trashumantes (Pereira Iglesias, 1999) que agudizó la Guerra de la Independencia y la quiebra del Antiguo Régimen (Del Río, 1828). La extinción del Antiguo Régimen arrastró la Mesta y sus privilegios. Los decretos de abolición de la Mesta (1836) fueron “algo así como el acta de defunción de una realidad muerta hacía tiempo” (García Sanz, 1998). Aunque la trashumancia 206 Joan F. Mat eu B el l és dejó de ser lo que era, esto no significa que desapareciese. Sin alcanzar las cifras del pasado, el número de ovejas que siguieron invernando en el sur continuó siendo importante en las décadas posteriores (Sánchez Marroyo, 1999). A su vez, la desamortización implicó la desaparición de baldíos y comunes y la supresión de las antiguas y extensas mancomunidades de pastos, con especial quebranto para los pequeños ganaderos. Al mismo tiempo mantuvo la tradicional disociación entre la propiedad de la tierra y la de los rebaños, especialmente los trashumantes como señaló F. Quirós (1964) para el valle de Alcudia y Campo de Calatrava. Desde mediados del siglo XIX se inicia, a favor del proceso desamortizador, otro, intenso, de roturación, que va mermando la extensión de montes y dehesas. Pero los nuevos propietarios no se limitaron a extender el cultivo a las tierras recién adquiridas, sino que llevaron a cabo gran número de roturaciones arbitrarias a costa de las antiguas veredas, cordeles, abrevaderos y descansaderos de ganado lindante con sus fincas, muchos de los cuales desaparecieron ante el ataque del arado. La decadencia de la ganadería lanar facilitaba este proceso roturador… (Quirós, 1964) Desde la extensión de la Mesta, el número de trashumantes decreció sin parar, especialmente al sur de los 40º de latitud. Así lo registró el conocido informe sobre La Ganadería en España (1892). A fines del siglo xix, los centros de trashumancia se repartían casi simétricamente alrededor de los pastos de invierno. Este fue el escenario que conoció el geógrafo Fribourg (1910). La antigua trashumancia se había modificado por completo, había perdido peso económico y había variado sus relaciones territoriales por el retroceso de las dehesas, etc. Las antiguas direcciones seguidas durante siglos han sido modificadas: al lado de marchar del norte al sur, también se va del este al oeste; se gana indiferentemente tal o cual pastizal, según las tarifas del ferrocarril o el precio del invernaje y de agostaje… (Fribourg, 1910) Las voluntariosas apreciaciones de Fribourg sobre la modernización de la trashumancia por las ventajas del ferrocarril no se cumplieron en la meseta. “Hacia finales de la década de 1920, los rebaños viajaban aún a pie todo el camino, desde el nordeste hasta Extremadura, Andalucía y Trash umanc ia en el Medit erráneo 207 valle de Alcudia” (Aitken, 1947). Reconocidos geógrafos documentaron la etapa final de la trashumancia en distintas áreas mesteñas. 1.3. LA PEQUEÑA TRASHUMANCIA Comprendía el pastoreo transterminante o travesío, donde los rebaños se desplazaban a términos jurisdiccionales próximos a lo largo del año, pero sin subir a los puertos, ni pagar servicio y montazgo. En la región mediterránea hubo transterminancia serrana y de tierra llana. Estos últimos, como en su caminar en busca de dehesas contiguas seguían las márgenes fluviales, recibieron el nombre de riberiegos. En Castilla, los pastores transterminantes serranos y riberiegos eran hermanos de la Mesta. En el Antiguo Régimen, los sotos de las riberas fueron secularmente acondicionados como dehesas, tanto boyales como para pasto de riberiegos e incluso trashumantes, como documentó Floristán (1951) en la Ribera tudelana del Ebro. En general los bosques de ribera fueron bienes comunales dedicados a leña y pasto que contribuían a los equilibrios sociales y ambientales dentro de la comunidad y del entorno. En el momento de la quiebra del Antiguo Régimen el proceso de enajenación de los sotos de ribera adoptó formas muy variadas. De la Torre y Lana (2000) han estudiado la “desamortización antes de la desamortización” de corralizas y sotos en el término de Tudela: entre 1813 y 1865 se vendieron 2.806 has de sotos comunales. Procesos similares de enajenación, seguidos de cambios de uso con pérdida de importantes mosaicos de bosques de ribera e implantación del cultivo de cereal, se debieron repetir en otras márgenes fluviales. En las riberas del Tajo, por ejemplo, se han roturado durante estos últimos años muchísimas dehesas, y que a pesar de no haber en ellas ni un palmo de pastos, ni un solo árbol, y estar destinadas al cultivo de cereales, conservan aún su primitivo nombre (Véase dehesa en López Martín et al., 1885-89). En las riberas del Guadiana y afluentes hubo litigios tras la enajenación de tablas y humedales que limitaban usos consuetudinarios (pequeños cultivos, siega de espadilla) de las clases más humildes o el pasto de 208 Joan F. Mat eu B el l és antiguas dehesas ahora desamortizadas (Mateu, 2006). Eran expresión de la quiebra de equilibrios sociales consuetudinarios que también desestabilizó la dinámica de los sistemas fluviales. 2. La huella de las vías pecuarias Las trashumancias mediterráneas han dejado huellas imborrables en el patrimonio y en las formas de vida porque los cíclicos trasiegos de pastores y ganados incentivaron el intercambio de objetos, experiencias y mentalidades de la cultura popular. En este contexto, García Martín (1999) reivindica la cosmovisión del trashumante que “delata una filosofía natural y empírica, una concepción vital cíclica”, alejada de la campana eclesiástica y del reloj burgués. Además, contrapone la dialéctica estante y trashumante en la percepción el paisaje cañariego. Los estudios de la trashumancia desarrollados desde la geografía prestan una especial atención a las vías pecuarias, un elemento de gran relevancia territorial por el que fluyen pastores y ganados. Como se ha señalado, las descripciones de los geógrafos que aún pudieron contemplar la decadencia de la trashumancia fueron coincidentes en la centralidad otorgada a las vías pecuarias. En la actualidad, la presencia de abandonados caminos ganaderos durante nuestros trabajos de campo nos sigue evocando el antiguo trasiego de las sierras a los extremos y una secular forma de vida desaparecida con fragmentos inscritos en las márgenes de los caminos. De otra parte, la extinción de la trashumancia ha liberado valiosos corredores territoriales, amenazados por una mayor presión de diversos intrusismos. Los caminos de trashumancia, consolidados y ampliados en tiempos medievales y modernos a partir de otros precedentes, atravesaban, entre otras, tierras de cultivo y, por tanto, potencialmente conflictivas. En algún trayecto, se dirigían a las ciudades y villas para atender el abasto y las ferias y, más tarde, para acudir a los embarcaderos ferroviarios. En ocasiones, las vías cumplían, en algunos tramos, funciones no-ganaderas (como hito de límites jurisdiccionales). Trash umanc ia en el Medit erráneo 209 2.1. LA RED MEDITERRÁNEA DE VÍAS PECUARIAS Los estudios de geografía regional anteriores a la II Guerra mundial permitieron a E. Müller (1938) elaborar un mapa general de las trashumancias en la cuenca mediterránea (reproducido en Braudel, 1949), con expresión de las rutas pecuarias y las áreas de pasto de invierno. La mencionada cartografía —fruto de numerosos trabajos de campo, desarrollados especialmente por geógrafos alemanes y franceses— mostraba la persistencia de la trashumancia en 1938, una práctica pastoral diferente al nomadismo y a los desplazamientos alpinos. Müller incluía demás la dirección de los movimientos estacionales (ascendente o normal de rebaños pertenecientes a los habitantes de las llanuras; descendente o inversa, propia de los trashumantes de montaña; y doble, de rebaños pertenecientes a pastores de medianías). Sin duda, el mapa de Müller mostraba el alcance y la dimensión de las trashumancias mediterráneas. En los años centrales del siglo xx, aunque avanzaba la decadencia de la trashumancia mediterránea, continuaron los trabajos geográficos sobre la vida pastoral, como se puso de manifiesto en congresos internacionales. Mientras tanto, en las revistas geográficas seguían apareciendo investigaciones —algunas clásicas, como por ejemplo la de De Planhol (1962)— que permitieron evaluar el alcance de las trashumancias en las márgenes de la cuenca mediterránea. En palabras de Braudel (1948) una conclusión parecía imponerse: “tanto en los Alpes como en los Pirineos, Apeninos y demás montañas, sean cristianas o musulmanas, un destino común parece imponerse a todas estas enormes guirnaldas montañosas en medio de las cuales alienta el mar”. Las comparaciones permitían establecer que la trashumancia era, en todos los casos, una actividad institucionalizada, protegida por normas, pero en cierto modo, fuera de la sociedad sedentaria. Obviamente las vías de trashumancia —con denominaciones muy variadas en la cuenca mediterránea— estaban salvaguardadas por normas encaminadas a proteger el paso de pastores y ganados y atenuar la conflictividad con los intereses asentados a la vera de los caminos. A modo de ejemplo, en la Aduana de Foggia las cañadas procedentes de los Abruzzos, adquiridas por Alfonso el Magnánimo, eran una servidumbre sobre los terrenos que atravesaban de paso y pasto (en caso del mal tiempo). La anchura de las vías principales se estableció en 60 varas (111 metros); las 210 Joan F. Mat eu B el l és secundarias y los ramales podían tener una anchura equivalente a la mitad o a un cuarto de las vías principales. Las tres vías principales unían Aquila con la gran área de descanso otoñal de Saccione, Celano con Lucera y Pescasseroli con Ascoli Satriano, atravesando Isernia y Castel di Sangro. El mantenimiento de las cañadas correspondía a los propietarios de los terrenos por donde trascurría y la Corona les pagaba una suma anual en concepto de adquisición de hierba y de derecho de paso. Las visuras reales para el mantenimiento de las cañadas contra las usurpaciones generó una rica documentación que hoy es una valiosa fuente para el estudio del territorio y de la trashumancia (Cazzola, 1998). En Castilla, las cañadas —que podían ser reales o galianas— designaban las 90 varas de “la tierra señalada para servicio devía a los ganados trashumantes que pasan de sierra a extremos”. Los cordeles medían 45 varas, mientras las veredas eran de 25 varas, que podían variar según costumbre. Los alcaldes mayores debían practicar apeos periódicos. Además del paso por las vías pecuarias, los trashumantes gozaban de derecho de paso por comunes y baldíos, sin necesidad de ceñirse a una anchura determinada, y por los caminos ordinarios y de la servidumbre de abrevaderos y de los descansaderos (nocturnos) y sesteaderos (parada de mediodía) (Cabo, 2004: 104). Estas servidumbres no siempre tenían una posición y límites permanentes, porque había pueblos y distritos donde la dirección de la cañada alternaba con el cultivo de hoja y vez en años pares o nones, o donde había destinado un paso permanente para la bajada de otoño y otro sitio distinto en primavera (como sucedía en la Villa y Corte) (Véase cañadas, en Esteban Collantes y Alfaro, 1851-1855). En 1751 se acordó elaborar un Cuaderno de las cañadas, pasos y cordeles que fueran objeto de visura (para su posterior custodia en el archivo del Concejo de la Mesta), pero esta iniciativa apenas había avanzado en 1830. Por iniciativa de la Asociación General de Ganaderos del Reino se publicó, entre 1852 y 1866, la serie de nueve descripciones de cañada efectuadas por visitadores extraordinarios a partir del reconocimiento de los caminos ganaderos, tal como entonces existían. Dichas descripciones serían, en el futuro, una valiosa fuente para los primeros estudios geográficos de la trashumancia mesteña (García Martín et al., 1992). En el Pirineo, las cañadas o cabañeras (Alto Aragón), cabaneres (Ribagorza, Pallars) o carrerades solían apartarse de los valles, para evitar Trash umanc ia en el Medit erráneo 211 las tierras de labor, y pasaban generalmente por las sierras para llegar fácilmente a los collados. Los caminos de trashumancia iban señalados de vez en cuando por hitos o señales de largas piedras. La cabanera pallaresa debía tener 40 pasos de anchura. En cada término municipal por donde pasaban las grandes vías pecuarias había, al menos, una desviada (Pallars) o mosquera (Roda de Ribagorza), o sesteador, donde descansaban o sesteaban ganados y pastores. La conservación de las cañadas del valle del Roncal corría a cargo de la Junta General, esto es, cada común de vecinos tenía a su cargo el mantenimiento de la vía ganadera y, por ello, cobraba el derecho de paso (Violant, 1949: 384-385). En general, los caminos de trashumancia unían los pastos de invierno y los agostaderos. Pero además de esta dirección general del camino, su trazado estaba condicionado por su carácter de “área alargada de pasto”, de proveedor de agua para el ganado y puntos de descanso. El cruce de las corrientes fluviales podía efectuarse por las vaderas, mediante alguna almadía o barca o atravesando los puentes (de sillería, de madera o colgantes). Su trazado también estaba vinculado a la red urbana y a la celebración de las ferias. En síntesis, en los trazados de la red mediterránea de vías pecuarias se interrelacionan adaptaciones al medio natural, su integración en las estructuras urbanas y comerciales y sus etapas históricas de construcción. Sin duda, las cañadas son un referente geográfico alrededor del cual fluyen los modos de vida de los trashumantes. 2.2. LOS ESTUDIOS PIONEROS DE LAS CAÑADAS MESTEÑAS El mapa de Müller (1938) evidenció que las vías de las trashumancias mediterráneas adquirían especial complejidad en la Península Ibérica. Para esta síntesis cartográfica, dispuso del trabajo pionero de Fribourg (1910), pero no utilizó el mapa de las cañadas de la Mesta de Klein (1920). Estos primeros pasos, junto con otras iniciativas, marcaron una etapa de reconocimiento de campo y de consultas en los archivos para fijar las rutas de la Mesta, al que pronto se incorporaron destacados geógrafos españoles (Biskho, 1982). El geógrafo francés André Fribourg (1910) publicó dos mapas cuidadosamente concebidos y realizados sobre los caminos de la trashumancia en España, tal como se practicaba a principios del siglo xx. En uno de ellos, representó las líneas de ferrocarril utilizadas para el traslado de 212 Joan F. Mat eu B el l és trashumantes, mientras el otro incluía las “antiguas rutas de trashumancia”, basado en la memoria oficial de la riqueza pecuaria en España de 1891. Además de las cañadas mesteñas, Fribourg también cartografió las otras vías pecuarias peninsulares. Años después, Müller (1938) trasladó este esquema a la cartografía de la trashumancia mediterránea (Biskho, 1982). Por su parte, Julius Klein (1920) confeccionó un mapa de la trashumancia de la mesta, con las cañadas, puntos de peaje y las dehesas meridionales pertenecientes a las Órdenes militares (Alcántara, Calatrava y Santiago), que contenía diferencias apreciables en relación al de Fribourg. En el comentario del mapa, Klein identificaba tres grandes sistemas meridianos de trasiego (el del oeste o cañada leonesa, el central o cañada segoviana y del este o cañada manchega). La cartografía de Klein —la Mesta se tradujo en 1936— suscitó la crítica de Dantín Cereceda (1936, 1940, 1942) por confundir la cañada leonesa con la Cañada Real Leonesa y con la Cañada de la Vizana. Para demostrarlo Juan Dantín se sirvió del Mapa topográfico y del archivo de la Asociación de Ganaderos del Reino (heredera del Honrado Concejo de la Mesta), donde consultó las Descripciones de cañada que reflejaban la situación de mitad del siglo xix. La combinación de ambos era una buena metodología para una cuestión de geografía histórica. En aquellos años, el geógrafo británico Aitken (1947) estuvo trabajando las nueve Descripciones de cañada como guía para dilucidar las diferencias entre autores precitados. Tras comparar sus coincidencias y discrepancias, hizo una propuesta cartográfica integradora que culminaba la etapa pionera en la cartografía de las vías meridianas de la Mesta (Hoyos, 1947: 288-293). A partir de entonces, los geógrafos Casas Torres (1943) y Terán (1947) lideraron los estudios regionales de sus discípulos (Antón, 1992) quienes todavía pudieron documentar los trazados funcionales de las vías pecuarias en la fase de decadencia. El cambio de escala espacial situaba las cañadas entre los hechos geográficos más apasionantes de la trashumancia. 2.3. FUNCIONES NO GANADERAS DE LAS VÍAS PECUARIAS Las cañadas, cordeles, veredas y coladas, junto con los abrevaderos, majadas, mosqueras, balsas y descansaderos, conforman la infraestructura para el paso de ganados. Estos caminos ganaderos, de amplia implantación en la región mediterránea, sufrieron siempre intentos de apropiación Trash umanc ia en el Medit erráneo 213 por parte de los agricultores. Las visuras y apeos periódicos de los hitos y señales que acotaban las vías pecuarias perseguían preservar o restituir su integridad física y sus funciones ganaderas. No obstante, algunos tramos viarios pronto experimentaron la superposición de otros aprovechamientos, que se incrementó con la quiebra del Antiguo Régimen: Muchos trozos de las carreteras principales construidas desde el siglo pasado hasta el día, se han establecido sobre las primitivas cañadas y cordeles destinados a la ganadería; y para ello se ha ocupado una parte de su ancho, ya por sus orillas, ya por medio de la cañada y cordel, dejando fajas laterales desiguales. De ahí ha provenido que alguna parte de éstas ha sido usurpada por los terratenientes colindantes, y otra vendida por los empleados del servicio de caminos; por ignorar su verdadera naturaleza o servicio, y considerar tales trozos de terreno como caminos viejos e inútiles. Y aún ha habido parajes donde la administración ha comprado y pagado á los usurpadores o detentadores de parte de la cañada, las porciones de ella que eran necesarias para la amplitud y rectitud del nuevo camino general. Tales casos han sucedido en la cañada real que de las montañas de León viene por Rioseco a Valladolid; en la que baja por el puerto del Pico á los puentes de Almaraz y Mérida; en la otra que de Ávila viene por Guisando y venta del Cojo al puente del Arzobispo; y en el cordel que desde Madrid y su descansadero de la Tela se dirige por Navalcarnero y Talavera de la Reina á incorporarse con esta última cañada real de Extremadura (Esteban Collantes y Alfaro, 1851-1855, t. II: 67). Este aprovechamiento se generalizó a medida que avanzaban los planes de carreteras. En este sentido, Ángel Cabo ha comentado ejemplos de carreteras montadas sobre vías pecuarias, circunstancia que tampoco pasó desapercibida a los visitadores de la Asociación General de Ganaderos, ni a los topógrafos del Mapa topográfico (1:50.000). “Y en los tramos en que faltan coincidencias o superposición de la carretera y el viejo camino ganadero y éste aparece individualizado y bien visible es frecuente encontrar ambas vías próximas y paralelas” (Cabo, 2004: 106). De otra parte, el camino ganadero cuando atravesaba una villa se convertía en calle, incluso la principal y más ancha, alrededor de la cual 214 Joan F. Mat eu B el l és se estructuraba la trama urbana. Incluso servía para el recinto de feria. “En muchos casos, la que podemos denominar calle pecuaria se hizo eje organizador total o parcialmente de la expansión del núcleo” (Cabo, 2004: 108). En otros casos, se desvió la cañada fuera de la villa para evitar el quebranto del paso de ganado. En algunas, se había destinado un paso para la bajada de los ganados en otoño y otro distinto para la subida en primavera: Tal sucede en la capital del reino, en cuyo término los ganados de las sierras de Soria y Guadalajara que vienen por el camino de Aragón en otoño, le dejan antes de llegar a Madrid y pasan por una vereda al norte de la población, bajando por la cuesta de Harineros a tomar el camino de Castilla, puente de Segovia y carretera de Extremadura; y en primavera, después de descansar por la noche en el sitio llamado la Tela entran por la puerta de Segovia, atraviesan las calles principales y salen por la puerta de Alcalá (Esteban Collantes y Alfaro, 18511855, Véase cañadas). En las últimas décadas, la función ganadera de muchas vías pecuarias se ha convertido en residual, como mostraron los Cuadernos de la Trashumancia, publicados por la Administración española a partir de 1992. Así, en Andalucía muchos caminos de trashumantes han dejado de utilizarse para el trasiego (p.e. en el área metropolitana de Sevilla), mientras otros acogen flujos del ganado (p.e. entre los pastos de verano de la Sierra de Segura y los puertos de inverno en Sierra Morena) (Márquez, 1999). En general, la pérdida de la función pecuaria ha ido deteriorando la conectividad de una densa red viaria de titularidad pública, que pervive olvidada con frecuencia. La acelerada implantación de nuevas infraestructuras metropolitanas y locales, la construcción de obras hidráulicas y, sobre todo la presión —e incluso ocupación— agraria y urbanística han ido quebrando y fragmentado seculares conexiones territoriales. Frente a este panorama de desidia, se advierte una creciente apreciación social de sus valores patrimoniales, ambientales y territoriales que está exigiendo una mayor implicación de las administraciones públicas en la ordenación y gestión de unos Trash umanc ia en el Medit erráneo 215 corredores que enlazan áreas de gran diversidad ambiental y que constituyen un patrimonio colectivo. No en vano, las vías ganaderas mediterráneas han sido y son elementos fundamentales de articulación de territorios y de conexión entre grupos humanos que han basado sus relaciones en la complementariedad. En pocas palabras, las vías pecuarias desempeñan múltiples funciones porque compatibilizan funciones ecológicas, el mantenimiento de la biodiversidad y aprovechamientos socioeconómicos de territorio complementarios. 3. La trashumancia como manejo del territorio Los sistemas pastoriles extensivos han sido seculares constructores de muchos paisajes rurales mediterráneos, ahora más especialmente reconocibles en áreas de montaña. En realidad, muchas herencias han sido transformadas por posteriores procesos de intensificación agrícola o ganadera. Probablemente las semejanzas iniciales de muchos paisajes dedicados a la trashumancia han ido evolucionando a lo largo del tiempo hacia una diversidad, acentuada por los respectivos procesos de especialización productiva que, al tiempo, iban alterando también algunas dinámicas de los ecosistemas naturales (Bertrand, 1984). No es posible un tratamiento exhaustivo de esta apasionante cuestión al que los geógrafos dedicaron y siguen dedicando especial atención en sus investigaciones de geografía histórica y de evolución ambiental. Solo apuntaré dos casos ilustrativos de la importancia de la trashumancia en la estructuración de paisajes rurales. 3.1. LA RESISTENCIA DE UN SISTEMA DE TRASHUMANCIA La trashumancia de corto recorrido ha constituido una práctica secular del manejo de la cornisa cantábrica. La decadencia de esta práctica ha debilitado o diluido su huella en numerosos valles, aunque alguno lo ha mantenido, como es el caso del Valle de Cabuérniga. Corbera Millán (2006), entre otros aspectos, ha reconstruido magistralmente la organización del espacio ganadero del mencionado valle, muy ajustada a pautas comunales. Posiblemente desde la Edad Media, el valle se organizó en función del recorrido trashumante. 216 Joan F. Mat eu B el l és Cada pueblo del valle disponía de un terreno privativo en sus proximidades denominado salidas porque, entre otras, cumplía la función de salida hacia la Dehesa del Valle que constituía un espacio común para todos los pueblos… (Corbera, 2006). Las salidas —esto es, los espacios de monte más próximos a los pueblos— estaban destinadas al pastoreo de ganado de labor en primavera, verano y otoño y a espacios privados. El escalón inmediatamente superior a las salidas en la Dehesa del Valle (comunal en el siglo xvi y compartimentada por pueblos en el siglo xviii) que conciliaba la función ganadera y el aprovechamiento forestal (leña, madera, etc.). Más arriba se encontraba el común del Valle para los pastos equinocciales, las primaverizas, organizados en brañas y seles. En realidad, el común apenas ofrecía diferencias con los puertos altos. Había además el terreno del Valle de Cabuérniga mancomunado con el Valle de Campoo, organizado en dos escalones: entre los 800 y 1200 m mantuvo y mantiene una marcada orientación forestal, con brañas de primavera, mientras los puertos estivales se encontraban entre 1300 y 2000 m. A lo largo del siglo xviii, este modelo de manejo trashumante del Valle de Cabuérniga conoció procesos de especialización (recría de ganado vacuno para labor) y de explotación agraria extensiva, aunque se mantuvo un amplio espacio común y privativo del Valle que facilitaba un tránsito libre y lento de las cabañas cabuérnigas hacia los puertos mancomunados, mientras a los ganados de las tierras bajas solo se les permitía el paso por la cañada en su trasiego a los puertos. Las reformas liberales del siglo xix no desestructuraron la organización altitudinal de los pastos, porque se buscaron fórmulas de adaptación a la nueva legislación. En algunos momentos, hubo conflictos no por los derechos de pasto, sino por los aprovechamientos forestales y por la propiedad (de los antiguos comunes). No obstante, ni los nuevos intereses ni la legislación liberal alteraron excesivamente el sistema ganadero. Recientemente, en 1991 todavía subieron en verano a los puertos de la Mancomunidad 2.927 cabezas de ganado vacuno procedentes del Valle de Cabuérniga. Aunque Corbera Millán (2006) señala que quizás estemos asistiendo al canto del cisne, porque el número de explotaciones disminuye sin cesar y las perspectivas de recambio generacional son escasas. Además el sistema de pastoreo colectivo ha dejado de existir y el ganado vaga libremente sin respetar los seles propios. Trash umanc ia en el Medit erráneo 217 3.2. LOS PAISAJES DE DEHESA La dehesa es un paisaje rural mediterráneo adaptado, mediante seculares intervenciones antrópicas, al funcionamiento ecológico del medio con fines silvopecuarios. En realidad es un bosque mediterráneo simplificado en su estructura y diversidad, aclarado a favor del estrato herbáceo y manejado con criterios productivos de uso múltiple (Ceresuela, 1998). Por lo general, una dehesa suele ser una extensa explotación silvopecuaria que conserva buena parte de su patrimonio natural. En las últimas décadas, ha suscitado un creciente interés científico por la versatilidad y estabilidad de un sistema (Rubio, 1999) que ha conocido diversas etapas en su evolución histórica (Cabo, 1998b). Paisajes adehesados existen por distintas partes de la región mediterránea, pero por su continuidad y extensión imprimen una relevante personalidad en el oeste y suroeste de la Península Ibérica (y sobre los cuales trata este apartado 3.2.). El avance hacia las extremaduras de la conquista cristiana condicionó las formas del poblamiento, las estructuras de propiedad y los tipos de explotaciones (Cabo, 1998b). En general eran patrones de ocupación que otorgaban gran relevancia a los bienes comunales, siempre vulnerables a las apetencias de los poderosos. Inicialmente una dehesa era un espacio acotado y reservado frente al derecho generalizado de pasto en cualquier espacio que no fuera plantío. De otra parte, una norma medieval impedía romper y cultivar la tierras una vez destinadas al pasto de ganados (Rubio, 1999). El proceso de adehesamiento avanzó de diferentes formas en detrimento de los pastos comunales o de propios, como lo evidencia el Catastro de Ensenada (Cabo, 1978). La nobleza, la oligarquía y las entidades eclesiásticas detentaban numerosas dehesas en Salamanca, Tierra de Cáceres, etc. y reunían cabañas de numerosísimas reses. Desde mediados del siglo xviii, incluso a veces antes, los trashumantes serranos empezaron a perder frente a los embates de los agricultores y de los riberiegos. Frente a los abusos y privilegios de los ganaderos, los gobiernos del Despotismo ilustrado impulsaron las roturaciones de dehesas comunales y de propios. Así, la gigantesca dehesa de la Serena con sus 250 millares (el millar es el espacio capaz de mantener 1.000 ovejas y su equivalente, siempre aproximado es el de 1.000 fanegas, o sea 500 ha) (García Martín, 1992) fue paulatinamente desmontada a partir de 1760. En origen tal dehesa perteneció a la Orden de Alcántara, pero en la fecha citada era de la Corona y 218 Joan F. Mat eu B el l és se autorizó el rompimiento de la décima parte de cada millar. Se iniciaba un proceso de sustitución de dehesas de encinas por estepas (Rubio, 1999). Según estimaciones de la época, apenas el diez por cien de las dehesas cacereñas se explotaba de forma directa. En el siglo xix, la desaparición de la Mesta y las desamortizaciones introdujeron cambios relevantes en los paisajes de dehesa subsistentes. Por una parte, hubo cambios de propiedad, pero sin modificar el carácter de grandes y privadas explotaciones silvoganaderas. Se reforzó aún más la concentración de la propiedad, aunque algunas fincas se parcelaron en la subasta para que pasaran a campesinos de mediana hacienda o a los propios renteros. Las dehesas —heredadas o adquiridas— pertenecientes a la nobleza o la oligarquía se explotaban con mano de obra asalariada o mediante colonato, rentería o aparcería (Cabo, 1998b). A lo largo del primer tercio del siglo xx, se dictaron disposiciones encaminadas a paliar el hambre de tierra en estas extensas regiones latifundistas, con limitados resultados. La II República proyectó un plan de desconcentración más ambicioso, a través del Instituto de Reforma Agraria, siguiendo los criterios de Pascual Carrión. Sin embargo, los expedientes de expropiación, parcelación y adjudicación quedaron detenidos y definitivamente paralizados al inicio de la Guerra Civil. Posteriormente, las dehesas han seguido evolucionando, sin perder su carácter de unidad de explotación a cuyos parajes montaraces va ligada una ganadería de tipo extensivo (Cabo, 1998b). El paisaje de dehesa puede considerarse como un sistema de explotación multiproductiva representativo de un amplio dominio peninsular de vocación forestal con predominio de querníceas, ahuecado para permitir el pasto del ganado en régimen extensivo. Dentro de las grandes explotaciones hay varias unidades de paisaje (fondos de valle anchos y tendidos denominados vallicares o bovales; las lomas y llanos; los cerrillos con los majadales; y las manchas) que conforman mosaicos paisajísticos de variado comportamiento fenológico. Pero “además de las variantes topolitológicas, las climáticas son notorias, lo que aumenta mucho el número de variantes y variables que se pueden dar en el fenómeno dehesa, solo desde el punto de vista de la combinación de circunstancias naturales” (Rubio, 1999, p. 157). Aún cuando sean comparables como sistema antrópico, hay notables diferencias entre una dehesa salmantina y otra de las sierras Trash umanc ia en el Medit erráneo 219 del Aljibe gaditanas; o entre las del Andévalo onubense y las de la Siberia extremeña. El ganadero ha manejado en provecho propio esta diversidad. Con frecuencia hemos hecho uso de la palabra manejo. Y es que se maneja el espacio, para manejar el ganado; se maneja el ganado, en cuanto a selección de especies, carga y temporalización del pastoreo; se manejan las masas arbóreas y las arbustivas; y se maneja el suelo, en distinta medida, según los fines que se persigan. Con mayor o menor perceptibilidad esos manejos —que no son sino las labores culturales para el mantenimiento productivo del sistema— se materializan en los paisajes de dehesa (Rubio, 1999: 157). 4. Conclusión Al igual que señalara Antón Burgos (1992), esta sucinta revisión de trabajos geográficos sobre algunos ingredientes del fenómeno de las trashumancias mediterráneas es una llamada de atención “sobre un cuerpo de conocimiento que ha quedado relegado a un marginal puesto”, pero merecedor de una más amplia difusión. Nuestra aproximación —parcial, somera y puntual— también nos ha permitido constatar el empuje de las investigaciones desplegadas por los historiadores, especialmente de Historia económica. Sus resultados son nuevos estímulos para la Geografía histórica y, también para quienes se están ocupando de la Historia ambiental y paisajística de la región mediterránea en los últimos siglos. La dimensión de la gran trashumancia de la Mesta ha enmascarado otros trasiegos de pastores y ganados. Sin duda, la geografía regional de la primera mitad del siglo xx identificó la relevancia de los serranos y de la montaña media mediterránea en la práctica de las trashumancias, pero minimizó la participación histórica de riberiegos y de las tierras bajas. En mi opinión, esta última cuestión merece ser revisada, especialmente desde la perspectiva ambiental, para destacar la huella de la trashumancia en las márgenes fluviales y en los prados de los entornos de lagunas, humedales y saladares de las depresiones y llanuras deltaicas mediterráneas. En los trabajos geográficos más recientes se aprecian nuevos enfoques aplicados al estudio de la trashumancia como la geoecología, la ordenación del territorio o la planificación regional (Antón, 1992). Se apunta 220 Joan F. Mat eu B el l és también un creciente interés por los paisajes de la trashumancia y sus valores patrimoniales. En todo caso, importa impulsar acciones coordinadas de investigación de la vida trashumante de alcance mediterráneo para una valoración conjunta de las huellas paisajísticas y las herencias culturales compartidas y para preservar y gestionar un patrimonio mediterráneo común. Agradecimientos: Mi interés por la trashumancia lo despertó, hace años, el prof. Karl W. Butzer durante nuestros memorables reconocimientos de las sierras del norte valenciano. Para la elaboración de la ponencia, he contado con asesoramiento bibliográfico del prof. José Manuel Rubio Recio. Finalmente sigo siendo un afortunado por el magisterio diario del prof. Vicenç M. Rosselló Verger. Bibliografía Aitken, R. (1947), “Rutas de trashumancia en la meseta castellana”, Estudios Geográficos, VIII, pp. 185-199. Anes, G. y García Sanz, A. (Coord.) (1994), Mesta, trashumancia y vida pastoril, Valladolid, Investigación y Progreso, 290 pp. Antón, F. 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Introducción La trashumancia, la práctica ganadera más exigente a todos los niveles en el mundo mediterráneo (kilómetros recorridos, necesidad de infraestructuras, obligado trabajo de los guías del ganado, etc.), ha originado múltiples tipologías de edificios para garantizar refugio a los rebaños y los pastores. Quizás los más sencillos y, a la vez más funcionales, sean las cuevas o balmas, que otorgaban protección temporal —unas horas, un día a lo sumo— a los protagonistas de la actividad. Estas construcciones, a diferencia de las restantes diseñadas con finalidad trashumante (corrales, corralizas, descansaderos, etc.), presentan una sorprendente unidad tipológica: planta similar (siempre rectangular, ovalada o absolutamente irregular), idéntica técnica constructiva (piedra seca o mampostería), cubierta natural (la oquedad excavada por la erosión en la roca), emplazamientos dominantes y relativa proximidad a fuentes de suministro de agua. Su funcionalidad ha convertido a este tipo arquitectónico en un auténtico arquetipo que se difunde por lugares tan distantes como Aragón, la Comunitat Valenciana y Cataluña, pero también en las islas Canarias. La cronología de la utilización de estas cuevas-corral resulta difícil de precisar, pero su ocupación pecuaria debió prolongarse a lo largo de los siglos 1. Universitat Jaume I. Trash umanc ia en el Medit erráneo 229 y, probablemente, desde tiempos remotos, ya que el aprovechamiento de cuevas como hábitat es una realidad inherente a la formación de las sociedades mediterráneas. 2. Las cuevas-corral, un arquetipo trashumante La aparición de construcciones con finalidad ganadera y trashumante se remonta a tiempos remotos en la península Ibérica, donde la importancia de la cabaña lanar motivó la creación de modestos edificios —barracas, corralizas, corrales, pallozas e incluso cuevas— o su adaptación para servir como refugio de animales y pastores desde época prerromana (Celada et al., 1993: 15). La utilización de cuevas para guardar el ganado está documentada en la prehistoria (Aguilella et al., 1999; Gusi y Aguilella, 1998)2, en la protohistoria3, debió ser habitual en la época íbera4 y, desde luego a partir de la Edad Media, uno de los momentos 2. La cultura de las cuevas, en el neolítico medio, se asocia a una utilización funeraria de las cavidades —los huesos de ovejas, cabras y otros animales se han vinculado a ofrendas rituales—, aunque la Cova dels Diablets, en Alcalà de Xivert, pudo ser ocupada como refugio ocasional por pastores en época histórica (Aguilella et al., 1999: 25). 3. La utilización de cavidades no debía ser ajena a una sociedad que realizaba un intenso aprovechamiento de los pastos litorales en las tierras comprendidas entre el Ebro y el Millars en el siglo viii antes de nuestra era, donde abundaba un tipo de hábitat semisedentario practicado por pueblos de economía pastoril procedentes de áreas vecinas más pobladas, como el Bajo Aragón (Filoli, 1999: 97). 4. La existencia de algunos poblados íberos excavados en la roca (Gusi y Olària, 1984, 29) puede marcar la transición entre diferentes etapas históricas para entender la ocupación de cavidades por los pastores y sus animales. Esos poblados solían tener dependencias especializadas para los rebaños y, además, se ha confirmado la existencia de asentamientos de vigilancia y control de la ganadería, actividad económica cuya esencia la constituían los productos derivados de las ovejas y las cabras entre los siglos viii antes de nuestra era y el año 100 (Colominas, 2004-2005: 213). Por otra parte, parece probado que el Puig de la Nau, en Benicarló, estuvo poblado inicialmente por pastores trashumantes del Bronce final que buscaban las suaves temperaturas invernales de la costa (Oliver, 2005: 33). 230 Jav ier S oriano Mart í históricos de mayor intensidad reguladora en materia de aprovechamiento de pastos. La toponimia aporta noticias adicionales sobre la ocupación trashumante de las cavidades, ya que existe un rico elenco de términos que aluden a cuevas en el ámbito mediterráneo: cava, covarcho —cruce de los vocablos ‘hueco’ o ‘cavidad’, con ‘caverna’ o cueva profunda—, covatillas, coveta, cuevas, cuevonda, covarrón, etc. en comarcas como el Alto Mijares y Alto Palancia (Nebot, 1991: 189); en el Maestrat encontramos la Coveta del Malladar (Bernat, 2000: 67), que sugiere una fusión entre cueva y majada; sin olvidar topónimos tan sugerentes como Roca de la Cova, localizado en la Cova dels Aragonesos, en las proximidades del Coll de la Bassa, un puerto de montaña con evidentes connotaciones trashumantes en Atzeneta del Maestrat (Bernat, 2000: 169). La normativa medieval también es una herramienta útil para analizar la utilización de cuevas-corral en las prácticas trashumantes y confirmar la aparición de un arquetipo, constituido por una serie de cualidades difíciles de igualar por edificios de mayor complejidad, como los corrales o las barracas de pastor. Las cuevas aportan sencillez constructiva y austeridad económica, ya que gran parte de la infraestructura demandada por los animales y los ganaderos está a disposición del pastor, que solo tiene que parcelar el espacio interior y, en ocasiones, construir un muro de acceso y protección en el umbral de la cavidad para culminar el aislamiento aportado por el techo natural. Las similitudes de esta tipología pecuaria vienen dadas igualmente por su ubicuidad territorial —su presencia es habitual en todos los sectores del Sistema Ibérico y sus estribaciones (Aragón, Comunitat Valenciana, sur de Cataluña), pero también en zonas prelitorales 5—, el 5. La provincia de Castellón, la segunda más montañosa de España, se caracteriza por tener un relieve abrupto en casi el 90% de su territorio. Si a esa realidad se añade un sustrato calizo mayoritario, erosionado con relativa facilidad por el agua, dando lugar a múltiples formaciones kársticas, no será extraña la abundancia de cuevas. A esto cabe añadir que comarcas como Espadán (Vidal, 2006) o el Baix Maestrat (Del Río, 2004) se convierten en Trash umanc ia en el Medit erráneo 231 emplazamiento siempre dominante —suelen situarse en lo alto de las laderas y terrazas fluviales—, la proximidad de puntos de abastecimiento de agua —en ocasiones coincide la presencia de cuevas con la de manantiales—, la proximidad a las rutas pecuarias y un elevado paralelismo entre la ubicación de estos refugios naturales y los cauces de los cursos fluviales, que a menudo sirven como vías de acceso para los rebaños trashumantes. El carácter de río seco que tienen ramblas y barrancos en el mundo mediterráneo ha concedido a los rebaños una oportunidad para mejorar la accesibilidad de las áreas donde pasan el verano y/o el invierno, sobre todo desde que la motorización y la urbanización comenzaron a alterar las milenarias rutas trashumantes. Los cauces de la rambla de la Viuda, rambla Carbonera y rambla Cervera, todas en el norte de Castellón6, han sido utilizados por el ganado con asiduidad y, de hecho, donde sus lechos resultan accesibles desde ambas riberas —pueden estar cultivadas o ser áreas de matorral, bosque o pastizal— se han trazado kilómetros de muros delimitadores para impedir o regular el acceso de los animales a las fincas colindantes. Las cuevas-corral, por último, destacan por ejercer una funcionalidad estratégica para el pastor, que encuentra lugares para cobijarse con sus animales en casos de emergencia (una oveja embarazada ralentiza el ritmo del grupo y anochece) o en momentos de inclemencias meteorológicas (tormentas, nevadas, granizadas, olas de frío, etc.), sobre todo cuando apremia el tiempo para cumplir los estrictos plazos otorgados por la legislación medieval para cruzar los términos municipales o la jurisdicción tierras ricas en pastos de invierno para la trashumancia de largo recorrido, incluidas las rutas que enlazaban con los Pirineos (Guinot, 1992-1993: 257). La ocupación ocasional de cuevas debía ser frecuente en esos espacios litorales o prelitorales, como la sierra de Irta. 6. 232 Diversos autores han recogido en sus obras la utilización pecuaria de esos caminos naturales (Segura, 1987 y 2003; Del Río, 2004; Morales y Seguí, 2007), en los que su elevada pedregosidad no ha sido obstáculo para un intenso trasiego ovino y caprino. Jav ier S oriano Mart í comarcal correspondiente7. En algunas ocasiones, por tanto, las cuevas se convierten en sustituto natural de corrales o masías como puntos de descanso. Las orientaciones mayoritarias hacia el mediodía (S o SW) de las bocanas de esas oquedades excavadas en la roca es un punto coincidente con los restantes tipos de la arquitectura trashumante (barracas de pastor, corrales, corralizas, masías, etc.) y una cualidad adicional que ayuda a completar la formulación del arquetipo trashumante. Las cavidades reutilizadas como corral debieron ser prácticamente insustituibles en lugares donde era inviable construir corrales o corralizas8. Este elemento patrimonial cuenta con la particularidad añadida de adaptarse perfectamente tanto a las comarcas donde las diferentes instituciones pecuarias velaron desde finales del siglo xiii por edificar un denso paisaje de campos cerrados (el clásico bocage) en el que los azagadores y cañadas, con sus muros delimitadores, formaban parte esencial, como a 7. En la Tinença de l’Alcalatén (Castellón) la normativa obligaba a los pastores a anunciar la llegada de sus rebaños 15 días antes, pero no se especifican límites temporales de estancia o paso (Rubio, 2006: 118). En cambio, en Vilafranca (Castellón), el tribunal del ligallo (constituido por concesión real del 16 de mayo de 1271) establece 24 horas como límite para los rebaños trashumantes: “Que en lo terme de Villafranca camí caminant no puxen aturar sino un jorn natural, pero que dins aquell dia agen haigen ha entrar e eixir del dit terme de Villafranca” (VV.AA., 1987: 183). El dilatado término de Morella obligaba a aumentar los plazos y los pastores de Sant Mateu podían demorarse dos días y una noche o dos noches y un día para atravesar tierras morellanas (Sánchez, 1992-1993: 356). Encontrar cobijo en lugares próximos debía ser una necesidad frecuente, tanto para pernoctar como para guarecerse de los efectos de una tormenta. Las cuevas debieron suponer uno de los recursos más socorridos. 8. Los pastores conocen el territorio a la perfección —poseen una sabiduría popular que a duras penas se preserva hoy en día por la transmisión oral (Celada et al., 1993: 33)— y tienen en sus rutas refugios aparentes para pasar la noche con el rebaño, por lo que no es extraño que incluyeran en ese catálogo algunas cuevas en lugares de paso, poco accesibles —algunos de los valles de penetración hacia el interior son ciertamente angostos— o con escasez de materia prima para construir un corral. Trash umanc ia en el Medit erráneo 233 territorios donde las lindes se limitaban a mojones que marcaban los itinerarios trashumantes con precisión. Las cuevas, en cualquier caso, deben ser diferenciadas de algunos sucedáneos de relevancia notable en el mundo trashumante, como las balmas o majadas, una especie de corralizas construidas como anexos de los paredones rocosos que forman las cimas de las muelas calizas en tierras de la montaña media mediterránea. Y tampoco cumplían funciones trashumantes las covachas y abrigos bien analizados por los especialistas en arqueología y prehistoria, cuyas dimensiones —longitud y estrechez— hacen inviable conseguir protección para el ganado. Algo similar ocurre con las numerosas cuevas pequeñas, sin la profundidad suficiente para servir de cobijo a los rebaños, de las que tenemos noticias a través de la toponimia, como El Covarxet, en Atzeneta (Bernat, 2000: 169). En suma, las auténticas cuevas-corral son habitáculos amplios, excavados y labrados por la erosión en las rocas —preferentemente calizas, pero también en estratos de conglomerados u otros materiales geológicos— y que requieren mínimas intervenciones para su adaptación como espacio pecuario. Los ejemplos que todavía se conservan en Benaguasil (Valencia) son dignos de mención, como Les Coves de Tono, la Cova de Pujau o la Cova de Sensio (Cervera et al., 2005: 55, 214 y 215). Los tres coinciden por su emplazamiento en las proximidades de un azagador y junto al lecho de una rambla. Otro de los núcleos de gran densidad ganadera a escala de la Comunitat Valenciana, la Foia de Alcoi, también destaca por la relativa abundancia de cuevas (Martí et al., 1977: 23; Beltrán et al., 1974: 8), en las que junto a manifestaciones del arte rupestre levantino se puede plantear la hipótesis de una utilización trashumante más o menos intensa a lo largo de la historia como consecuencia de sus características coincidentes con las restantes que formulan el arquetipo: emplazamientos dominantes sobre el valle del río Serpis, cavidades amplias y proximidad a rutas ganaderas ancestrales. En Puertomingalvo, por ejemplo, las Cuevas del Mas de Herrero pudieron tener un ocasional uso pecuario en casos de tormenta (Solsona, 234 Jav ier S oriano Mart í Figura 1. Cova dels Gabials, en Vilafranca (Castellón). Croquis extraído de Viciano (2003-2005) 2001: 88), aunque en tierras turolenses esas cavidades tienen un carácter polivalente porque sirven como aprisco para el ganado lanar —hasta un centenar de cabezas cabría en la Cueva de la fuente de la Zarza—, como calera —cantera para extraer losas de piedra caliza—, pero también como refugio durante la postguerra (Solsona, 2001: 146). Similares características presentan las cuevas de la sierra de Espadán, Els Ports o el Maestrat9, comarcas cuya historia trashumante adquirió una importancia vital en la Edad Media gracias a la salida comercial de la lana hacia Italia. En Culla (Castellón), excavadas en las terrazas del río Monlleó —con potentes estratos formados por conglomerados—, tanto las 9. Algunas de las cuevas que conservan muestras del arte rupestre levantino, como la Cova Fosca o la Cova del Mas dels Cirerals, en Ares (Castellón), han sido también utilizadas recientemente como corrales como lo atestiguan las divisiones internas a base de paredes de aparato seco (Olària, 2007: 227 y 243). Esas cuevas debían servir de refugio alternativo a las masías, corralizas y corrales que jalonan la densa red de azagadores en torno a las muelas de Ares (Soriano, 2007: 140). Trash umanc ia en el Medit erráneo 235 cuevas de Faustino como las de Miquel conservan paredes de piedra en seco que desvelan su uso como corrales de ganado. La presencia de pesebres y abrevaderos refuerzan la teoría. Algo similar ocurre en la Cova dels Gabials, en Vilafranca (Figura 1), donde se aprecia una interesante división de espacios para el ganado y los pastores. Y algo equivalente sucede en la comarca del Montsià, en Tarragona, donde proliferan las cuevas y abrigos rupestres, aunque no todos tienen documentada su utilización pecuaria. El valle del río Millars y su afluente el Villahermosa, utilizado desde el siglo xiv como cauce para el trasiego de ganado desde La Plana de Castellón hacia tierras turolenses —hasta 25.000 cabezas podían subir los vecinos de Castellón y Vila-real hasta los páramos ricos en pastos en verano de la serranía de Teruel (Sánchez, 1986: 317)— aportó un buen número de corrales-cueva para facilitar el descanso de los rebaños, como la Cueva Negra de Montanejos, la cueva conocida como Torre del Mal Paso, en Castellnovo, a las que se pueden añadir ejemplares en municipios como Torrechiva, Argelita, etc. 3. El seminomadismo propicia el uso de las cuevas Las cuevas debieron tener un uso pecuario desde tiempos remotos, sobre todo si tenemos en cuenta que en todo el Mediterráneo la ocupación de esas cavidades aparece asociada al arte rupestre levantino, donde los motivos predominantes son de caza, con mínimas referencias para el dominio y domesticación de determinados animales. Los más representados, siempre con estilo naturalista y realista, son las cabras, ciervos, toros, jabalíes y caballos (Olària, 2007: 32)10. No obstante, debe tenerse en cuenta que las cuevas como hábitat van siendo paulatinamente abandonadas y sustituidas por pequeñas aldeas al aire libre emplazadas en tierras llanas o lomas de escasa elevación, en un proceso que llega acompañado 10. 236 En algunas cavidades del término municipal de Ares (Castellón) se observa que los animales son pintados no desde la óptica del cazador, sino más bien desde la de un pastor, por lo que se habla de una fauna doméstica o predoméstica (Olària, 2007: 231). Jav ier S oriano Mart í por la domesticación de animales y la incipiente aparición de un modesto pastoreo (Gusi, 1984: 84 y 86), que se consolida con el paso de los años para sentar las bases de la trashumancia. En efecto, el modo de vida neoeneolítico apuesta por un seminomadismo, con asentamientos de cazadores y pastores en cuevas situadas en las comarcas septentrionales de la provincia de Castellón, entre 700 y 1.300 metros de altitud (Gusi, 1984: 154). La presencia de restos óseos de cabras, ovejas, bueyes, cerdos y caballos en cavidades habitadas en dos puntos tan distantes como Oropesa o Vilafranca ratifica la existencia de una ganadería con desplazamientos de tipo nómada en la Edad del Bronce (Gusi, 1984: 163). La utilización de cuevas en la Edad Media parece justificada, sobre todo en el antiguo Reino de Valencia, donde Jaume I concedió derechos especiales a los ‘cabaners e pastors’11 para aprovechar los pastos municipales. Los conflictos que esa medida generó con la población local motivaron múltiples reticencias en algunas comarcas, donde se llegó a negar el alojamiento y la venta de víveres a los pastores. No sería extraño que las cuevas-corral se convirtieran en una buena alternativa para eludir ese boicot por parte de los ganaderos autóctonos, que se veían perjudicados por la llegada de los rebaños trashumantes12. La datación de la utilización de las cuevas con finalidad trashumante, no obstante, resulta realmente compleja. Además de los usos ancestrales y medievales, la teoría de un aprovechamiento masivo de esos refugios naturales a partir del siglo xviii se fundamenta en el aumento de la extensión cultivada —los rompimientos de tierras dominan en todo el ámbito mediterráneo (Soriano y Ortells, 2001: 62)— y la reactivación de la conflictividad entre ganaderos y agricultores. El hábitat rupestre no se convierte 11. El término ‘cabaner’ hace referencia a los responsables de la cabaña ganadera, es decir, se emplea en los textos del siglo xiv como sinónimo de ganadero. Introduce, por tanto, un matiz diferenciador respecto a pastor, vocablo que sería utilizado para referirse a los guías de los rebaños. 12. La conflictividad generada en la Baja Edad Media llegó a motivar la redacción de abundantes documentos en los que se refleja el trato hostil que los pastores recibían en algunas comarcas y municipios (Rubio, 1999). Trash umanc ia en el Medit erráneo 237 exclusivamente en refugio ganadero, ya que también debió servir como vivienda ocasional, coincidiendo con una época de grandes cambios demográficos, económicos y paisajísticos en las áreas de montaña. En las principales cavidades analizadas no se aprecian indicios de primitivismo —estancias compartidas para los rebaños y sus pastores—, a pesar de las lógicas limitaciones de espacio. Por lo general ocurre más bien lo contrario, ya que la estructura interna podría calificarse de avanzada, con espacios cerrados para diferentes tipos de ganado (edades, razas y especies), separando claramente los lugares para los pastores, que son más cómodos e independientes. Esa aparente modernidad no solo aparece en las cuevas, también en las majadas, que escapan a ese primitivismo propio de algunas barracas o corrales. Sin embargo, en ambos casos se suele apostar como tipología constructiva por la técnica de la piedra en seco, que refuerza las teorías de un origen remoto para la utilización trashumante de las cuevas, ya que esa arquitectura tiene orígenes ancestrales en el mundo mediterráneo, asociada a dos realidades inseparables: la abundancia de piedra en buena parte del suelo cultivable y la necesidad de separar los espacios agrícolas de los ganaderos en el seno de una economía mixta, agrosilvopastoril13. La arquitectura popular de piedra en seco tiene múltiples virtudes (austeridad, durabilidad, sencillez, funcionalidad…), aunque suele ser en su mayoría fruto de la inteligencia adulta (Simó, 1993: 17) o de artesanos anónimos —en muchos casos podrían ser pastores, que en sus ratos libres vigilando a los rebaños podrían dedicarse a construir diferentes edificios— que plasman con sus manos una forma de vida (Miralles et al., 2002: 43). Las referencias documentales nos permiten datar algunas construcciones en el siglo xiv, cuando los testimonios aseguran que se levantaban muros de piedra seca para acotar dehesas y bovalares, pero también 13. 238 Tanto las dehesas como las dehesas boyales o boalares se convirtieron desde la Edad Media en un recurso insustituible para la economía montana, ya que esos espacios acotados suministraban una eventual reserva de suelo cultivable, pasto y frutos para el ganado, así como productos forestales como la leña o la madera (Soriano, 2002). En muchos de esos cotos comunales los rebaños trashumantes tenían vetada la entrada. Jav ier S oriano Mart í para separar unas fincas de otras o amojonar azagadores. Las barracas de falsa bóveda, por ejemplo, servían como albergue temporal para el ganado en tan tempranas fechas en Menorca (Vidal et al., 2000: 162) y, por supuesto, la técnica constructiva podía usarse también para levantar los cerramientos interiores y exteriores de las cavidades en muchos lugares. 4. Un recurso estratégico y multifuncional Las cuevas han sido utilizadas en muchas épocas como vivienda por gentes marginales o marginadas (Viciano, 2003-2005: 305) y, de hecho, en municipios como Culla se insertan en las habituales migraciones — temporales o permanentes— que se producían antaño desde las masías más recónditas emplazadas en lugares con rigurosidad térmica en invierno, hacia núcleos con mejores servicios y condiciones de habitabilidad. Muchos masoveros, en efecto, cambiaban durante unos meses su vivienda habitual por la estancia en una cueva ubicada a menor altitud y más cerca de las vías principales de comunicación. En algunos casos podría hablarse de cuevas-masía, que también ejercen la función de cuevas-corral en determinados meses del año. La utilización pecuaria y trashumante es innegable por la presencia de compartimentos cerrados interiores, pasos de ganado, por la existencia de abrevaderos y por las dimensiones, que oscilan entre los 50 y los 175 metros cuadrados para las cavidades analizadas en el Maestrat, aunque en alguna ocasión se pueden alcanzar hasta los 500 metros cuadrados de la Cova Fosca. Esos usos temporales han garantizado hasta hace pocos años la conservación de una auténtica red de cavidades que aumentan su utilidad por la conversión en corral eventual o como sesteros14 para huir del calor en 14. Hay que tener en cuenta que la sobreexplotación a la que se ve sometido el bosque mediterráneo puede provocar en determinados momentos la desaparición de los venerables árboles que la legislación medieval protegía en grado extremo y que, como sus nombres indican (‘carrasques d’assestar’), se destinaban a dar cobijo a rebaños enteros en los momentos de mayor insolación, sobre todo en verano. Trash umanc ia en el Medit erráneo 239 las horas centrales del día. Las cuevas, por lo tanto, se convierten en un recurso estratégico tanto en las rutas trashumantes —refugio nocturno— como en las estancias del ganado en verano o invierno en las áreas de pasto —lugar de descanso donde encontrar sombra por unas horas o protección contra el viento—, aunque sobre todo son un recurso sumamente económico. Los emplazamientos de las cavidades establecen una íntima relación con las tradicionales vías pecuarias, entre cuyos puntos de origen y destino aparecen múltiples variantes de azagadores, cañadas, veredas y un sinfín de vías locales con denominaciones específicas (paso, cabañera, carrerada, caleja, etc.)15. No es extraño, por tanto, que los intensos lazos que unían el Reino de Valencia con la Comunidad de Teruel, con acuerdos de reciprocidad de aprovechamiento de pastos, permitieran tejer desde la Edad Media una red de cavidades útiles para la trashumancia. La coincidencia de las rutas con valles fluviales como el del río Mijares —ruta desde Teruel a La Plana de Castellón, pasando por Puebla de Arenoso y Montanejos— refuerza esa teoría. Algo similar ocurre con la cañada que conectaba Zaragoza con Castellón y Valencia a través de Mosqueruela, Puertomingalvo, Vistabella, Llucena y L’Alcora o las veredas entre la sierra de Gúdar y el Baix Maestrat —el puerto de Peñíscola fue el más importante en la exportación de lana hacia Italia— y el Delta del Ebro, con diferentes ramales que, en buena parte, discurren paralelos y perpendiculares al litoral. El río Júcar y sus territorios colindantes (La Ribera Alta y Baja) también eran el destino de la llamada ruta valenciana (Farnós, 1993: 42), que conectaba la sierra de Javalambre turolense con la gran llanura litoral a través del valle del río Palancia, Barracas y el Alto del Ragudo, con varias bifurcaciones hacia la sierra de Espadán. Muchas de esas rutas estaban jalonadas por diferentes cavidades estratégicamente dispuestas por la naturaleza, como la cueva de la Borrasca, 15. 240 El término azagador significa camino por donde circulan ordenadamente, unas a la zaga de otras, las ovejas y las cabras. La procedencia de este vocablo puede enriquecer el debate sobre la cronología de la trashumancia ibérica, ya que en árabe saqa significa retaguardia. Jav ier S oriano Mart í en Vistabella, en la que se conservan diferentes paredes delimitadoras construidas con la técnica de la piedra en seco, cuya finalidad era cerrar al ganado (Viciano, 2003-2005: 315): con una boca de 3,70 metros de alto por 6,50 de ancho, el refugio penetra hasta 7,70 metros de profundidad. El uso ganadero es probable, como abrevadero, majada o asestador. La tradición oral refuerza esa hipótesis en otros lugares, como en la cueva de Les Llidoneres, en Culla, que todavía se utilizaba en 1999 por pastores para refugiarse con sus rebaños. 5. Las majadas, un refugio de tipo mixto Una construcción directamente relacionada con las cuevas-corral son las majadas, construidas al amparo de voladizos o salientes rocosos formados en las cavidades que la erosión ha excavado en la roca16. Sus emplazamientos suelen coincidir con las cimas de muelas calcáreas —tan habituales en el interior de Castellón, Teruel y Tarragona— y, por supuesto, se ubican en los alrededores de los pastos de verano, ya que muchas de esas montañas de cumbre plana se convierten desde la Edad Media en espacios cerrados para el ganado, donde el pastor no tiene que invertir excesivo esfuerzo para controlar a sus animales debido a los límites naturales que impone la propia muela. En algunos casos estas majadas aprovechan auténticas cavidades para apoyar los muros delimitadores de la corraliza y es habitual que la roca 16. El término majada tiene diferentes acepciones. Si bien en la montaña mediterránea este vocablo parece asociado a esas corralizas adosadas a salientes rocosos, en otros lugares se emplea como sinónimo de descansadero y, por tanto, en un sentido más amplio. La Real Academia Española (RAE), por su parte, concede a esta palabra el significado general de lugar donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores, pero también lo considera sinónimo de estiércol de los animales. La etimología del término procede del ‘maculata’ latino, por lo que también podría ser traducido directamente por estercolero o lugar donde se recoge el estiércol. ‘Madallar’ o majadar, que deriva de majada o ‘mallada’, significa depositar los excrementos del ganado (Martines, 1999: 605). La RAE también recoge que majadera, en referencia al ganado ovino, es abonar la tierra con estiércol cuando las ovejas están recogidas en una majada. Trash umanc ia en el Medit erráneo 241 Figura 2. Majada en los alrededores del Mas de Noé (Ares del Maestre, Castellón). Elaboración propia. sirva para ahorrarse la construcción de paredes adicionales (Figura 2). En definitiva, estas construcciones trashumantes pueden considerarse como un tipo mixto entre las cuevas-corral y las corralizas —estas suelen siempre ser exentas o, como mucho, integrarse en alguna pared delimitadora de parcelas o pastos—, adquiriendo rasgos de unas y otras. Como elementos comunes pueden destacarse su planta, que siempre suele ser rectangular para extraer el máximo beneficio de la roca que les sirve de paramento, la existencia de balmas u oquedades que otorgan relativa protección para el ganado en caso de lluvia o nevada y la presencia de elementos específicos para el pastor, como barracas independientes que se 242 Jav ier S oriano Mart í integran en el conjunto. Ese refugio, que también puede ser utilizado por los animales más débiles, suele ubicarse en la parte más alejada del acceso principal. La tipología arquitectónica escogida para estas construcciones siempre es la piedra en seco, siendo habitual que las paredes estén coronadas con losas colocadas en rastell —piedras dispuestas verticalmente17— para garantizar la seguridad del espacio acotado para el ganado. En este sentido, las barracas integradas en estas majadas coinciden por sus características con las construcciones conocidas como pont de bestiar, las típicas barracas de Menorca, que también apuestan por plantas rectangulares, con paredes levantadas con la técnica de la piedra seca y con una cubierta apuntada, configurada mediante la superposición de cuerpos cilíndricos coronados por grandes losas planas que, habitualmente, se revestían con un estrato de tierra cultivada para impermeabilizar el conjunto. El uso pecuario y agrícola de esos edificios está bien documentado en las Baleares, donde se asegura que durante el siglo xiv ya se levantaban muros de piedra seca (Vidal et al., 2000: 162-3). 6. Conclusiones El análisis de las cuevas como hábitat trashumante ha permitido descubrir una tipología patrimonial en desuso pero que aporta lecciones de austeridad y funcionalidad, ya que no es habitual encontrar un balance tan exitoso en la relación entre una actividad económica —la trashumancia— y los recursos naturales —cavidades en la roca— a lo largo de la historia. Las cuevas coinciden con el patrimonio trashumante en su polivalencia, ya que se han descubierto las diferentes funciones que esos refugios aportaban tanto a los pastores —lugar de pernocta, sestero o asestador para el ganado por unas horas, punto para abrevar— como a la población 17. Habitualmente ese tipo de coronación de los muros cumple varias funciones, como evitar que el ganado o los depredadores puedan saltar la pared, no oponer excesiva resistencia al viento, así como evitar la infiltración de agua de lluvia en el corazón del muro. Trash umanc ia en el Medit erráneo 243 rural. La existencia de cuevas-corral y cuevas-masía es una buena muestra de la adaptabilidad de las cavidades, cuyo espacio es fragmentado en función de su utilidad prioritaria. La existencia de un auténtico arquetipo o modelo arquitectónico para convertir las cavidades en lugares útiles para la actividad humana parece evidente —los refugios analizados comparten una serie de cualidades afines— y, de hecho, puede considerarse que su origen se encuentra en épocas remotas a tenor de la intensa utilización que nuestros ancestros hicieron de las cuevas. Las variables dimensiones de las cavidades, sus plantas irregulares y los usos mixtos que han tenido durante miles de años enriquecen ese arquetipo trashumante que encuentra en las majadas —refugios no completamente cubiertos por la roca— un complemento idóneo en la configuración de una red de infraestructuras trashumantes que jalonan las rutas pecuarias mediterráneas. Bibliografía Aguilella Arzo, G., Gusi Jener, F. 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En un territorio como los Montes de Toledo, donde la actividad cinegética constituye uno de los principales usos de este espacio, muchos caminos pastoriles han sido usurpados por los cotos impidiendo su tránsito mediante vallas y alambradas cinegéticas. Ante este estado de la cuestión, muy poco estudiado por la disciplina geográfica, nos planteamos tres objetivos de investigación: conocer el estado de conservación de las cañadas, cordeles, veredas y coladas; identificar los principales problemas e impactos que las afectan; diseñar un itinerario didáctico que permita conocer e interpretar los paisajes atravesados por estos caminos y proponer medidas para potenciar los nuevos usos de carácter didáctico en estos espacios. Para ello hemos seguido una metodología basada en los trabajos de análisis de paisaje integrado, de manera que se han realizado diversos transectos por estas vías pecuarias cuyas observaciones se han recogido en unas fichas de campo. Posteriormente esta 1. Universidad de Castilla-La Mancha. Trash umanc ia en el Medit erráneo 249 información se ha trasvasado a una base de datos y, por medio de un S.I.G., se ha elaborado un itinerario cartográfico a través del cual identificar, conocer y valorar los diferentes elementos del medio y los paisajes en torno a estos caminos trashumantes. 2. El espacio geográfico: los Montes de Toledo. La delimitación del territorio Los Montes de Toledo constituyen un sistema montañoso que se incluye en uno de los nueve grandes sistemas orográficos que los estudios geomorfológicos más rigurosos han diferenciado en la España peninsular (Muñoz y Sanz, 1995: 10): el Sistema de las sierras interiores de la Meseta sur. Será a comienzos del siglo xx cuando se dé una justificación científica a la delimitación de los Montes de Toledo dentro de este sistema montañoso. Siguiendo unos criterios fundamentalmente geomorfológicos, Gómez de Llarena, en su Bosquejo Geográfico Geológico de los Montes de Toledo, del año 1916, critica el concepto decimonónico de “Sistema Oretano” definiendo el concepto de Montes de Toledo (Gómez de Llarena, 1916: 10). También en ese mismo año aparece el Estudio geográfico de los Montes de Toledo, de García Rey (1916), considerado por Muñoz Jiménez (1976) como la primera descripción topográfica seria de estos montes. Según este trabajo, los Montes de Toledo se extienden desde La Mancha, al este, hasta la llanura central de La Jara, al oeste. En este proceso se produce un gran salto cronológico pues será en el año 1976 cuando aparece el estudio geográfico más elaborado y con mayor rigor científico sobre los Montes de Toledo. Su autor, Muñoz Jiménez (1976), en su tesis doctoral titulada Los Montes de Toledo. Estudios de Geografía Física, delimita de esta forma este conjunto montañoso: “los Montes de Toledo son la región —de algo más de 5.000 km2 de extensión— comprendida entre la meseta Toledana al norte, La Mancha al este y sudeste, el Campo de Calatrava al sur y la llanura de La Jara al oeste. Este autor divide a los Montes de Toledo en varios conjuntos montañosos (Muñoz Jiménez, 1976: 10), constituyendo el Macizo de La Calderina el 250 Ósc ar Jere z más oriental de todos: “el extremo oriental de los Montes de Toledo es el ‘macizo’ de La Calderina, extenso conjunto de elevaciones que penetra en La Mancha (…) hasta Puerto Lápice, donde el conjunto montañoso se resuelve en una serie de cerros y crestas de cuarcita rodeadas por los materiales de relleno de la cuenca manchega. Sus tierras meridionales forman el telón montañoso que domina el área húmeda, declarada Parque Nacional de las Tablas de Daimiel”. 3. Las vías pecuarias y la ganadería en los Montes de Toledo Orientales El sector más oriental de los Montes de Toledo ha constituido un espacio de uso ganadero tradicional, a juzgar por los innumerables yacimientos arqueológicos de la Edad del Bronce (castellones) en los que se han hallado queseras y otros utensilios asociados a la actividad pastoril (Caballero Klink et al., 1983). En su piedemonte más meridional se han localizado numerosas y famosas dehesas de ganados invernantes. En el siglo xvi se citan, entre otras, las dehesas de Pedro de La Fuente, Piedralá, Acebuchar, Enmedio, Peralosas, Álamo, Solana y Fuenluenga, Hormiguilla, Huerta del Cura, Guadalerzas y Fuente del Emperador (López Salazar, 1987). Más tarde, en el siglo xviii, y según el Catastro de Ensenada, se conocen las dehesas de Monte Grande, Zarcejo, Palomar, Cabezuela, Don Gómez, Coto Carnicero, Allozar, Cabezuelos, Fuente Amarguilla, Jétar, Hontarrones, Valparaiso, Navas, Cañada de Mingo María, Fuente de las Cambroneras, etc. (Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, Catastro de Ensenada, 1753), lo cual atestigua la importancia del pastoreo en esta zona y la transformación de un paisaje natural arbolado en un monte hueco de aprovechamiento silvo-pastoril y agrícola. En la actualidad, además de las enormes granjas y naves de aves, conejos, porcinos y otros animales, cuya ubicación es muy puntual, situándose generalmente en torno a los núcleos urbanos, hay que considerar la importancia paisajística de la ganadería tradicional extensiva que Trash umanc ia en el Medit erráneo 251 aún se sigue desarrollando, aunque con mucha menor importancia que en tiempos pasados, tal y como se refleja en los cuadros 1 y 2, correspondientes al municipio de Villarrubia de los Ojos de Guadiana, al sur de este espacio. Cuadro 1. Evolución de la superficie rural a lo largo de los últimos 425 años en Villarrubia de los Ojos 1575 1751 1999 Tierras cultivadas 11% 18% 67% Montes y pastos 89% 82% 33% Fuentes: M. Corchado Soriano (1984); Catastro del Marqués de Ensenada (1753); INE, Censo Agrario, 1999. Cuadro 2. Evolución de los principales cultivos (en %) en los últimos 250 años en Villarrubia de los Ojos Año 1751 Año 2000 Cereal 14.0% 13.3% Viñedo 0.05% 36.9% Olivos 2.7% 10.7% Pastos 32.1% 4.9% Montes 49.8% 28.1% Fuentes: Catastro Marqués de Ensenada, (1753); Consejería de Agricultura y Medio Ambiente, JJ.CC. Castilla-La Mancha, (2001); elaboración propia. Este drástico cambio en el paisaje, cuyo origen es milenario, mantiene en la actualidad, aún, una cierta superficie de pastizales. No obstante, comparando los datos, se observa la reducción generalizada de la superficie de pastizales. Sin embargo, el último censo agrario indica una cierta importancia de las tierras de pastizales en estos municipios, ubicadas espacialmente en las áreas serranas, donde también se conserva una cierta cabaña ganadera. 252 Ósc ar Jere z Cuadro 3. Unidades ganaderas en los municipios de los Montes de Toledo orientales, según el censo agrario de 1999 Total unidades ganaderas Bovinos Ovinos Caprinos 3.508 1.175 929 1.398 222 0 23 87 Urda 3.754 1.139 1.061 398 Villarrubia-Ojos 1.327 61 343 497 Los Yébenes 7.200 3.175 1.445 541 Municipio Fuente el Fresno Puerto Lápice Fuente: INE, Censo Agrario, 1999 Las ovejas, cabras y gran parte del ganado bovino que, en conjunto, suman más de 20.000 cabezas, tienen una distribución dispersa por todo este ámbito, predominando en ellos el pastoreo sobre el estabulamiento, para lo cual requieren amplias superficies de pastizales y dehesas, así como una extensa red de vías pecuarias. Algunos de estos caminos son utilizados actualmente para pequeños desplazamientos de ganados, pero la mayoría han perdido su uso pastoril y, de ellos, casi todos han sido invadidos por cultivos, por otras vías de comunicación, fundamentalmente caminos y pistas forestales y, algunos, por la vegetación pionera y colonizadora de estos espacios lineales deforestados. La principal vía pecuaria que atraviesa estos montes en sentido meridiano es la Cañada Real Soriana, una de las más importantes, otrora, en la red de cañadas peninsulares. De forma esquemática, las principales vías pecuarias que cruzan este territorio se expresan en el cuadro 4. Trash umanc ia en el Medit erráneo 253 Cuadro 4. Vías pecuarias en los Montes de Toledo orientales TIPO NOMBRE ANCHURA (M) Cañada Real Soriana 75 Cañada Del Carrerón 75 Cañada De Santa Quiteria 75 Cordel De la Cruz de Piedra 38 Cordel De Cabeza Parda 38 Vereda De la Fuencaliente 21 Colada De Valparaíso 10 Colada De Los Santos 10 Colada Del Huerto del Cura 10 Fuente: Proyecto de Clasificación de las Vías Pecuarias, Consejería de Agricultura y Medio Ambiente, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. 4. Problemática, diagnosis y prognosis Las vías pecuarias de los Montes de Toledo orientales se encuentran, en la actualidad, en un estado de degradación. Estas vías se enfrentan a diversos problemas: el principal es la pérdida patrimonial de este bien de interés público, así como los problemas derivados de la servidumbre. Ante esta situación y ante la pasividad burocrática de una parte de la Administración y la actividad iconoclasta de diversos particulares empeñados en destruir estos bienes públicos infringiendo gravemente la Ley, desde algunas asociaciones se comenzó a trabajar, a partir de mediados de los años noventa, en una serie de campañas dirigidas a conservar lo que queda de estos caminos, así como a darlos a conocer a todos aquellos interesados en proteger y hacer un uso racional y sostenible de estos caminos públicos, tal como dicta la Ley. Estas asociaciones han lanzado varias campañas de información y concienciación (La Tribuna de Ciudad Real, 30 de Marzo de 1996; Diario 16, 3 de abril de 1996; ABC, 25 de abril de 1997; El Mundo, 11 de febrero de 1998; El País, 11 de febrero de 1998; Quercus, abril de 1998). Pero además de esta labor de sensibilización social, también han trabajado en la acción directa por la conservación y recuperación de las vías pecuarias, denunciando ante el SEPRONA, Guardia Civil y 254 Ósc ar Jere z Consejería de Agricultura y Medio Ambiente las usurpaciones realizadas por diversos cotos de caza, así como realizando diversas marchas reivindicativas amparándose en la legislación vigente, con el fin de conocer, transitar y hacer un uso ecológico de algunas de estas vías pastoriles. Si se tuviese que establecer un diagnóstico del estado actual de conservación de estas vías pecuarias, se podría resumir diciendo que el resultado de las diversas campañas ha sido un importante debate social, con grandes repercusiones en la prensa provincial y autonómica, con divulgación de la problemática en diversos ámbitos, pero con poca concreción ejecutiva. Todavía quedan vías pecuarias cerradas por vallados cinegéticos y la Administración aún no ha deslindado ni amojonado la mayoría de ellas. A ellos se suma el hecho de que la Justicia actúa muy lentamente y con penas ridículas. Ha sido necesaria una gran movilización para que al menos se haga algo de caso al problema, pero la Ley no se ha cumplido estrictamente, ya que la Justicia debería obligar a los usurpadores a restablecer las coladas y a pagar multas, en algunos casos, de varios miles de euros. Además del impacto que ocasionan los vallados cinegéticos sobre las vías pecuarias, hay una serie de problemas derivados de la explotación y gestión de los cotos de caza que ocasionan importantes impactos ambientales y paisajísticos en este sector oriental de los Montes de Toledo. En primer lugar están los derivados de dichos vallados cinegéticos, que conllevan la deforestación de una franja paralela. La pérdida de la cubierta vegetal también se materializa en la creación de numerosos cortafuegos y sobre todo tiraderos, además de pistas forestales de mueva creación. Sumando todas estas superficies lineales, en los Montes de Toledo hay varios cientos de kilómetros completamente deforestados, con graves problemas de erosión y pérdida de suelo fértil. También la gestión de estos cotos necesita embalses y bebederos para el “ganado cinegético”, de manera que provocan mayor deforestación, remoción de tierras y corte del caudal ecológico de diversos arroyos, existiendo incluso verdaderos conflictos entre unos cotos y otros por el uso del agua. La excesiva población de ungulados, la alta densidad de herbívoros, como el ciervo, que ramonea prácticamente casi cualquier planta, es otra causa de pérdida de cubierta vegetal y deterioro del monte bajo. También la gestión de estos cotos implica el control de la fauna no cinegética, que en algunos casos Trash umanc ia en el Medit erráneo 255 depreda sobre la cinegética, de manera que proliferan las trampas no selectivas en las que puede caer cualquier especie, aunque esté protegida. Esto, unido a la utilización de venenos y a la caza directa de fauna no cinegética ha provocado la extinción de numerosas especies, como el lobo, el águila imperial, el buitre negro y leonado, y posiblemente el lince (Guzmán, 1997: 225), que tenía hace una década la mejor colonia de España en las sierras de este sector oriental de los Montes de Toledo, pero que ahora se encuentra posiblemente extinguido. Muchos vallados cinegéticos también incumplen la normativa, materializándose en aspectos como el cercado de algunos cotos de menos de 500 Ha., la colocación de alambres de espino en la parte superior, el anclaje con lañas del mallado al suelo, la inversión de las luces (aberturas del vallado), de manera que las más grandes, que deberían estar abajo, según la Ley, para permitir el paso de la fauna no cinegética de una finca a otra, están puestas arriba, y viceversa, por lo que esta fauna queda aislada genéticamente en pequeñas unidades territoriales favoreciendo la endogamia, la predisposición a ciertas enfermedades y la desaparición final de la especie. También repercuten los vallados al impedir el paso por vías pecuarias, además de caminos públicos y de todos los cursos fluviales (hasta el más pequeños arroyo, según la Ley de Aguas, tiene varios metros de servidumbre y de policía a partir de la orilla de máxima crecida). En cuanto a problemas sociales, la gestión cinegética provoca usurpaciones y robo de propiedad pública, coacciones, prohibiciones de forma ilegal de paso por zonas públicas de estas fincas, furtivismo de los propios propietarios que se creen con derecho a cazar en cualquier época del año y las especies que quieran, aunque estén protegidas o en peligro de extinción, solo porque están en sus fincas, lo cual también es ilegal, o las relaciones feudovasalláticas dentro de la propia finca y con respecto a personas, clientelas e instituciones. De manera resumida, los principales problemas asociados a las vías pecuarias del sector oriental de los Montes de Toledo son: usurpación de las vías; cerramientos cinegéticos que impiden su paso; roturaciones; vertido de escombros y basuras; uso de vehículos motorizados; colonización por parte de la vegetación pionera; pérdida de su trazado; generación de conflictos sociales; ocupación de su trazado por pistas forestales y carreteras; 256 Ósc ar Jere z Trazado de las vías pecuarias de los Montes de Toledo orientales en relación con los cotos de caza vallados. construcción de grandes bebederos y embalses con usos cinegéticos; edificaciones ilegales en su interior; reducción de su anchura, superficie y longitud, que en el mejor de los casos ha pasado de convertirse en una vía pecuaria de 20, 40 o 75 m en un camino de 2 ó 3 m de anchura, mientras que en el peor de los casos ese camino pecuario ha desaparecido por completo. A toda esta serie de problemas físicos hay que sumar la falta de concienciación, la ignorancia y la poca educación y sensibilidad hacia este bien patrimonial que constituye un gran recurso natural, ambiental, cultural y turístico. Este diagnóstico empíricamente mensurable permite establecer un pronóstico de acuerdo al cual las vías pecuarias estudiadas están en trance de desaparecer y difuminarse en los paisajes de las grandes fincas cinegéticas de los Montes de Toledo. Excepto algunos tramos de la Cañada Real Soriana y de algunas coladas que han sido deslindadas, así como algún tramo amojonado de la Cañada de Santa Quiteria, el resto se encuentra Trash umanc ia en el Medit erráneo 257 en tal situación de deterioro administrativo y morfológico que augura una pérdida de estos bienes patrimoniales, si no se ponen pronto las medidas tendentes a su conservación. 5. Conclusiones: conocimiento del medio e interpretación de los paisajes a través de las vías pecuarias. Una metamorfosis didáctica El uso y aprovechamiento de los antiguos caminos trashumantes prácticamente ha desaparecido en la actualidad, lo cual ha provocado el deterioro y la pérdida del trazado de muchas de estas vías ganaderas. No obstante, aunque el tránsito de ganado por ellas haya sido inexistente desde hace varios decenios, no significa que su desuso para aquella actividad permita el cambio de propiedad ni su transformación fisonómica. La legislación vigente (Decreto 162/95 de 24 de octubre sobre la libre utilización de los caminos y vías de uso público en terrenos sometidos a régimen cinegético especial; Ley 3/95 de 23 de marzo de Vías Pecuarias; Ley 9/2003, de 20 de marzo de Vías Pecuarias de Castilla-La Mancha) proclama el carácter “imprescriptible e inalienable” de las vías pecuarias, aunque su uso ya no sea aquel para el que fueron concebidos estos caminos. Además del uso ganadero para el que fueron creadas estas vías también hay otras utilidades que en la actualidad pueden potenciar el conocimiento y la conservación de estos caminos tradicionales, como son los usos deportivos para la práctica del senderismo y el cicloturismo; los usos culturales, ya que en su entorno se pueden contemplar desde yacimientos arqueológicos hasta excelentes manifestaciones de la arquitectura popular; los usos paisajísticos, puesto que permiten adentrarse en entornos naturales, rurales y urbanos de gran interés estético, además de servir como pasillos o corredores que conectan diferentes espacios naturales. Por tanto las vías pecuarias en este sector oriental de los Montes de Toledo, debido a su mal estado de conservación en determinados tramos, constituyen un elemento patrimonial a conservar. Y puesto que el primer paso para conservar un objeto o un uso es conocerlo, se hace preciso por tanto conocer estos caminos tradicionales y sobre todo darlos a conocer, permitir que sean transitables y transitados con total libertad y divulgar 258 Ósc ar Jere z sus valores culturales y medioambientales. Así estos caminos se convierten en un instrumento para el conocimiento del medio y de los paisajes que atraviesan. Para ello es necesaria una metamorfosis didáctica, un cambio tanto conceptual como procedimental y actitudinal que permita, sin olvidar su uso primigenio, darle otros nuevos usos demandados por la sociedad actual. Entre ellos, para conseguir su recuperación y conservación, el uso didáctico de estos caminos se convierte en prioritario. Bibliografía Caballero Klink, A., García Serrano, R. y Ciudad Serrano, A. (1983), Catálogo de Bibliografía Arqueológica de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, Museo de Ciudad Real, Estudios y Monografías, 10. 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En Italie, elle a intéressé les bêtes à laine reliant l’Apennin central et les Pouilles, au moins jusqu’après la Seconde Guerre mondiale, grâce aux prix réduits proposés par la Société Nationale de chemin de fer et malgré l’indigence des réseaux (Vitte, 1986). En Espagne, elle est finement décrite et cartographiée par l’article pionnier d’André Fribourg (1910) qui évoque une “révolution” au tournant du siècle avec l’utilisation de matériels originaux (“wagons grilles” à deux ou trois étages), les tarifs spéciaux mis en place par les grandes compagnies (MadridSaragosse-Alicante; Madrid-Cáceres-Portugal) et surtout la nouvelle direction est-ouest de ces migrations (de la Cordillère cantabrique vers les pays du Tage et la Nouvelle-Castille, des sierras centrales vers la Mancha et la province de Murcie). En France méditerranéenne, malgré la même 1. Professeur agrégé de Géographie. UMR TELEMME, Université de Provence. 2. Professeur de Géographie. CERAMAC, MSH, Université Blaise-Pascal, Clermont-Ferrand. Trash umanc ia en el Medit erráneo 261 importance historique et les mêmes modifications des mouvements pastoraux, cette pratique n’a guère suscité de travaux spécifiques de chercheurs historiens ou géographes. C’est pour combler cette ignorance, que nous proposons cette étude, encore limitée à la “grande transhumance” entre la Provence et les Alpes. 1. Un mode de transport meconnu mais fondamental dans l’histoire de la transhumance 1.1. DES SOURCES DISCRÈTES En France, la rareté des recherches peut s’expliquer par le caractère imparfait des sources disponibles. De fait, l’historien sera déçu par la pauvreté des données issues du monde ferroviaire, qu’il s’agisse des flux enregistrés par gare ou, plus déficients encore, à propos des barèmes pratiqués par les compagnies. Il existe pourtant des états annuels du trafic pour chaque gare, décomposant les expéditions par wagon (au départ et à l’arrivée), en fonction des tarifs et des types d’animaux (nombres de têtes de gros bétail ou de moyen et petit bétail). Cette fiche, même si elle est complétée par une rubrique sur les “principaux faits ayant eu une influence sur l’évolution du trafic”, n’est guère satisfaisante car elle offre des chiffres globaux et ne permet pas de saisir la complexité des mouvements de transhumance. En outre, se posent de redoutables problèmes d’accès aux données. Sur le territoire qui nous concerne, les archives de la compagnie PLM (de Paris à Lyon et à la Méditerranée) antérieures à 1910 ont été détruites par la crue de la Seine; celles de la période de 1910 à 1937 sont conservées au Mans mais elles sont encore difficiles à mobiliser. Il en va de même pour les dépôts de la SNCF à Marseille, d’autant plus que les informations manquent pour la période 1939-1948. Mais le chercheur ne peut négliger pour autant les publications professionnelles, et notamment la revue “La vie du rail” qui propose dans ses anciens numéros, des reportages sur cette pratique. Le géographe en est souvent réduit à feuilleter les fiches issues des Services vétérinaires et habituellement conservées aux Archives départementales. Malgré ses lacunes (dissimulations, erreurs d’enregistrement, etc.), cette source permet une véritable évaluation des migrations pastorales 262 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort car ces “certificats de santé et de provenance” délivrés par les départements d’origine des troupeaux, sont obligatoires depuis la fin du xixème siècle. On y recense la commune d’origine et la commune de destination du troupeau, le nombre de bêtes par catégorie (les chèvres étant comptées à part), le mode de transport, l’itinéraire éventuellement, la gare d’embarquement et d’arrivée. Ce document confectionné après “visite” sanitaire des bêtes en instance de départ, est ensuite visé par le maire de la commune d’estivage dans les 24 heures suivant le débarquement, puis expédié au service vétérinaire départemental qui enregistre les certificats suivant un ordre chronologique. En outre, de multiples visites sur les alpages permettent de contrôler la véracité des éléments consignés sur les certificats… et parfois de dresser des procès-verbaux témoignant de multiples cas de fraude. Plusieurs auteurs (Gardelle, 1965; De Réparaz, 1969) ont ainsi considéré que les statistiques issues de cette source devaient être majorées d’au moins 30%. De fait, d’autres informations seront puisées dans les archives départementales (notamment la série M), dans les travaux anciens des géographes ou des professionnels (par exemple dans le Bulletin de la Fédération Française d’Economie Alpestre devenue en 1960 le Bulletin de la Fédération Française d’Economie Montagnarde), voire dans les témoignages des écrivains (Jacoupy, 1933; Mauron, 1951). Mais notre connaissance de cette réalité pastorale doit beaucoup aux entretiens effectués sur le terrain auprès d’éleveurs de montagne ou de basse Provence mais aussi auprès d’anciens cheminots. Cette méthode permet de saisir de nombreux éléments non quantifiables, des pratiques et des récits de vie. Même si elles n’étaient pas improvisées et laissées au hasard, on connaît les critiques qui lui sont adressées: subjectivité, recueil d’informations non scientifiques, mémoire défaillante ou “reconstruite”… Ainsi, les témoignages sur le nombre de bêtes transportées par wagon ont varié du simple au double, voire au triple, avant que l’un de nos interlocuteurs ne nous précise en détail la taille des différents matériels utilisés dans chaque lotissement. Pourtant, en raison des lacunes statistiques précédemment évoquées, cette démarche est indispensable à condition d’en connaître les limites. Celles-ci peuvent être amoindries grâce à l’exercice d’un sens critique (“croisement” avec d’autres sources, contextualisation, position des interlocuteurs). Trash umanc ia en el Medit erráneo 263 1.2. UNE AFFIRMATION TARDIVE ET FLUCTUANTE Les données statistiques faisant défaut, l’histoire intégrale de la transhumance ferroviaire entre la Provence et les Alpes est difficile à retracer. C’est donc en se fondant sur des séries incomplètes, marquées par de fortes variations interannuelles (en fonction notamment des tarifs proposés par le Cie PLM puis par la SNCF) que l’on peut distinguer quelques étapes. Il revient à Philippe Arbos (1922) d’avoir relaté les débuts de l’utilisation du rail et les premières montées des wagons chargés de moutons en 1878; à l’époque cette migration ascendante est précoce (dès le 15 mai) mais beaucoup de retours se font à pied, la concurrence étant encore vive avec la transhumance “terrestre”. Comme en Espagne à la même époque, la progression est pourtant rapide. Au début du xxème siècle, c’est environ 160 à 240.000 têtes qui empruntent le chemin de fer sur des flux totaux de l’ordre de 500.000 têtes. Ph. Arbos cite le chiffre de 225.000 têtes en 1912 (pour 2.136 wagons), ce qui représente, en valeur relative, plus de 45% des ovins transportés. Cette ascension est cependant brisée par les conséquences de la crise de la Première Guerre Mondiale: la désorganisation des transports aboutit à une reprise de la transhumance pédestre. Les données sont plus complètes pour les années 1920-1930. On voit alors le maintien des déplacements ferroviaires (surtout vers les Hautes-Alpes, l’Isère et la Savoie) pour un gros tiers des ovins transhumants (100 à 120.000 têtes) et plus de la moitié des troupeaux3; cette dernière part, bien supérieure aux seuls effectifs, s’explique par la taille moyenne des cheptels concernés, bien plus importante dans le cas de l’utilisation du chemin de fer. De tels chiffres cachent de grosses fluctuations selon les années et selon les lieux d’estivage. Par exemple, pour se rendre dans les Basses-Alpes, la totalité des troupeaux du Var et plus des trois quarts de ceux des Bouches du Rhône se déplacent à pied; par contre, dans ce dernier département, le recours au train pour se rendre dans les alpages des Hautes-Alpes varie de moins de 20 % des troupeaux (en 1921) à près de 3. 264 Un tiers en 1920 mais près de 50% à partir de 1925 et même 57% en 1936. Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort 75% (1934); la progression est comparable pour la Drôme (de 30-40% dans les années 1920 à 50-60% la décennie suivante) et l’Isère (où on atteint 75-80% dès le milieu des années 1930) tandis que sur toute la période (à l’exception de 1921), on dépasse 80% pour les flux à destination de la Savoie. Les informations détaillées recueillies dans les HautesAlpes4 montrent une évolution heurtée: on reçoit moins de 200 wagons (qui renferment 70 à 80 sujets) au début des années 1920 (avec un étiage en 1921), pour atteindre plus de 500 en 1925 ou en 1930 et 1931. Tableau 1. Nombre de wagons utilisés pour les transhumants vers les Hautes-Alpes 1920 : 195 1921 : 71 1922 : 183 1923 : 425 1924 : 345 1925 : 514 1926 : 471 1927 : 394 1928 : 372 1929 : 398 1930 : 523 1931 : 567 Source : AD 05, 7 M 149. Au début des années 1930, et alors qu’elle concentre environ 70% des migrations pastorales totales, la transhumance au départ des Bouchesdu-Rhône5 utilise le rail pour 30 à 40% des bêtes à laine (tableau 2). Les quelques échanges vers le Haut-Var ne sont pas concernés et les autres gares des Alpes du Sud (Drôme, Basses-Alpes et Alpes-Maritimes) reçoivent peu de troupeaux: même si les chiffres s’accroissent en fin de période, c’est souvent moins de 10% de l’ensemble des estivants du département qui ont recours au train. Les valeurs sont par contre plus élevées vers les Hautes-Alpes (40% des bêtes transhumantes) ou a fortiori vers l’Isère (plus de 60% en fin de période) et la Savoie (80%). 4. Archives Départementales 05, série M, 7 M 149, 7 M 172, 7 M 173. 5. Archives Départementales 13, série M 102-103 Trash umanc ia en el Medit erráneo 265 Tableau 2. Nombre d’ovins transportés par fer au départ des Bouches-du-Rhône (et % du flux départemental) 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 3 470 (5 %) 3 833 2 321 8 875 (13 %) 5 909 5 610 5 962 (10 %) HtesAlpes 19 380 (41 %) 21 783 18 135 18 656 (45 %) 21 840 16 187 17 390 (39 %) AlpesMaritimes 2 046 (18 %) 1 535 - - - - Drôme 2 360 (10 %) 3 102 2 751 5 510 (33 %) 2 895 2 634 5 892 (34 %) Isère 19 957 (34%) 33 822 30 684 24 278 (41 %) 32 795 31 674 36 064 (62 %) Savoie 25 338 (83 %) 29 835 23 041 25 444 (77 %) 21 771 16 200 24 287 (83 %) - - - - 715 (100 %) - - Italie 7 234 (30 %) 2 754 2 259 569 (3 %) 1 090 1 554 807 (11%) TOTAL FER 79 785 96 664 80 729 83 332 85 210 73 859 90 895 TOTAL 264 089 270 944 261 876 248 522 231 158 212 919 232 295 % FER 30,2 35,7 30,8 33,5 36,9 34,7 39,1 BassesAlpes HteSavoie 493 (4 %) Source : AD 13, M 102-103. Dans les années 1950-1960, les statistiques des Services vétérinaires confirment le maintien des effectifs transportés par train: Ch. Gardelle (1965) parle même d’apogée entre 1958 et 1960 et cite le chiffre de 153.000 ovins utilisant le rail lors de la saison de 1964, sur un total transhumant estimé alors à 387.000 têtes. En valeur relative, on est donc tombé à 40% du cheptel alors que trois ovins sur cinq passent par la route. Malgré leur précarité, toutes ces données dévoilent la poussée de la transhumance ferroviaire, sensible depuis la fin du xixème siècle et jusqu’aux début des années 1960. 1.3. UNE OPPORTUNITÉ HISTORIQUE A l’origine, le développement de la transhumance par voie ferrée doit être replacé par rapport aux contraintes des déplacements à pied: 266 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort moyen de transport plus rapide (le trajet dure de 24 à 48 heures) et plus souple (facilité d’embarquement et d’acheminement sur de longues distances), le train suscitait également moins de conflits avec les riverains le long des “carraïres”, évitait le choix des gîtes d’étape ou les accidents sur des routes de plus en plus fréquentées (y compris par les automobiles); il facilitait également les contrôles sanitaires dont l’administration, soucieuse d’éviter les épizooties, était coutumière6. Mais toutes ces raisons ne peuvent expliquer, à elles seules, le triomphe du rail. Comment ne pas rappeler en effet, le maintien des déplacements à pied pour rejoindre les alpages (souvent deux ou trois jours de marche, voire huit jours pour ceux qui gagnent la Haute-Maurienne ou la Haute-Ubaye) ou les retours n’utilisant pas les wagons même pour ceux qui ont gagné les Alpes en train? De fait, s’ajoutent trois dimensions fondamentales qui permettent de comprendre ces succès. La dimension économique est évidente. L’intérêt de la transhumance ferroviaire, certes plus rapide, passe d’abord par des prix avantageux. Malgré les fluctuations tarifaires, les montants exigés au retour sont souvent réduits du tiers à la moitié. Pour le PLM, les wagons complets (sans étages, pour 70 à 80 têtes), doivent parcourir au minimum 50 km et les prix recueillis par H. Onde (1932) pour un trajet de 300 km ArlesMontmélian, donnent entre 1927 et 1929, 511 F à l’aller et 436 F au retour, soit 13,5 F/ tête et 5 cts du km; le voyage est donc cher et “mieux vaut la route”. En 1930, par contre, les tarifs descendent à 414 F à l’aller, 198 F au retour, soit 8,75 F/tête et 3 cts au km, “aussi les transhumants repartant pour la Crau affluent-ils à Montmélian”; Onde conclue son étude sur la transhumance en Maurienne et en Tarentaise, en relevant que “les tarifs ferroviaires réagissent sur les conditions d’acheminement des troupeaux transhumants”. A propos de la Savoie, F. Rey (1930) estime que l’aller-retour revient à 10 F par tête, auxquels il faut additionner les frais d’embarquement et de débarquement. La même problématique se retrouve dans les Hautes-Alpes, où les rapports des services vétérinaires 6. En 1921, les services vétérinaires des Hautes-Alpes plaident pour “des réductions de tarif entrainant la généralisation de ce mode de transport qui éviterait la contamination des troupeaux assez fréquente dans le voyage sur route, et la dissémination possible de maladies contagieuses” (AD 05, 7 M 149) Trash umanc ia en el Medit erráneo 267 dénoncent en 1921 un “tarif prohibitif ” alors que “les nouveaux tarifs signalés par la Cie permettront l’année prochaine un plus important trafic par voie ferrée”. Au début des années 1950, cette question est encore à l’ordre du jour pour les éleveurs du Gard qui envoient leurs moutons dans les Hautes-Alpes ou en Savoie: “les prix de transport par chemin de fer résultent de l’application du barème spécial de la SNCF n°357. On peut l’estimer suivant les distances parcourues, à une dépense oscillant entre 150 et 300 F par tête. Mais généralement les parcours les plus éloignés sont les moins demandés; de ce fait, ils sont loués les moins chers, ce qui compense, partiellement tout au moins, l’importance des frais de transport” (Cabasson, Bellet, 1956). Une perspective sociale s’ajoute également. Diverses sources (Blanchemain, Nédonsel, 1978) et les relevés statistiques confirment que ce sont les gros propriétaires qui profitent souvent du système ferroviaire (cf. coût global; affrètement des wagons). Les petits ou moyens éleveurs doivent se regrouper en réseaux complexes ou s’associer avec un éleveur principal, un négociant voire un agriculteur du département d’accueil, qui prend alors en charge les animaux sur la montagne. Ce cas de figure est particulièrement bien représenté à partir des foyers d’hivernage des garrigues languedociennes, du Comtat ou des collines de Basse-Provence. Dans tous les cas, les modestes propriétaires ne pèsent guère dans les négociations pour la location des alpages de Savoie ou du Dauphiné ; ils sont souvent condamnés à utiliser des montagnes sèches, moins recherchées, dans les Préalpes méridionales et ils se déplacent davantage à pied. L’accès géographique est le dernier élément à prendre en compte. Incontestablement, en lien avec l’affirmation des grands élevages des “capitalistes” de Crau ou de Camargue, le chemin de fer permet une “remontée” de la transhumance vers les Alpes du Nord au moment où, dans la partie méridionale, certaines estives dégradées sont interdites aux troupeaux par l’administration des Eaux et Forêts; le Vercors puis l’Oisans sont atteints à la fin du xixème siècle, les Bauges vers 1900, la Maurienne en 1905 et dans la foulée la Tarentaise (basse vallée et secteur de Tignes) et le Beaufortain, même si dans ce dernier cas on se heurte aux réticences des éleveurs locaux. A l’échelle du département de la Savoie, cette expansion facilitée par le rail est spectaculaire: on compte 25.000 transhumants à la veille de la Première Guerre, 33.000 en 1925, 47.000 en 1927, 50.000 en 1928 et même 75.000 au début des années 1960 (Onde, 1932). Les 268 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort trois quarts des troupeaux proviennent des Bouches-du-Rhône, un peu du Gard ou du Vaucluse. En fait, le chemin de fer est aussi valorisé par quelques Languedociens, à partir d’Arles ou de Nîmes, ce qui leur permet de compenser la perte de pâturages sur les hautes terres du sud du Massif central (concurrence des bovins, reboisement). 2. Des formes variées L’analyse des certificats vétérinaires et les témoignages recueillis sur le terrain montrent l’extraordinaire variété de situations qui dérive de l’utilisation du transport ferroviaire. Les différences entre l’origine des troupeaux, montagnards ou de plaine, les types de pacages et le caractère spéculatif ou non de ces migrations, aboutissent à une belle mosaïque de dispositions qu’illustre notamment le département des Hautes-Alpes (carte 1) (Guicherd et al., 1933). 2.1. LES FLUX CLASSIQUES DE LA “GRANDE TRANSHUMANCE” PROVENÇALE La formule la plus simple et la mieux connue correspond à la “grande transhumance” provençale, dite “normale” par Ph. Arbos (1922). Les foyers de départ et d’hivernage sont situés en Crau et en Camargue et le chemin de fer “mène estiver des bas pays méditerranéens vers les Alpes d’immenses troupeaux de moutons” (Ibid.). Deux principaux types d’éleveurs, employant généralement plusieurs bergers salariés, se côtoient (Fabre, 1997). Fig. 1: Essai de typologie des mouvements de transhumants par voie ferrée Trash umanc ia en el Medit erráneo 269 D’une part, de grands exploitants, possédant des domaines en plaine auxquels s’ajoutent des locations, et qui combinent prairies fourragères, céréaliculture et élevage extensif des moutons. D’autre part des “herbassiers” qui ne possèdent que leur troupeau (de plusieurs centaines de têtes) et louent, à titre précaire, d’un bout de l’année à l’autre, différentes “places” en montagne pour l’été et dans la plaine pour l’hivernage (“coussouls” steppiques de la Crau sèche, “enganes” camarguais, dernière coupe des prairies irriguées ou cultures dérobées des “pasquiers” du printemps). Le cheptel, entretenu sur ces parcours loués à bas prix, est géré comme un véritable capital. S’ajoutent des petits paysans de la Provence intérieure ou des plaines maraîchères qui entretiennent des effectifs de quelques dizaines de mères qu’ils regroupent autour d’un éleveur plus important ou qu’ils envoient en transhumance en les confiant aux herbassiers en pension d’estive (De Réparaz, 1969). En été justement, les parcours ou les alpages fournissent l’essentiel des besoins du troupeau. Ces espaces sont majoritairement loués par les transhumants même s’ils relèvent de formes multiples de propriétés (biens communaux, domaniaux, rares terres privées); la majorité est mise en adjudication annuelle (contre paiement à la commune d’accueil) ce qui favorise les gros éleveurs provençaux qui ne sont admis que parce qu’il n’y a pas, ou parce qu’il n’y a plus, assez d’occupants locaux. Certains grands transhumants parviennent à remodeler les alpages en unités plus vastes grâce à l’adjonction de parcelles privées correspondant aux anciens champs ou près de fauche de moyenne altitude ; leur stratégie étant alors d’établir des liens avec des propriétaires privés afin d’obtenir la location verbale de ces lopins (y compris par l’intermédiaire d’un agriculteur local qui en échange mettra son troupeau en pension chez le transhumant) afin de disposer d’un “verrou” qui interdit toute concurrence lors de l’adjudication de l’alpage (Bourliaud et al., 1985). Ajoutons également que quelques “capitalistes” ou négociants provençaux ont pu acquérir directement des portions de “montagnes” (Vercors, Queyras, Larche, Montgenèvre). Comment s’organise alors la transhumance ferroviaire? Au départ, l’embarquement s’opère en fin de journée; il a été souvent précédé par un parcours à pied dans la journée. On compte une centaine d’ovins par 270 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort wagon (sans étage), un peu moins à la descente avec les bêtes gravides; un train complet peut comprendre 40 wagons. Les gares de la Crau concentrent les trois quarts des flux (dont un tiers pour Arles). Ensuite, deux axes principaux sont suivis par les moutons: Le principal passe par la vallée du Rhône (80% des bêtes) avec une bifurcation, soit à Livron pour Die, le Vercors et un raccordement vers Veynes en direction des Hautes-Alpes, soit à Valence vers Moirans et Grenoble pour l’Isère et la Savoie; les gares les plus fréquentées sont alors celles de Jarrie (Oisans), de Montmélian et Saint-Pierre-d’Albigny (Bauges), puis celles de Saint-Avre, Saint-Jean, Saint-Michel (Maurienne, pays des Villards, Valloire) et Modane, ou enfin celles d’Albertville et de BourgSaint-Maurice (Tarentaise). Le second tracé suit la vallée de la Durance, mais la ligne MarseilleVeynes à voie unique, plus lente, est surtout empruntée depuis les gares de la région d’Aix ou du Comtat oriental; elle permet de rejoindre Digne et les massifs de Haute-Provence mais surtout les Hautes-Alpes via Veynes (Dévoluy), puis Gap, Embrun, Mont-Dauphin (pour le Queyras, la Haute-Ubaye par le col de Vars) et enfin Briançon (vers le Briançonnais, vers le Lautaret, le Galibier et l’Italie). La durée des trajets est longue (vers 1950, il faut 17 h d’Arles à Briançon, 18 h d’Arles à Bourg-Saint-Maurice), d’autant plus que s’ajoutent les marches d’approche, les attentes dans les gares sans parler des éventuels problèmes mécaniques… Dans les Hautes-Alpes, la carte du milieu des années 1930 montre que l’on gagne par le train surtout les alpages du Queyras, de l’Oisans (La Grave) et secondairement du Briançonnais, du Dévoluy, voire d’Italie. Le témoignage de la famille T… à Istres confirme ces flux. Après une reprise de la transhumance à pied durant la Deuxième Guerre Mondiale, le train sera utilisé de 1946 jusqu’en 1968 avec plus de 2 000 bêtes, 25 à 30 ânes. À l’époque, on pouvait constituer un train complet (25 wagons dont un destiné aux ânes) à condition d’associer plusieurs éleveurs et de réserver le lotissement une dizaine de jours à l’avance. Un wagon spécial était réservé aux bergers, aux chiens, au ravitaillement et au matériel des ânes. On rejoignait alors les estives du Lauzet au Lautaret. Le départ est fixé en gare de Miramas vers le 20 juin: les bêtes sont chargées en fin de Trash umanc ia en el Medit erráneo 271 journée et voyagent toute la nuit jusqu’à Briançon, leur arrivée étant annoncée par des odeurs et une atmosphère spécifiques dont se souviennent encore les anciens cheminots. Le trajet final d’une vingtaine de kilomètres se fait à pied, avec une halte à Villeneuve. On évite de faire voyager les bêtes à jeun. L’achat d’un camion à la fin des années 1950 permet cependant de descendre les premières brebis agnelées. Encore au début des années 1950, tel “herbassier” originaire des Hautes-Alpes, accompagné d’un berger local, rassemble environ 500 brebis et doit réserver 5 à 6 wagons dans des trains de marchandises au départ d’Arles vers le 15 juin. Ces convois “réguliers” étaient souvent plus lents, avec des arrêts multiples, des temps d’attente. Plusieurs quais étaient prévus en fonction des destinations (Savoie, Drôme, etc.). Le débarquement se fait à Gap, puis le trajet final se fait en deux journées de marche, avant de rejoindre les alpages de l’Aup dans le haut-Valgaudemar. La désalpe se déroule généralement vers le 15 octobre et le propriétaire doit alors acheter les herbes et trouver un logement dans un mas autour de Saint-Martin-de-Crau. 2.2. LES “GRANDS OUBLIÉS”: LES TYPES COMMERCIAUX D’autres modalités de transhumance par train sont plus complexes encore. Elles impliquent une forme davantage spéculative, “développée, sinon créée par les progrès de la vie de relations” et qui “estive sur les alpages des animaux de provenance étrangère destinés à être sacrifiés après un rapide engraissement” (Arbos, 1922). Nous en distinguerons deux types en soulignant que ceux-ci, à la différence de la “grande transhumance”, utilisent presque exclusivement le rail. Le premier est étroitement associé au commerce colonial. Il est caractérisé par la mise à l’estive, grâce au train, de moutons dits “africains”, en réalité venus d’Algérie par cargo à vapeur depuis Alger, Oran, Mostaganem ou Philippeville. Etudiée dès 1913 par Ph. Arbos, il s’agit d’après lui, d’une “forme nouvelle d’exploitation, spéculation individuelle, qui enrichit quelques particuliers et dont les conséquences paraissent devoir être plutôt fâcheuses pour la communauté”. Parfois après plus d’une semaine de voyage, des lots sont achetés à Marseille (La Madrague) par des paysans-éleveurs, des négociants ou des bouchers-chevillards (Lebaudy, 2003). Cette transhumance commence fin avril-début mai et continue jusqu’à la fin juillet. En fonction des conditions de marché avantageuses, 272 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort les animaux sont expédiés en montagne pour engraissement et “à mesure qu’un certain nombre disparaît ainsi de la montagne, d’autres viennent les remplacer. C’est donc une exploitation particulièrement intense; les bêtes affamées se succèdent sur le pâturage qui se trouve, si nous pouvons dire, exploité à blanc” (Arbos, 1913). Le train autorise cette rotation rapide en estive et permet parfois, en fin de saison, un acheminement pour la vente à Paris (La Villette), Lyon, Genève, Marseille et la Côte d’Azur. Les chiffres retrouvés pour l’année 19347, sont loin d’être négligeables: on relève 163 troupeaux “d’africains” pour environ 30.000 têtes, dont 13.000 à destination des Basses-Alpes, 9.700 vers les Hautes-Alpes, 5.300 vers la Drôme, 360 vers l’Isère et 700 vers la Savoie. Les effectifs sont pourtant fluctuants. Pour le seul département des Hautes-Alpes8, la statistique vétérinaire recense 20.000 têtes en 1920, puis 25.000 en 1926 mais retombe à 9.000 bêtes l’année suivante avant d’accéder à 27.500 moutons en 1930. En réalité, les vétérinaires suivent avec attention ces mouvements qui sont souvent vecteurs de diffusion d’épizooties (“clavelée”, fièvre aphteuse) même si le rail, plus que le déplacement à pied, permet justement d’éviter le contact avec les troupeaux locaux9. Animé surtout par des éleveurs montagnards, ce type d’estivage correspond à une géographie spécifique et les exemples abondent dans les bassins et vallées montagnardes (Gap, combe de Savoie); dans les Hautes-Alpes, le massif du Dévoluy, est également orienté vers cette spéculation. Ce mouvement perdurera jusqu’à la fin des années 1950. Autre pratique commerciale, plus ancienne, l’achat d’agneaux, de brebis, mais aussi de reproducteurs de race Mérinos, aux foires de printemps 7. AD 13, 7 M 102-103. 8. AD 05, 7 M 176. Il s’agit d’une liasse particulièrement riche qui recense ces flux de moutons africains sur la période 1929-1942, avec des indications sur les dates de départ d’Algérie, le nom des “vapeurs” utilisés, le nom et le domicile du vendeur ou du commissionnaire, les ports d’expédition, puis les dates de départ de Marseille (par train ou par route) vers les HautesAlpes, le nom du propriétaire et son adresse, l’effectif transhumant. 9. Les mêmes précautions sont prises dans les alpages: en 1920, dans le Briançonnais, les services vétérinaires signalent deux troupeaux d’Africains de 500 têtes chacun “achetés à Marseille par des éleveurs de la région” mais “complètement isolés dans leurs pâturages” (AD 05, 7 M 149). Trash umanc ia en el Medit erráneo 273 d’Arles (20 mai) ou de Salon/Bel-Air (22 mai), puis leur expédition par train. En altitude, les formules sont plus simples avec déplacement à courte distance, engraissement des bêtes autour des villages, lorsqu’ils disposent de beaux terroirs à proximité, et sur les terrains de parcours proches, mais rarement en alpage. Dans les Hautes-Alpes, certaines familles d’éleveurs ou de bouchers ont recours au transport ferroviaire pour acheminer les bêtes vers le Gapençais et surtout le Dévoluy où les propriétaires se regroupernt pour descendre aux foires de Provence et remonter les moutons dans des wagons de 16, 18 ou 21 mètres, via la gare de Veynes. Les ventes s’opèrent en septembre, voire durant l’hiver, avec un bénéfice appréciable. Arbos (1913) cite les deux communes de la Cluse et de Saint-Etienne qui se sont fait une véritable spécialité du commerce des moutons qu’ils se procurent aux foires de mai d’Arles, en Provence, ou qu’ils se font céder par les bergers des transhumants à leur arrivée dans le pays. […] Beaucoup des éleveurs au lieu de se débarrasser des bêtes à l’automne, trouvent plus avantageux de les rentrer à l’étable où elles sont nourries avec des grains et gagnent assez pour être expédiées entre l’âge de 12 et 14 mois. Encore en 1920, les services vétérinaires signalent que les Dévoluards vendent “tout ou partie de leurs troupeaux disséminés chez les propriétaires de la région, ou expédiés sur les abattoirs ou grands marchés”10. 2.3. LES “HIVERNANTS” Le dernier mode de transhumance ferroviaire affecte les bêtes “qui appartiennent à des habitants de la montagne” qui migrent l’hiver “dans les plaines extérieures aux Alpes ou dans les régions peu élevées de leur rebord” (Arbos, 1922). Comme on l’a vu, cette descente s’est longtemps faite à pied et sur de courtes distances (montagne de Haute-Provence, Haut-Var, Alpes-Maritimes), mais quelques troupeaux montagnards hivernant en Provence utilisent également le rail, au moins jusque dans les années 1930, la formule étant peu utilisée ensuite, à l’exception des bovins (quelques milliers de têtes de Savoie vers la Camargue notamment). En 1965, Ch. Gardelle avait recensé dans le haut Valgaudemar un seul troupeau transhumant de 850 bêtes, “d’ailleurs un cas de transhumance 10. 274 AD 05, 7 M 149. Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort inverse, pratiquée par la dernière famille accrochée au hameau le plus reculé de l’étroite vallée: Rif du Sap. Une bonne solution pour éviter la coûteuse stabulation alpine”. Nous avons retrouvé des témoignages de cette migration qui perdure des années 1950 au années 1980 vers le MasThibert en Provence, qui avait été préparée par un des membres de la famille embauché comme berger en Crau et qui pouvait alors trouver les “places” nécessaires à l’alimentation des brebis durant la mauvaise saison. On se trouve là encore en présence de types de migrations complexes, souvent héritées du passé, qui débordent de temps à autre le cadre strict de la transhumance (Allix, 1928). Ph. Arbos (1913) parle de “transhumance alpestre par opposition à la provençale” mais on découvre rapidement que si elle renvoie bien à des éleveurs issus de la montagne, ces derniers sont étroitement associés aux grands transhumants (anciens bergers salariés, mise en pension de moutons en estive, etc.) ; en outre, comme le note Ch. Gardelle (1965), “le domicile alpin du propriétaire a une valeur relative, surtout quand celui-ci accompagne son troupeau en migration, selon un calendrier semblable à celui de la transhumance normale”. La formule la plus simple correspond à la descente de brebis dans la plaine, uniquement pour la vente aux foires de Salon du début de septembre. Ces bêtes gravides sont achetées par de grands fermiers de Crau qui vendront les agneaux puis engraisseront les mères et s’en débarrasseront le (ou les) printemps suivants. Le second type correspond véritablement à la descente de troupeaux “alpestres” par manque de ressources fourragères, vers le Var et les Bouches-du-Rhône pour la durée de la saison froide. Ces éleveurs gardent des attaches dans leur pays d’origine. Ils possèdent parfois une petite exploitation et des droits pour l’accès aux alpages. Les troupeaux de 100 à 250 bêtes sont accompagnés du propriétaire ou d’un membre de sa famille; comme les herbassiers, ces montagnards doivent louer des “places” en Provence, souvent en échange du fumier pour les récoltes futures et pacage dans les vignes. Ce type d’hivernage existe en Crau-Camargue mais ce sont les bassins qui avoisinent Aix, Marseille, Toulon, les dépressions de Cuers ou de Brignoles, les plaines alluviales du golfe de Saint-Tropez et de la baie de Fréjus qui sont les plus concernées. Vers le mois de mai, les troupeaux reviennent au village d’origine. Trash umanc ia en el Medit erráneo 275 3. Un abandon definitif? Animée par des acteurs divers, en fonction de motivations plus ou moins spéculatives, la transhumance par chemin de fer entre pourtant en déclin à partir des années 1950. 3.1. LES ÉTAPES DU RECUL Les années 1950 marquent un tournant dans l’utilisation du chemin de fer avec la multiplication progressive des déplacements par camion. Deux éléments jouent alors en interrelation: les progrès techniques et les coûts comparés des deux modes de transport. Dans le premier cas, les perfectionnements sont rapides: on utilise d’abord les bétaillères des coopératives (celle de Barcelonnette aurait initié le mouvement), puis des aménagements sont apportés aux matériels (camions à deux voire trois étages) vers 1960, ce qui permet de transporter 300 à 350 bêtes; quelques grands transhumants en profitent pour acquérir leur propre véhicule dès 1959. Enfin, avec l’ajout des remorques (parfois à quatre étages) on passe à des capacités de 500 à 600 têtes qui sont particulièrement intéressantes pour les gros éleveurs de plaine. La question des prix est plus complexe. Au début des années 1960, les prix sont sensiblement équivalents: “le partage du trafic entre les deux modes de transport se stabilise, […] et tel troupeau monté à Valdrôme en 1964 par camion est redescendu en chemin de fer” (Gardelle, 1965). Tant que les coûts sont voisins, les grands transhumants ont intérêt à utiliser la voie ferrée pour les longues distances (Vercors, Oisans, Briançonnais, Savoie). Mais, à partir de 1965, le différentiel se creuse: le transport par fer devient cher, les tarifs réduits (pour les trains complets, pour la désalpe) disparaissent et A. De Réparaz (1969) observe “un recul du rail” citant le chiffre de 92 à 95 000 ovins dans les gares à la montée de 1968, contre 155 000 trois ans plus tôt. Un de nos interlocuteurs évoque même un rapport de un à deux entre le camion et le train en 1968. Ce recul rapide de la transhumance ferroviaire est confirmé par différents témoignages à la fin des années 1960, notamment pour les destinations proches (Alpes de Haute-Provence, Hautes-Alpes). Une dizaine d’entrepreneurs possède alors une flotte qui atteint au total 60 à 70 camions qu’il faut rentabiliser, sur six à dix semaines, quitte à pratiquer de longues —et épuisantes— navettes vers la Savoie (De Réparaz, 1969). Au début des années 1970, le déplacement par camion devient la règle, surtout 276 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort après la suppression en 1972 des tarifs préférentiels consentis par la SNCF (Gardelle, 1978 et 2000); un article de La vie du rail paru en janvier 1971 relate le départ d’un des derniers gros convois de 32 wagons et 2 800 moutons, quittant le pâturage de La Grave pour rejoindre la gare de Jarrie-Vizille à destination d’Arles. Finalement, l’ultime transport ferroviaire de bêtes à laine se déroule en 1976, avec un convoi se dirigeant vers Saint-Michel-de-Maurienne. C’est d’ailleurs le signe de l’essoufflement de la transhumance vers la Savoie, d’autant que la concurrence des bovins (notamment des génisses laitières) entretenus dans les fermes de l’avantpays, s’accentue sur les alpages; la sécheresse de 1976 ayant amplifié la demande de prairies d’altitude. L’enquête réalisée auprès de 330 transhumants provençaux en 1977 (SRSA PACA, 1977) montre que dans les Bouches-du-Rhône ou le Vaucluse tous les transports de moutons se font désormais en camion “malgré le caractère jugé coûteux par les éleveurs de ce mode de transport et les difficultés rencontrées pour son organisation à date choisie en raison du petit nombre d’entrepreneurs équipés à cet effet”. L’organisation reste majoritairement collective mais neuf éleveurs sur dix ont recours à des entreprises spécialisées. 3.2. L’INTERPRÉTATION : CONCURRENCES ET CONTRAINTES Les causes de la disparition rapide de la transhumance par rail sont multiples et mêlées. La première, et la plus importante, tient à la concurrence évidente du camion; ce mode de transport est à la fois plus souple (facilité de location avec des réservations qui ne doivent pas être prises plusieurs jours à l’avance; montées et descentes plus étalées dans le temps11; embarquement devant les bergeries et arrivée au pied des alpages ce qui peut éviter les longues marches d’approche12), plus rapide et plus compétitif en matière de coûts. Les prix du transport pèsent en effet très lourd dans la comptabilité des exploitations, ce poste pouvant être équivalent ou supérieur au coût de location des estives13. Les relations entre 11. La montée débute dès la fin mai et se prolonge jusqu’aux premiers jours de juillet ; la descente court de mi-septembre à fin octobre. 12. Ces marches étaient nécessaires lorsque les gares étaient éloignées des alpages, mais elles offraient aussi un temps d’adaptation pour le bétail qui s’habituait progressivement aux changements de climat. 13. Le prix du transport par camion est établi sur une base forfaitaire en fonction du nombre de bétaillères déplacées et évidemment de la distance à Trash umanc ia en el Medit erráneo 277 éleveurs et entreprises de transport changent (“un coup de téléphone au transporteur et il vient”) tandis que l’on peut fractionner le troupeau et étaler l’arrivée des bêtes selon la pousse de l’herbe et leur retour selon l’époque d’agnelage. Les problèmes liés à l’utilisation du train revêtent également une grande importance. Les différents témoignages soulignent notamment: Le poids des pertes accidentelles à la montée ou à la descente (les brebis sont alors prêtes à agneler), en particulier lorsque le transport par le rail se prolonge (on craint le manque d’eau ou le jeûne des bêtes puis les risques d’indigestion). La difficile fréquentation des gares “urbaines” dont l’accès est parfois mal commode. A. De Réparaz (1969) montre ainsi que “les moutons malodorants et encombrants ont été de plus en plus mal accueillis par les municipalités souvent touristiques”, alors qu’“en Arles même, il est interdit aux troupeaux de traverser la ville pour embarquer dans le train”. Dès 1920, un texte des Hautes-Alpes évoque d’ailleurs l’interdiction du séjour des animaux sur places ou voies publiques des villes et villages pour cause de “mauvaise odeur, bruits des sonnailles, excréments déposés” (AD 05, 7 M 149). Les contraintes collectives pesantes car il faut nécessairement s’entendre et se grouper entre bergers et/ou propriétaires pour affréter des trains complets, que ce soit à la montée ou, surtout, à la descente, quand par exemple des chutes de neige précoces surviennent et provoquent des retours précipités. La transhumance ferroviaire, en l’absence d’un puissant soutien tarifaire, semblait donc, au bout du compte, condamnée, d’autant que se présentait avec le camion, une formule possible de substitution. 3.3. UNE RÉUTILISATION IMPROBABLE Est-ce à dire que le déplacement par le rail est définitivement abandonné, alors que, par comparaison, il résiste bien en Espagne, un de ses parcourir. Se rendre en Savoie peut revenir près de deux fois plus cher qu’un aller-retour dans les Alpes de Haute-Provence. Pour donner un ordre d’idée, le coût global (montée + descente) pour un troupeau de 1.000 têtes revient de 2.500 à 4.000 euro, suivant les destinations, soit 3 à 4 euros par tête. 278 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort autres domaines d’élection (Ibarra, Pascual Elias,1993)14? À quoi attribuer une telle différence? En France, le problème de fond est bien celui des coûts du transport par rail, qui imposent des limites strictes, alors que le mode “camion” est dominant, plusieurs transhumants possédant en outre leur propre équipement. À l’opposé, les prix pratiqués par la Société nationale d’exploitation des chemins de fer espagnols (RENFE) demeurent compétitifs par rapport au camion, même si la route est plus rapide. Le contexte géographique ibérique avec de longues distances entre lieux d’hivernage et d’estive et une bonne desserte ferroviaire à travers la Meseta ont aussi permis une complémentarité entre moyens de transport. Faut-il aussi envisager, dans l’explication de telles disparités, les différences de représentations que suscite la transhumance de part et d’autre des Pyrénées? Activité trop longtemps perçue comme traditionnelle, extensive voire dépassée en France, on doit admettre qu’elle a mobilisé précocement divers acteurs institutionnels en Espagne autour des thèmes des races locales, du maintien de la biodiversité et d’entretien des paysages, des savoirfaire des bergers, des produits de terroir ou des valeurs patrimoniales et touristiques. Certaines aides financières au transport ont pu alors permettre de surmonter les réticences des moutonniers15. Aujourd’hui, deux directions d’évolution sont possibles; la reprise du transport par rail, avec des troupeaux estivant en montagne, supposerait, dans le contexte contemporain d’ouverture à la concurrence sur Réseau Ferré de France, qu’un opérateur local se lance dans cette opération dans un contexte plus attractif (coûts élevés de l’énergie, promotion du développement durable). La deuxième éventualité, la plus probable dans les conditions actuelles, concerne la mise en place d’option agritouristiques associant montée des troupeaux en train (éventuellement 14. A la fin des années 1970, près de 400.000 brebis transhumaient par le train en Espagne (Abellán, Olivera, 1979). En 1989, les chiffres étaient tombés à 210.000 et le recul s’est poursuivi dans les années 1990 (Ibarra, Pascual, 1993). Le rail demeure important dans les provinces du León, de Cuenca, de Teruel, de Palencia, de Ségovie ou de Burgos-Soria. 15. En Grèce, depuis 1985, les éleveurs peuvent ainsi bénéficier d’aides de l’Union européenne à condition qu’ils transhument avec un minimum de huit “ unités de gros bétail ” (une cinquantaine de brebis) et que la distance à couvrir soit supérieure à 50 km. “L’aide à la transhumance est accordée pour un seul déplacement à partir des pâturages d’hiver jusqu’aux pâturages d’été ou vice versa” (directive CEE no. 1672/1985). Trash umanc ia en el Medit erráneo 279 tracté par une ancienne locomotive et accompagnement par quelques voyageurs) et animation festive sur quelques gares au pied des alpages. De tels choix sont encore en projet et les fêtes de la transhumance ont plutôt tendance à valoriser les déplacements à pied (Laurence, 2002). Sur les hauts plateaux volcaniques du Massif central, une association envisage l’expérience à partir des premiers succès d’un rassemblement à Allanche (Cantal) pour la montée des bovins en estive à la fin du mois de mai. A cette occasion l’ancienne ligne ferroviaire Allanche/Riom-ès-Montagnes fermée depuis 1990, ouvre le temps d’un après midi grâce à l’initiative d’une association de passionnés qui porte le train touristique “Gentiane Express”. On imagine alors réutiliser pour cette fête les wagons de bestiaux sur le tronçon Lugarde-Landeyrat-Allanche; cette gare intermédiaire ayant été une des premières stations de transhumance française, voyant débarquer chaque printemps plus de 10 000 bovins à destination des estives du Cézallier. Cette recherche sur la transhumance avec utilisation du chemin de fer confirme l’importance de ce mode de transport lors d’un “cycle” d’un peu moins d’un siècle, qui a laissé place ensuite à la route et au camion (Brisebarre, 2007). Ces échanges ont contribué à l’affirmation de la grande transhumance provençale avec un jeu complexe d’acteurs —“capitalistes” et “herbassiers” provençaux mais aussi montagnards prompts à saisir des opportunités commerciales en valorisant presque exclusivement le train— et une géographie largement renouvelée par la conquête des Alpes du Nord grâce au rail. Actuellement, le déplacement par camion est de règle malgré des coûts d’autant plus élevés que nombre d’éleveurs, mal organisés et peu soutenus par les pouvoirs publics, font toujours appel à des transporteurs privés spécialisés. Au final, il semble que comme pour l’écoulement des produits de l’élevage ovin, mais avec bien des incertitudes, les perspectives résident dans la valorisation touristique et dans l’organisation de “paniers de biens” de consommation, arrimés au territoire et enrichis d’une valeur patrimoniale. Références bibliographiques Abellán García, A., Olivera, A., (1979), “La trashumancia por ferrocarril en España”, Estudios Geográficos, XL, 156-157, pp. 385-413. Allix, A. (1928), L’Oisans, étude géographique, A. Colin, 915 p. 280 Ph il ip pe Moust ier et Lau rent Rieu tort Arbos, Ph. 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En su demarcación se encuentra la aldea de La Cervera. Superficie municipal: Altitud: Distancia a Teruel: Distancia a Valencia: Monte más elevado: Población actual: 87 km2 1.169 m 90 km 92 km Retamar: 1.625 m 61 empadronados Está rodeado de un bello entorno natural con una altitud media entre 1.450 y 1.500 m. La Ermita de Santa Margarita se encuentra a 1.473 m de altura. Sus diferentes vías pecuarias, antiguos caminos ganaderos, han sido utilizados tradicionalmente e intensamente, hasta el último tercio del siglo xx para desplazamientos de rebaños desde la Sierra de Albarracín y Sierra de Javalambre hasta las zonas de Liria, Cheste, Chiva e incluso en 1. Asociación Cultural Amigos de Abejuela. Trash umanc ia en el Medit erráneo 283 las inmediaciones de la Albufera en la provincia de Valencia en busca de de pastos, de una mejor climatología durante el invierno y de mercados para sus ganado. Esta ruta es la más corta de todas para bajar desde las montañas turolenses a lo litorales valencianas. Unos desplazamientos cortos pero intensos y que han dejado a lo largo de los siglos su huella tanto en el paisaje de estas sierras, como en el aspecto cultural, económica y social, que ha durado hasta nuestros días. Como aportación lingüística se encuentra el topónimo: “la rambla de la Escarihuela”. El objetivo de este estudio es aportar nuevas informaciones, de carácter general sobre la cañada histórica, que durante siglos se ha desarrollado en este municipio, contribuyendo así, a su conocimiento, divulgación y conservación. Gráfico 1. Distribución superficie agraria. Superficie de pastos Pasto con arbolado Pasto arbustivo Pastizal 6.048,8 Ha (70’25%) 3.206,9 Ha (53’02%) 2.778,6 Ha (45’94%) 63,4 Ha (1’04%) Fuente: Ficha municipal 200. Caja España. 2. Condiciones de esta cañada Esta vía pecuaria se vio favorecida por las siguientes condiciones: 1.- La cercanía a las zonas de pastoreo de invierno (Liria, Pedralba, sierras de Cheste, Chiva, cauce del rio Turia.) 284 Antonio Moreno 2.- La altitud de la zona montañosa del término de Abejuela. Alrededor de 1.500 m en la zona de la Nava del Caballo, zona de la Hoya Almansa (Retamar 1.625 m), o la zona de la aldea de la Cervera con 800 metros, que permitía en la época veraniega que los rebaños de Valencia pastaran en estos lugares, no teniendo que ir más lejos, es decir a la sierra de Javalambre o Albarracin. 3. Características Analizando esta vía pecuaria, se pueden extraer estas características: 1.- Es una cañada que tradicionalmente ha servido de camino hacia la zona costera mediterránea: empezaba en los montes de Albarracín y Sierra de Javalambre, y terminaba en el mar Mediterráneo. 2.- Al principio tiene una dirección predominante (NO-SE), cambiando a mitad de recorrido, a dirección Oeste al Este. 3.- En cuanto a las distancias entre agostaderos e invernaderos esta cañada es de trashumancia de corto y medio recorrido, de unos 120 km. La vereda de Abejuela, en su término, tiene un recorrido de 12 km con una duración de paso de unas 10 horas. Hay una causa que explica su uso relativamente alto: En el invernadero mediterráneo, ni los rebaños ni las distancias entre zonas de agostada e invernada son grandes, como sucede en otras regiones de España. Es posible, a pesar de todo, bajar “al Reino” con 500 ovejas, por término medio, con unas jornadas que no superan normalmente la semana, entre 5-7 días. 4.- El reino de Valencia ofrecía a los ganaderos trashumantes en primer lugar abundantes pastos durante los meses de invierno, en los que el frío y la nieve hacían inviable la ganadería en Aragón. En segundo lugar, la oportunidad de establecer una ruta comercial entre Aragón y Valencia. Los ganaderos llevaban cereales, carne, lana y queso, mientras que los valencianos les vendían o intercambiaban vino, aceite, y arroz, siendo el principal uso el de abastecimiento de la ciudad de Valencia de carne. Trash umanc ia en el Medit erráneo 285 Vista de Abejuela. 5.- La sierra de Abejuela se encuentra a una altitud de 1.500 m con una riqueza en pastos muy variada. Es una zona de carácter forestal y pastizal. 6.- Combinación de rutas. La red de veredas en el término de Abejuela combina los itinerarios meramente trashumantes: ruta de la cañada real de Teruel a Valencia, ruta de Cervera y la ruta de la Ceja. También ha sido lugar de paso para acceder a las altas tierras turolenses desde el litoral. Sirve de enlace entre las montañas de Javalambre (últimas estribaciones del Sistema Ibérico) con el mar Mediterráneo y la Albufera. Históricamente, esta actividad ha originado un intercambio de relaciones tanto económicas como culturales con la vecina región valenciana. 4. Antecedentes históricos La trashumancia en nuestras comarcas es un hecho antiquísimo. El comienzo de la regulación trashumante data de las tres primeras décadas del siglo xiv. Fue en los siglos xiii y xiv, cuando se confeccionó la actual 286 Antonio Moreno vía pecuaria trashumante, que ha llegado hasta nuestros días. Tras la conquista del Reino de Valencia en 1238, pasó a ser una zona de invernada, de forma que la ganadería llegó a ser básica para el desarrollo de la comarca de las montañas de la sierra de Javalambre. En su proceso de consolidación destacan las diversas modificaciones de la frontera del municipio entre los siglos xiii y xiv hasta que quedó, ratificado el trazado de estos límites en el año 1682. En el siglo xviii se produjo una reclamación por parte aragonesa basada en los privilegios anteriores a la fundación del Reino de Valencia que concluyó, en 1732, con una cesión por parte de Andilla de una extensa porción de su territorio septentrional a la población de Abejuela, presentando la frontera con Teruel ese carácter acentuado de cuña La población, a lo largo de los últimos siglos ha sido la siguiente: Tabla 1 : Población de Abejuela (1842-1996) AÑO 1842 1857 1860 1877 1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2001 2006 POBLACIÓN 320 162 638 690 684 649 687 648 509 456 462 372 164 63 32 56 61 HOGARES 89 162 164 165 179 196 170 177 163 152 150 106 61 25 23 32 32 Fuente: Lezaún (1990) y censos de población. Trash umanc ia en el Medit erráneo 287 5. La evolución de la cabaña La trashumancia hacia el Mediterráneo alcanzó una gran envergadura entre finales de la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Entre los factores que propiciaron el crecimiento de las explotaciones trashumantes podemos identificar tres. El primero, el incremento del consumo de carne en unos núcleos urbanos, como la ciudad de Valencia, que debían abastecer a una población cada vez más numerosa. En segundo lugar, la buena salida al mercado exterior de la lana, que posibilitó el auge de las colonias comerciales italiana y francesa dedicadas a la exportación. Por último, el propio crecimiento demográfico de las sierras de Albarracín. Se distinguen dos etapas bien diferenciadas: la primera mitad, marcada por los máximos valores de la época moderna. En la segunda parte del siglo xvii se aprecia un rápido descenso, con cantidades cada vez menores. El promedio de los rebaños que entraron en Valencia fue de: Tabla 2 : Rebaños trashumantes en Valencia AÑO 1524 REBAÑOS 879 1628-29 742 1662-63 663 Fuente: Piqueras y Sanchis (1990). De la sierra de Javalambre solo proceden 16.003 cabezas (10% del total). En 1369 se autorizó la entrada de 18.000 cabezas de ganado de la Comunidad de Teruel en un solo término, el de Liria, y su estimación para el año 1510 es de 191.628 cabezas. Las poblaciones que recibían más rebaños trashumantes en la llanura central eran Liria; Chiva, Buñol y Turís, en la Hoya de Buñol; y el municipio de Torrente y Alzira. Llegaban aquí rebaños de las sierras de Javalambre (la Puebla de Valverde, Manzanera, y Arcos). 288 Antonio Moreno Ermita de Santa Margarita. Tabla 3. Origen de los rebaños que entran a pastar durante el invierno en el Reino de Valencia. SIERRA DE JAVALAMBRE 1662 ALDEHUELA 1663 600 CUBLA 360 1.240 TERUEL 1.000 1.250 2.730 4.720 CASCANTE CAMARENA PUEBLA S. MIGUEL ARCOS SALINAS 400 650 500 3.192 1.170 TORRIJAS 866 95 ABEJUELA 4.200 1.900 MANZANERA 1.140 2.713 SARRIÓN 1.200 PUEBLA VALVERDE SUMA 750 2.205 15.288 16.788 Fuente: Archivo del Reino de Valencia, Maestre Racional, Manifiest de bestiar, legajo 10.296, años 1662-1663. Trash umanc ia en el Medit erráneo 289 6. Descripción de la cañada a su paso por el término de Abejuela Trataremos de realizar el recorrido de la cañada real de Teruel a Valencia, ofreciendo una descripción breve, y una serie de datos generales. Empieza entrando en el término de Abejuela, por los límites de la Yesa y Torrijas, procedente del pueblo cercano de Arcos de las Salinas. A continuación, se encuentra con la fuente la Zarza, lugar donde se abastece al ganado de agua, y de pastos. Siguiendo por el barranco Sardina, se llega a la Nava del Caballo, lugar amplio, con campos de trigo extensos, y con la sombra de las sabinas milenarias. A continuación llegamos a la Hoya Rodrigo, donde hay varios corrales, cruzamos la carretera que va a los Cerezos y Manzanera, y después pasamos al reguero de la Santa Margarita (antigua Almansa), para dirigirnos, por el camino del Toro, al lavajo del Sabuco. A partir de este lugar la cañada se dirige por la Nava Seca al cerro Negro, a salir al alto de la Salada, con una altitud entorno a los 1.543 m. donde aprovechando esta vía pecuaria, se construyeron las neveras de nieve, para abastecer de hielo a los municipios de Valencia. Junto a esta nevera se localiza un pozo de agua, que recogía el agua de la lluvia, y de la nieve, que se utilizaba a largo del año. 6.1. DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA Contamos con el siguiente documento, que nos indica el tipo de impuesto y su cuantía. 1689, Enero, 18. Valencia. Firma de derecho por la que el procurador del señor de Andilla defiende el cobro de los derechos de herbaje, paso y borra. A.R.V. Bailía, Letras PI, Exped. núm. 3032. Gaspar Mascaro, cavaller procurador de Don Manuel Diez Giron de Rebolledo, señor de la villa y baronía de Andilla consta de la procura ab poder especial per lo insfrascrit ab acte rebut per Diego Sebastian, notari de dita vila en deu dels corrents que presenta in quantum. propossant diu com millor pot que el principal del proposant per si y per medi de sos antecesors señors de dita vila y baronia, esta en la quieta, pacifica y immemorial possesio seu quasi de prohibir y vedar a tots los forasters y que no son de dita vila, y señaladament als vehins, y habitadors de les viles, y 290 Antonio Moreno Rutas trashumantes entre la Sierra de Javalambre y Valencia (Piqueras y Sanchis, 1990). lochs de Abejuela, Villar, Bexis, Chelva ab ses aldees, y Yriguelas, La Yesa y demes circunvehins y habitadors de les masades el que no entren en los termes// de dita vila y baronia de Andilla a apacentar los ganados machors, y menors sin obtenir licencia del principal del proposant, y sos assesors, y pagar lo herbatje, a saber es per cada cent caps de ganado cabriu una liura quatre sous per cada cent caps de ganado de llanar una lliura per cada macho, mula, eguas y rosi, sis sous; per cada bou, o vaca, altres tants per cada burro, y burra quatre sous, y per cada colmena tres diners2. Herbaje: Es un impuesto por el pasto del término, asociado al pago de una cantidad por el paso del ganado. Cuantía del impuesto: *per cada 100 caps de ganado cabriu 1 liura 4 sous *per cada 100 caps de ganado de llanar 1 lliura. 2. Una libra o liura es equivalente a 20 sueldos; un suelo o sou a 12 dineros o dinerets ; por lo que una libra equivale a 240 dineros. Trash umanc ia en el Medit erráneo 291 Antigua nevera. *per cada macho, mula, eguas y rosi, 6 sous; per cada bou, o vaca, altres tants. *per cada burro, y burra 4 sous, *per cada colmena 3 diners. 6.2. ELEMENTOS DE LA CAÑADA ELEMENTOS ASOCIADOS AL AGUA Pozos: Suelen ser de piedra, o excavados en la montaña, la parte superficial está construida con la técnica de la piedra en seco. Son pozos vinculados a zonas de pasto y agrícolas. Fuentes: Sencillez constructiva (hechas con troncos de sabina) y de fácil utilidad. Suelen ser estrechas para dar de beber a muchos animales al mismo tiempo. Abrevaderos: Como área de descanso de los rebaños en su ascensión hacia los pastos de verano. Los lavajos: Esta charca formada por el agua de lluvia, es una obra importante, como zona húmeda de especial interés. Estas balsas o pequeñas 292 Antonio Moreno lagunas, son de dimensión física pequeña y están generalmente ubicadas en zonas donde el agua escasea, constituyendo puntos de agua vitales para la ganadería y otras aves, siendo también, el hábitat de pequeños anfibios (ranas, y renacuajos). Es aprovechado también por zorros, jabalíes, conejos y perdices. Es un suministro de agua muy natural, y que nuestros antepasados, siempre han cuidado y conservado hasta ahora. Están construidas con los medios que la propia naturaleza proporciona: arcilla, tierra y piedras. Estos elementos permiten que el agua nos se permeabilice, y se mantenga durante varios meses. Al mismo tiempo, las patas de los animales, al ir a beber, hace que la arcilla, se apriete cada vez más, por el peso del propio cuerpo, contribuyendo al mantenimiento del lavajo. Esto ha hecho que a lo largo de muchos años se utilice como suministro de agua para los animales, y que llegue hasta nuestros días. La zona donde se construye debe de ser de espacio abierto, y tener canales de entrada de agua, que aprovechaba el desnivel de la montaña, para recoger el agua de la lluvia y las precipitaciones de nieve, por lo que se encuentran en los sitios medios y bajos de las montañas, y que cumplen la principal función de servir como abrevaderos para el ganado. ELEMENTOS PARA EL GANADO Descansadero o asestadero: ensanchamiento de la vía pecuaria para descanso del ganado, habitualmente a la sombra de los árboles. Corrales: estos edificios bajo,s de forma rectangular, están construidos generalmente con bloques de piedra caliza irregular, unidos en seco, o con barro. Ganado y pastor encuentran acomodo en esta sencilla construcción, utilizada a menudo para toda una temporada de veraneo. Consta en el interior de una estructura de vigas de madera que soportan láminas de cañas o cañizo dispuestas perpendicularmente. El tejado está formado con tejas morunas. Diseminados sobre los montes, o agrupados en las afueras del municipio, los corrales son el elemento más destacable de nuestro entorno rural. Su función principal es la de recoger el rebaño tras el pastoreo. Otras funciones eran la de almacenamiento de alimento para el invierno (principalmente cereales). Servía como paridera para el cuidado de las crías, y el trato de las reses enfermas. En la sierra sirven como refugio, para salvar al rebaño y agricultores de alguna tormenta veraniega. A consecuencia del cobijo del ganado, los corrales producían el estiércol, que sigue siendo el abono más importante para la agricultura. Su emplazamiento era hacia la solana, para aprovechar la luz y el calor del sol, y buscando la Trash umanc ia en el Medit erráneo 293 Abrevadero. protección de vientos. El descubierto, es un espacio abierto, que sirve para que el ganado se agrupe antes de partir en busca del pasto. 6.3. RAZONES PARA SU CONSERVACIÓN La Asociación Cultural de Abejuela, ha iniciado un ambicioso proyecto de recuperación de la cañada real de Teruel a Valencia, porque forma parte de la herencia cultural de este pueblo. - Es un patrimonio histórico de interés. - Son consideradas vías medioambientales. - Tienen usos complementarios del uso tradicional: “el paseo, el senderismo, y otras formas de desplazamiento”. - Interesa al ciudadano y futuras generaciones, que desean que este bien sea de uso común. La última propuesta, con la que queremos terminar este trabajo, es la necesidad de emprender nuevos estudios, tanto de carácter local como general que utilizando, entre otros, los materiales que aportamos, sean capaces de ampliar, matizar, o corregir muchas de las líneas de investigación que hasta aquí solo hemos esbozado. 294 Antonio Moreno Lavajo. Hoy por hoy, lo más destacable sea comprobar como a través de los siglos la trashumancia mantiene su importancia. Hay que recordar que este pasado ganadero nos une y nos enriquece como ciudadanos. Forma parte de la herencia cultural de un pueblo. Bibliografía Castán Esteban, J. L. (2002), Pastores turolenses. Historia de la trashumancia aragonesa en el Reino de Valencia durante la época foral moderna, Zaragoza, CEDDAR. Lezaún, T. F. de (1990), Estado eclesiástico y secular de las poblaciones y antiguas y actuales vecindarios del reino de Aragón, Edición facsimil, Zaragoza, Diputación General de Aragón. Piqueras Haba, J. y Sanchis Deusa, C. (1991), “La trashumancia ibéricovalenciana en la Edad Moderna”, Cuadernos de Geografía, 49, pp. 35-47. Trash umanc ia en el Medit erráneo 295 SECCIÓN IV TRASHUMANCIA Y FUTURO SITUACIÓN ACTUAL, PROBLEMÁTICA JURÍDICA Y FUTURO DE LA TRASHUMANCIA. TURISMO Y TRASHUMANCIA J OS É L UIS A RGUDO P ÉRIZ 1 Al día de hoy la ganadería nos ocupa y nos preocupa. Estamos ante un sector activo, pero cambiante; una tradición viva, pero zarandeada; una política enojosa, pero necesaria… Y, sin embargo, se mueve. La cabaña va. Dotadas de ordenadores las oficinas transeúntes del ganadero, pero también atrapadas por la maraña burocrática. Pertrechados de teléfonos móviles los mayorales, pero no menos indefensos ante las contingencias de la marcha a extremos. Resignados los viejos pastores a un oficio que se muere, pero no poco anhelantes los jóvenes de que les enseñen otros modelos para recoger el testigo. Entonces, convenimos en que la trashumancia vive, pero a trancas y barrancas, marchando por la quebradiza linde entre tradición y modernidad. Los nuevos tiempos la desafían (García Martín 2006: 99). 1. Introducción: trashumancia, ganadería extensiva y vías pecuarias Trashumancia ganadera y mundo rural son conceptos que van indisolublemente unidos. La trashumancia ganadera no es “urbanizable”, 1. Universidad de Zaragoza. Trabajo realizado en el marco del proyecto DER 2008-01669/JURI, cuyo investigador principal es el catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Zaragoza, Jesús Delgado Echeverría. Trash umanc ia en el Medit erráneo 299 como ha ocurrido con numerosas actividades, aunque se hayan popularizado, ocasionalmente, por los medios de comunicación algunas imágenes “urbanas” de la trashumancia, y esa es, también, una de las causas de su decadencia, porque la imagen social dominante es la de una práctica en extinción, como otras muchas del mundo rural, y un tanto “exótica”. La sociedad de consumo ha impuesto sus reglas consistentes en la satisfacción de las necesidades colectivas e individuales de forma rápida, casi inmediata, y la trashumancia es una actividad que valora los ritmos naturales del tiempo, que son más lentos que los de nuestra vida cotidiana frenética y cada vez más telemática. Los ganaderos trashumantes españoles en el siglo xxi no son un grupo de presión, un “lobby”, como lo fue la Mesta castellana hasta principios del siglo xix, y a la mayoría de los ciudadanos no les importa cómo ha llegado la carne hasta su tienda o su mesa, sino su precio y las garantías de seguridad alimentaria. Por otra parte, en supermercados e hipermercados siempre hay productos cárnicos, aunque no sepamos de dónde proceden. La globalización se ha hecho un hueco en la bolsa de la compra desde hace más de una generación. La trashumancia ganadera ha sufrido una crisis “en cadena” de adaptación a los nuevos tiempos, en los que parecía que no tenía encaje posible. La lógica social y económica la habían condenado a la desaparición. Sin entrar en detalles, para no salirnos de un plano general, los ganaderos trashumantes han vivido todos los efectos de la crisis general del mundo rural, como miembros de esas comunidades, sus explotaciones han sufrido el impacto de la crisis del sector primario para adaptarse a la dinámica de los mercados, cada vez más internacionalizados y globales, y han padecido la terrible crisis de la ganadería extensiva, de todos los tamaños y en todas sus dimensiones. Añádase a ello que la ganadería trashumante conlleva desplazamientos, en los que han colisionado con las nuevas obras públicas, las invasiones de todo tipo de las vías pecuarias, y la pérdida de sus terrenos de pastos sometidos a restricciones o limitaciones públicas y privadas. Ha sido una crisis con dimensiones económicas, pero también social y cultural, que ha llevado a la trashumancia ganadera como actividad y 300 José Lu is Argu do Périz forma de vida a una situación agónica, considerándose en los años setenta del pasado siglo que la generación existente de ganaderos trashumantes era la última que ibamos a conocer. Por suerte no ha sido así, pero ello no quiere decir que hayamos vivido una situación de renacimiento de la trashumancia. La crisis sigue y las cañadas reales siguen siendo holladas por una escaso número de ganados trashumantes, cuyas cifras no resisten una comparación histórica con las de hace un siglo. Los factores externos que ayudan más que a un renacimiento a un reconocimiento y a una “valorización” de las trashumancia ganadera son la crisis en la expansión del modelo urbano de vida, la crisis de un modelo de producción económica, especialmente en productos alimenticios, envueltas en una crisis ecológica del planeta. Una nueva cultura que valora las prácticas tradicionales y el desarrollo sostenible, con importantes dimensiones ecológicas y patrimoniales, va abriéndose camino lentamente y está dando un nuevo impulso y revitalización al mundo rural. Pero todavía no ha tenido una repercusión importante en la ganadería extensiva, sometida a las férreas reglas del mercado, ni mucho menos en la ganadería trashumante, que ha sido conocida y reconocida más por elementos accesorios, como las vías pecuarias, que por la actividad principal de los ganaderos. La trashumancia ganadera, y en general la ganadería extensiva, es la sangre que mantiene vivas las arterias y venas que son las vías pecuarias, por lo que el retroceso y debilitación de las prácticas ganaderas extensivas, trasterminantes y trashumantes, ha llevado aparejado el abandono progresivo de los viejos caminos ganaderos. La Ley estatal de 23 de marzo de 1995 de Vías Pecuarias (LEVP) parte de la defensa de los patrimonios públicos, y entiende que la red pecuaria sigue prestando una gran servicio a la ganadería extensiva (700.000 cabezas lanares, 50.000 de vacuno y otros, en régimen trashumante/trasterminante (Mangas Navas, 2003: 30), pero también sirve para ayudar a la preservación de las razas autóctonas, y son “corredores ecológicos”, esenciales para la migración, la distribución geográfica y el intercambio genético de las especies silvestres. Trash umanc ia en el Medit erráneo 301 En el conjunto de Europa más de 4 millones de hectáreas y terrenos agrícolas están asociados a esta modalidad ganadera. Los paisajes de la trashumancia son considerados como zonas agrarias de alto valor natural en el contexto comunitario (Gómez Sal, 2006: 175). No hay que olvidar tampoco una referencia al concepto amplio de patrimonio pecuario, al que hace mención la exposición de motivos de la Ley de Vías Pecuarias de Castilla-La Mancha de 2003 al indicar que aunque los desplazamientos de ganado por esta red han perdido intensidad: “...Es también cierto que alrededor de las vías pecuarias se ha gestado una gran actividad, no solo económica, sino también cultural, que se ha prolongado sin interrupción a lo largo de los pasados siglos, cuyos valores deben ser conservados y mantenidos, como legado de las generaciones que nos precedieron y que debemos transmitir a los que nos sucedan”. Este patrimonio ha de ser también reivindicado y cuidado por su increíble riqueza cultural al ser uno de los patrimonios más importantes del mundo rural, tanto en bienes inmuebles (corrales, abrevaderos, parideras, masadas, chozos de pastores, lavaderos de lanas, ermitas, posadas, descansaderos, etc.) como en muebles y bienes, saberes y cultura inmaterial (cuentos, historias, cantos, dances, ritos, procesiones, artesanía, documentos, etc.). A este patrimonio cultural se une el patrimonio natural y este valor medioambiental es el que ha justificado especialmente su protección desde la Constitución de 1978. La actividad ganadera ha sido menos agresiva con el medio natural que otras actividades humanas, lo que ha conllevado la preservación de espacios naturales de indudable valor. Las vías pecuarias en el marco de las políticas de conservación de la naturaleza tratan también, como señala la exposición de motivos de la Ley de Vías Pecuarias, de atender “a una demanda social creciente”, ya que “pueden constituir un instrumento favorecedor del contacto del hombre con la naturaleza”, y por ello la Ley jerarquiza los usos, distinguiendo entre el uso principal, que es el tránsito y aprovechamiento pecuario, de los usos compatibles y los posibles usos complementarios, refiriéndose a los usos no ganaderos, es decir otros usos agrarios compatibles con los ganaderos (art. 16 LEVP), y los nuevos usos turístico-recreativos (art. 17 LEVP). 302 José Lu is Argu do Périz En este trabajo, nos centraremos en comentar algunos aspectos concretos, en el marco de una perspectiva jurídica, sobre la trashumancia ganadera, afrontando por una parte la regulación más significativa desde la Constitución española de 1978 que ha sido la legislación de vías pecuarias, para tratar a continuación la falta de un marco normativo general sobre la ganadería extensiva en general, y la trashumante en particular, y finalizar con unas reflexiones sobre el encuadre que puede tener la trashumancia ganadera en el marco de la normativa comunitaria europea, y su reflejo estatal, en aspectos de desarrollo rural sostenible, biodiversidad y patrimonio cultural, haciendo una especial mención del encaje de las nuevas formas de turismo y ocio con la actividad trashumante pecuaria. 2. La Legislación de vías pecuarias como normativa española actual más significativa de la actividad trashumante 2.1. LA HISTORIA DESAMORTIZADORA RECIENTE Desde 1892 ha sido el Estado el responsable de la conservación y mantenimiento de las vías pecuarias, año en el que la Asociación General de Ganaderos del Reino se consideró incapaz de atajar las numerosas agresiones que sufrían las cañadas y demás vías pecuarias. El Estado, pese a las grandes declaraciones legales que calificaban como públicos los patrimonios viarios pecuarios, siguió una política desamortizadora y no fue, en general, beligerante frente a las invasiones, ocupaciones y enajenaciones privadas de los caminos ganaderos. Y no lo fue porque era un gran patrimonio el que heredó la Administración Pública, con la crónica falta de recursos para policía y mantenimiento, en una época en que la expansión agrícola, y también la pobreza de muchos campesinos, hacían apetecible la roturación de dehesas y cañadas, subsistiendo el viejo enfrentamiento entre agricultores y ganaderos, y representando todavía una parte de estos últimos un grupo de grandes propietarios con nostalgia de los privilegios perdidos. De fondo, el pensamiento doctrinario económico generado desde el siglo xviii con la Ilustración achacaba a la ganadería gran parte de los males económicos del Trash umanc ia en el Medit erráneo 303 país, la trashumancia ganadera estaba abocada a su extinción, y los derechos de pastos que sostenían la ganadería extensiva eran considerados legalmente como malas prácticas consuetudinarias, en beneficio de los cercados y de la propiedad privada. Añádase que desde el siglo xix, la raza ovina española por excelencia, la merina, se había mejorado en los rebaños del resto de Europa y en las colonias inglesas, perdiendo la lana su valor comercial de antaño, y en el interior, la progresiva disminución de la cabaña ganadera ocasionó una pérdida de influencia del sector ganadero en municipios tradicionalmente ganaderos y manifiesta hostilidad en el resto, y no aumentó la tecnificación de las explotaciones ni la profesionalización de los pastores, anclados en el milenario conocimiento del medio y de su oficio. Ante esta situación, la Administración pública no estaba dispuesta ni preparada para variar el estado de las cosas, y se atuvo a su papel de conservación del patrimonio pecuario progresivamente “desamortizable” en un largo siglo de desarrollismo agrícola y también urbano. Los sucesivos reglamentos de vías pecuarias, incluyendo la Ley de 1974 y su Reglamento de 1978, no tuvieron más valor que las declaraciones bienintencionadas con escasa eficacia práctica frente a las numerosas y variadas agresiones que sufría la red viaria pecuaria. 2.2. CONSERVACIONISMO VERSUS DESAMORTIZACIÓN: EL CAMBIO DE PARA- DIGMA EN LA LEGISLACIÓN DE LAS VÍAS PECUARIAS Es una considerable superficie la ocupada por vías pecuarias, pero estaba afectada, según estudios de los años noventa del anterior siglo, en un porcentaje que variaba entre un 20 y un 50% del total por algunos de los siguientes tipos de agresiones o invasiones: construcción de carreteras y autovías, líneas de ferrocarril y otras obras públicas; infraestructuras de servicios públicos (agua, electricidad, teléfono, etc.); cultivos agrícolas, construcciones ilegales y ampliación de núcleos urbanos, escombreras, vertederos y basureros, etc. Es conocida la equiparación de la condición de terreno público con terreno sin dueño para cometer todo tipo de abusos e infracciones que, tradicionalmente, no han sido además sancionados, por contar con escasa vigilancia y también con una cierta complicidad oficial y social. 304 José Lu is Argu do Périz El cambio de criterio respecto a la conservación y uso de las vías pecuarias lo provocó legalmente la Constitución de 1978, que atribuyó al Estado la competencia sobre legislación básica de protección del medio ambiente, y sobre montes, aprovechamientos forestales y vías pecuarias (art. 149.1.23ª), legislación que han desarrollado las Comunidades Autónomas. Estas bases han supuesto un giro en la conservación de las vías pecuarias en los últimos años del siglo xx: cambiar una política “desamortizadora” por unos principios legales conservacionistas. Las vías pecuarias son un recurso ambiental dentro de los patrimonios públicos que hay que conservar para las necesidades ganaderas pero también para el uso de los demás ciudadanos. Esta nueva visión se ha refrendado en la Ley estatal de Vías Pecuarias de 23 de marzo de 1995 (LEVP), que ha aportado un valor añadido al enumerar los posibles usos de las vías pecuarias compatibles con la protección del medio ambiente. También ha ocasionado un desplazamiento del punto de vista sobre las mismas vinculado al interés de amplias capas de la población urbana por el senderismo, el contacto con la naturaleza y las nuevas prácticas de turismo rural, en las que la justificación del mantenimiento de las necesidades ganaderas ha pasado a ser, en ocasiones, un argumento meramente convencional, además de conveniente. La Ley concede amplias competencias a las Comunidades Autónomas, cuya actuación debe orientarse a la preservación y adecuación de la red viaria, así como a garantizar el uso público de la misma, reservándose la Administración Central ciertas competencias sobre la nueva Red Nacional de Vías Pecuarias. Estas son algunas de las novedades de la Ley, junto con el objetivo de facilitar el contacto del hombre con la naturaleza y la ordenación del entorno medioambiental, para lo que prevé una serie de usos complementarios como el paseo, la práctica del senderismo, la cabalgada y otras formas de desplazamiento deportivo sobre vehículos no motorizados que respeten el tránsito ganadero. Los tipos de vías pecuarias que reconoce la Ley (art. 4º) son las ya tradicionales, de origen mesteño, de cañadas (con anchura no superior a Trash umanc ia en el Medit erráneo 305 75 metros), cordeles (no superiores a 37,5 metros), y veredas (con anchura no mayor de 20 metros). Por primera vez desde 1836, una norma estatal reconoce que existen otras denominaciones, a las que etiqueta como de origen consuetudinario, distintas a las anteriores, y que reflejan la variedad local y regional española, como los azagadores, cabañeras, caminos ganaderos, carreradas, galianas, ramales, traviesas, y otras. Las anchuras máximas de estas vías pecuarias son las establecidas en la Ley estatal (legislación básica del Estado) y su reconocimiento ha venido de la mano de la legislación autonómica de desarrollo, con la excepción de Navarra, que al igual que los territorios de la antigua Corona de Aragón, no formaban parte de la red cañariega mesteña castellana. El sistema de vías pecuarias alcanza en España unos 125.000 kilómetros de longitud y 450.000 hectáreas de extensión —unos 5.000 kilómetros cuadrados— lo que supone un 1% del territorio de todo el Estado. La Comunidad Autónoma con más kilómetros de vías pecuarias y mayor superficie de hectáreas ocupadas por las mismas es Andalucía, con 30.951 km y 112.664 ha respectivamente, seguida de Castilla y León (25.942 kms y 78.055 ha), Aragón (17.050 km y 63.256 ha), Castilla-La Mancha (12.741 km y 53.096 ha), Comunidad Valenciana (11.229 km y 34.118 ha), y Extremadura (7.429 km y 30.141 ha). En porcentaje de superficie de vías pecuarias sobre el total de la Comunidad Autónoma, ocupa el primer lugar Madrid (1,62%), seguida de la Comunidad Valenciana (1,47%), Aragón (1,33%), y Andalucía (1,28%) (Cazorla y Merino 1995: 345-346). La Ley estatal crea también la Red Nacional de Vías Pecuarias (art. 18) “en la que se integran todas las cañadas y aquellas otras vías pecuarias que garanticen la continuidad de las mismas, siempre que su itinerario discurra entre dos o más Comunidades Autónomas y también las vías pecuarias que sirvan de enlace para los desplazamientos ganaderos de carácter interfronterizo”. La Administración General del Estado tiene asignada la tutela de la Red Nacional de Vías Pecuarias, la gestión del fondo documental de vías pecuarias, y la intervención, en colaboración con las Comunidades Autónomas, para asegurar la integridad y conservación del dominio público pecuario. En desarrollo de estas competencias, el Ministerio de Medio 306 José Lu is Argu do Périz Ambiente ha firmado varios convenios de colaboración con las Comunidades Autónomas de Extremadura, Castilla y León, Navarra, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Murcia, para la clasificación, deslinde, amojonamiento y señalización de varias vías pecuarias, a la vez que se ha solicitado en 2003 la declaración de la Red Nacional de Vías Pecuarias como itinerario de Patrimonio Cultural Europeo por el Consejo de Europa (Mangas Navas, 2003, 33-35). 2.3. LA LEGISLACIÓN AUTONÓMICA DE VÍAS PECUARIAS Las vías pecuarias son bienes de dominio público de las Comunidades Autónomas (art .2 LEVP), y la transferencia de competencias a las Comunidades Autónomas sobre administración y gestión de las vías pecuarias se realizó entre los años 1980-85, exceptuando la enajenación de terrenos sobrantes en toda la red viaria pecuaria (Cataluña y Madrid), o únicamente cuando afecten a vías pecuarias intercomunitarias, para el resto de Comunidades Autónomas. En desarrollo de la legislación básica estatal, algunas Comunidades Autónomas han optado por establecer una regulación propia a través de Reglamentos [Decreto 143/1996, de 1 de octubre, sustituido por Decreto 49/2000, de 8 de marzo, de Extremadura (RVPEX); Decreto 3/1998, de 9 de enero, de La Rioja (RVPLR); Decreto 155/1998, de 21 de julio, de Andalucía (RVPAN)], y otras por Leyes parlamentarias [Ley Foral 19/1997, de 15 de diciembre, de Navarra (LVPN); Ley 8/1998, de 15 de junio, de la Comunidad de Madrid (LVPCM); Ley 9/2003, de 20 de marzo, de Castilla-La Mancha (LVPCLM); y Ley 10/2005, de 11 de noviembre, de Aragón (LVPAR)]. Otras Comunidades, como CastillaLeón, han elaborado ya anteproyectos de Ley. La legislación autonómica muestra la diversidad de competencias y normativas sectoriales que inciden sobre las vías pecuarias (especialmente la legislación urbanística, de espacios naturales, de concentración parcelaria, de caza, de patrimonio, etc.), y el objetivo de coordinar los distintos Departamentos y competencias, para que todos los instrumentos normativos concurran en la conservación y protección de las vías pecuarias, agilizando los procedimientos autorizatorios. Por no entrar en mayores detalles, cabe señalar que las leyes de Navarra y Aragón utilizan denominaciones Trash umanc ia en el Medit erráneo 307 distintas de las vías pecuarias, y la primera, que considera supletoria la legislación estatal en aplicación de su régimen foral, establece anchuras distintas para sus cañadas reales, traviesas, pasadas y ramales, pero también la Ley madrileña indica que se conservarán anchuras superiores a las estatales en las vías pecuarias que las tengan reconocidas, disposición que refrenda también la reciente Ley aragonesa respecto a sus “cabañeras”. Resalta Alenza el originario “carácter sistémico de las vías pecuarias” (Alenza, 2001: 295), que parece estar en trance de olvidarse. Las necesidades del ganado no solo eran el desplazamiento por rutas adecuadas y seguras, sino también los elementos complementarios que permiten el pasto, el agua, el descanso y el refugio. En este sentido el art. 4.3 LEVP determina que “los abrevaderos, descansaderos, majadas y demás lugares asociados al tránsito ganadero tendrán la superficie que determine el acto administrativo de clasificación de vías pecuarias”. Aunque resulte obvio indicarlo, las vías pecuarias no son carreteras y los animales en tránsito necesitan también alimentarse, beber y descansar. La reducción de aprovechamientos pastables libres locales ha llevado a una sobreexplotación de los recursos anejos a las vías pecuarias, respetados tradicionalmente para uso de los ganados trashumantes en las épocas de paso, e incluso los actos administrativos de clasificación y deslinde —y especialmente las modificaciones de trazado de las vías pecuarias—, se olvidan frecuentemente de las necesidades de los animales y personas que transitan por las mismas, y se limitan a señalar un reducido, estrecho y estéril paso durante muchos kilómetros, resultado en muchas ocasiones de reiteradas y prolongadas invasiones agrícolas y urbanas, como si de trazar una línea en un mapa se tratara. Los arts. 4.3 y 6.4 LVPAR contemplan el mismo régimen de protección y actuación administrativas a “las balsas, abrevaderos, sesteaderos, descansaderos, refugios, corrales, puentes” y cualesquiera otras instalaciones, elementos y terrenos anexos o asociados al tránsito y uso ganadero. El art. 6.1.e) LVPCLM añade que estos elementos sirven “para uso del ganado trashumante y de los pastores que los conducen”, que debe ser su uso prioritario, aunque también, en la medida de lo necesario, se considera implícito su uso para los ganados trasterminantes y estantes, ya que se incluye en el uso propio, art. 33.2 LVPAR, que “todos los ganados puedan pastar, abrevar y pernoctar de forma libre, gratuita y prioritaria” 308 José Lu is Argu do Périz en las vías pecuarias y elementos asociados, cumpliendo la normativa en sanidad pecuaria. La Ley foral navarra (art. 14) solo reconoce estos derechos a los ganados trashumantes, al igual que el reglamento extremeño (art. 1 pº 2 RVPEX), mientras que las leyes madrileña y manchega (art. 30 LVPCM y 29.1 LVPCLM) lo amplían a los ganados trasterminantes y a cualquier otro desplazamiento o movimiento de ganados. La distinción tiene consecuencias, ya que la Ley estatal (art. 15) y las normas autonómicas reconocen que los frutos y productos no utilizados por el ganado en el normal tránsito ganadero pueden ser objeto de aprovechamiento siguiendo un procedimiento de adjudicación. El orden lógico debería ser que el uso prioritario de los recursos pastables de las vías pecuarias y elementos anexos debería reclamarse para los ganados trashumantes en la época de desplazamientos estacionales, restringiendo o prohibiendo el uso para el resto de la ganadería durante el tiempo necesario, y la utilización compatible temporal por el resto de la ganadería trasterminante y local que utiliza en sus movimientos ordinarios las vías pecuarias. Piénsese que si existe una sobreexplotación permanente de estos recursos por la ganadería local se impide su uso estacional a los rebaños trashumantes, que no pueden utilizar otros pastos, y resulta difícil de este modo la existencia de aprovechamientos sobrantes. También deberían no solo conservarse, sino mejorarse los recursos pastables y, especialmente, las instalaciones y elementos asociados al tránsito ganadero, ya que facilitaría estos desplazamientos en beneficio del mantenimiento de la ganadería extensiva, particularmente trashumante y trasterminante, y las condiciones en que ganaderos y pastores han de desarrollar su trabajo. Las normas autonómicas (por ejemplo, art. 13.1.d LVPAR) incluyen entre las potestades administrativas, junto con las de protección y conservación, las de mejora de las vías pecuarias, aunque con escasa repercusión en disposiciones concretas. La Ley aragonesa no ha incluido entre los tipos de vías pecuarias las de “Especial Interés”, como hace la ley castellano-manchega (art. 6.3 LVPCLM), y ha seguido el modelo madrileño (art. 9 LVPCM) dedicándoles una disposición independiente. La ampliación de usos que permite y potencia la Ley estatal —como señala Herráriz (2000: 331-34)— hace Trash umanc ia en el Medit erráneo 309 posibles otras clasificaciones teleológicas funcionales que vienen a sumarse a la tradicional y que “no pretenden establecer compartimentos estancos de manera que no sea posible dar satisfacción sobre un mismo espacio físico a una gran variedad de intereses ciudadanos”. La regulación que el art. 11 LVPAR realiza de las “Vías Pecuarias de Especial Interés”, se refiere a “las vías pecuarias o tramos de ellas que contengan un destacado valor para la protección natural o un destacado valor cultural-recreativo o turístico”. Es clara la delimitación de las vías pecuarias de “especial interés natural”, pero la norma aragonesa determina a continuación otras de “valor cultural-recreativo”, junto con la de valor turístico, que configura una categoría que no explica y no aparece en el resto de legislación autonómica, que distingue entre las de interés cultural y las de interés socio-recreativo (art. 7.3. b y c LVPCLM), las de interés “cultural o recreativo” (art. 9. 3 LVPCM), o las de “interés ganadero, las de interés natural y las de interés recreativo” (Disp. adicional 3ª LFVPN), siendo las de interés cultural “los tramos que contengan elementos del patrimonio histórico-cultural y etnográfico o que discurran por las proximidades de terrenos con estas características” (art. 9.3.b LVPCLM), y las recreativas las que tengan aptitud para ese uso. 2.4. USOS PROPIOS, COMPATIBLES, Y ESPECIALES Uso propio es como denomina el art. 33 LVPAR al tradicional del tránsito ganadero, que la Ley madrileña titula, quizás con más propiedad en la actualidad, como “uso característico y prioritario” (art 30 LVPCM), a lo que añade una especial reserva de prohibición del resto de los otros usos posibles “en los tramos de aquellas vías pecuarias que no permitan un paso practicable igual o superior a doce metros de ancho” (art. 30.3), que no contempla el resto de la legislación autonómica. Los usos compatibles se regulan en el art. 34 LVPAR, que debe seguir la norma básica estatal (art. 16 LEVP) al establecer la compatibilidad de la actividad pecuaria con los usos tradicionales “que siendo de carácter agrícola y no teniendo la naturaleza jurídica de ocupación, puedan ejercitarse en armonía con el tránsito ganadero”. La disposición aragonesa añade a los de carácter agrícola, los de carácter ganadero y forestal, 310 José Lu is Argu do Périz sin que ocasionen deterioro a la vía pecuaria. Esta ampliación a todo el sector primario, en la que choca especialmente —por lo que pueda suponer de reiteración— la mención de usos tradicionales ganaderos, parece contemplarse en el espíritu, aunque no en la letra, de la norma estatal básica a desarrollar por la Comunidades Autónomas, aunque solo lo haya hecho la aragonesa, y con la prevención, partiendo de la caracterización como apertus de la enumeración de estos usos, indicada por Herráiz (2000: 358-60), de que “conviene matizar que no se trata de que las Administraciones encargadas de gestionar estos bienes públicos pueden autorizar aprovechamientos comunes no previstos en la Ley 3/1995, sino de que, al desarrollar sus arts. 16 y 17, las Comunidades Autónomas deben concretar mucho más el listado de las utilizaciones admisibles, en vista de los conceptos jurídicos indeterminados que plagan dichos preceptos”. Por lo reseñado en el art 35.1, el legislador aragonés parece haber querido asegurar el libre tránsito de maquinaria y vehículos necesarios para la realización, en sentido amplio, de actividades agrarias, respetando el paso prioritario de los ganados. Pero para ello hubiera sido necesario, en coherencia con los fines de toda la legislación de vías pecuarias, una mayor concreción del apartado tercero de este artículo, que establece unas bienintencionadas obligaciones generales para todos los vehículos que circulen por las vías pecuarias, como las de “evitar la destrucción de la vegetación y del pastizal que exista en la vía pecuaria, circular a una velocidad adecuada a las condiciones de la vía y ceder el paso a los ganados en tránsito sin que pueda ser desviado ni quede sujeto a interrupción”. Otras leyes más realistas, además de hacer una explícita remisión a su desarrollo reglamentario, limitan la velocidad de la maquinaria agrícola a un máximo de 40 km/hora (art. 31.1.b LVPCLM), o prevén limitaciones de tonelaje y de otras características de los vehículos, les obligan a desplazarse por las rodadas ya existentes (art. 31.1.c y 2 LVPCM), y limitan la velocidad máxima en todo tipo de usos en vías pecuarias a 20 km/h (art. 42 LVPCM). Entra en contradicción este apartado con el anterior, que autoriza excepcionalmente el desplazamiento de vehículos motorizados al servicio de establecimientos turísticos, culturales y educativos y, genéricamente, de otros vehículos cuando el desplazamiento no obedezca a razones deportivas, Trash umanc ia en el Medit erráneo 311 para señalar a continuación que quedan excluidas de dicha autorización las vías pecuarias de interés ecológico y cultural , y las demás en el momento de transitar el ganado; esto último encuentra una difícil coherencia con lo dispuesto en el apartado tercero, que afecta también a estos vehículos, de ceder el paso a los ganados en tránsito. Es evidente que la intención del legislador es permitir el desplazamiento de vehículos de carácter agrario simultáneamente al tránsito ganadero, que tiene prioridad, y prohibirlo en otros casos, pero la existencia de disposiciones comunes para situaciones distintas, abre la posibilidad de desestabilizar la coherencia normativa. El art. 16.1 LEVP permite estas autorizaciones excepcionales a las Comunidades Autónomas “para uso especifico y concreto”, y no puede mantenerse que la disposición aragonesa cumpla estos criterios. En algunas Comunidades Autónomas estas autorizaciones excepcionales para circulación de vehículos no se mencionan entre lo usos compatibles (art. 31 LVPCLM), o se reproduce el precepto de la Ley estatal (art. 15 LFVPN; art. 45 RVPLR; art. 42 RVPEX), y en otras, se exime de esta autorización a “los titulares de las explotaciones colindantes con la vía pecuaria así como a los trabajadores de las mismas” (art. 55.3 RVPAN). El modelo que ha seguido la Ley aragonesa es el de la regulación de los usos compatibles del art. 31 de la Ley madrileña, pero esta señala que el acceso a establecimientos se autorizará cuando estén contiguos o próximos a las vías pecuarias y no sea posible el acceso a los mismos de otro modo, y la autorización para otros vehículos se permite exclusivamente “para el acceso de sus habitantes a casas, granjas y explotaciones de todo género que estén aisladas en el medio rural” y al personal que ejerza funciones de policía y gestión de las vías pecuarias. Y todo ello sometido a cautelas y restricciones, algunas de las cuales ya hemos mencionado, pero a las que cabe añadir que el reglamento extremeño excluye de las autorizaciones los períodos de crecimiento de la hierba para uso de los ganados en tránsito, y la norma andaluza las vías pecuarias calificadas de especial importancia, por su uso ganadero, valor para la ordenación del territorio, o como corredores ecológicos. Para Alenza (2001: 486-488) estas autorizaciones caen bajo la órbita de la discrecionalidad administrativa, y se debe considerar un uso especial 312 José Lu is Argu do Périz y excepcional, ya que “la circulación de vehículos a motor no agrícolas incrementa los riesgos porque supone introducir un elemento extraño, en absoluto interesado por el mantenimiento de la vía pecuaria y desconocedor de las funciones que cumple”, y por ello la Ley madrileña somete el tránsito de vehículos, excepto los antes señalados, a una autorización especial de tránsito sometida a condiciones especiales y determinados requisitos, además de cumplir las condiciones de carácter general. 2.5. CONSERVACIÓN, RECUPERACIÓN Y MEJORA DE LAS VÍAS PECUARIAS Entre los fines que establece el art 2 LVPAR se encuentran el de “asegurar la adecuada conservación de las vías pecuarias y otros elementos directamente vinculados con las mismas, debido a sus características ambientales, culturales o históricas, mediante la adopción de medidas de protección y restauración, y “preservar y defender su integridad mediante el ejercicio de las potestades administrativas que la ley expresamente les atribuya”. Es imprescindible previamente estudiar e investigar la situación de los terrenos que se presuman pertenecientes a las vías pecuarias (art. 13.a y 14 LVPAR), y supone un instrumento fundamental la formación de un fondo documental (art. 9 LVPAR), porque el primer objetivo de la Administración competente es conocer con detalle el patrimonio público viario pecuario sujeto a su gestión. Un obstáculo importante para ello, como ocurre con la Comunidad Autónoma de Aragón, es que no se hayan clasificado todas las vías pecuarias comunitarias en la actualidad, puesto que sin esta actuación administrativa ni siquiera se puede determinar la existencia de las vías pecuarias (art. 17 LVPAR), y no cabe, por tanto, ninguna actividad protectora sobre las mismas. No por ello, la Ley aragonesa ha contemplado plazos ni recursos especiales para la conclusión de esta necesaria labor, mientras que la Ley castellano-manchega de 2003 avanza más allá y establece, en su disposición transitoria segunda, plazos de uno o dos años para realizar el inventario de vías pecuarias con tramos interrumpidos en su continuidad o con su anchura legal reducida que dificulte gravemente el tránsito ganadero, así como el inventario de los tramos que se consideren de “especial interés”, y la renovación de la señalización de toda la red viaria pecuaria autonómica. Trash umanc ia en el Medit erráneo 313 En cuanto a recursos, la Ley aragonesa ha incluido el carácter finalista de las cantidades percibidas por la Administración, en los casos previstos en la Ley, con destino a la conservación, vigilancia y mejora de las vías pecuarias (Disp. Adicional 4ª), y potencia la colaboración con otras Administraciones, organizaciones profesionales, asociaciones agrarias y ganaderas, así como contratos de patrocinio y convenios de colaboración con entidades públicas y privadas, y con particulares, para fomentar la defensa, conservación y ejecución de trabajos de acondicionamiento, mantenimiento y mejora de las vías pecuarias (arts. 41 y 43 LVPAR). Extraña tan largo listado de posibles colaboradores, y especialmente la mención de entidades privadas y particulares, no citadas por la disposición semejante de la Ley castellano-manchega (art. 39.3), que exige en el caso de los colectivos que tengan como fin la defensa del medio ambiente. A pesar de que la Ley aragonesa recalca que los trabajos solicitados o realizados no generarán derecho alguno sobre las vías pecuarias, cabe preguntarse qué fines pueden conducir a entidades privadas, y especialmente a particulares, a realizar tales actividades, pudiendo ser, además, beneficiarios de subvenciones por la realización de las mismas. Parece excesiva la amplitud contemplada y de nuevo plantea numerosas dudas, ya que las actividades relacionadas con los patrimonios públicos han de gestionarlas, en principio, directamente las Administraciones públicas, y en caso de adoptar otro sistema de gestión, parece lo más adecuado que participen exclusivamente las entidades que contemplen entre sus fines estatutarios la defensa y conservación, sin ánimo de lucro, de estos bienes públicos. Son muy amplias las competencias y potestades de las Administraciones Públicas competentes en materia de vías pecuarias, derivadas de la complejidad de la situación en que se hallan. El mantenimiento de su trazado, continuidad y recorrido, conlleva en algunas ocasiones a instar un procedimiento de recuperación (art.16 LVPAR), e incluso la legislación aragonesa (art. 15), como el resto de las autonómicas —siguiendo lo contemplado en el art. 6 LEVP— prevén actuaciones de creación de nuevas vías pecuarias o ampliación de las existentes para asegurar el uso de las mismas. Un rasgo de justicia histórica es la Disposición Transitoria 1ª de la Ley castellano-manchega —precedida por la misma Disposición de la Ley madrileña— al establecer que “las vías pecuarias que hubieran sido declaradas sobrantes, de conformidad con lo dispuesto en la legislación 314 José Lu is Argu do Périz sobre la materia con anterioridad a la Ley 3/1995, de 23 de marzo, de Vías Pecuarias, que no hayan sido cedidas por actos administrativos, enajenadas o desafectadas mantendrán su carácter demanial y quedarán sometidas a los dispuesto en este Ley”. No se podría reflejar mejor sin duda la expresión del cambio de visión y fines de las vías pecuarias, olvidando el criterio legislativo desamortizador imperante durante casi un siglo. La desafectación de vías pecuarias permanece en la legislación de vías pecuarias (art. 10 LEVP y art. 24 LVPAR), aunque ahora en el destino de los terrenos prevalezca el interés público y social, y no proceda en las vías o tramos declarados de “especial interés”. La red viaria pecuaria sigue modificándose porque se ve afectada por prácticamente todas las actuaciones de ordenación territorial, en suelo urbano y rústico, que originan habitualmente una modificación de trazado (arts. 26 a 29 LVPAR; arts. 23 a 28 LVPCM). Que los trazados alternativos cumplan los requisitos necesarios para un uso adecuado en el tránsito de los ganados debe constituir una de las prioridades con la nueva legislación de vías pecuarias, debido a la multitud de causas por las que se pueden producir, y a la tentación de habilitar terrenos totalmente inadecuados2. En este sentido, sirva como ejemplo las opciones de regulación de los cruces de vías pecuarias con vías públicas. Puede parecer un problema menor, pero es una fuente cada vez mayor de conflictos y con soluciones que no suelen satisfacer las necesidades del ganado en tránsito. La previsión legislativa existe, pero se le da un tratamiento uniforme que no contempla situaciones distintas. La Ley aragonesa (art. 29) y la madrileña (art. 28) consideran que si la obra es una carretera o una línea férrea, que la disposición aragonesa amplía a canales y a otras infraestructuras lineales “que simplemente hayan de cruzar la vía pecuaria”, la Administración 2. El art. 10.4 LFVPN impone a quienes propongan una variación de recorrido que aseguren con carácter previo “el mantenimiento de la integridad superficial, la idoneidad de los itinerarios y la continuidad de los trazados, junto con la del tránsito ganadero, así como los demás usos compatibles y complementarios de aquél”. Trash umanc ia en el Medit erráneo 315 promotora de la obra o el concesionario deben asegurar los pasos necesarios al mismo o a distinto nivel que garanticen el tránsito del ganado en condiciones de rapidez, comodidad y seguridad., aunque en la realidad suele dominar un criterio económico de realizar el menor gasto posible en asegurar estos pasos. La Ley de Castilla-La Mancha (art. 21) añade, con buen sentido, que los pasos al mismo nivel quedarán limitados a caminos de carácter local con tránsito exclusivamente agrario, y que los pasos a distinto nivel por lugares distintos a los propios cruces han de asegurar la continuidad de la vía pecuaria, aportando el órgano promotor las correspondientes franjas de terreno, y en el caso que discurran paralelas a los viales, respetarán las zonas de servidumbre y seguridad y deberán ser convenientemente balizadas para garantizar la seguridad del tránsito ganadero. En todo caso, un instrumento que parece muy adecuado para la responsable y “sostenible” conservación y gestión de las vías pecuarias es el “Plan de Uso y Gestión”, previsto en el art. 29 LVPCM, que “constituye el instrumento básico de planificación de las vías pecuarias de la Comunidad de Madrid, y fija las normas de uso y aprovechamiento de las vías pecuarias de acuerdo con las características propias de los distintos ámbitos territoriales por donde discurren”. 3. La falta de un marco normativo general sobre ganadería extensiva y trashumancia A la Ley estatal de Vías Pecuarias debería haber acompañado una Ley básica de ganadería extensiva, que era la segunda pata de una compleja mesa. Las razones por las que está Legislación básica no se llevó a cabo solo podemos deducirlas, incluyendo las cuestiones de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas, la división de competencias e impulso legislativo entre Ministerios, ya que agricultura y ganadería no han tenido la misma sede ministerial que vías pecuarias (Medio Ambiente), y el nuevo macroministerio de medio rural y ambiente no parece que supere las barreras departamentales internas. Tampoco la Ley 45/2007, de 23 de diciembre, para el desarrollo sostenible del medio rural, incluye medidas concretas para la ganadería extensiva y trashumante. 316 José Lu is Argu do Périz Las razones son las de demanda social de regulación de determinadas materias por las que se mueven nuestros legisladores, más atentos a las cuestiones coyunturales concretas que a las estructurales, y no ha sido prioridad en ninguna de las legislaturas afrontar los problemas que arrastra la ganadería extensiva, escondida entre las sucesivas crisis del sector primario, y mal representada ante los poderes públicos por Asociaciones y Sindicatos. Por otra parte, en los recursos pastables de la ganadería trashumante y trasterminante concurren normas de Derecho público y de Derecho privado, ya que, más allá del dominio público de las vías pecuarias, la titularidad de los terrenos que pasta esta ganadería es diversa, pública y privada, y cada vez sometida a una mayor normativa sectorial (terrenos comunales, espacios naturales y protegidos, parques naturales y nacionales, etc.) por lo que la división entre terrenos mayoritariamente de propiedad colectiva y de propiedad privada conectados por los desplazamientos estacionales, además de ser simplista, ha dejado de ser real. Únase a ello algunos problemas de sobreexplotación o subexplotación de terrenos generalmente de titularidad comunitaria o pública, junto con la evolución de los precios de los arriendos locales de pastos, que originan nuevos problemas económicos y ecológicos a los ganaderos y a las comunidades locales. Parece por tanto difícil que tengamos una Ley estatal integral de ganadería extensiva y trashumante, aunque la Constitución (art. 149.1. 7 y 23) lo permite, y que se ha responsabilizado a las Comunidades Autónomas del desarrollo legislativo, ya que todas ellas tienen competencias estatutarias sobre pastos y ganadería. La respuesta de las mismas ha sido distinta, intentando regular algunos aspectos parciales de la ganadería extensiva como la Ley de pastos de la Comunidad de Madrid de 1999, frente a las tendencias desreguladoras de otras Comunidades, como la de Aragón con la decepcionante Ley —de un solo artículo— sobre pastos de 2002. La antigua regulación de pastos y rastrojeras, cuya última expresión normativa fue el Reglamento de 1969, ha quedado obsoleta, pero no se ha acertado con una regulación adecuada que la sustituya por parte de las Comunidades Autónomas, que es sin duda difícil y compleja por la evolución de la ganadería, de las formas de explotación, y de los sistemas de Trash umanc ia en el Medit erráneo 317 aprovechamiento, en los que se ha producido también una desafectación generalizada de las ordenaciones consuetudinarias de derrotas de mieses y aprovechamientos libres sobre terrenos de titularidad privada y pública. La “compartimentación” legislativa de las Comunidades Autónomas origina otros problemas a los ganaderos trashumantes que se desplazan más allá de los límites regionales, que tienen que conocer y cumplir normativas diversas y en algunos casos contradictorias. Valga para las limitaciones de los aprovechamientos pastables, en los que juega un papel importante la existencia de ganadería extensiva y trashumante asentada en el territorio y su compatibilidad tradicional con las actividades agrícolas, junto con las normativas sectoriales, como las de sanidad animal, que han originado dificultades añadidas a los desplazamientos pecuarios, por la descoordinación y superposición de Administraciones autonómicas. Por lo anterior, las políticas legislativas traducidas en legislación que más afectan a la ganadería extensiva y trashumante son las de medidas y ayudas de la Unión Europea, traducidas en instrumentos nacionales, pero las Políticas Agrarias Comunitarias (PAC) han sufrido un proceso convulso los últimos decenios, acentuándose en los últimos años, de cambios de criterios que no originaban una seguridad jurídica sobre la permanencia y continuidad de las ayudas ni una gestión racional y planificada de las explotaciones. Como trataremos en el siguiente apartado, las nuevas directrices de desarrollo rural sostenible, con sus dimensiones ecológica y patrimonial, son las que se presentan como determinantes de los próximos años. En la Decisión del Consejo Comunitario, de 20 de febrero de 2006, sobre directrices estratégicas comunitarias de desarrollo rural (periodo de programación 2007-2013) (2006/144/CE) plantea los ejes de la política de desarrollo rural, entre los que se incluyen el de “aumento de la competitividad del sector agrícola y forestal”, el relacionado con el medio ambiente y los recursos naturales, la “calidad de vida en las zonas rurales y diversificación de la economía rural” que potencia los servicios a la comunidad, las microempresas, el turismo rural, y la valoración del patrimonio cultural, para crear empleo en todos los sectores; y el eje “LEADER”, que introduce nuevas posibilidades de gobernanza por medio de estrategias locales de desarrollo rural planteadas con un enfoque “ascendente”, partiendo de lo más básico para alcanzar objetivos mayores. 318 José Lu is Argu do Périz Por último, los ganaderos trashumantes no solo tienen que adaptarse a los mercados y sus exigencias, sino que tienen que responder a un mayor número de demandas que progresivamente van delimitando las funciones de los espacios rurales, por lo que ya hemos entrado en una multifuncionalidad de sus actividades que determinará progresivamente la obtención de ayudas y apoyos. Y una necesidad que se vislumbra cada día como más apremiante es el desarrollo del asociacionismo ganadero. Son muchos los intereses que deben defender los ganaderos como colectivo y, a veces, casa mal una asociacionismo mixto de agricultores y ganaderos, en el que su representación es escasa y sus demandas poco escuchadas. Hay muchos ámbitos, interconectados con su actividad empresarial, que necesitan de acciones colectivas, y es necesario extraer del pasado los valores positivos del asociacionismo ganadero. La experiencia aragonesa de dos asociaciones ganaderas, el Ligallo General de Pastores, que agrupa desde 1996 a los ganaderos trashumantes del Maestrazgo turolense y de las Sierras de Gúdar y Javalambre, y La Nueva Mesta de la Comunidad de Albarracín, de posterior creación, han activado las políticas administrativas de clasificación de vías pecuarias en la provincia de Teruel (42 municipios con clasificación de vías pecuarias en 1982; 18% del total de la superficie provincial), mejorado los apoyos en las rutas de trashumancia y han obtenido ayudas para ganadería extensiva y razas autóctonas, e incluso han creado una Escuela de Pastores (Fortanete), y un Museo de la Trashumancia (Guadalaviar). 4. El Futuro (opinable) de la trashumancia. Turismo y trashumancia Es evidente que un apartado como el que señala el título requerido por el contexto en el que se desarrolla este Congreso es arriesgado aun en las opiniones personales. Podemos hablar de tendencias y retos a corto plazo, pero el futuro de los trashumantes es suyo, y depende de ellos y del impulso, respaldo y apoyo que reciben de las comunidades locales, regionales, estatales, comunitarias, e incluso de ámbito internacional más extenso. Como en todas las organizaciones humanas va a depender en gran medida de la habilidad y competencia para gestionar los cambios que se están operando en su actividad, en el ámbito local y en el planeta. La Trash umanc ia en el Medit erráneo 319 formación y la preparación profesional son un reto de los ganaderos y una clave importante de su futuro, porque necesitan adquirir un mayor grado de conocimientos y competencias, a veces distintas, que las de sus predecesores. La actividad ganadera sigue en un proceso profundo y traumático de cambio, rompiendo las ánforas en las que se desarrollaba, pero sin poder pronosticar si se conservará el vino que contenían, o se derramará y perderá. Desde que se perdió la lana como producto de referencia de la trashumancia ganadera, nada ha sido lo mismo. Y ni siquiera somos los productores industriales de jerséis, que se asentaron en países de climas más fríos que los del espacio mediterráneo. La crisis de la trashumancia ganadera no es peculiar de la península ibérica, por más que hay sido el territorio mediterráneo de tradición ganadera más intensa y organizada, y se vive, con distinta intensidad, en ambas orillas del Mar que nos une unas veces y nos separa otras. Detrás de las noticias de los medios de comunicación y de las webs de Internet sobre fiestas, celebraciones, rutas turísticas y culturales, los problemas de la ganadería extensiva cada día son más globales, y acentuados por el cambio climático. Para hacer un análisis de posibles tendencias en la evolución de la trashumancia, haremos una referencia, a través de palabras clave, a algunos aspectos de la actividad para observar el itinerario desde el pasado a la actualidad, y su posible influencia en el futuro. Las palabras clave elegidas son las cinco siguientes: Pecus / Pastos / Pastores / Pagos / Pasos 4.1. PECUS El ganado, las razas trashumantes son producto de una adaptación, más o menos antigua, a las condiciones climáticas y a los recursos pastables. En el país de las merinas, la pérdida del valor de la lana ya ocasionó en el siglo xix una adaptación de las razas a la finalidad de aprovechar mejor su carne. Y la conservación de las razas autóctonas vinculadas a la biodiversidad, han originado medidas públicas de apoyo, que deben ir unidas a su adaptación a las necesidades del mercado, si esa es la orientación principal de la explotación, o a la obtención de otros productos, o a la especialización en productos de características especiales apoyados en marcas de calidad, denominaciones de origen o territoriales, cuyo consumo es todavía reducido. Algunas experiencias han demostrado la viabilidad de acercar los 320 José Lu is Argu do Périz clientes potenciales al propio ganadero, y poder realizar ventas, “apadrinadas” o no, directas. 4.2. PASTOS Podríamos denominarlo como el paso de los pastos a los sistemas ecológicos sostenibles. La adaptación de las razas autóctonas a los recursos pastables mediterráneos y el modelado que han originado en los paisajes, han permitido conservar ecosistemas especiales, de tal forma que la conservación de especies vegetales y de aves se ha producido en mayor medida en los espacios aprovechados por la ganadería trashumante, que ha transportado también semillas a largas distancias. Solo es necesario recorrer una vía pecuaria para comprobar como el espacio, aunque humanizado, ha conservado mejor la vegetación y se ha integrado en estos “corredores verdes”. La acción de la ganadería, especialmente en zonas de montaña, es necesaria para la conservación del paisaje y de los ecosistemas, y por ello parece que deberá progresarse en el reconocimiento de apoyos y ayudas para mantener la ganadería en estas zonas, como ya reflejan normativas sectoriales de protección de espacios naturales, que han tenido un especial desarrollo en otros países comunitarios. 4.3. PASTORES Los ganaderos y pastores se enfrentan al reto de una nueva profesionalización, sin perder por ello elementos importantes como conocimientos y saberes tradicionales, por lo que se mueven entre la tradición y la tecnología. También es importante el capítulo de la sucesión en las explotaciones trashumantes, que está ocasionando una sangría permanente por la desaparición ininterrumpida de las mismas. Y ello nos lleva al problema de la renovación generacional, y la incorporación de jóvenes a la actividad. Este tema, problema, es de los más difíciles y delicados de tratar, ya que por una parte muchas explotaciones no tienen sucesores y van a desaparecer, mientras existen jóvenes que quieren volver al mundo rural y dedicarse a la ganadería, aunque proporcionalmente no sea todavía relevante su número. El enfoque debe contemplar nuevas modalidades de formación que integren los conocimientos trasmitidos por pastores y ganaderos, con los Trash umanc ia en el Medit erráneo 321 requisitos de una adecuada formación empresarial y adecuada gestión de explotaciones y animales, ampliada al marco del mundo rural, al mantenimiento de ecosistemas y del patrimonio natural y cultural, y la combinación de la actividad principal con otras actividades complementarias, especialmente derivadas de las nuevas demandas de turismo y ocio. La multifuncionalidad de actividades y tareas es un elemento progresivamente más relevante, ya que condiciona y condicionará la gestión y obtención de ayudas, dirigidas a un amplio abanico posibilidades vinculadas a las nuevas orientaciones de las políticas comunitarias en el mundo rural. Las asociaciones de ganaderos, y otras entidades e instituciones, tienen un papel fundamental en el desarrollo de modelos colaborativos en las comunidades locales que generen sinergias y nuevos empleos de la población (especialmente mujeres y jóvenes), y que permitan combinar y compatibilizar actividades económicas tradicionales, con nuevos servicios enfocados a las nuevas demandas turísticas, pero con una visión más integral y planificada. 4.4. PAGOS La ganadería extensiva y trashumante no es homogénea, por lo que ya observamos explotaciones dirigidas principalmente al mercado, y otras que complementan estas rentas con otras actividades complementarias. La planificación y estrategias de unas y otras explotaciones no son necesariamente coincidentes, y es posible que se diversifiquen todavía más. Las Políticas Comunitarias Agrícolas no han conseguido mantener una línea constante, con la amenaza de supresión de las ayudas directas a la producción en años próximos, mientras se pretende que tomen el relevo las nuevas medidas de apoyo al desarrollo rural sostenible. Los circuitos de comercialización de la carne son ya relevantes, especialmente si están especializados y unidos a marcas y denominaciones que los consumidores reconocen como de calidad. Sirva de ejemplo la experiencia del Grupo Cooperativo “Pastores” en Aragón, sostenido en la denominación territorial “Ternasco de Aragón”, pero que ha desarrollado nuevas estrategias en la gestión de ganaderías, distribución de la carne, y 322 José Lu is Argu do Périz diseñado nuevos productos más atractivos para los consumidores actuales (productos precocinados, preparación para bocadillos, etc.). 4.5. PASOS La nueva legislación de vías pecuarias y el incremento de trabajos de clasificación y deslinde de las mismas, ha convertido un problema dramático hace solo unos decenios en una situación que permite una cierta dosis de optimismo. No por ello los problemas han desaparecido, pero la legislación y las obligaciones que competen a las Administraciones Públicas han permitido dotar de una mayor legitimidad a las reivindicaciones y reclamaciones de los ganaderos trashumantes en sus desplazamientos. Es un elemento importante pero accesorio de la trashumancia ganadera, que ha sido objeto de tratamiento y conocimiento casi exhaustivo en los últimos años, especialmente al incorporar a sus usos tradicionales los nuevos usos turístico-recreativos, e implicar socialmente a población urbana en el disfrute paisajístico y cultural de estos caminos, incorporándose a las rutas de turismo natural. “La Vía Pecuaria, en sí misma, constituye una ecosistema de pasto” (Fillat Estaqué, 2006: 255), y permite revalorizar este valor ecológico en la actividad trashumante, y que sea compartido por nuevos sectores de población. Tal vez en estos momentos habría que considerar que el punto de focalización ha de volver de nuevo a otros problemas de la trashumancia, entre los que se encuentran la existencia de infraestructuras adecuadas y dignas, así como servicios, para apoyo de pastores y ganados en las vías pecuarias, así como el respeto escrupuloso de las compatibilidades en el uso de las vías pecuarias, manteniendo el aprovechamiento de los recursos pastables en las zonas periurbanas, y en otras zonas complejas por la concurrencia de diversos usos.. 5. Turismo y trashumancia 5.1. TURISMO RURAL, DE NATURALEZA Y CULTURAL Se suele confundir turismo rural con turismo de naturaleza. La Secretaría General de Turismo (2004) definía el turismo de naturaleza como “aquél que tiene como principales motivaciones la realización de actividades recreativas y de esparcimiento, la interpretación y/o conocimiento de la Trash umanc ia en el Medit erráneo 323 naturaleza, con diferente grado de profundidad y la práctica de actividades deportivas de diferente intensidad física y riesgo que usen expresamente el medio natural de forma específica, garantizando la seguridad del turista, sin degradar o agotar los recursos” y, sin embargo, para Grande Ibarra (2006: 96) el turismo rural en sentido estricto, “es decir aquel entendido como el que tiene como principal motivación el conocimiento del medio y la cultura rural se sitúa más próximo al turismo cultural que al turismo de naturaleza”. El turismo rural se vincula más a los alojamientos en zonas rurales, mientras que el turismo activo no tiene esa dependencia de alojamientos, y se ha relacionado más el turismo en relación con la trashumancia con el turismo activo de naturaleza que con el turismo rural, por la importancia los últimos años de las vías pecuarias conectadas con el senderismo o con los “caminos naturales” (programa impulsado por el Ministerio de Medio Ambiente, incluyendo una gran variedad de caminos en los que no destacan, por ahora, las vías pecuarias) (Ferrís, 2004: 100 y ss.). Han sido muchas las iniciativas, en España y otros países europeos, los últimos años de promover turismo en torno a fiestas y actividades de la trashumancia (apertura de puertos, desplazamientos de ganados, fiestas de pastores y pastoreo, ferias de ganado, etc.) que convocan a públicos variados para estos acontecimientos especiales que tienen asignadas fechas determinadas. Estos actos han sido apoyados en muchos casos por Programas comunitarios (Leader, Interreg), y han facilitado una aproximación puntual, y numerosa, a aspectos y actividades de la ganadería trashumante. El reto se plantea en la formación de “paquetes integrados” de turismo rural, natural y cultural, que planifiquen actividades distintas con colaboración de agentes y comunidades locales, y que incluyan el acompañamiento de ganados trashumantes en ruta o en los pastizales. Pero estas actividades es necesario programarlas y organizarlas de forma dinámica, con acompañamiento de pastores y agentes locales, mostrando los distintos aspectos y valores naturales y culturales de los espacios visitados. También, para los más aventureros, se han diseñado guías de vías pecuarias que intentan mostrar las posibilidades de los itinerarios, de modo similar a las guías locales y comarcales, pero esta alternativa sigue siendo minoritaria, y viajar por una vía pecuaria en la actualidad no 324 José Lu is Argu do Périz garantiza encontrarse con rebaños trashumantes, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de don Quijote. Las actividades más destacadas relacionadas con el turismo activo y de aventura en la naturaleza están relacionadas con las vías pecuarias, aunque guarda grandes potencialidades la combinación con el turismo cultural, por lo que tratamos a continuación, la regulación de los usos complementarios, turístico-recreativos —y sus problemas—, en las vías pecuarias. 5.2. LOS USOS COMPLEMENTARIOS Y LA UTILIZACIÓN TURÍSTICA DE LAS VÍAS PECUARIAS Las vías pecuarias son un medio también de acceder al campo y soporte de actividades deportivas, turísticas y, en general, de ocio. La Ley de Vías Pecuarias (art. 17) admite como usos complementarios “el paseo, la práctica del senderismo, la cabalgada y otras formas de desplazamiento deportivo sobre vehículos no motorizados”, que parece referirse al desplazamiento en bicicleta, y existe alguna mención autonómica de la compatibilidad con la práctica del esquí de fondo. Todos estos usos tienen como límites el respeto a la prioridad del tránsito ganadero, al medio ambiente, paisaje, y patrimonio natural y cultural, y puede establecerse una ordenación general al uso y aprovechamiento de las vías pecuarias, y por ello también se somete generalmente a autorización las actividades recreativas, deportivas, culturales y educativas de carácter colectivo u organizado. Esta puerta que se abre con los usos complementarios entraña riesgos por el carácter de nuestra civilización y costumbres dominantes, de cultura urbana alejada del medio natural. Por supuesto, han servido de pretexto para que algunas empresas y grupos reivindiquen el uso de tramos de vías pecuarias para prácticas con diversos tipos de vehículos motorizados que se comercializan como de turismo de aventura, con la justificación de que no soportan tránsito ganadero o tienen escaso valor ecológico. Esto se produce, de hecho, todos los días con vehículos del tipo 4x4 y todoterrenos, ya que el desembarco urbano en el mundo rural no diferencia entre tipos de caminos, por ignorancia y desconocimiento, la escasa delimitación y señalización de las vías pecuarias, y la casi nula vigilancia de los mismos. Trash umanc ia en el Medit erráneo 325 Los usos complementarios o turístico-recreativos (paseo, senderismo, cabalgada…) pueden realizarse sin autorización previa, aunque pueden restringirse temporalmente en caso de incompatibilidad con determinados factores (ecosistemas sensibles, masas forestales con riesgo de incendio, especies protegidas…) La Ley aragonesa (art. 35) rompe con la división que la norma estatal básica intenta trazar entre usos compatibles y usos complementarios, que como dice Herráiz (2000: 358) se podrían haber denominado de usos agrarios y usos recreativos, siendo los compatibles los de carácter tradicional y los complementarios de esparcimiento de los ciudadanos. Bien es verdad que, como señala la misma autora, en ambos casos han de respetar el uso prioritario pecuario, y es difícil diferenciar efectos jurídicos distintos porque no dejan de considerarse usos comunes generales, aunque los complementarios pueden derivar en usos especiales por las afectaciones secundarias que puedan ocasionar en las vías pecuarias. Es una enumeración muy razonable la que hace el art 37 LVPAR de los usos complementarios, mencionando el paseo, la práctica del senderismo, la marcha a caballo, el cicloturismo y otras formas de utilización o desplazamiento deportivo, con prohibición de vehículos motorizados. Al servicio de estos usos, se pueden establecer en las vías pecuarias instalaciones desmontables, que es lo que señala el art. 17.2 LEVP, pero el precepto aragonés añade “cercados o, en general, cualquier equipamiento de idénticas características que sea necesario para la realización de los usos complementarios”. De nuevo parece excesivo que se desarrolle la norma básica de una forma genérica y sin una delimitación de la posible afectación de la vía pecuaria, aunque esté sometida a autorización y sometida, en su caso, al régimen de ocupaciones temporales, y desde luego la mención especial de los cercados es inquietante, por lo que supone de obstáculos con una cierta permanencia en la vía pecuaria y privación del uso para el resto de los ciudadanos, y no tiene equivalente en ninguna otra norma autonómica3. 3. 326 El Reglamento extremeño de 2000 ha suprimido la referencia expresa a las instalaciones desmontables que contenía el anterior de 1996. Para Bensusan (2003: 256) la colocación de cancillas, vallas o pasos angostos o cual- José Lu is Argu do Périz El art. 38 LVPAR dedicado a los “usos especiales” solo puede ser comparado con el art. 33 LVPCM, ya que es una categoría no contemplada en la Ley estatal y no considerada expresamente por el resto de legislación autonómica, que se limita a exigir autorización para estos usos. Se incluyen en los mismos las pruebas y competiciones deportivas y otras rurales o tradicionales, y las que realicen personas físicas y jurídicas “como organizadoras de actividades recreativas, deportivas, culturales y educativas de sus socios o afiliados y terceros” (art. 38.1. a y b). Parece muy fatigoso, con los elementos que nos da la Ley, distinguir, entre un uso complementario libre como son las “formas de utilización o desplazamiento deportivo” (art. 37.1), de las actividades deportivas organizadas (art. 38.1.a) y de las pruebas y competiciones deportivas “y otras rurales o tradicionales” (art. 38.1.b) para las que se necesita autorización previa, más allá de la prohibición común de desplazamientos en vehículos motorizados, aunque de esto se puede dudar, ya que el art. 39.c) LVPAR se exceptúan de la prohibición de uso de vehículos motorizados “los casos previstos” en el art. 38, cuando no hay ninguna mención expresa a lo largo de dicho precepto al uso de tales vehículos. El art. 17.3 LEVP indica la posibilidad de imponer restricciones a los usos complementarios cuando puedan suponer incompatibilidad, en otras, a las “prácticas deportivas tradicionales”. Si Alenza (2001: 478) no entendía qué tipo de prácticas deportivas tradicionales podían ser condicionadas por prácticas deportivas no tradicionales, se entiende menos porque las prácticas, se supone que deportivas, rurales o tradicionales han de ser sometidas a autorización en la Ley aragonesa. Podríamos intentar distinguir como usos complementarios libres los realizados de forma individual o no organizada, frente a las actividades organizadas grupales sometidas a autorización en el art. 38, pero la duda quier otro tipo de obstáculos, lo considera como una actividad incompatible con el uso de las vías pecuarias. La Disp. Transitoria Tercera LVPCLM establece que “las autorizaciones concedidas para la instalación de cancelas, vallas, cercas o cualquier otro artilugio que reduzca la anchura de la vía pecuaria y entorpezca o dificulte el tránsito ganadero en régimen de trashumancia, no podrán ser prorrogadas ni renovadas a partir de la fecha de entrada en vigor de esta Ley”. Trash umanc ia en el Medit erráneo 327 subsiste ante la enumeración de las posibles actividades organizadas, mucho más amplias que las contempladas como usos complementarios. Como es imposible determinar en exclusividad si el paseo, el senderismo, la marcha a caballo o el cicloturismo son actividades recreativas, deportivas, culturales o educativas, porque seguramente en la actualidad participan de todas ellas a través del turismo y de las actividades de ocio de los ciudadanos, solo nos queda como criterio de diferenciación que sean prácticas o actividades colectivas organizadas o no (art. 58.2 RVPAN). Y en este sentido ya se ha realizado alguna crítica a la disposición aragonesa autorizatoria con relación a la práctica del senderismo, ya que se deduciría qué si se práctica en solitario, o como grupo de amigos, no necesita autorización previa, pero si una persona o entidad organiza una ruta de senderismo por una vía pecuaria, es ya un uso especial4. En todo caso, estamos de nuevo con Alenza (2001: 482-3) en que los usos compatibles y complementarios, incluyendo en este caso también los especiales, han de estar condicionados por la prioridad del tránsito pecuario, por el respeto de los valores medioambientales de las vías pecuarias, por las restricciones que pueda imponer la ordenación del uso y aprovechamiento de las vías pecuarias, y por la regulación de la circulación de vehículos motorizados. Por ello, la medida para condicionar o limitar un uso concreto vendría determinado por la utilización racional de los recursos naturales con un criterio de sostenibilidad (Herráiz, 2000: 394-97) y, 4. 328 José Mª Nasarre Sarmiento, “Caminar en el camino”, artículo de opinión en Heraldo de Aragón, de 6 de febrero de 2006. Establece como premisa, de la que es gran conocedor —y especialista jurídico en la Universidad de Zaragoza en temas de senderismo y montañismo—, que “las personas que transitan por los senderos no penetran en otras zonas de mayor fragilidad ambiental, el impacto de la pisada de grupos numerosos es menor, es más fácil el control de los residuos y se facilita la aplicación de medidas de prevención y socorro en caso de accidente”, y critica la regulación del art. 38 LVPAR porque “en vez de promover el tránsito de personas por nuestras cabañeras para proteger de una forma no coactiva el medio natural, las Cortes de Aragón aprueban una Ley que exige autorización para caminar en grupo por las vías pecuarias. De esta forma promueven que el montañismo, el excursionismo cultural o el escolar se realicen por sus márgenes, bosque a través, campo a través, puesto que para andar por bosques y campos no hay que pedir autorización”. José Lu is Argu do Périz en general, los usos complementarios resultan menos lesivos para las vías pecuarias que los usos compatibles tradicionales agrarios (Alenza, 2003: 404), por lo que parece necesario una adecuación ad casum. Bibliografía Alenza García, J. F. (2001): Vías Pecuarias, Madrid, Gobierno de NavarraCivitas. --- (2003), “La utilización turística de las Vías Pecuarias”, en J. Martin Casas (coord.), Las vías pecuarias del Reino de España: un patrimonio natural y cultural europeo, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, pp. 383-418. Argudo Périz, J. L. (1995), “El régimen foral histórico aragonés sobre trashumancia ganadera y vías pecuarias”, en IV Congreso Nacional de Derecho Agrario, Madrid, Editora Agrícola Española, pp. 323 a 333. --- (2001), “Las vías pecuarias de la Comunidad de Albarracín: historia, conservación y usos alternativos”, en Museo de la Trashumancia. Guadalaviar. 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Número 0, Madrid, ICONA. --- (2003), “Vías Pecuarias: de la Ilustración al Conservacionismo (17951995)”, en J. Martín Casas (coord.), Las vías pecuarias del Reino de España: un patrimonio natural y cultural europeo, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, pp. 15-35. Martín Casas, J. (coord.) (2003), Las vías pecuarias del Reino de España: un patrimonio natural y cultural europeo, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente. Pallaruelo, S. (1988), Pastores del Pirineo, Madrid, Ministerio de Cultura. Parra Lucán, M.Á. (2002), Vías pecuarias y Propiedad privada, Madrid, Dykinson. Pérez Soba, M. (2006), “Opciones políticas para apoyar la trashumancia y biodiversidad en las montañas europeas. Resultados del proyecto europeo Transhumount”, en I Congreso Nacional de Vías Pecuarias, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, pp. 373-374. Rodríguez Pascual, M. (2001), La Trashumancia. Cultura, cañadas y viajes, León, Edilesa. Sarasibar Iriarte, M. 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Historia de la trashumancia aragonesa en el reino de Valencia durante la época foral moderna. José Luis Castán. 4.- La lucha contra la despoblación todavía necesaria. Políticas y estrategias sobre la despoblación de las áreas rurales en el siglo XXI. Francisco García Pascual (coordinador). 5.- Animación sociocultural y desarrollo rural. Rafael Sánchez (coordinador). 6.- La trashumancia en la España Mediterránea. José Luis Castán y Carlos Serrano (coordinadores). 7.- Mases y masoveros. Ángel Hernández Sesé (coordinador). 8.- Análisis económico de los costes de conservación de la naturaleza. Aplicación a dos espacios de Monegros y Pirineos. Ramón Barberán y Pilar Egea. 9.- Veinte años de políticas de desarrollo rural. La experiencia de las políticas regionales en el Pirineo aragonés. María Laguna. 10.- Despoblación y territorio. Varios autores. 11.- La economía de la Sierra de Albarracín. Luis Antonio Sáez. 12.- Hábitat disperso y desarrollo rural. Ángel Hernández Sesé (coordinador). 13.- El Fondo de Inversiones de Teruel. Ramón Barberán (coordinador). 14.- Identidades compartidas. Cultura y religiosidad popular en Aragón. Jorge Abril (coordinador). 15.- Tendencias recientes en la evolución de la población de las comarcas aragonesas. Vicente Pinilla y Luis Antonio Sáez (editores). 16.- Trashumancia en el Mediterráneo. Pablo Vidal y José Luis Castán (editores). CEDDAR: DOCUMENTOS DE TRABAJO 2002-1.- Un análisis comarcal de los flujos migratorios en Aragón durante 1999. Ramiro Gil, Luis Antonio Sáez. 2002-2.- Un estudio de las ayudas directas a la natalidad como instrumento para incentivar la fecundidad y luchar contra la despoblación. Anabel Zárate. 2002-3.- La dinámica territorial de la población española. Una exploración preliminar. Fernando Collantes, Vicente Pinilla. 2003-1.- Principales transformaciones estructurales de la movilidad interior en España tras la crisis económica, 1975-1985. María Hierro. Trash umanc ia en el Medit erráneo 335 2004-1.- Cambios y permanencias en las dinámicas demográficas de los Pirineos españoles. El papel de los movimientos migratorios. Francisco García Pascual, Josep Joan Mateu. 2004-2.- Las disparidades educativas en el medio rural español, 1860-2000: Un análisis comparado de las comarcas montañosas. Fernando Collantes. 2004-3.- Accesibilidad geográfica de la población rural a los servicios básicos de salud. Estudio en la provincia de Teruel. Ana Isabel Escalona, Carmen Díez. 2005-1.- ¿Desarrollo sostenible o eco-etnicidio? El proceso de expansión forestal en territorio mapuche-nalche de Chile. René Montalba. 2005-2.- ¿La constitución de una nueva ruralidad? Migración y cambio sociodemográfico en áreas rurales de Gerona: el caso del “Empordanet”. Miguel Solana. 2005-3.- Explicando la concentración a largo de la población española, 1860-2000. María Isabel Ayuda, Fernando Collantes, Vicente Pinilla. 2005-4.- Concentración poblacional y dispersión territorial y migratoria en España, 19862003. María Hierro. 2006-1.- Rural depopulation in Mediterranean Western Europe: A case study of Aragon. Vicente Pinilla, María Isabel Ayuda, Luis Antonio Sáez. 2008-1.- La valorización del patrimonio forestal como recurso ecoturístico en zonas de montaña. Xavier Basora, Jordi Romeo, Xavier Sabaté, Marc Sogues. 2008-2.- Los factores de éxito en las experiencias y proyectos para la recuperación sostenible de población aragonesa. Giovana Cangahuala. 2009-1.- La atención a la diversidad en los núcleos rurales dispersos de la Comunidad Autónoma de Aragón. Begoña Vigo (coordinadora). 2009-2.- Situación de la cabaña ganadera de ovino y caprino en el Parque Regional de Picos de Europa. Patricia Mateo, Pedro Pérez Olea. 2009-3.- Sobreviviendo al desarrollismo. De las desigualdades ambientales a las luchas por la justicia ambiental en la dictadura franquista (1950-1979). Pablo Corral. 2009-4.- Análisis comparado de la competitividad turística en la Patagonia Austral. Beatriz Román. CEDDAR: INFORMES 2002-1.- Población y recursos en Monegros. Análisis, diagnóstico y estrategias. Carlos Gómez Bahillo, Enrique Sáez Olivito, Mª Victoria Sanagustín. 2003-1.- Incidencia de las migraciones y la situación poblacional en la recuperación demográfica de Belchite y su comarca. Layla Haffar. 2004-1.- Causas de la despoblación en la cuenca del río Guadalope: comarcas del Bajo Aragón y Maestrazgo. Propuesta de políticas demográficas y de desarrollo endógeno. José Garrido, Yolanda Faci. 2004-2.- El olvido de las Guilleries (Cataluña): estudio geográfico de un espacio rural en decandencia. Marc Bigas, Miquel Picanyol, Jordi Vila. 336 José Lu is Argu do Périz 2004-3.- Neorrurales: Dificultades durante el proceso de asentamiento en el medio rural aragonés. Una visión a través de sus experiencias. José Antonio López Lafuente, Raúl Kerkhoff, Santiago Ibargüen, José Miguel Ibargüen. 2004-4.- El movimiento neo-rural en el Pirineo aragonés. Un estudio de caso: La Asociación Artiborain. Ana Carmen Laliena. 2005-1.- Más de 20 años de políticas de desarrollo rural: el caso del Pirineo Aragonés. María Laguna. 2005-2.- Características demográficas y procesos de industrialización y desindustrialización durante el siglo XX. El ejemplo prepirenaico de la Cataluña Occidental. Jacinto Bonales. 2005-3.- La despoblación de la montaña palentina. Recomendaciones para la intervención. José Antonio López Ruiz. 2005-4.- Demografía en el Cuarto Espacio de Aragón. Propuestas de desarrollo local. Estudio sobre la realidad de los pueblos de la provincia de Zaragoza en proceso de despoblación. Francisco Martínez y Rafael Sánchez (coordinadores). 2005-5.- La sociedad de la información como herramienta para el desarrollo de las zonas rurales de Aragón. Mario Kölling y Montserrat Salas. 2007-1.- Envejecimiento y comarcas deprimidas en Andalucía Occidental. Pilar Almoguera, Carolina del Valle. 2007-2.- Las masías fortificadas del Maestrazgo turolense: localización, función, estructura e inventario. Diego Mallén. 2007-3.- Necesidades formativas en el sector turístico aragonés. El caso del turismo rural en la provincia de Huesca. Mª. Victoria Sanagustín (investigadora principal). 2008-1.- Derechos de uso y patrones de ocupación del territorio en el área del pueblo indígena Tacana (Bolivia). Yuri Sandoval. OTROS — Tras las huellas de Lucien Briet. Bellezas del Alto Aragón. José Luis Acín. Edición especial. — La Tierra vista desde el Cielo. Yann Arthus-Bertrand. Edición especial. — Encuadres de la memoria. Catálogo de exposición. — Despoblación y políticas públicas en Aragón. VV.AA. Edita Gobierno de Aragón, colabora CEDDAR. — Políticas demográficas y de población. VV.AA. Edita Gobierno de Aragón, colabora CEDDAR. — Ainielle. La memoria amarilla. Enrique Satué. Edita Prames, colabora CEDDAR — Pueblos fantasmas (VHS). José Cuesta, Jean Jiménez. — ¿Por qué dixamos o nuestro lugar? (DVD). Carlos Baselga. — Políticas demográficas y de población II. VV.AA. Edita Gobierno de Aragón, colabora CEDDAR. -— Las torres fortificadas y masías torreadas del Maestrazgo. Diego Mallén (coordinador). Coedición CEDDAR y Centro de Estudios del Maestrazgo. DE PERIODICIDAD ANUAL Ager, Revista de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo Rural / Journal of Depopulation and Rural Development Studies. OTRAS PUBLICACIONES DE ROLDE DE ESTUDIOS ARAGONESES CUADERNOS DE CULTURA ARAGONESA 1.- Falordias I. Barios autors. 2.- Falordias II. (Cuentos en lengua aragonesa). Barios autors. 3.- La crisis del regionalismo en Aragón. Gaspar Torrente. Edición facsímil. Separata del nº 35 de ROLDE, Revista de Cultura Aragonesa. 4.- Armonicos d’aire y augua. Francho E. Rodés. 5.- Cien años de nacionalismo aragonés. Textos políticos. Gaspar Torrente. Edición a cargo de Antonio Peiró. 6.- Antropónimos aragoneses (nombres aragoneses de persona). Edición bilingüe. José I. López, Chusé I. Navarro y Francho E. Rodés. 7.- Aragón Estado. Julio Calvo Alfaro. Edición facsímil. 8.- Discursos Histórico-Políticos... Diego Iosef Dormer. Edición facsímil. Introducción de Encarna Jarque y José Antonio Salas. 9.- Cancionero republicano. Juan Pedro Barcelona. Edición facsímil. Introducción de Vicente Martínez Tejero y José Luis Melero. 10.- Información de los sucesos del Reino de Aragón en los años de 1590 y 1591, en que se advierte los yerros de algunos autores. Lupercio Leonardo de Argensola. Edición facsímil. Introducción de Xavier Gil Pujol. 11.- Las alteraciones de Zaragoza en 1591. Encarna Jarque y José A. Salas. 12.- Literatura y periodismo en los años veinte. (Antología). Ramón J. Sender. Edición de José Domingo Dueñas. 13.- Una propuesta para la reforma del Estatuto de Autonomía. Rolde de Estudios Aragoneses. 14.- Reseña histórico-política del antiguo Reino de Aragón. Manuel Lasala. Edición facsímil. Introducción de Vicente Martínez Tejero y José Luis Melero. 15.- Memorias. José de Palafox. Edición, introducción y notas de Herminio Lafoz. 16.- Estudios de Derecho aragonés. Varios autores. 17.- Historia de Aragón. Félix Sarrablo Bagüeste. Edición facsímil. 18.- Ácromos. Fernando Ferreró. 19.- Memorias de Zaragoza. Cosme Blasco. Edición facsímil. Presentación de José Luis Melero. 20.- Bilingüismo y enseñanza en Aragón. Juan Martínez Ferrer. 21.- Doctrina regionalista de Aragón. Julio Calvo Alfaro. Edición facsímil. 22/23.- Orígenes del nacionalismo aragonés (1908-1923). Antonio Peiró. 24.- Compendio de la Historia de Aragón y Zaragoza. Rafael Fuster. Edición facsímil. Introducción de Ignacio Peiró. 25.- El agua a debate. Plan Hidrológico Nacional, Pacto del Agua y Trasvases. Edición al cuidado de Francisco Javier Martínez Gil. 26.- Idea del Gobierno y Fueros de Aragón. Braulio Foz. Edición facsímil. Introducción de Elisa Martínez Salazar. 27.- Columna de luz, que por el desierto de los Pirineos guía a los Devotos del Santo Anacoreta, Confesor, y Abad, el Señor San Victorián, para saber dónde descansan sus Sagrados Huesos. Edición facsímil. Introducción de Manuel López Dueso. 28.- Aragón en el siglo XX. Estudios urgentes. Luis Germán Zubero. Prólogo de Vicente Pinilla. 29.- Estado Aragonés. Estatutos. Edición facsímil. Presentación de Antonio Peiró. 30.- A escala. Letras oscenses (siglos XIX-XX). Juan Carlos Ara. 31.- Identidad y diversidad. Escritos sobre Aragón (1995-1999). Carlos Serrano. 32.- Constitución o muerte. El trienio liberal en Aragón y los levantamientos realistas. 18201823. Pedro Rújula. 33/34.- Costismo y anarquismo en las letras aragonesas. El grupo de Talión (Samblancat, Alaiz, Acín, Bel, Maurín). José Domingo Dueñas. 35/36.- Escritores aragoneses de los siglos XIX y XX. José Luis Calvo Carilla. 37/38.- El Aragonesismo en la Transición I. Propuestas aragonesistas y alternativas territoriales (1972-1978). Carlos Serrano, Rubén Ramos. 39/40.- El Aragonesismo en la Transición II. Regionalismo y nacionalismo en el Aragón preautonómico (1978-1983). Carlos Serrano, Rubén Ramos. 41.- Mensaje a Laura. Carlos Eugenio Baylín Solanas. Introducción de Antonio Pérez Lasheras. 42.- Antonio Pérez y las alteraciones de Aragón (guión cinematográfico de Antonio Artero). Edición de Javier Hernández y Pablo Pérez. Prólogo de Luis Alegre. 43.- Colección Rolde de Arte Contemporáneo 1977-2005. Introducción de Concha Lomba. Guía didáctica de Ángel Herrero y Fernando Marco. 44.- Los libros de la guerra. Bibliografía comentada de la Guerra Civil en Aragón, 19361949. José Luis Melero Rivas. 45.- Ocultación transitoria (fotografía poética del grupo Eclipse). Edición de Ignacio Escuín. Prólogo de Antonio Pérez Lasheras. 46.- Fueros y Libertades del Reino de Aragón. De su formación medieval a la crisis preconstitucional (1076-1800). Jesús Morales. 47-48.- Aragón en la Monarquía de Felipe II. Historia y pensamiento. Jesús Gascón. Prólogo de Xavier Gil Pujol. 49.- Aragón en la Monarquía de Felipe II. Oposición política. Jesús Gascón. 50.- Miguel Alcubierre. Testimonio de la emigración y el exilio. Antonio Peiró. 51.- Sin poner los pies en Zaragoza (algo más sobre el Quijote y Aragón). Antonio Pérez Lasheras. COSAS DE ARAGÓN 1.- Plan tal como fue. José María Fantova y Luis Roger (2ª edición). PETARRUEGO 1.- Diccionario aragonés. Edición facsímil. Edición, introducción y notas de Chesús Bernal y Francho Nagore. 2.- Huesca. Apuntes para su historia. Gregorio Gota Martínez. Edición facsímil. Introducción de Alfonso Gota y Margarita Márquez. 3.- Víctor Pruneda: Una pasión republicana en tierras turolenses. José Ramón Villanueva. 4.- Poesía. José Ramón Arana. Edición de Javier Barreiro y textos de introducción de Javier Barreiro, Alejandro Díez Torre y Eloy Fernández Clemente. 5.- A una milla de Huesca. Diario de una enfermera australiana en la Guerra Civil española. Agnes Hodgson. Edición de Judith Keene y Víctor Pardo. Prólogo de Gabriel Jackson. 6.- Las ideas jurídicas de Braulio Foz y su proyección política en la construcción del Estado liberal español. Guillermo Vicente y Guerrero. Prólogo de Ignacio Peiró. DOCUMENTOS DE TRABAJO 1.- Reflexiones sobre la política cultural en Aragón. Herminio Lafoz. 2.- Plans reguladors d’ensenyament de l’aragonés i el catalá a l’Aragó. Carmen Alcover i Artur Quintana. 3.- Cultura Aragonesa y Educación Física. Grupo EDUFICO. 4.- Os territorios lingüisticos en Aragón. Francho Nagore Laín. 5.- L’aragonés de a baxa Galliguera. Chesús de Mostolay. BAL DE BERNERA 1.- Música de tradición popular en Aragón. Instrumentos y tañedores. Ángel Vergara. 2.- Pueblos abandonados. ¿Un mundo perdido? José Luis Acín y Vicente Pinilla (coordinadores) (2ª edición). 3.- Retratos de la memoria. Fotografías de La Almunia de Doña Godina (1850-1997). Santiago Cabello Solanas. 4.- La gaita de boto aragonesa. Martín Blecua y Pedro Mir. 5.- Historia del aragonesismo. Antonio Peiró (coordinador). 6.- Villamayor: Memorias de un pueblo (1882-1982). José Luis Ona y Manuel Tomeo Turón (coordinadores). 7.- Estampas de Indumentaria Aragonesa de los siglos XVIII y XIX. Fernando Maneros. 8.- Rolde de Estudios Aragoneses (1977-2002). Pasar haciendo caminos. José I. López, José L. Melero y Antonio Peiró (coordinadores). 9/10.- El Maestrazgo turolense: Música y literatura populares de la primera mitad del siglo XX. Carolina Ibor y Diego Escolano. 11.- La arquitectura neomudéjar en Aragón. Pilar Biel y Ascensión Hernández. Prólogo de Gonzalo Borrás. 12.- Los nuevos ilustrados. Entrevistas a los miembros del Comité de Honor de Rolde de Estudios Aragoneses. José I. López, José Luis Melero (coordinadores). 13.- La cultura del agua en Aragón. Usos tradicionales. Pilar Bernad Esteban (coordinadora). 14.- María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y el catalán de Aragón (1900-1970). Mª Pilar Benítez. SALBACHINAS 1.- Artal d’Escuer. Dibujos de Daniel Viñuales, textos de Carlos M. Polite. 2.- Mai solo bi’n ha que una. Javier Gurpegui y Fernando Vallés. 3.- La santa infancia de Luis Buñuel. José Luis Cano. 4.- Toma la voz y la palabra - Prene a boz y a parola. Vocabulario aragonés de palabras apadrinadas. 5.- Artal d’Escuer. El tesoro de Aquitania. Dibujos de Daniel Viñuales, textos de Carlos M. Polite. 6.- Istorias menimas. Javier Tomeo. 7.- Refrans, frases feitas, ditos y esprisions de l’Alto Aragón. Sezión de Lenguas Minoritarias de REA. 8.- Breve tratado sobre el esquizoide carácter aragonés. José Luis Cano. 9.- La charrada. Reflexiones sobre el vocabulario aragonés. Edición de Alejandro Cortés. 10.- De fabiroles y otras gaitas. 20 años con La Orquestina del Fabirol. Javier Ferrández. 11.- Un Rolde de palabras... e de musas ziento. Varios autores. 12.- Amor y humor. Claves para vivir la vida (a la sombra de Pedro Saputo). Andrés OrtizOsés. Prólogo de Javier Barreiro. 13.- Tonadas de gaita. Tradición y sonidos de la dulzaina aragonesa. Diego Escolano – Pasatrés. Incluye CD. 14.- Adivina adivinanza. 20 acertijos de cara y cruz. Sergio Lairla y 20 ilustradores. 15.- La Subordania. Epopeya chesa sin d’acabanza. Emilio Gastón. 16.- Entre líneas. Música y literatura en Aragón. Ángel Vergara– La Chaminera. Incluye CD. ÓRBITAS (en coedición con el Ayuntamiento de Zaragoza) 1.- Música pop / Música folk. Miguel Mena y Ángel Vergara. 2.- Zaragoza Arquitectura. Marian Navarcorena y Ignacio Iraburu. 3.- Conocer internet. Fernando García. 4.- Literatura actual. Antonio Losantos. 5.- Zaragoza / entorno natural. Olga Conde y Mariano Mérida. 6.- Diseño industrial. Ana Bendicho. 7.- Ciencia / Investigación. Manuel Doblaré. 8.- Zaragoza / urbanismo. Joaquín Herrero. 9.- Arte contemporáneo. Concha Lomba. 10.- Propuestas didácticas (CD). LOS SUEÑOS 1.- Territorio irreductible. Caja de arte. Texto de Antón Castro. Serigrafías de Javier Almalé, Nacho Bolea, María Buil, Pepe Cerdá, Carmen Molinero y Javier Peñafiel. 2.- Andrés Ferrer. Relatos visuales. Edición al cuidado de Fernando Sanmartín. 3.- José Antonio Labordeta. Creación, Compromiso, Memoria. Javier Aguirre (coordinador). 4.- Cuadro Natural. Susana Vacas (coordinadora). ARCHIVO DE ARAGONESISMO CONTEMPORÁNEO 1.- Crónica del Congreso de Caspe. 2.- Renacimiento Aragonés. Edición facsímil. Introducción de Antonio Peiró. 3.- José Aced: Memorias de un aragonesista. Edición de José I. López Susín y José Luis Melero Rivas. Introducción de Carlos Serrano Lacarra. 4.- Dictámen de la Comisión especial encargada de informar á las Córtes, sobre el modo de honrar la memoria de Juan de Padilla y de Juan de la Nuza, y demás defensores de las libertades de Castilla y Aragón, leido en la sesion extraordinaria de 24 de junio de 1821. Edición facsímil. 5.- Archivo Andalán. Buceando en la memoria. 6.- Aragón 1976-2000. La lucha por el agua y el autogobierno. Vídeo. 7.- Aragón y los aragoneses: Argumentos para el no al Trasvase. La historia continúa... Francho Beltrán Audera, Carlos Serrano Lacarra. 8.- Historia de la Autonomía de Aragón. José I. López Susín y Carlos Serrano (coordinadores). 9.- La ciudad de Caspe en la historia del aragonesismo. Antonio Peiró. 10.- Isidro Comas, Almogávar. La poética vida de un aragonesista de Tamarite de Litera. Valeriano C. Labara. OTROS — Costa y Aragón. Eloy Fernández Clemente. — Cursé alazetal d’aragonés. Fernando García y Chusé I. López. — Falordias de Juglares. Falordias de Chuglars. Falordias de Joglars. Ángel Vergara y Cía. — Música y literatura populares en la Sierra del Maestrazgo turolense (primera mitad del siglo XX). Diego Escolano, Carolina Ibor y Úrsula Solaz. — Arte y Rolde. Veinte años de portadas. Catálogo de exposición. — Por no decir adiós. Ildefonso Manuel Gil. DE PERIODICIDAD TRIMESTRAL ROLDE. Revista de Cultura Aragonesa. DE PERIODICIDAD SEMESTRAL PAPIRROI (revista infantil en aragonés).